domingo, 30 de mayo de 2010
Bautizo
Una de las cosas que más extrañeza me produce es que mis tíos sean tíos abuelos y mis hermanos y primos pequeños, tíos. Todos lo eran ya por un lado u otro, pero ahora me pasma. Mientras iban entrando, yo hablaba con don Federico, el sacerdote, recientemente ascendido a Vicario General de la Diócesis, sobre la importancia del Bautizo y le citaba a don Álvaro d’Ors (“El bautizo es, incomparablemente, el día más feliz de la vida”) y a Flannery O’Connor y su río. No sé si lo hacía con la pretensión de apuntarle temas para su homilía, espero que no, aunque con uno mismo nunca se sabe. En cualquier caso, la homilía fue muy catequética, sin meterse para nada en dibujos literarios. Hizo bien don Federico. A mí, a pesar de la sonrisa generalizada que produjo la retahíla de nombres de la niña, me rondaba como una mosca obsesa la idea del bautismo como muerte del hombre viejo, y sentía, lo confieso, un difuso fondo de tristeza por Carmencita. Sé que es una muerte de la que se sale de una vez para siempre resucitado, pero el corazón tiene sus razones, etc. Para compensar, poco a poco se fue imponiendo en la capilla un olor a rosas o a nardos delicioso. Pensé que sería el óleo perfumado con que habían ungido la espaldita de Carmen para que triunfe en el combate, ay, de la vida. Cuando acabó la ceremonia y fui con un tarrito a recoger el agua bendita, lo comenté con el cura. “El óleo no es, no huele tanto”, me dijo, también él intrigado con el misterio. “Umm, qué bien huele", decíamos a cada rato los dos. El misterio se disipó antes que el perfume. Tía (¡abuela!) Alicia había traído de Tierra Santa un bote con agua del Jordán para bautizarla. Como lo trajo antes de que nos quedásemos esperando (sí, sí, antes, porque la fe mueve embarazos), lo guardó en su congelador. Con la dilatación, se rompió el bote, me contaba, y recogió el agua con mucho cuidado, colándola bien, en un viejo frasco, que limpió mucho, de aceite perfumado. Por eso, ah, el olor. Cuando se lo conté al cura, se rió de buena gana, un poco decepcionado. Tampoco tenemos que menospreciar, propuse, las causas segundas.
Nunca es tarde. Seguro que también hay fotos.
ResponderEliminarMuy buena la descripción del perfume.
Si es el día mas feliz de su vida, habrá que preguntárselo, lo que si es verdad es que el Bautismo supone la muerte del hombre viejo, el ser sepultados con Cristo para resucitar con El; o dicho de otra manera, es un nuevo nacimiento a la vida sobrenatural, o como dice Santo Tomás, una nueva creación.
Felicidades!
ResponderEliminar¡Felicidades!
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminar¿Cuales son los nombres de Carmen?. Mis padres no se podían acordar al contármelo por teléfono. Coco
Muchas gracias, a Nicolás, que me incitó, y a los que nos felicitáis.
ResponderEliminarLos nombres son C. C. G. y B., pero no los hemos puesto en el DNI para guardarlos como un secreto íntimo y familiar. Por eso, querida prima Coco, ahora mismo te los cuento por correo-e. Abrazos trasatlánticos.
Yo también creo que el Bautismo es el día más feliz, o, cuando menos, el primero de unos cuantos días muy felices. Los demás deben mirarnos a los cristianos como a extraterrestres, pero el cambio que opera el agua bautismal es, verdaderamente, sustancial. El Bautismo ha convertido a Carmen en hija de Dios, le ha borrado el pecado original y la ha incorporado a la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo. Misteriosa transformación, pero real. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarLos cristianos somos extraterrestres, en los dos sentidos, o sea, en todos, menos en el que, efectivamente, deben de vernos. Qué bueno, Verónica.
ResponderEliminarCausas segundas, que salen de primera...
ResponderEliminarQué alegría, y ya puede decir aquello de "reviente el caballo y quien lo traía, que yo no soy mora ni niña judía, que soy cristianita bautizada en pila..." o algo así...
ResponderEliminar¡Muchas felicidades a todos!
Don Enrique! Mi mas sincera enhorabuena por el Bautizo de tu primogénita. Sin duda, es una algria muy muy grande para todos los que os queremos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
E.Lacave
Objeción: se diría que la felicidad, para ser tal, debiera conllevar una cierta conciencia de ella misma; de poco sirve la mejor noticia posible a una persona desmayada o dormida, mientras no despierte. Dada la edad de Carmencita, parece por lo menos arriesgado suponer en ella el grado de consciencia suficiente para percatarse de la dicha bautismal. Luego o sólo es un día tan feliz como EGM dice... para los demás, o mejor verlo, si él quiere, como la puerta a futuras dichas, en sí misma menos feliz que simplemente necesaria. Digo.
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