Algunas de las pequeñas notas que Elias Canetti apunta contra la muerte son, en
realidad, preciosos y esperanzados microcuentos, como "Su reloj se
detuvo, su corazón siguió palpitando" o "La mariposa como fantasma de
la oruga". Mi preferido es este: "Él pidió una prórroga a Dios. Éste
le concedió una hora". No recoge, creo, una broma macabra de Dios, sino la prueba de
lo que vale el tiempo.
Una hora –cualquiera– es un regalo divino.
1 comentario:
Ah, qué bien traído y qué verdad más esperanzadora. Aplaudo con las orejas a Elias Canetti y a ti.
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