viernes, 20 de mayo de 2011

Rosal de luz

Hace poco Jaime Nubiola se hacía eco de una historia sobre Bismarck, embajador en San Petersburgo en 1860. Para los que no quieran hacer click y leerla en v.o., la recojo y la recuento. Al parecer le llamó la atención a Bismarck una circunvolución que hacía la guardia de palacio en torno a un viejo parterre y preguntó a Alejandro III la razón de aquella extraña maniobra. Como el zar no lo sabía, se inició una investigación que arrojó como resultado que 149 años atrás la zarina Catalina I había hecho colocar en aquel parterre unos hermosos rosales, regalo de Felipe V de España, y para honrar el regalo y cuidar los rosales había ordenado a la guardia aquel rodeo. Murió la reina, murió el rosal, pasaron los años, se perdió la noticia del regalo, pero siguió manteniéndose imperturbable la maniobra de la guardia. Argumenta Nubiola que conviene conocer la razón que alienta detrás de cada costumbre, y hasta ahí estoy de acuerdo. No dice, sin embargo, si la guardia renunció a su circunvolución. Sospecho que sí, y me temo que aquello pusiera en marcha la compleja concatenación de causas y consecuencias, zarandeadas por los azares (como quien agita un cóctel (molotov)), que acabó en la revolución rusa. Hubiese sido muchísimo mejor dejarlo como estaba y más caballeroso, desde que se conocía el motivo. Quizá el rosal todavía hubiese podido renacer, como el árbol del poema de Jiménez Lozano. Y en cualquier caso, con la vuelta se recreaba un rosal de sueño y luz, bellísimo. Y además, lo entendiese o no el muy alemán Bismarck, ¿qué prisa tenía la guardia de palacio? La línea curva —dijo Mario Quintana— es el camino más agradable entre dos puntos. 

2 comentarios:

  1. José Jiménez Lozano6:54 a. m.

    EL ÁRBOL SECO

    Diez años esperó que el árbol seco
    floreciera de nuevo. Diez años
    con el hacha aguzada y temblorosa,
    pero el árbol
    sólo exhibía sus desnudos brazos,
    la percha de la urraca y de los cuervos.
    Cortóle al fin, y, de repente,
    vio su corazón verde, borbotón de savia;
    un año más, y hubiera florecido

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  2. Muchas gracias, Enrique, por tu fino comentario que me deja pensando y por el poema de Jiménez Lozano que me parece realmente hermoso.

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