sábado, 29 de junio de 2013
Pasando revista
Reseñas aparte [pág. 29] y artículos [por mucho que me gusten] y menciones en suplemento, por lo de Moro en Almagro, en este mes he aparecido en tres revistas. Aprovecho en ellas para, haciendo honor a su nombre, pasar revista, o someterme a revista, mejor dicho, y publico lo que me gustaría contrastar y probar con los lectores.
En Nueva revista, menos, porque lo que explico lo tengo claro: un ensayo titulado "Sobredosis de brevedad (y homeopatía)", sobre el fenómeno twitter y sobre la moda de los aforismos, no como consecuencia, sino como solución. Lo colgaré en Trampolínk en cuanto lo cuelguen en la página web de la revista.
Más me expongo en Clarín, donde saco a relucir (a ver si relucen) una serie de aforismos, precisamente. Si ser poeta no es una ambición mía, sino mi manera de estar acompañado; esto de ser aforista sí que es una aspiración, al menos.
Y en Númenor publico una narración. Narrar sí es una ambición mía con todas las letras, y, por tanto, una gracia que no quiso darme el cielo, me temo. Mañana publicaré aquí el cuento.
viernes, 28 de junio de 2013
Camino empedrado
Recibo por correo postal un manuscrito, o las fotocopias de un manuscrito, con la hermosa letra de Domingo Vallejo de la Parte. Lleva una severa portada, y viene dignamente anillado. Contiene los lemas y las citas que nuestro amigo ha ido apuntando a lo largo de los años. Casi tantas como sus citas, las sugerencias que me provoca, las emociones que me produce.
Empezando por el burrito; verme allí convocado, entre tantos grandes y tantos amigos, vivos o muertos, me ha hecho consciente de la importancia de mi oficio cuando más falta me hacía, que es casi siempre.
Luego, me ha servido para seguir reflexionando sobre los múltiples caminos, autopistas, sí, claro, vale, aunque bastantes de peaje, pero también carreteras secundarias, caminos, atajos, trochas, por las que la literatura nos llega a casa. A este tema vamos a tener que darle muchas vueltas en el futuro, pero será para bien, si todos los caminos nos traen a casa... libros tan estupendos como éste.
Porque es un libro, y un libro de Domingo Vallejo, no de los VVAA que él ha puesto en la portada. Camino empedrado es su título, y uno ve el empedrado a ratos, pero ve sobre todo ve el camino. Las piedras de Pulgarcito dibujan un preciso autorretrato moral, en el que late —muy fuerte, muy fuerte— una vida auténtica, vivida. Son caminos éstos de la literatura con deliciosas curvas y cruces apasionantes: con las palabras de otro me retrato, con el autorretrato de uno se identifica el lector.
Por último, Camino empedrado te plantea una cuestión de fondo: las vías paralelas entre filosofía, literatura, moral, alegría de vivir, responsabilidad social y sentido de la misión. Aquí confluyen, se cruzan, se mezclan, acaban siendo indistinguibles. Desde luego, me siento —no es porque un puñado de frases mías estén en ese libro— profundamente en casa con este regalo de Domingo Vallejo.
jueves, 27 de junio de 2013
Bobin, Bobin
Si uno se ve retratado por Pla, se siente proyectado por Bobin. Eso es lo que soy, esto es lo que quisiera ser:
No estoy hecho para este mundo. Espero estar hecho para el otro.
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La muerte se ha llevado a mi padre pero se ha olvidado su sonrisa, igual que un ladrón sorprendido huye abandonando parte del botín.
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A Dios le gusta hablar a través de bocas desdentadas, es su encanto.
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No hay ninguna diferencia entre creer y vivir.
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No hay infinito sin clausura.
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Busco un pensamiento tan feliz como el color amarillo del limón en el plato.
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¿Por qué viajar? Salgo diez metros y ya estoy invadido de visiones, inundado: no ando bajo el cielo sino en el fondo mismo, con tonos de azul sobre mi cráneo. Me asfixio de tanto respirar. saciado de aire y luz. En diez segundo he hecho un paseo de diez siglos. La vida tiene una densidad expolisiva. Un guijarro minúsculo contiene todos los reinos.
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No hay más que una sola vida y ésta no tiene fin.
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Para Bonnard, lo más bello que hay en un museo son las ventanas.
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Según Saint-Cyran nadie será feliz en el cielo si no lo ha sido en la tierra.
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La vida a cada segundo se aleja de nosotros como la lechuza despliega sus alas nevadas en el instante en que la descubrimos.
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Saint-Cyran [a una sobrina nieta]: "Estoy muy contento de que estéis tan alegre, es signo de que amáis mucho a Dios".
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Todo lo que hacemos suspirando está manchado de nada.
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Cada día tiene su veneno y, para el que sabe ver, su antídoto.
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No es complicado escribir: basta con entregarle cada segundo de vida.
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Era de esa raza divina a la que pertenecen todas las mujeres y todos los hombres sin excepción.
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La escritura es una mendiga que regala una moneda de oro a todo el que pasa.
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Dos tipos de paraísos: venir en ayuda de alguien y leer un libro.
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Esta extraña alegría sin la que nada verdadero puede hacerse.
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El drama es la última mano que nos echa Dios después de que hayamos rechazado todas las demás.
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La frase más cariñosa debe ser escrita con hacha.
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La santidad consiste exactamente en no alimentar el mal que se tiene en sí.
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Sin pensar en nada me he encontrado en el paraíso. He debido empujar una puerta sin verla.
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Deberíamos sentirnos honrados por haber conocido a las personas que han muerto.
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Cada uno tiene su herida y su tesoro en el mismo lugar.
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Escribir: obedecer lo que vemos.
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Tengo mi fracaso ante mis ojos: un ramillete de mimosas en un jarro de agua. Ha iluminado mi desayuno, embalsamado mi jornada y soy incapaz de hacerles un retrato a la altura de su generosidad.
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Abrimos Pensamientos de Pascal, se mete la mano en el saco, se extrae un papel, en todas las tiradas se gana.
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El carbonero sobre la barrera arroja las chispas de oro de su canto. Es su trabajo y es también el mío.
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Cada una de nuestras alegrías es una figura en una vidriera. Nuestra muerte es el plomo que sujeta el conjunto.
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Se diría que los ricos lo son hasta el último céntimo.
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De no importa qué lugar se tiene una vista inexpugnable del paraíso.
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Las personas son obras maestras que cogen el tren.
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El que ha sufrido el martirio habla de la vida con una gracia irrefutable.
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La armadura sin defecto de la alegría.
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Se trata de escribir una pizca más rápido que la muerte.
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Sea cual sea la persona a la que mires, que sepas que ya ha atravesado el infierno varias veces.
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La moda es un verdugo que sus víctimas aclaman.
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En esta vida no hay nada más bello para la vista que la gente y la corona que llevan en la cabeza, sin saberlo.
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Yo le pido a un libro que me dé valor y que no me engañe sobre nada.
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"No saben lo que hacen" es la frase más inteligente jamás dicha.
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Su dolor era un palacio que sus maldiciones arruinaban.
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La silla de paja se pone, de repente, a existir más que yo: exaltada por la luz, su paja se ilumina.
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Intento pintar con palabras esa luz que acaba de entrar por la ventana y se ha plantado ante la piel rosada de la pera. No lo consigo y ese fracaso no está exento de alegría --como perder a un juego contra un amigo.
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Jamás me acostumbraré a nada.
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A los únicos que no se puede decapitar es a los reyes del espíritu.
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La verdad es un ambiente: se abre un libro, se entra en un lugar y se sabe.
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El desfallecimiento es el único pecado mortal.
[Un día tengo que enumerar las múltiples ventajas de hacer crítica literaria, pero puedo empezar hoy contando que en mi reseña sobre Christian Bobin, ignoraba el hecho de que Las ruinas del cielo había sido publicado por Sibirana en traducción de Gª Inda y González Ordovás. Lo supe, lo leí y ni mi alegría ni mi agradecimiento tienen fin.]
miércoles, 26 de junio de 2013
Autorretrato en Pla
La lectura no implica necesariamente una identificación, aunque es uno de sus ingredientes. Yo, con ningún otro autor, me siento tan asomado a un espejo que frente a Pla, si me permiten la vanidad. No sé si será por mis gotas de sangre levantina, por el trato asiduo desde hace años, que me ha ido configurando, por la sugestión de su prosa o porque sí o porque todo junto un poco; pero para dibujar mi autorretrato no escribiría ni una sola línea, recortaría éstas, tan asombrosamente exactas, de Pla:
Mi obra no es perentoriamente más que una suma de hojas de un diario vastísimo.
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Tengo una tendencia invencible a desconfiar de los que son demasiado artistas.
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Un pobre que no cree en milagros es no solamente cien veces más pobre de lo que realmente es sino que, por añadidura, es un pobre equivocado.
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No he tratado nunca de cultivar mi memoria para aplicarla a la demostración de la indignidad humana.
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Para vivir bien en un pueblo hay que saber pasear.
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Mientras sea un extraño, puedo convivir perfectamente con la persona más contraria a mi manera de pensar.
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Mi pasión por escribir es vivísima. No pienso en nada más.
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La historia, lo que la gente llama historia, me gusta, sobre todo, leerla en la cama.
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Puesto a elegir entre la conversación y la libertad --la libertad solitaria-- me quedaría, siempre, con la libertad.
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Me gusta la música mala. El baile me atrae, me deprime, me deslumbra, me hace sentir la timidez que me domina como un dolor físico.
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"Mañana será otro día" me ha hecho, a veces, temblar.
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Al llegar a casa, continúo la lectura de Joubert. La encuentro infinitamente agradable.
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Ponerse un trozo de hielo en la boca --o verlo hacer-- me da la sensación física de estupidez.
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¿Qué significa el que, cuando tengo una cosa que me preocupa y la escribo, la preocupación, en gran parte y al menos momentáneamente, se me va?
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Tengo grandes dudas sobre mi moralidad intrínseca.
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A mí no me han gustado nunca los tipos extraños, extravagantes, bohemios, genialoides o misteriosos. Para misterios ya hay bastante con los que se presentan a cada momento. Son tipos que me cansan.
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¿Quiere usted hacer feliz a la gente? ¡Pague!
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El hecho de que la sociedad tenga un fondo granítico incapaz de dejarse influir por las cosas pasajeras, por los fuegos quemados, por la fugacidad cambiante y huidiza dela superficie, creo que es un gran bien.
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Se han vuelto un poco tontos, hecho perfectamente compatible con ganar dinero.
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¿Le parece a usted algo más hermoso que una vid bien cultivada y podada en la época de su floración, en el momento de su esplendor vegetal?
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La franqueza es síntoma de normalidad vital y de equilibrio.
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Aunque la presión del paso del tiempo es dolorosa y a veces insoportable, soy partidario de no eludirla, porque mi experiencia me lleva a creer que sólo quienes sienten ese dolor sordo --o agudo-- aprovechan la vida, en el sentido más general del término, y aprovechan para tener alguna idea de sus maravillas.
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No tengo radio y leo vagamente los papeles públicos, por falta de tiempo. Tengo de sobra, archidesobra, con lo que oigo decir a la gente.
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"¡Siga la política…!", me dijo el director. Pero ¿cómo puede seguirse la política si uno no tiene ninguna curiosidad, ni disposición, ni conocimiento alguno para seguirla? ¿Qué es la política, en qué consiste, cómo se come? Desde mis inicios en este oficio, siempre me pareció que la política era un mundo confuso, complicado, inextricable y en definitiva incomprensible. ¿Cómo se puede sentir alguna atracción por la política si a mí lo que me apasiona son las cosas claras, concretas, limitadas —la estatua del escriba egipcio del Louvre, por ejemplo?
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Un buen restaurante, con vinos agradables, mientras afuera va lloviendo, es una combinación magnífica.
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Es sólo cuando se sabe algo que se siente la necesidad de saber más. Es cuando no se sabe nada que la curiosidad desaparece.
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No hay en el mundo […] ni dos comarcas, ni dos pueblos de la misma comarca que sean iguales.
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En la montaña el hombre está siempre medio encerrado, tiene tierra en los pies y en la cabeza. Las montañas enervan, obsesionan y sólo son agradables desde un avión rápido y fascinante.
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¡Qué país Inglaterra para trabajar, para hacer algo serio! ¡Qué país para realizar el esfuerzo inmenso que exige la poesía!
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¡Adorables mirlos! Son como la vida, como lo inaferrable que tiene la vida. En el momento de dar el do de pecho sublime, resulta que se deshinchan y hacen el ridículo.
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La única base segura de comprensión y de expresión, la única piedra de toque granítica es la lengua que nos ha enseñado la madre, ya sea pequeña o grande o pobre o rica. Si nos falta esto nos falta todo.
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Os diré con franqueza que las montañas, cuando pasan de cierta altura, no son santos de mi devoción. […] vivir de espaldas a las montañas y de cara al paisaje levemente ondulado. […] el desagradable aire de excursionista consciente que se adquiere a partir de cierta altura.
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A mí los árboles me gustan y no concibo que se pueda vivir sin árboles al alcance.
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El trabajo intelectual tiene este inconveniente puede ser muy duro, pero no provoca el sudor, no elimina nunca de los tejidos del cuerpo los tóxicos sobrantes.
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Es un buen principio de salud espiritual hacer todo lo posible para no pasar por un incomprendido.
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La cultura moderna es un desaire.
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Si el dinero se volatiliza, si las mujeres pasan, si el equilibrio microbiano de nuestra vida es tan precario e incierto, si todo, por el mero hecho de existir está predestinado a la destrucción y a la ruina, si de tantas cosas buenas no queda apenas el recuerdo y de las más bellas ni el recuerdo siquiera, si todo huye por la bocacalle de la fugacidad y del olvido... ¿cómo puede usted sospechar uqe yo pueda dejar de ser conservador? ¿Me considera usted un loco de remate o no me considera usted un loco de remate?
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Para ser feliz, la primera cosa que se necesita es una excelente opinión de sí mismo. […] Para ser plenamente feliz hay que ignorar sobre todo dos cosas: primero lo que realmente es uno y luego la opinión que los demás tienen de uno.
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La literatura es un método para aclarar y ordenar el pensamiento.
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Decididamente, los paisajes que más me gustan son los ondulados, con cafés, restaurantes, cajas de ahorros y señoritas finas y amables.
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Los comunistas siempre son dos y su misión es vigilarse mutuamente.
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Si pudiese dar un consejo, diría: ¡Escritores, no seáis pesados y aburridos!
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Yo soy un escéptico y por eso soy conservador.
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Hay que escribir como se escribe a la familia o a un amigo; a menudo, las cosas concretas hacen surgir la emoción. La escritura artística no produce nada, jamás ha producido nada.
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La felicidad consiste en la limitación. Fíjese, dos hombres colosales, Goethe y Schiller, vivían en poblaciones como Palafrugell y mire las cosas extraordinarias que han hecho.
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La verdad —o lo que a mi modo de ver es la verdad— sólo puede formularse con palabras familiares.
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Siempre he creído que para apreciar con cierto detalle las cosas de la mesa uno tiene que estar liberado de estorbos, conversaciones en general incoherentes, presencias molestas de los que van y vienen.
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La avaricia es la forma más espesa de la ignorancia.
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Cuando uno repara en que un país puede ir tirando a pesar de la enorme cantidad de imbéciles que lo gobiernan, la sorpresa es permanente e inenarrable. *
Puedo vivir, claro está, sin ver el mar, pero me desagrada no poderlo ver. De cerca, el mar me abruma; de lejos, me hace compañía.
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Leer bien es difícil y doloroso.
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Observar es más difícil que pensar.
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Dormir es importantísimo.
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Nunca me ha gustado ir a la moda ni pasado de moda. Pasar inadvertido: éste ha sido mi ideal.
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Para muchísimos escritores, escribir consiste en apuntar. No disparan nunca. Por eso hay miles y miles y miles de libros que no valen nada.
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Lo único que dura es la forma, dada por el adjetivo preciso. […] Decidirse —disparar— exige adjetivos de peso. El escritor debe dar el peso.
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La pereza es el humus de la vida intelectual.
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Entre las personas verdaderamente cultivadas —las que saben que no saben nada— la humildad es apreciadísima.
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La palabra "olvido" es una de las palabras más dulces y terribles del diccionario.
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No hay que darle más vueltas: el elemento más crítico de mi literatura soy yo mismo.
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Yo soy partidario de la literatura de observación de la vida humana, de lo que tenemos delante.
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Lo imprevisto me da horror. El riesgo me da un asco total. […] Ante todo, lo conocido.
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Los libros de historia, leídos de noche, en invierno, cuando hace frío, nieva, llueve y silba el mistral, son una auténtica delicia. La delicia, encima, es inofensiva.
*
¿Cuántas veces lo habré escrito? El período de la juventud es el más pobre, más esquilmado, más ineficiente, más desgraciado de la vida.
*
¡Con lo bien que se está en el propio domicilio, sobre todo si está desierto y solitario!
*
Me gustaría llegar a viejo sin haber roto las oraciones a ninguna persona honrada.
martes, 25 de junio de 2013
La exaltación del rito
Gracias a Pablo Martínez del Cerro, que nos enseñó a usar YouTube en la televisión, estamos bandeando mucho mejor los horribles dibujos animados de ahora y, además, cada noche los niños se acuestan tras ver este vídeo, que les encanta. No es por nada, pero fíjense en la familia numerosa, que da gusto, y en lo devotos que rezan cuando llegan a la cama. Lo primero, lo dejo al subconsciente, que vaya calando; lo segundo, lo recalco, con éxito.
Cuando acaba el vídeo, todas las noches me piden: "Otra vez, papá, otra vez". Me niego en redondo. Creo que el "otra vez" es un veneno pedagógico de primera magnitud. Por toda respuesta, les recito a Mesanza:
Exaltación del rito
Quien no comprende la razón del rito,
quien no comprende majestad y gesto,
nunca conocerá la humana altura,
su vano dios será la contingencia.
Quien las formas degrada y luego entrega
simulacros neutrales a las gentes
para ganarse fama de hombre libre,
no tiene Dios ni patria ni destino.
De manera, que los Telerín nos dan un dos por uno, o, si contamos la oración de después, un tres por uno.
lunes, 24 de junio de 2013
El blog es un trabajo en equipo
Como la literatura y la vida, por otra parte. La noche de la súper luna llena, yo caí rendido. El domingo había sido exigente, con los niños entrando y saliendo de la playa, de la piscina, de la comida, de la siesta, del jardín de la iglesia, de la cena, y yo detrás. Tan caído caí que me dejé en el jardín varios libros, y la desusada hamaca. Esta mañana han amanecido pipando, y eran estupendos. Nunca imaginé que el riego regase tanto. Ahora están al sol, secándose, pero, por si acaso no diese resultado la cura, entono aquí el elogio fúnebre, para que lloréis conmigo. Eran: la reciente antología poética de Leonel Estrada, publicada en Colombia; el precioso tomo I de Ramón Gaya; el no menos logrado Obstinación del almendro y de la melancolía (ay, ay, ay) y El arte de la vida, que también me duele lo suyo. Por supuesto, de la luna ayer, nada de nada. Y, sin embargo, esta mañana compruebo que me han hecho el trabajo, e inmejorablemente, con todo lujo de detalles y de frente a frente. ¡La Providencia me conoce, y no me deja de su mano!
domingo, 23 de junio de 2013
Reflejos de san Juan
Muchos pensaron que Jesús era Juan el Bautista que había vuelto. Nosotros, que vivimos después de Cristo, aspiramos a ser o deberíamos ipse Christus: esto es, que al ver nuestra vida nos confundan con Jesús. Pero Juan, que es el Precursor, consigue con su santidad el efecto contrario, como visto en un espejo: que le vean a él en Jesús, como a Isaías. El efecto visual impresiona, y nos sirve para sentir físicamente que Jesús es el parteluz de la historia.
Vivo en conversación
Carmen sale a leer conmigo al jardín, con su sillita al lado de la mía. Me engañará la pasión paternal, pero para mí que lee inmejorablemente bien, aunque no sabe. No coge un libro, como es lógico, sino que, sentadita a mi lado, se pone a hablar en un murmullo leve. Lo hace desde dentro de los cuentos que conoce, que es su literatura de ahora, y yo la oigo hablar de príncipes (sobre todo), de brujas, de lobos, de reinas, de enanitos; y hablar con ellos, y también con las flores. Los agapantos, que están floreciendo por fin, son interlocutores naturales suyos, hijitos o amiguitos. No interfiere, o no lo hace apenas, conmigo, que estoy en una conversación igual con los autores que leo y con los que éstos convocan y con los que yo siempre traigo conmigo, gentlemen and friends. A ratos, desde su mundo, mira al mío y me sonríe; y otros, yo miro al suyo, y me embobo.
sábado, 22 de junio de 2013
Gaya, Eloy, Trapiello, y un hato de palabras
Y todos en Miseria y compañía, último tomo de Salón de pasos perdidos, que he leído con entusiasmo inaugural, que he glosado para el próximo número de Misión y del que me gustaría escribir todavía una reseña más, porque la tiene.
Lo de Gaya, para empezar por el maestro, es magistral: "Me gustan mucho las gentes, pero espero poco de ellas", nos cuenta T. que decía. A menudo se cae en lo contrario: nos gustan poco los demás y esperamos un montón, con lo que acabamos completamente amargados. Lo de Gaya es una doctrina profundamente católica, si la piensan, teniendo en cuenta el Génesis, el "era muy bueno" y la imagen y la semejanza y, más tarde, el episodio de la manzana. Bravo por Gaya, que por mucho que nos guste y por más que esperemos de él, siempre se supera y asombra.
Sigamos con la estrella invitada. Ya muy enfermo Ramón Gaya, van a visitarle T. con P. y E. Toma la palabra ESR y dice: "Ramón te queremos mucho, te admiramos mucho y te debemos
mucho". Lo hace en una preciosa marcha atrás de su trato cronológico, fíjense. Marcha atrás que, poniendo delante lo último, nos
dice que en la vida, a pesar de que su paso pueda pesarnos, vamos siempre lanzados hacia lo más importante y mejor.
Y Trapiello, entre tantas cosas, escribe, a raíz del encuentro con una amiga de la juventud : “Fue una de las
muchachas más guapas de Valladolid. Si encontrara ahora otro modo más
literario de decirlo, lo haría". Hace un giro de muñeca extraordinario, porque diciendo que no ha encontrado otro modo más literario de decirlo, lo ha encontrado, que es el "más guapa", y lo que quiere decir lo deja ahí, aquí, flotando en nuestra imaginación.
Y como en cada tomo de los diarios, cuántas palabras nuevas, que él espolvorea sin afectación. Aquí las pongo para ir poco a poco buscándolas en el diccionario, y son sólo las desconocidas por mí (no las que no uso, pero sé, ni las nuevas, como 'nihilobstista' o 'miratear', tan sabrosas también)
trástulo
chabarcón
regojos
ménsulas
estátero
réspices
balandrán
subitáneos
jayanes
falleba
esquicio
tolondro
haza
rejo
hedentina
espeluncas
propincua
peneque
murias
majanos
canteo
pitañoso
fraustina
fazoleto
peterete
chilindrinas
quiroteca
mirotear
redingote
nidia
subitáneo
bigudí
gurka
poquitero
queo
cazcaleo
martelo
viernes, 21 de junio de 2013
Palma o pluma
De la misa en el Convento del Espíritu Santo, un placer menor —pero intenso— es dar los buenos días a este señor, eclipsado en su propia hornacina por san Judas, y sonreírme ante su imagen. No se sabe si porta una pequeña palma de martirio o una pluma inmensa. Y yo, naturalmente, me apunto a ambas cosas, e incluso a una tercera, ya epicúrea, que suplico: que mi mini-palma sea mi maxi-pluma.
jueves, 20 de junio de 2013
Quejigo
Anoche me acosté exultante. ¿Cual podía ser la causa, me pregunté, de tanto repique taquicárdico de gloria? No lo de la nueva asistente del dentista, no, no, ni hablar. Fui a hacerme una limpieza, con todas las prevenciones que la ocasión produce. La chica está de prácticas. Me preguntó si me importaba. Le dije que no, y que no se pusiera nerviosa, porque lo estaba. Ya en faena, era muy agradable verla reclinada sobre mí, concentrada, a menos de 20 cm. Le caía un mechón de pelo rebelde, y se lo dije, y me pidió que yo se lo colocara, por los guantes. Noté que la mascarilla le sentaba bien y pensé que, si fuera un poeta arábigo-andaluz, lo del velo y los ojos me daría mucho juego. Mi situación era lamentable —por fortuna— en lo que a un flirteo se refiere: quiero decir, sin poder decir ni mu, siendo la labia mi punto fuerte, y con los dientes todos por fuera, como un caballo, siendo ese mi punto débil, del que sólo han conseguido consolarme Mario Quintana ("Las sonrisas desdentadas son las más sinceras"), G. K. Chesterton, y, sobre todo, Miguel de Cervantes. O sea, que fuíme y no hubo nada, y muy bien, claro.
La alegría me esperaba, como siempre, en casa. Vi que a la ramita seca del brote de quejigo que cogí en aquella excursión, y que se había secado, ay, como todas las otras, le han salido tres hojitas nuevas, de un verde intenso, como mojado. Bailé una danza india alrededor de la pequeña maceta, para asombro del vecino norteamericano, que me miraba a través de los claros del seto rascándose la cabellera. Y ya esa alegría de las hojitas no se me quitó en todo el día, con independencia del éxito de convocatoria de los güelfos blancos, que llegó a la cifra multitudinaria de ocho firmes partidarios, abrumadora, para mí. Pero volviendo a las hojas, ¿sentimiento machadiano del olmo seco, hendido por el rayo, y en su mitad, etc.? Creo que diferente, aunque entiendo hoy mejor a don Antonio. En él, es la resurrección; en mí, la vida. Cuando no teníamos hijos, me rondaba la idea aquella del gran Hopkins cuando no le salían poemas: "I'm an eunuch. Nothing comes". Incluso intentamos cruzar a Pukka varias veces, y no había manera, pues mi perra ha hecho voto de castidad, y ahora lamento habérselo puesto tanto a prueba (aunque las superó siempre). Pero una vez conseguí sacar unas glicinias de unas semillas que me había traído de nuestra antigua casa y sentí un zarandeo de gracia: el don de la creación y de la paternidad, que no es ni mucho menos sólo la genética ni sólo la espiritual ni sólo la poética, sino que todas valen. Lo iba a contar aquí, en el blogg, pero enseguida vino Carmen y lo trastocó todo, y los poemas de Con el tiempo, y luego Enrique, y ya, hasta ahora. Ayer, con las hojitas del quejigo, recuperé de golpe aquella emoción de la glicinia, pero casi mejor, porque ahora no venía a consolarme de nada, encima.
miércoles, 19 de junio de 2013
Lo más difícil
Lo más difícil de ser profesor (no lo más tedioso, que es el papeleo) es cuando un alumno viene y te reconoce que su suspenso es justo. Lo miras sin saber si estás soñando, pero se da un golpe en el pecho y ves que es realidad. Y añade, más o menos, mea culpa, y tengo que morderme la lengua y agarrarme la mano y apretar la mandíbula para no aprobarlo más o menos ipso facto. Por Sócrates, desde luego, pero también por uno mismo. Lo más importante del curso se lo ha aprendido bien. Lo demás es menos trascendental y, por supuesto, mucho más fácil.
martes, 18 de junio de 2013
lunes, 17 de junio de 2013
domingo, 16 de junio de 2013
Carmen contra mundum
Para la fiesta de fin de curso, le dieron el papel de pirata. O sea, que me la llenaron de calaveritas, ay. Estuvo en su puesto, luchó con dignidad contra los niños perdidos de Peter Pan, pero sin fanatismos. Para mí, que la conozco, que se dejó ganar, preciosa quinta columnista:
Ayer, fuimos a un evento benéfico de un club inspirado por altos principios, pero el evento era un pase de modelos en que las niñas y las madres andaban, muy parsimoniosas, por la pasarela. Y guapas, lo confieso. Algo análogo a lo de los piratas, como me sugirió al oido mi dulce ángel de la guarda, tan combativo y primo-columnista. Carmen perdió el interés pronto —Enrique no lo encontró nunca— y no pudo dar con un juego que me entusiasmara más. Sin que yo le dijese nada ni ayer ni nunca, por su cuenta y riesgo, cogió un ladrillo, lo puso en un poyete, se colocó de espaldas a la cosa modística, y se dedicó a... ¡escribir a máquina! Vale que no lo hace a mano como De Prada, pero ahí estaba ella, contra mundum. Lo que iba escribiendo, mirando a la enredadera, para inspirarse, lo iba recitando, y fue este verso octasilábico: "Las flores están dormidas". De primeras, parecía tener un aire lorquiano, de romance sonámbulo. Aunque, si se piensa bien, quién nos dice que no era un verso epigramático porque las flores, tan bonitas y naturales, se aburrían de lo lindo con el pase de modelos, eh, eh.
viernes, 14 de junio de 2013
Terremoto
El miércoles me quedé un rato más en el IES para mandar desde allí la reseña a José Mateos. Tenía una comida con el Departamento de Sanitaria, y vinieron a buscarme, y les dije: "Id yendo vosotros. Tengo que enviar un trabajo, y ahora salgo corriendo". "Vale, hasta ahora, no te pierdas, eh". Ya solo, dando la última lectura antes del fatídico "enviar", de pronto, un sentido temblor, que la estructura frágil del instituto aumentaba: como lo de la sensación térmica, pero en sensación telúrica. Era todo un terremoto. Yo como soy muy hipocondríaco, me puse en lo peor, y como soy muy optimista, pensé: "De mí dirán que morí por mi amor al trabajo y a la literatura", y no me parecía mala muerte, en absoluto. Enseguida pasó y no pasó nada, pero me hizo ilusión haber sentido tanto el terremoto en el grandísimo silencio y quietud de un inmenso instituto sin alumnos.
Luego, sin embargo, he venido comprobando del miércoles a acá que estamos más conectados con la naturaleza de lo que pensamos. Como si algo se me hubiese movido por dentro. Se me han ido sucediendo pequeños temblores, fallas, inquietudes, palpitaciones, diminutos miedos, leves inseguridades... Aquí lo escribo, por si así se me pasan ya las réplicas.
jueves, 13 de junio de 2013
Lo pequeño es infinito
Esa infinitud es la que nos señala, con un guiño, o dos ("Lo breve, si infinito, dos veces infinito", nos sugiere), la cubierta, preciosa, del libro de José Luis Gallero, a cargo de Mauricio d'Ors. Así pasa: lleva el buen hombre Mauricio (¡otro d'Ors!) haciendo libros media vida y yo lo descubro ahora, con el libro de Reche, y éste de hoy.
Aprovechando el título, el Barbero, que está demasiado fuera del blogg en los últimos tiempos, recoge 8 fragmentos. ¿O debería decir ∞?
Lo grande exige ambición; lo pequeño, audacia.
*
Ve ligero, aunque te pese.
*
Buscar la aguja en el pajar es a menudo la única forma de ir al grano.
*
En la medida en que mejoran sus lectores, progresa el escritor. Extraña manera de pedir, hacer creer que se tiene algo que dar.
*
No me pagan por mi trabajo, luego no puedo equivocarme.
*
Dos palabras juntas ya me asombran.
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Contra la prisa. Pero también contra el aplazamiento. Entre dos frentes, cogido.
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Una existencia extraordinariamente monótona en la que cada día nos fuera concedida la gracia de escuchar el canto de un pájaro desconocido.
Este último aforismo sería la cita perfecta para mi blogg ideal, por cierto.