De Juan Bonilla me han sorprendido dos veces las coincidencias casuales, una y dos, pero esta vez es causal. Me impresionaron mucho de él estos versos, tan actuales como admirables, valga la paradoja:
La Y es un tirachinas.
La o una piedra.
El Yo un arma cargada.Tanto que yo, que por mucho que lo admire no podría haber escrito jamás lo del tirachinas, me puse a dar vueltas a lo mío, y deduje:
La Y es un árbol;
la o, fruto maduro;
y yo, raíz.Como lo mío era mucho menos impactante, lo dejé inédito, para mi devoción particular, quiero decir, para aplicarme el cuento. Pero ahora Juan Vicente Piqueras me sorprende con una vuelta de tuerca gramatical desde las páginas de su reciente Yo que tú:
Yo es el lugar de encuentro
de la conjunción copulativa
con la disyuntiva.Y oh, qué bien visto. Al final, yo, que tantas veces le di la razón a Canetti: "Entre todas las palabras de todas las lenguas que conozco, la mayor concentración la tiene el I inglés", yo, que tanto he envidiado que el "yo" inglés sonase como un lamento, he terminado viendo con nuevos ojos nuestra primera persona del singular. Ésa es, entre otras, la función de la poesía. Que la lengua, de golpe deslumbrante, nos explique la realidad.
Está muy bonita la entrada, pero la última frase me descoloca: la función de la poesía no es admirarnos ante nuestra lengua materna, es admirar la realidad (bella y verdadera), a través de la lengua materna o a través de una aprendida.
ResponderEliminarPero ya aburro repitiendo mi despego por las esencias de las 'lenguas maternas'. Quizá es mi modo de rebotar a camisetas que hay por aquí en las que pone "Eu non son Yo". Ni mi apunto al 'eu' ni al 'yo' como mi esencia (que por lo demás vienen ambos de 'ego'). Otra cosa es que me pregunte quién soy yo (pero no si yo soy "yo= y-o")
Tienes buena parte de razón. En cuanto tenga un segundo, lo matizo mejor. Gracias, Ángel.
ResponderEliminarLa de Juan Vicente me parece deslumbrante.
ResponderEliminarVa otra opción, un poco rara, a vuelapluma.
Patas arriba, ojo hueco: Yo. Eso que lees tú.
Angel, tanto nos han acostumbrado los nacionalistas a usar la lengua como arma arrojadiza que hemos acabado por creerles. Pero no, no es un arma (no un arma arrojadiza) es un don y es admirable.
ResponderEliminarSaludos a todos.
Meg
Ea, ya está, creo, más matizado. Gracias mil por el aviso. Creo, con todo, que el amor especial a la lengua materna no está reñido (sino todo lo contrario, en realidad) con el amor a los otras lenguas y el descubrimiento de su propia potencialidad, ya sea el "ay" inglés, o ese "eu" gallego, que parece sumar la sorpresa y el pasmo. Ante el espejo, yo más bien soy eu.
ResponderEliminarY gracias, Anónimo. Yo también veo muy buena la de Piqueras. A Renard esa mezcla interna (estoy leyendo ahora Geometrías del deseo le parecería la más perfecta caracterización del yo, creo.
Y está bien eso de las patas arribas. El "tú" es el prójimo con los brazos abiertos para recibirnos, me has evocado. Y ya puestos a greguerizar: "La Y es la copa de vermú. La o la aceituna". (Perdón. No lo he podido evitar. Es la hora. Chin, chin.)
Perdona, Meg, estaba escribiendo mi comentario mientras hacías el tuyo, y por eso no te contesto ahí. Te agradezco mucho el recordatorio. La lengua (cada una) es un don admirable, y, efectivamente, que no nos estropeen esto también. Abrazos.
ResponderEliminarMuy buenos los tres, cada uno a su modo. Acabo de leer el libro de Piqueras, yes muy, muy bueno (qué gracia, no corregiré mi errata, que prometo que me ha salido así y no era deliberada: ese "yes" afirma, reafirma, subraya).
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