Siempre está junto a mí ese precipicio,
la carencia absoluta de tu ser.
Qué bien visto el vacío que se abre a nuestros pies con la ausencia de la persona amada. Y pienso en la hondura que no tiene el amor cotidiano y pergeño unos versos que no aspiran a medirse con Cirlot, sino, sencillamente, a tratar de dar razón de mi estado.
Siempre tendido frente a este horizonte,
la presencia apacible de tu ser.
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