Algunas de las pequeñas notas que Elias Canetti apunta contra la muerte son, en
realidad, preciosos y esperanzados microcuentos, como "Su reloj se
detuvo, su corazón siguió palpitando" o "La mariposa como fantasma de
la oruga". Mi preferido es este: "Él pidió una prórroga a Dios. Éste
le concedió una hora". No recoge, creo, una broma macabra de Dios, sino la prueba de
lo que vale el tiempo.
Una hora –cualquiera– es un regalo divino.
Ah, qué bien traído y qué verdad más esperanzadora. Aplaudo con las orejas a Elias Canetti y a ti.
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