miércoles, 29 de mayo de 2019

Hablan los niños


Me he encontrado esto en el alféizar de la ventana de mi despacho:




Me he reído e inmediatamente lo he colgado en Twitter. Una amiga me ha escrito diciéndome que a lo mejor tenía que reírme menos. Se lo he agradecido mucho, le he dicho que no conoce a mi Carmen, que estaría montándose una novela de Stevenson cuando lo escribió y que para mí lo más inquietante era la falta de tilde en «ayúdame». En todo caso, después de reiterar mi agradecimiento, he ido a buscar a la desamparada a que me cuente. En efecto, me ha contado la novela.

Ya puestos, hemos seguido. Que la vida es inagotable se comprueba en que los niños, cuando uno le da hilo a la cometa, por muy pequeños que sean, no paran de contar cosas.

Ya agotado, Quique ha entrado en pose estoica. Me ha preguntado, muy serio: «¿Papá, por qué todo lo educado es difícil?»

Yo le iba a soltar un rollo moralista de «Per aspera ad astra», cuando Carmen, felizmente, ha sido más rápida:

«No siempre: no hacerse tatuajes es más fácil».

«También es más fácil, Carmen, no dejarme mensajes inquietantes (y sin tildes) en el alféizar...»


Shakespeare


Ayer, casi sin darnos cuenta, con un leve sabor de melancolía, terminamos nuestra lectura completa de Shakespeare. Como explico en el enlace, cuatro amigos (aunque compañeros de trabajo) nos hemos reunido durante años a comentar una a una las obras del Bardo, leyéndolas con cuidado y con mucha literatura secundaria, como si el príncipe de Lampedusa, Auden, Bloom, Chesterton, Girard e incluso alguna vez Federico Trillo-Figueroa se sentasen con nosotros. También hemos visto las adaptaciones cinematográficas que hemos reunido. E ido al teatro cada vez que daban un shakespeare en un radio de 100 kilómetros, con alguna escapada a Almagro y los más afortunados al Globe. Al teatro se apuntaban los cónyuges y una vez de infausta memoria Gonzalo Altozano (no por Gonzalo, ojo, sino por la representación). En los últimos libros, se sumó otro amigo de fuera del instituto, y ha asistido a esa mezcla en las conversaciones de las intrigas palaciegas del depuesto duque de Milán con nuestras intrigas funcionariales, muy shakesperianas en cierto modo. 

Quizá nos atrevamos ahora con la Divina Comedia o con los Diálogos de Platón, puede ser. Pero hoy es la melancolía la que manda. En esta lista de fechas que ha reunido Aurora Rice, vosotros veréis días, obras, restaurantes, yo veo unos años vividos codo a codo, donde ha pasado mucho, reuniones a las que iba feliz, las más de las veces, otras a las que llegaba agobiado con la jefatura de estudios, libros que apenas logré a leer, ay de mí, por los pelos y otras lecturas, ¡las más!, que me marcaron profundamente.

Estas son las fechas:



sábado, 25 de mayo de 2019

Postre


En el postre, ofrecen un trozo de pastel a Carmencita. Se lo come lentamente.
Le preguntan: «¿Te gusta?»
Contesta, sincera: «No mucho...»
«¡Anda la niña, pero bien que se lo ha tragado!»
«Se llama "elegancia"», replica ella con cara de humildad.


Aleves dinosaurios del muro


La presencia de la política es tan asfixiante que incluso cuando escribimos contra la asfixia hablamos de política. ¿Cuántas veces no habré dicho yo que una de las maravillas de la poesía es que te permite admirar a gentes que están en nuestras antípodas ideológicas y tal y cual?

Pero el milagro de la poesía no redime sólo la política. Hay abismos mayores que la poesía es capaz de saltar grácilmente. Pocos animales me repugnan más que las salamanquesas y, sin embargo, qué bonito este poema, con su épica de porche y noche de verano:

Alegres salamanquesas del mundo
que acudís cada noche a por la cena
y regresáis a lomos del fanal
a restaurar el yugo de lo antiguo.

Y nos libráis de bubas y de chinches
y limpiáis la polilla de roperos
y conciliáis el sueño de los niños;
mis aleves dinosaurios del muro.

El poema es de Miguel Ángel Herranz, y está en Lírica de lo cotidiano (Renacimiento, 2019).


miércoles, 22 de mayo de 2019

Síndrome


Fantaseo con la posibilidad de que el médico de cabecera o de cabeza me dé una baja por el Síndrome de Stendhal. Es tanto lo que tengo que leer, que disfrutar, que ver, que oír, que releer... que me da una ansiedad paralizante, que se agrava ante la belleza en sí, presente, actual, pero marchándose. Ante un poema estupendo siento que si paso la página empiezo a perderlo. En la mediana edad estoy rodeado: es tanto lo que he dejado atrás y debería volver como lo que me espera adelante y he de avanzar. 

Una baja laboral me elevaría el ánimo.

Pero, de pronto, caigo en que el tratamiento médico más obvio sería la abstinencia severa. De modo, que me abstengo de tentar a la suerte. Más vale sufrir (de tanto disfrutar) en silencio. 


lunes, 20 de mayo de 2019

Juego de tronos



Lo más dramático del último capítulo de Juego de tronos ha sido el enfado de mi hijo Quique que se había enterado de que iba a quedarme hasta las tres para verlo porque no lo haya levantado, como me pidió. Yo ya le dije que no, pero se ve que no había perdido la esperanza. Como un cobarde, me he refugiado en el spoiler. Le he dicho: no has visto ni un sólo capítulo, si ves el final, te fastidio la serie para cuando seas mayor. No le he convencido.

Nada más entrar en el IES a las ocho oigo esta conversación entre dos niñas de 1º de ESO: "He podido ver esa película porque este fin de semana me tocaba en casa de mi padre. Mi madre no me deja ver esas cosas". He sentido una profunda solidaridad con esa señora, y le hecho una reverencia moral. Ése sí que es un juego de tronos.


domingo, 19 de mayo de 2019

Cates y cates


Mientras leo poesía tirado en el sofá, oigo, de fondo, la dulce música de Leonor ayudando a Enrique a hacer la tarea. Con tanto cariño como paciencia, si se pueden distinguir. Yo le digo: «Si dependieses de mí, ¡no ibas a sacar cates, Quique, a sacarlos y a llevártelos». Se ríe el sinvergüenza del juego de palabras. Yo también. Leonor nos llama la atención, sobre todo a mí: «Por lo menos, no lo distraigas».


viernes, 17 de mayo de 2019

Hallazgo

Enrique bajó del autobús del colegio entusiasmado. Había tenido una epifania enofiliobiobliográfica. Cogió un libro un tanto al albur en la biblioteca del colegio. Se puso a ojearlo y a hojearlo y, de pronto, se encontró con que salía su madre, y no sólo mentada, sino dibujada y también hablando. Se pasó el día en el colegio deseando llegar a casa para dar cuenta de su descubrimiento. Tiene localizada la página que es: la 17. Nos lo dice para que no nos confundamos.




También sale otra vez, muy guapa, en silencio, y también la había identificado Quique:







Mil gracias a Paula Fernández de Bobadilla y a Ximena Maier por el subidón que le han dado al niño. Y a la madre. 



Que yo salga cada dos por tres en los papeles les ha dado igual, como es natural.

domingo, 12 de mayo de 2019

A la intemperie


En su presentación-espectáculo, Lara Cantizani sorteó algunos libros de haiku que él ha editado. Podía haberme tocado Basho. O Issa. Pero me tocó A la intemperie (Haibooks, 2006) de Juan Francisco Pérez y de María Victoria Porras.

«Vaya, mi suerte..», pensé; pero era mi suerte, en efecto.

Qué libro tan bonito. Los haikus están muy bien y, además, todos juntos, transmiten un aroma a Murcia (una Murcia orientalizada, pero auténtica) que te conmueve. Ni la nombran, pero se vislumbra hasta una bonita historia. Es un libro escrito al alimón y, supongo, que al aliamor.

Ojalá Pérez & Porras se busquen en Google de vez en cuando y les pueda llegar mi aplauso y mi agradecimiento.

Algunos haikus del libro:

Un árbol muerto.
Aún da al paraje
su quietud.

*
Ermita de huerta.
Su tejado a dos aguas
apunta al cielo.

*

Rompe a llover.
Se acrecienta el perfume
del azahar.

*

Cómo se ríe
al desenredar su pelo
de la mimbrera.

*

No se permite
el paso a esta finca.
Zarzal en flor.

*

Ajo y albahaca.
El olor brota a golpes
del mortero.

*

Al fresco olor
del huerto, qué liviano
es desvelarse.

*

Hacia el mediodía
los golpes de la azada
van espaciándose.

*

Oh, qué frescor
fundida ya mi sombra
con la del árbol.

*

Ay, empapadas
en los charcos, qué duras
mis esparteñas.

*

Para los ojos
que miraban la luna,
qué denso el mundo.

***

sábado, 11 de mayo de 2019

Casa de ensueño


La casa en el gran cartel publicitario de la agencia inmobiliaria era tan hermosa que me paré a mirarla como el que se abisma ante un paisaje. Sentí lo feliz que yo sería viviendo en ella, tan blanca e iluminada a la hora del lubricán, con la piscina azul y fresca. Sólo haciendo un esfuerzo me recordé que ya era muy feliz sin vivir en esa casa. Salí muy agradecido de aquella atracción magnética, porque volvía más consciente de mi dicha real. Y con una reflexión metapoética: el arte (y aquel arquitecto era un artista) tiene entre sus altas misiones descubrirte --a través de una intensa nostalgia o de un punzante deseo-- lo que ya posees.




viernes, 10 de mayo de 2019

El alabardero y otras observaciones reales


La prueba de que no me terminaba de creer que estaba invitado es que cada vez que nos paraba un guarda de seguridad pensaba que me haría volver sobre mis pasos. Si tenía que enseñar mi acreditación, estaba seguro de que habría desaparecido de mi bolsillo. Cuando nos daban la tarjetita con el sitio en la mesa, temí que yo no tuviese un lugar.
Todas fueron falsas alarmas de hipocondríaco social.
*
Qué exquisita flor artificial es la naturalidad.
*
Poder ser agradecido es un privilegio. Tuve la suerte de hablar con Elvira Roca lo suficiente como para explicarle muy detalladamente por qué su libro era tan importante.
*
Estaba Luis Alberto de Cuenca con Carmen Posadas y Vargas Llosa. Trío de ases para abrir el apetito.
*
Qué alegría encontrar a un paisano. Lo más bonito de mi charla con el marqués de Tamarón es que, allí, en tan hermoso salón, con tan elevadas compañías, no me habló ni una vez de privilegios, sino del deber. En tres ocasiones, referido a tres circunstancias distintas, pero el deber, el cumplimiento del deber.
*
A pesar de tanta llamada del deber, la vanidad. Cada vez que hablo con Gregorio Luri, ya sea de esto o de aquello, la sensación de profundísima coincidencia de caracteres y actitudes. Vanidad, toda vanidad, por supuesto, y la cercanía de Gregorio.
*
Como soy radicalmente hipocondríaco y monárquico medievalizante que cree en el poder taumatúrgico de los reyes, cuando le di la mano a Felipe VI pensé en qué enfermedad (desconocida) se me habría curado entonces por ensalmo.
+
[continuará]

jueves, 9 de mayo de 2019

Tribulaciones del optimista


Llego a la ortopedia en Cádiz y me doy cuenta, con horror, de que me he dejado la receta en casa (en el Puerto, lejano y solo). Miro en todos los bolsillos de mi mochila y en los del chaleco y en los del pantalón. Vuelvo a mirar.

Nada. 

La he olvidado.

Eso me obliga a volver mañana y perder media mañana buscando aparcamiento. Estoy a un tris de desesperarme. Pero entonces pienso en lo bonita que es la vista desde el puente nuevo. En el estupendo café que sirven en el bar de al lado de la tienda. En la posibilidad de hacer esas llamadas que tengo pendientes por el manos libres. Al final, me alegro mucho de tener que volver y no  le veo más que ventajas.

Entonces, como si un diablillo travieso estuviese enredándome, encuentro en el último bolsillo del pantalón, la dichosa receta. Tengo que reprimir un rictus de fastidio. Que mala suerte.

Como si mi espíritu fuese un GPS tengo que recalcular la ruta. Vale. Si lo hago todo hoy, puedo tomarme el café mañana en el bar del IES, que no es tan bueno, pero es más cómodo. Bien, qué suerte he tenido, es verdad. Entro.

Con pasmo, me mira el señor que me atiende. Esta receta que le he dado lo es para una prueba de esfuerzo. Ay, Dios mío. Me he confundido de receta. El señor no sabe si reírse de mí o llorar. Me dice que es importante que me haga ya la prueba de esfuerzo. Ha visto la fecha y se ha escandalizado.

Además me ve cara de congestionado. «No, no, no es corazón, es usted muy amable, sencillamente estoy recalculando. No se preocupe. Adiós, hasta mañana que tendré la suerte de volver a verle».




miércoles, 8 de mayo de 2019

Veneno


Yo no habría comprado chucherías para los niños, que tenían su almuerzo y su postre, pero parece que era irremediable. El resultado es que el jardín terminó lleno de chucherías por el todas partes. Algo bastante desolador, y más si se piensa.

Lo primero que decidimos fue encerrar a Aspa en casa por si se daba un atracón y se ponía enferma o diabética. Dimos dos batidas y recogimos mucho, pero no era suficiente. De paso comprobamos que la perra no tenía gran interés en los chupa-chups ni los regalices ni en las gominolas.

Pensé que quizá los gatos callejeros que se cuelan de repente. O incluso las urracas, que no paran. O las hormigas. Incluso tenemos una culebra enorme que merodea los arriates y que quizá fuese golosa. También hay ratas (aunque de campo, naturalmente, queremos creer). Y lirones caretos.

Acabo de darme otra vuelta por el jardín y veo que ningún animal (ni los escarabajos peloteros, siquiera) está por la labor de recoger las golosinas. ¡Hasta qué extremos no serán una basura venenosa!


lunes, 6 de mayo de 2019

Guardia


Hoy en la guardia he dejado que los niños leyesen lo que les pareciera. En la primera fila, enfrente de la mesa del profesor, dos chicos leían un cómic, y uno se reía con una risa estridente, absoluta, molestísima.

He ido a reñirle.

Pero me he dado cuenta a tiempo de que se reía así para que una chica de cuatro o cinco filas más atrás viese lo bien que se lo pasa a pesar de no estar charlando ni en grupo ni en las filas finales. Me habría encantado explicarle que así no se hacen las cosas y que se le iba a salir el ojo por el rabillo de tanto mirar para atrás, pero supongo que hay cosas que uno tiene que aprender solo.

Me he limitado a hacer oídos sordos a su risa cacareante.


viernes, 3 de mayo de 2019

Primera comunión gitana


Mis hijos recibirán mañana su primera comunión. Vamos a celebrarlo como una boda gitana, tres días. Hoy toca última no-comunión. Nos acompañarán a misa y se quedarán en el banco anhelando el encuentro de mañana, mientras su madre y yo celebramos nuestra enésima comunión.

En medio de la misa, Enrique me ha dicho que tenemos que ofrecer una misa por el abuelo Agustín y otra por la abuela Carmen. Estamos todavía en la última no-comunión y yo ya voy tambaleante de emoción.

DÍA 2

Me levanto con la mejor disposición: «¿Qué tengo que hacer?» «¡No desordenar!»

Ya he cambiado el coche de calle.

Camino a la iglesia:


Recordé el verso de César Vallejo: «Si hay algo en ellos de oscuro, seré yo». Al ver la foto, José Antonio Montano nos regala este comentario: «¡Gran foto güelfa del amigo Máiquez! Conduciendo a sus hijos más allá del Stop, contra el Zeitgeist». Y eso que la señal de «Prohibido girar a la izquierda» apenas se ve.

En la foto del collar del marinero, he descubierto una disimulada y modesta capa de súper héroe, por cierto.


[...]

A partir de ahí se interrumpió mi crónica porque los hechos se precipitaron. Qué bien cantaron las monjas. La homilía de don Jorge fue emocionante y nos saltó las lágrimas a muchos. Luego nos saltó las lágrimas, pero de risa, mi hermano Nicolás. Antes de que acabase la ceremonia dijo: «Quieto, parao. Se me ha olvidado hacer las peticiones». Don Jorge dijo: «Se me ha olvidado a mí». «Lo sé», dijo Nicolás, «pero no quería dejarle en mal lugar». Entonces don Jorge le reconvino a que dijese siempre la verdad. Nicolás dijo que bueno, que en el Cielo no había tiempo y que en la Tierra el orden de los factores no altera el producto y leyó nuestras peticiones.

La fiesta, muy bien. Pero no eclipsó para los niños la importancia de su Primera Comunión.

DÍA 3

Fuimos a Cádiz a celebrar la Segunda Comunión de los niños. Nos hacía ilusión a todos que fuese en una misa tradicional, para reforzar en la medida de nuestras posibilidades la sensación de comunión con una comunidad milenaria. Fue un éxito.

Yo empecé a animar a los niños a llevar las cuentas de sus comuniones, pero de pronto me paré en seco. Reconozco que en principio porque me dio miedo que les entrasen cargos de conciencia si perdían la cuenta. Luego me di cuenta de que Dios no lleva la cuenta, que cada comunión es demasiado grande para ponerle un ordinal. Todas son la primera. Dios sólo sabe contar hasta uno.

Pilar Lacave


Ayer le dediqué mi artículo en el periódico. Ella había salido ya en mi blogg, aquí, recién operada