Perdí mi silla
Lo de la querencia de escritor de Enrique no es ninguna broma. Este es su sitio favorito de toda la casa:
Sí, es mi despacho. Son mi mesa, mi silla, mi ordenador, mi lámpara, mi lápiz... Si yo me encierro, se queda en la puerta, fuera, maullando como un gato. En cuanto abro, en un descuido, se cuela y ya no hay quien lo eche. Esta vez, si no hay entrada en el blogg, no es culpa mía.
Te quejarás... Eso es admiración pura y dura, tienes a tu más fiel admirador en casa: y eso está muy bien que nos hacen falta buenos escritores y poetas
ResponderEliminarMe has desenmascarado, Uuq. Estoy encantado de que me muevan la silla, naturalmente.
ResponderEliminarQué ternura, por Dios. Si es que aprendemos todo por imitación...!
ResponderEliminarTienes razón, Pilu. Pero la imitación, ternura aparte, qué inmensa responsabilidad.
ResponderEliminarVaya si hay entrada.
ResponderEliminarAunque deberías colgar también la del seguidor. Y ponerle una silla con un cojín, que el pobre niño no llega, frente a la tuya (mi padre tenía una así en su mesa, y una pila de papeles entre medias. Por encima del parapeto le oía leer: resoplaba, decía un mein Gott tras otro al leer la prensa... era el mejor sitio de la casa).
Me encanta cómo agarra el lápiz, qué determinación.
Admiración de ida y vuelta por lo que veo.
ResponderEliminarY sí, lo de la imitación es un peso.
¡Qué bien que el mundo tenga Enrique García-Máiquez para rato!
ResponderEliminarperdí mi silla
ResponderEliminarsin ir a sevilla;
la, la, la;
perdí mi ordenador
por un imitador;
la, la la;
mi tiempo hermoso
por un lloroso,
mis horas de lectura
por esta ricura;
la, la, la;
perdí mi vida,
gané la alegría;
lo perdí todo
por este gordo;
la, la, la;
y me da igual
y me da igual.
Qué preciosidad Enrique!!! Me parece que fue ayer cuando comunicaste que ibas a tener un hijo, y ya casi sabrá leer jeje. Se echan de menos las clases, que lo sepas. Un beso!
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