sábado, 31 de diciembre de 2011

Foronda, 1—Máiquez, 0


El año pasado traté de instaurar la tradición de leer a finales de diciembre mi diario del año y pasmarme de todo lo que me había pasado y eso. Pero este año, que he vuelto a cumplir con la escritura diaria, he fallado con la lectura final y, cortito de tiempo como estoy, me he dedicado a leer Días bajo el cielo de José Ignacio Foronda. Es un dietario centrado en sus visitas al pueblo de su familia política, y en los paseos que allí se pega y en las lecturas. El doble secreto del libro lo confiesa esta entrada: "Caminar… aunque sólo sea para estar más cerca del horizonte. Escribir… aunque sólo sea para estar más lejos del horizonte". Y el barbero ha seleccionado estas otras también: 

Hay tanta solemnidad en este atardecer que parece que estoy asistiendo al funeral de un emperador.
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Escribir: volar dejando un rastro.
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Oigo el concierto de los grillos, pero no es suficiente: me gustaría ser capaz de saber qué sueñan las hormigas.
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Al amanecer, un cielo abstracto. Al anochecer, un cielo abstracto. Y entre uno y otro, encontrar el dibujo más fiel, más exacto de mis horas.
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Nube: velero de vapor.
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—Papá —me ha preguntado mi hijo en medio del olivar—, ¿por qué estos árboles están sentados? 
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Llueve en negrita: tormenta de verano. [Quizá para apreciar esta nota convenga recordar que d'Ors habló del shirimiri como de "lluve en cursiva"]
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A los pies de los olivos hay un blancor singular: son las flores de las aceitunas que nunca serán. Se trata de una florecillas chiquitinas, casi una miniatura heráldica, con cuatro pétalos albos unidos por la base. [Hay mucha, mucha página descriptiva en el libro. Ésta me ha emocionado especialmente.]
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No necesito levantar los ojos del libro para saber que vienen los abejarucos.
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Necesito levantar los ojos del libro porque sé que vienen los abejarucos.
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Tengo la impresión de que en estos paseos la grasa que quemo la transformo en egoísmo. Y adelgazo de cintura pero engordo de soledad.
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¿Cómo explicarles que le deben el perdón a una golondrina? [Antecedentes: cuenta que ha de levantarse de su lectura porque sus hijos se pelean. Lo hace. Y entonces cruza el cielo una golondrina que se remoja y vuelve a remojar en la piscina. Lo cuenta de maravilla. Cuando llega adonde sus hijos, ya no les riñe.]
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Las nubes pasan como las horas, aunque las horas no pasan como las nubes.
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Ser leve y dejar huella, igual que los gorriones en la nieve.
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Expulsados del paraíso, sólo nos queda el paisaje.
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De purísima y oro. En el cielo se lidia el toro del ocaso.
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Este sol de junio hace madurar la tarde. Pero no nos quedaremos a recoger su fruto, salvo que el fruto sea saber que el sol de junio hace madurar la tarde.
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Miro el atardecer aquí sentado. Cada día me acerco a él. Aquí sentado.
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El que pasea solo puede que llegue a la metafísica y el que pasea con niños puede llegar a la felicidad.
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Pasear se ha convertido en la única forma de estar conforme con mi destino. De estar conforme… conformándolo. 

viernes, 30 de diciembre de 2011

Fiestas entrañables

Las navidades son unas fechas entrañables también literalmente: permiten ver las entrañas de nuestras relaciones familiares. En mi familia política viene el papa Noel y a la mía acuden Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente. Cuando nuestros hijos crezcan, ¿cómo gestionarán tal mestizaje? Mis políticos, además, son muy anglófilos: apenas hablan de Dios en público. L. reza en un susurro inaudible. Yo no hablo de nada más y oro alzando la voz, haciendo ostentación, como mi bisabuelo carlista, supongo. Cuando bendecimos la mesa o desgranamos un rosario en un paseo, mi mujer baja la voz, tratando de atemperarme, y yo la subo, como para animarla. Es un juego de volúmenes digno de ver, porque de escuchar —en el caso de ella— es imposible. Lo ideal sería que nuestros hijos sacasen la media y rezaran (mucho) con un tono normal.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Sólo Dios basta

Lo confieso: en principio, no estaba radiante con la publicación de No es bueno que Dios esté solo, el volumen donde Gonzalo Altozano recoge las muy interesantes entrevistas que, con el título “Hablemos de Dios”, realizaba para la contraportada de Alba.
Conste que mi reparo no se debía a la envidia. Que mi amigo haya vendido en un plis-plas 17000 ejemplares de su libro me parece una magnífica noticia. Ni tampoco a que mi nombre no aparezca en la portada, porque entiendo que los hay mucho más mediáticos por lo mismo que la única edición de mis libros que he conseguido agotar ha sido la de Lo que ha llovido, y porque fueron cuatro gotas (500 ejemplares). Eso lo tengo plenamente asumido.
¿Qué reparos entonces? El título me parece poco consistente desde la teología (o sea, poco consistente) porque Dios nunca está solo: está con Él y con Él, que eso es, hasta donde llegamos a entender, el amoroso misterio de la Santísima Trinidad. Yo propuse en su momento: Solo Dios basta, pero ni santa Teresa ni yo convencimos a Altozano. Y también me fastidió (más, que así somos de egotistas) que el tío no me dejara leer ni corregir mi propia entrevista. Se lo pedí, rogué, supliqué cuando iba a sacarla en el semanario. Yo soy escritor, no hablador y solo respondo de mis palabras cuando las he mecanografiado. Pero no hubo manera. Cuando me dijo que iba a recoger la mía en su volumen —lo que era un honor—, volví a pedir, a rogar, a suplicar y volvió a no haber manera. Mis reparos al libro eran, sobre todo, reparos a lo que yo saldría diciendo, Dios sabía qué.
Tan convencido estoy de que un escritor ha de poder meter la pluma en sus entrevistas, que en la que le hice a X se la pasé, se la volví a pasar y respetamos luego incluso la longitud que había ido adquiriendo con tantos pases con tal de no tocarle ni una coma. Por respeto y porque la entrevista era muy buena. Por eso, no pude darme por aludido en absoluto cuando al poco tiempo un amigo me mandó este comentario reciente de X suponiendo que iba por mí y que así era él: "...conociendo como están hechas muchas entrevistas, ni siquiera estamos seguros de que esas hayan sido exactamente sus palabras".
Con la entrevista de Altozano no estaba nada seguro, en cambio; y sí que me sentía aludido y, a unas malas, eludido. Y, lo que es peor, con la misma sospecha para el resto de los entrevistados.
Pero mis reparos se han volatilizado todos en cuanto he abierto el libro, que me he bebido. Es cierto que algunas cosas (algunas comas) yo las habría escrito de un modo distinto al que las dije, pero en general está el espíritu. Y el Espíritu. En mi entrevista y, sobre todo, en las otras. Como decía Borges de una representación de Macbeth bastante irregular en la que al final Shakespeare se había abierto camino, Dios se abre camino en este libro. Por eso se lee conmovido y emocionado a cada paso.Y tiene una frescura —lo reconozco a regañadientes— que quizá habría perdido si el autor hubiese dejado que los entrevistados nos matizáramos.
Si Gonzalo Altozano ha conseguido saltarse mis más arraigados prejuicios literarios, no creo que haya prejuicio ni religioso ni político ni mediático ni personal que se le resista.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Etiquetas

Yo soy aquel que ayer no más decía que las etiquetas no importaban, aunque fuesen peyorativas o, peor, inexactas, sino que lo único importante es que nos identificasen y sirvieran para entendernos. Ponía como ejemplo eso de la derecha o lo de la poesía de la experiencia. Hoy me arrepiento amargamente. Lo de la derecha no es nada y toda poesía lo es de la experiencia. Con esas etiquetas se acaba haciendo un daño grande, en el primer caso porque se reduce una visión política a un mínimo común denominador y en el segundo porque transforma una esencia en una estética. A partir de ahora me pondré puntilloso con los nombres y los matices. Pido, pues, paciencia; y, para mí, perseverancia. 

sábado, 24 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad!

................TRES REYES 

De oro trajo Melchor 
una niña que tenía 
en su manita un limón. 

De entre nubes de hondo incienso, 
Gaspar, de golpe, surgió. 
Con él, un niño riendo. 

De luto, porque la mirra 
es el dolor, Baltasar, 
¿qué tesoro nos traía?

jueves, 22 de diciembre de 2011

A la chita callando


"En général une condition de l’extrême beauté est d’être presque absent, ou per la distance ou par la foiblesse. Les astres son inmutables mais très lontains ; les fleurs blanches son lá, mais dejà presque détruites". Esta bellísima idea de Simone Weil —que me da miedo traducir por si la ajo— no me abandonó mientras leía las 30 frágiles páginas de Cuaderno de Binissaida de Àlex Figueras. Los grandes clásicos están muy altos y lejanos, claro. Esta obrita tiene la condición de unas flores blancas: tan vulnerable, en una edición tan minúscula (100 ejemplares) y tan cuidada, con su transparente papel cebolla de cubierta, pero también con esa belleza extrema indiscutible.
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El antólogo es otra cosa.
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Volviendo a Cuaderno de Binissaida, qué de hallazgos en tan poco espacio (nada estrecho, sin embargo). Nosotros, como su autor, podemos decir: “Es imposible no abstraerse al mundo literario que nos acompaña estos días y pensar, sí, en Platero”. No todo es lírico. Hay algún toque epigramático: “Pienso que un adulto bañándose resulta siempre un poco cómico”. Y una interesante reflexión ensayística: el misterioso maestro literario de esos días de convivencia en Binissaida, llamado D., les dice eso tan de X: “Hay que escoger entre ser escritor o lector”. Al principio Àlex Figueras se extraña, pero luego ve que la diabòlica mania de’escriure, que decía Pla, se lo acaba llevando todo por delante, lecturas incluidas. “Siempre hay momentos en que se debe elegir entre coger un cuaderno o un libro, y ahí aparece el escritor o el lector”. Para rematar, recuerda un dicho catalán: “Que el llegir no et faci perdre l’escriure”. Yo entonces me agarro al supuesto refrán del misterioso panadero de El Cuervo, aunque sé que tienen razón D., X y À.F. Otra solución, gracias a Dios, es la que da, a la chita callando, este mismo librito: que la escritura sea tan leve que no distraiga al que lo escribe de sus lecturas ni al que lo lee de sus escrituras. Muchas gracias. 

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Memoria diaria

La memoria es un misterio. Hay muchos versos admirables y frases que vienen y van, y otros que quiero que se queden pero que se van. Y luego hay unos cuantos que están permanentemente activos, que recuerdo todos los días. Por ejemplo, aquello de un poema de Beades  que en la ducha se advierte: "Llegas tarde, llegas tarde, llegas tarde", se ha convertido en un paso más de mi aseo personal. Antonio Moreno escribió en un poema en prosa que uno es el instrumento con el que se interpreta la música de su obra y que, antes de nada, hay que afinarlo, y tampoco se me va de la conciencia. Y esta soleá de Juan Peña la recito casi todos los días, o mejor dicho, me la recita mi memoria, casi cantándomela:
Que en la vida no te falten
—y sé que te faltarán—
la alegría y el coraje.
Me faltarán, pero mucho menos gracias a esta soleá que tanto me acompaña.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Aclaración de amor


.............................................Catulo, XCII

Lesbia difama y me llama perro, 
pero sé que me ama.
Y que me muera si no es eso cierto,

pues yo no paro de ponerla a caldo
hasta la madrugada
y la quiero y la adoro y la idolatro.

La cosa está bien clara:
Lesbia me odia como yo la amo
y yo la odio como ella me ama.

Publica nuevo libro Fernando López de Artieta (Madrid, 1981) estudiante eterno de arquitectura, hacedor de versos, traductor latino, devoto del siglo de Oro y admirador de la bohemia madrileña. Su primera entrega, Jugar en serio (Visor, 2004) obtuvo por unanimidad el VI Premio de Arte Joven de la Comunidad de Madrid. Que reincida, ahora con Grosso modo en la Isla de Siltolá, es una buena noticia para todos lo que pensamos que la poesía no está reñida con la sonrisa, desde luego, pero tampoco con la diversión y la carcajada. Y nada de eso es nuevo, como demuestra López de Artieta, que es un poeta que hunde sus raíces –aunque parece exclusivamente actualísimo– en lo más clásico. Véase esta traducción suya, libre pero fiel, de un poema de Catulo, recogida en su reciente entrega. El poema fue escrito hace dos mil años largos y fue escrito ayer, y las dos cosas son verdaderas, como ese amor contradictorio que a ver quién entiende. 

domingo, 18 de diciembre de 2011

No cabe ni uno más

Cuando escribía este artículo, pensé: "Bueno, ya pondré en el blogg la relación de inútiles (RENFE, BBVA, WV, todos muy mayúsculos) y contaré los casos  para que compartieseis mi indignación. Pero para qué seguir perdiendo tiempo por sus culpas, sus culpas, sus máximas culpas. Lo mejor, en efecto, es centrarse en las mías, las mías, las míisimas mías. 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Un signo de los tiempos

Tarde de reunión en el IES y, aunque no llueve ahora ni quedan moscas en diciembre, la influencia de Machado me hace atisbarlas (moscas y lluvias) en los cristales sucios de la simple oscuridad que cae fuera. Todo discurre con un tono cumplidor y burocrático. Pero un padre de pronto ofrece la posibilidad de proporcionar al Ciclo de Eficiencia Energética unas placas solares completamente gratis. Los profesores técnicos se excitan y regocijan. Casi saltan y dan palmas. Parece que una mano invisible ha encendido nuevas luces y que corre un aire fresco por la sala. Nos reímos de nuestra repentina reanimación, y el representante del Ayuntamiento explica: "Ha sonado la palabra mágica: 'gratis'". Y todos asentimos, aunque yo recuerdo entre brumas que la palabra mágica era "Por favor". En el pequeño matiz,  un signo de los tiempos. 

martes, 13 de diciembre de 2011

Flipad

Hoy mis alumnos me han comentado, a la salida de clase, los libros que están leyendo algunos, y flipad: La divina Comedia, Hamlet, Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga, las Metamorfosis de Ovidio y La vida nueva de Pedrito de Andía. Y, para ser sinceros, De ida y vuelta —o sea, como dijo Dante, "haciendo yo el sexto entre tantos sabios"—. No se los he puesto de tarea, eh, ni tan siquiera el mío, ni doy un mísero medio punto, ni he perdido una clase (entera) clamando a favor de la lectura. Han cogido onda y se han puesto a ello. Y si vosotros no flipáis, me da lo mismo. Yo lo hago por todos. 

domingo, 11 de diciembre de 2011

¡A Belén, pastores!

Carmen está fascinada por el belén. Bueno, no sabemos si snob o revolucionaria, por ahora se concentra en los yeyes.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Gracias

Gracias, basura.  
Al salir a tirarte, 
¡la luna llena!

viernes, 9 de diciembre de 2011

¿Quién me ha tocado?


No puedo evitar leer los Evangelios con una continua sonrisa y algunas carcajadas. Por ejemplo, en la curación de la hemorroísa. Primero, un toque a los médicos: ella ha gastado todos sus bienes sin aprovechar nada y “ha sufrido mucho por parte de muchos médicos”. Sopesen las palabras: “todos”, “nada”, “mucho”, “muchos”… Luego, la salida parece que surrealista en medio del barullo: “¿Quién me ha tocado?”. Ahí, a la vez, la sorpresa de suficiencia y hasta un pelín de desdén de los apóstoles, pero el temor y temblor de la mujer. Entonces, el milagro y el elogio. Y al final la andanada sutil y tácita: “Todos vosotros, por falta de fe, me apretujáis, pero no me tocáis”. 

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Que no cunda el pánico

Hoy pongo unos cuantos exámenes. Espero que leer mi artículo no les ponga nerviosos. No hay de qué. 

martes, 6 de diciembre de 2011

Un paso más

Más allá de la explosión reaccionaria de Miguel d'Ors declarando que quizá a veces escribe determinadas cosas por "ese placer divino de sentirse/ detestado por toda la canalla", este aforismo de Nicolás Gómez Dávila, menos hedónico y sentimental, más frío y puntiagudo, más como un cuchillo:
Dudaría más de la calidad de estas páginas si no supiera quiénes hallarán aquí el repertorio de las opiniones que abominan. 

lunes, 5 de diciembre de 2011

Abstracciones


Carmen ha descubierto las artes plásticas, incluso en versión mural. Esperando no interferir en el desarrollo de su creatividad, tratamos de orientarla hacia la pintura en papel, siempre más higiénica. El otro día, mi mujer, mientras vigilaba de lejos sus evoluciones artísticas, comentó: “Lo suyo es el arte abstracto, claramente. Podríamos vender las obras por Internet”. No es porque sea mi santa, pero reconoceréis que es un comentario genial. Véase: el arte abstracto se relaciona automáticamente con su venta, no con su disfrute ni con su conservación (palabra reaccionaria donde las haya). Y además por Internet, para que el cliente no nos vea la cara de risa que da la cosa. 
***
Lo del arte abstracto debe de pensarlo igual Ana, la chica rusa. Yo había guardado con mucha ilusión una ilustración a tres colores de Carmen que me iba a servir de felicitación navideña. Me las prometía muy felices. Ana, sin embargo, la ha tirado al primer bote. Ojalá la hubiese cogido para ponerlo a la venta en Internet, pero es demasiado honrada para eso. La carrera de artista de Carmen empieza con un pie inmejorable: el de la incomprensión.
***
Intelectualmente, también va preparándose. Después de distinguir lo que es de lo que no es, nada más importante para el juicio crítico que distinguir —entre lo que es— lo grande y lo pequeño

domingo, 4 de diciembre de 2011

Minaya, el paje

Por la peana se adora al santo y por el paje se honra al Rey.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Si te vas, de José Cereijo


SI TE VAS

Si te vas, sé feliz. Y no pienses que es sólo
un generoso impulso quien dicta estas palabras,
o el viejo afecto, vivo todavía:
también es el orgullo.
Que la dicha nos sea preferida
es triste, nada más. Pero que el tedio,
la grisura, el cansancio,
aparezcan también mejores que nosotros
a los ojos de aquel a quien amamos,
que prefiera su carga a nuestro alivio…
También por egoísmo, ya lo ves: si es que puedes,
por favor, sé feliz.

José Cereijo acaba de recoger su poesía en una antología personal (Polibea, Madrid, 2011) y nadie con más derecho que él para estar en esta sección de Alba que se llama "Clásico, es decir, actual". Pocos poetas actuales muestran mayor temple clásico, aunque sea un temple cruzado de una veta romántica. Ambos extremos se ven especialmente bien en este poema. Con qué serenidad ática afronta el desamor, y con que precisión de silogismo expone su deseo, de un sentido común contundente. Claro que basta un tenue titubeo dubitativo penúltimo (“si es que puedes”) para que se le escape el temblor del alma herida. Y ahí nos hiere.