De esta reseña tan generosa agradezco hasta las comas, pero me emociona muy, muy especialmente ese "poco a poco".
viernes, 30 de septiembre de 2011
Dos momentos de anoche
El presentador de Historias
de un Dios menguante, Cristóbal Serna Donaire, nos contó con todo lujo de
detalles sus inquietudes, desazones, vicisitudes y desvelos desde que el autor
le pidió que interviniese en el acto. Fue desternillante; y aún así dejó caer
una clave de lectura esencial: hay que seguir el hilo no narrativo que une a
estos cuentos en principio completamente independientes. Estoy de acuerdo: una omnipresencia ausente —que se va haciendo obsesiva relato tras relato— es lo
que marca la diferencia entre estos relatos y otros cualquiera. Dicho lo cual y dicho como de pasada, Cristóbal Serna retomó la minuciosa descripción de sus zozobras y soliloquios.
Nos sentimos muy identificados cuando contó que una madrugada se despertó y se desveló
del todo ante la duda de si llamar al autor José Mateos o Pepín durante la
presentación.
José Mateos (o Pepín) también dejó caer algo fundamental en sus
palabras. A sus años, después de haber leído tantos libros maravillosos,
viajado algo, contemplado paisajes preciosos, oído músicas magistrales, visto
cuadros supremos, ha llegado al convencimiento de que nada es más hermoso que
una persona que se entrega por otra desvalida. El relato donde encarna esa
tesis se titula “La piedad”, pero podría haberse titulado “La plenitud”.
jueves, 29 de septiembre de 2011
Cumplido o no
Por desgracia, no me cupieron todas las citas admirables de
Iñaki Uriarte II en el artículo que le propiné en el Diario. Una de las que no me cupo es la que vuelve a mi
memoria ahora con más insistencia y provocándome las mejores sensaciones, como diría un futbolista.
Suspira Uriarte: “La satisfacción del deber cumplido. ¿Y del incumplido?” Tiene
toda la razón. No sé si lo dirá en plan gamberro o consciente de que está
haciendo, como quien no quiere la cosa, una hermosísima apología del deber.
Cumplido o no, qué inagotable fuente de satisfacciones.
(Quien nos quita deberes, nos recorta placeres, en un sentido u otro. Y eso es imperdonable. Voy a explicarlo hoy a mis alumnos.)
miércoles, 28 de septiembre de 2011
A vueltas con las piernas de la ministra Chacón
El tema os puede resultar frívolo, pero no me pude resistir. Y la fuerza del impulso quedará más clara si os cuento que era mi artículo número 500 para el Grupo Joly. Qué oportunidad perdida (qué ganancia, quizá) para el yoyeo y la metaliteratura.
martes, 27 de septiembre de 2011
"No será para tanto"
Hace unas semanas había saludado a la
hija de unos conocidos, que ha roto en guapísima, con esa luz especial que
sólo emana de las más hermosas, una luz renacentista, y un brillo en los ojos
que te limpiaba el alma. A ella no se lo dije para no dar la imagen de viejo
verde babeante, disimulé. Pero en cuanto vi a su padre le di mi más sincera enhorabuena.
Me pregunto cuál de sus hijas era, aunque, cuando no supe decirle bien, no
importó: él sabía cuál decía. Y se embaló. No sólo es guapísima, efectivamente,
sino también simpática (eso lo comprobé) y una brillante estudiante y una mujer
responsable y una hija cariñosa y una hermana entregada y una amiga de sus amigas excepcional…
De pronto, me sorprendí pensando: “No será para tanto”, lo que era muy idiota y desleal,
porque había empezado yo y sabía que era para tanto. Y entonces comprendí por
qué mi madre (para desesperación de mi padre) nunca nos ponía del todo bien,
siempre dejaba caer un pero: bueno, pero egoísta; listo, pero distraído;
etc. pero etc. Yo eso lo he heredado instintivamente y así Enriquito es muy
guapo, pero se parece a mi familia política; Carmen graciosa, pero mandona. Y en
mis críticas literarias siempre echo unas gotas de acíbar también. Se trata de
desactivar el “No será para tanto” que es una bomba de relojería que se
instala, si no va uno con mucho tiento, en la mente dialéctica de todo
interlocutor.
lunes, 26 de septiembre de 2011
Hoy a mis alumnos:
Tenéis ante vosotros
a un hombre derrotado por el fin de semana,
el que quiso hacer mucho y no hizo nada.
domingo, 25 de septiembre de 2011
Uriarte y yo
Me
avisó Iñaki Uriarte, delicadamente. de que el segundo tomo de sus Diarios traía tres o cuatro entradas
antirreligiosas. Temía que me molestaran. “No creo”, le dije, “suelo oír esas
cosas como quien oye llover”… Espero que mi escepticismo al cuadrado
(escepticismo del escepticismo) no le molestase. El suyo, desde luego, no es
ofensivo.
Aunque
he disfrutado más, lo reconozco, con sus críticas a los nacionalistas. Hijo de
familia nacionalista vasca y aún con una leve predisposición, escribe sin
embargo: “En cualquier nacionalista hay algo de turista del propio país”; o “Si alguien dice: ‘Todos los vascos
son unos sinvergüenzas’, los nacionalistas se quedan contentos. Lo importante
es el todos”; o recuerda que la escritora A. U. le dijo: “El euskera es como un
hijo discapacitado”. Los clava. También retrata a los españolistas, pero con
menos simpatía de partida, me parece, lo que le quita un poco de gracia.
Puede
permitírselo, porque gracia tiene para dar y regalar. Sobre nuestros directores
de cine: “Una vez le dije a uno que, claro, ellos no hacían sus películas con
las mismas cámaras que los americanos. Pero me dijo que sí”. Y de un conocido:
“Cada vez que nos vemos me reprocha que una vez le dije que me parece demasiado
susceptible”.
Leyéndole,
siento que este hombre descreído, que me saca más de veinte años, que vota al
PSOE y que presume de no haber trabajado nunca jamás es mi vivo retrato. Su
constante y consistente defensa de la literatura del “yo”, echando a pelear por
delante a Montaigne, la comparto y agradezco. Además, yo, como Uriarte, “Si
alguna vez noto una punzada de envidia, recurro a la definición de la envidia:
tristeza ante el bien ajeno. Se va de inmediato. Existe algo así como una
coquetería ética”. Y también pienso que “si alguien se distrae con alguna de
mis páginas no es gracias a lo que me ha costado escribirla sino a lo que me he
entretenido”. Y: “Yo también pienso que el mundo, la vida, o lo que sea, me ha
tratado injustamente, pero a mi favor”. Etc. Pero de golpe Uriarte me despierta
de esas ensoñaciones: “Cuando interpretan tu pensamiento, nunca estás del todo
de acuerdo con la interpretación. Lo curioso es que a veces hallas en los
libros párrafos y páginas enteras ante las que dices: ‘Esto es exactamente lo que
yo pienso’. Pero ya quisieras”.
Efectivamente, ya quisiera yo haber escrito esta
observación perspicaz, por ejemplo: “Es raro que a Cervantes
no se le ocurriera alguna escena con don Quijote combatiendo a su propia imagen
en un espejo (escasearían los espejos)”. O
esta otra, inquietante: “Recuerdo haber preguntado en más de una ocasión a
algún articulista prolijo: ‘¿Pero tú qué querías decir?’ Su respuesta era
siempre concreta, breve y nítida. ‘Lo que yo quería decir era esto’. ‘Pues eso no lo has dicho’, concluía yo a menudo”. Diarios es un libro estupendo, por si acaso
eso no lo he dicho.
[Diario de Cádiz]
sábado, 24 de septiembre de 2011
Elogio de la subjetividad
A mi hija la vemos guapísima, inteligente,
graciosa, divertida, con una personalidad asombrosa. En la casilla “virtudes”
de la ficha de su cole-guardería nos quedamos sin espacio. A mi mujer, sin
embargo, ha empezado a preocuparle que sólo nosotros la veamos así de
maravillosa. La gente en la calle no se para a nuestro paso a aplaudir y
nuestros amigos sólo hablan,
inconcebiblemente, de sus propios hijos. ¿Será —me pregunta mi mujer— que no es
tan extraordinaria? Si no lo fuera, que lo es, contesto, qué importa: irá
encontrando quienes la vean con los ojos del amor y, así mirada, será siempre
excelente para quien más le importe. Lo digo, le digo, por experiencia, porque
a mí me ha sucedido.
jueves, 22 de septiembre de 2011
El hundimiento del Vaporcito
Entre los
naufragios famosos de la historia, junto a los del trasatlántico Titanic, el
crucero Baleares, donde murió, dicho sea de paso, un tío mío, el acorazado
Bismarck, el Musashi y el Yamato, y el Prestige, ha de contarse ahora el del
Vaporcito del Puerto, acaecido al finalizar este verano.
Permítanme que arranque con una anécdota
personal. Hace unos años un amable vecino me anunció que había comprado mi
último libro de poesía. “¡Oh, has sido tú”, le dije, alborozado, remedando una
vieja broma de Borges. No le vio la gracia: “No me extraña que vendas poco,
querido amigo, hablando tanto de la muerte, del paso del tiempo, de la
melancolía, de las crisis personales y de las noches de insomnio... Con la de
cosas bonitas que tenemos en el Puerto de Santa María para cantarle unas buenos
coplas salerosas. Por ejemplo: ¡el Vaporcito!”. Yo aguanté la reprimenda como
un hombre y le prometí que en adelante intentaría enmendarme, con poca
intención –lo confieso– de cumplir mi promesa. Sin embargo, inesperadamente,
aquí me tienen, dispuesto a glosar con mucho sentimiento el naufragio del
Vaporcito del Puerto.
Por si quedase alguien que no lo conociera, es
una motonave que hace el recorrido del Puerto a Cádiz y vuelta. Tiene una
silueta airosa, blanca, marinera y pinturera que le ha granjeado,
efectivamente, versos de Rafael Alberti y José Luis Tejada, además de
incontables coplas de carnaval y letras de sevillanas, cuadros de Juan Lara o
de Luis Gómez Macpherson, y artículos periodísticos de Antonio Burgos o Rafa
Navas. Su fama alcanza tales cotas que es el logotipo turístico del Puerto de
Santa María y en 1999 fue nombrado Bien de Interés Cultural (BIC). En él se
rodaron las películas La Lola se va a los Puertos o La Becerrada.
Su historia tampoco está mal. No es
extremadamente antiguo: comienza su andadura (o su navegadura) en 1929, pero
recoge el testigo del Vapor “Cádiz”, que explotó en ese año en el muelle
portuense de las Galeras Reales, y más allá, el de la inmemorial comunicación
marítima de mercancías y personas entre el Puerto y Cádiz, de raíces, como
mínimo, fenicias. El primer Vaporcito fue el Adriano I, que había bajado de
Galicia para hacer la línea del Guadalquívir con motivo de la Exposición
Universal de Sevilla. Venía capitaneado por su propietario, José Fernández
Fernández, que bajaba acompañado de sus cuatro hijos. El negocio sigue en manos
de la familia, que se ha multiplicado casi como un tribu del Antiguo
Testamento. Con el paso del tiempo, llegaron el Adriano II y el que ahora se ha
hundido, el Adriano III, construido en 1955 en los astilleros de San Adrián, en
Vigo. A pesar de navegar con motores de explosión, siguió manteniendo el nombre
tradicional.
Este 30 de agosto, el Adriano III se acercaba a Cádiz con toda
normalidad. Entonces, chocó contra una roca, lo que desestabilizó la motonave y
provocó su posterior encontronazo con el cantil del muelle. Sólo la pericia del
capitán, muy elogiada en los medios locales, hizo posible que los 80 pasajeros
pudiesen ser evacuados sanos y salvos antes de su hundimiento. Hay que
agradecerlo, primero y sobre todo, por la integridad física de esas personas; y
segundo, porque así podemos extraer con melancólico humor las lecciones
simbólicas del suceso.
Curiosidades y sentimentalidades aparte, ese es el gran valor
del suceso. Si no, no se explica que haya sido durante varios días la noticia
más vista en muchos periódicos nacionales, que haya puesto en ebullición a las
redes sociales y que hasta los políticos nacionales, empezando por Rubalcaba,
nada menos, se hayan apresurado a prometer que reflotarán la motonave, cueste
lo que cueste. En realidad, en el hundimiento del Adriano III hemos visto todos
la viva imagen de nuestra situación local y nacional. Si en toda España la
economía está hundida, qué decir de la situación de la Bahía de Cádiz. Además,
la crisis se está llevando por delante muchos negocios tradicionales y muy
queridos, que, por tanto, se sienten más reflejados aún en el accidente del Vaporcito.
Supongo que el cumplimiento de mi promesa no satisfará del todo
a mi vecino. Es verdad que he glosado al barco típico-portuense por excelencia,
pero también es cierto que al hacerlo no he podido evitar una reflexión sobre
el paso del tiempo cargada de tristeza. Por fortuna, no está escrito el final.
Tal vez los políticos cumplan sus promesas esta vez, y se reflote el barco. En
la sociedad civil se levantan voces que reclaman enérgicamente que alguien venza
la apatía y tome medidas. Sería muy importante, no tanto –que me perdone aquel buen
vecino– por el Vaporcito en sí, sino por el mensaje metafórico: todavía podemos
levantar esto.
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Lo mejor y lo bueno
La distancia objetiva está (y cuánta)
entre lo malo y lo bueno, pero lo que exige un esfuerzo ímprobo para
el autor es el pequeño paso último entre lo bueno y lo mejor, al
menos lo mejor que uno pueda. Esto, que para la lógica es raro, la
experiencia lo ve. La peor tentación de cualquier profesional es
contentarse con lo bueno, sin hacer ese último sprint tan
costoso: la mayoría de la gente no sabrá apreciar esa sutil
diferencia entre lo perfectamente acabado y lo más o menos. Pero hay
que vencer la tentación del para qué: por el trabajo, por la gente
–lo aprecie o no– y por uno mismo. Las sutilezas perfectas de la
música de Mozart, por ejemplo, se me escapan volando, volando como
pájaros inalcanzables, pero cómo le agradezco al maestro que me
pusiese ante tanta belleza imposible.
sábado, 17 de septiembre de 2011
Pregunta inquietante
¿Es el pecado un componente fundamental de la literatura? De la música y de la pintura y de la arquitectura no, qué suerte.
viernes, 16 de septiembre de 2011
Mi sentido del pésame
Tenía cierta prevención a desfilar en los entierros por
delante de la familia cuando se pone al pie del altar, porque lo habitual es
conocer nada más que a uno o a dos de ellos, y hay que saludar a todos. Hoy,
sin embargo, he entendido el gesto. Generalmente, la vida social se hace a la
salida de la iglesia, en la calle, pero aquí nos permitimos una excepción y se
intercambian unas breves palabras, un abrazo, un beso casi en el altar. Y es
justo y necesario porque la muerte es un sacrificio, y las muestras de cariño
son casi un sacramento, y estamos hermanados todos, conocidos o desconocidos.
Un beso entonces es –parafraseando a Machado– algo perfectamente serio.
jueves, 15 de septiembre de 2011
Un experimento
Ayer
estaban todos los medios muy alborotados con el nuevo aparato
detector de mentiras. Se ve que les concierne. También la lógica
es un detector de mentiras: en la Sexta dijeron que era
infalible, pero El País que funcionaba en dos tercios de los casos. Uno de los dos mentía,
aunque lo que de verdad me llamó la atención fue imaginar las aplicaciones
literarias de esta máquina, o incluso del viejo polígrafo. Si yo
perteneciese, ojalá, al Departamento de Literatura Hispánica de la
Universidad
de Bradford o de la de Aberystwyth hoy mismo iba a llamar a la puerte
de mis colegas y les proponía una investigación conjunta y
transversal. ¿No sería interesante aplicar esos inventos a los
libros? Primero a los autores. Ponerlos a leer y ver
cuándo y dónde mienten. Se puede empezar con la literatura más
autobiográfica, por supuesto, pero para mí que también funcionaría con las obras de ficción. Detectaría en qué partes el
autor mintió no a la realidad de los hechos, sino a las exigencias
de de la verdad literaria o cuando puso un adjetivo aproximativo o rutinario.
Una vez investigado eso, se podría pasar a experimentar con los
libros mismos, sin los autores, buscando la colaboración de lectores
sensibles. Si el aparato funciona tan bien como dicen en
La Sexta o incluso En
el País
detectaría en la voz del lector y en su rostro que el texto leído es falso. Se abre un apasionante campo de investigación literaria.
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Tres consuelos
Hoy, víspera del pistoletazo de salida de otro curso más y Exaltación de la Santa Cruz, puede ser un gran día para confesarme. Me desespero por no estudiar (y nunca a fondo y jamás con toda la tarde por delante) lo que me gustaría y tanta falta me hace, por no tener paz para
reflexionar después, dándome, por ejemplo, un paseo por la playa, por no
poder escribir más tarde los libros –y son varios en distintos géneros–
para los que tengo meticulosamente apuntados los títulos y dos o tres ideas vagas en la cabeza, por no hacer vida de escritor, no vida literaria, sino bibliotecaria, a todas horas.
Luego pienso:
1- Cumplo mejor que nadie el axioma
socrático: sé que no sé nada; y además lo intensifico con unas
gotas sartrianas: porque no estoy satisfecho ni resignado ni dando
una lección magistral de filosofía, que ya la dio Sócrates y para
siempre, sino angustiado. Además, por mucho que pudiese leer,
seguiría sintiendo esa angustia: la verdad, como dejó claro B16 en
Madrid, es inabarcable. Tal vez, la auténtica cultura no radique
tanto en tenerla –me paso la mano por el lomo malherido y me doy el
primer consuelo– como en desearla ardientemente. Y eso sí.
2- Bien podría haber sido un escritor
maldito, de esos cuyas biografías rodean con un halo sus escritos, uno entregado a la bebida o estragado por las drogas. O con el
corazón destrozado por otra mujer, o devastado por varias. O adicto al juego. O
a la fama, ése otro juego de azar, teniendo que responder todo el día a entrevistas y
cuestionarios… En cualquiera de esos casos tampoco tendría tiempo
para leer y reflexionar. De modo que –me cuento, acunándome, cuando me acuesto–
mi adicción es a la vida ordinaria y a un amor constante y a una casa que
mantener y, laus Deo, a unos hijos que acostar. Soy un poeta maldito
que ha medio tirado su obra al vicio de vivir a su manera. Segundo
cumplido consuelo.
3- Por último, pienso en el Opus Dei. Si me creo que se puede aspirar a la santidad dentro
de la vida más ordinaria y cumpliendo uno tras otros los inacabables
deberes cotidianos, ¿no estoy obligado a creerme de todas todas que
dentro de esa misma vida y encarando esos mismos deberes minuciosos
puedo aspirar a la poesía? Y si dudo de esto último y pierdo la esperanza, ¿no será
que tampoco me creo en serio lo de la santidad? ¿Y no serán ambas
aspiraciones una misma vocación, que exige, ay, ay, este estar a todo, tratando de transfigurarlo: al Instituto, al baño de los niños, a la cuenta corriente, a
la oración de la mañana, a la misa de la tarde, y al poema de la
noche, si hay mucha suerte, de higos a brevas, y si no me vence el
sueño?
martes, 13 de septiembre de 2011
Dios perdona. ¿Y tu?
Así reza el inmenso cartel que han
colocado a la derecha del altar de mi parroquia. Quizá se trate de
un ejercicio práctico. Yo me pasé la misa debatiéndome si perdonar
o no al que se había comido el acento. Una cosa es segura: me sirvió
para ver lo misericordioso que es Dios, efectivamente, y lo poco
(poquísimo) que lo soy yo.
lunes, 12 de septiembre de 2011
Ritmos
Comenta Mora-Fandos que para él el año comienza en septiembre, mientras que lo del 1 de enero le
parece puro trámite. Se nota que es o fue profesor, aunque esa sensación,
después de las vacaciones de verano, las tenemos todos con mayor o
menor intensidad. Yo –se me nota la docencia también– veo como
él que el cambio fuerte es cada septiembre, en efecto, pero no minusvaloraría
el fin de año oficial. Juegan juntos a crear los ritmos de los años,
como en un poema el ritmo del verso y el de la frase, distintos y
entrecruzados gracias a los encabalgamientos. Otros ritmos de la vida
que encuentran correspondencias con los del poema son los ritos (el
puente de la Inmaculada, la Navidad, el Miércoles de Ceniza, la salida
procesional de todos los años, Pentecostés, la operación salida, etc.) que harían las
veces de rima. Y los aniversarios íntimos serían rimas internas. Los
cumpleaños funcionan de un modo parecido a la cesura y ya sabemos
que “sin cesura ni censura/ hay buena literatura”. Todos los
hitos, todos, sirven para darle ritmo a este poema que es la vida,
ninguno está de más, que la rutina es resistente y las arritmias vienen solas.
domingo, 11 de septiembre de 2011
Reconciliación
Le
llegó tarde el tiempo de reconciliación
humilde
consigo mismo. “Sí —dijo—,
he
sido creado para ser poeta
y
nada más. Es esto lo único realmente
que
sé hacer. Y me avergüenzo,
pero
no me es posible cambiar mi destino.”
Poeta:
quien piensa continuamente en otra cosa.
Su
distracción lleva a los otros a desesperarse.
Es
posible que ni siquiera tenga sentimientos humanos.
Pero
en definitiva, ¿por qué no?
En
la diversidad humana la mutación, la variación
también
es necesaria. Visitemos al poeta
en
su casa en los apagados suburbios,
donde
cría conejos, prepara aguardientes
y
graba en una cinta poemas herméticos.
Czesław Miłosz
sábado, 10 de septiembre de 2011
viernes, 9 de septiembre de 2011
Peligro: posjuicios
Muchísimo
peor que un prejuicio es un posjuicio. El posjuicio se produce cuando
aquel que una vez se tomó el trabajo de juzgar ya no admite
apelación ni cambio en su sentencia: erre que erre. Mientras que el
prejuicio por más resistencia que ofrezca al fin ha de enfrentarse
al juicio –que va tras él– y además arrastra una pésima
reputación, el posjuicio ya ha dejado atrás el juicio,
irremediable. Para él
no hay cambios ni arrepentimientos que valgan ni, en el caso de que
el posjuicio fuese positivo, rectificaciones ni matizaciones. Que a pesar de su
frecuencia haya sido tan poco criticado, con la excepción del refrán
“Ten buena fama y échate a dormir”, demuestra lo sólido de su
posición. Su efecto en literatura es devastador.
jueves, 8 de septiembre de 2011
La procesión queda dentro
La Virgen de los Milagros es una Virgen guerrera. Eso lo sabíamos de antiguo y de Alberti. Ahora he descubierto en primera persona cuán guerrera es. Declaré a Leonor mi deseo de ir a ver la procesión con ella y los dos niños. Su jefe iba a pasarse por casa esta noche para dejarle un ordenador, pero Leonor llamó para anularlo: quedaron en que mañana irá ella a la bodega a Jerez a recogerlo. A partir de ahí, se puso corriendo a bañar a los niños. Eran a las 7, aún con un calor sofocante. Estrenábamos para Enrique una mochila de esas que llevan los turistas alemanes para cargar al niño sobre el pecho, y en casa se diría que le gustaba. Después de muchas vueltas en busca de aparcamiento, pusimos pie en el pueblo y el niño el grito en el cielo: no le gustaba la mochila. Nunca ha llorado tanto como este día. Yo apunté que estaba rezando la Salve y que como es tan chiquitito se había quedado atascado en lo del valle de lágrimas. A Leonor no le hizo gracia, y eso sólo era el principio. Carmen viendo que el que no llora no mamá, o sea, no le coge Leonor en brazos, se lanzó a la Salve también. La cogí yo, aunque todos sabemos que no es lo mismo. A cada rato nos intercambíabamos a los niños a ver si con el transbordo se callaban un minuto. Sugerí a Leonor que no se pusiera tan nerviosa con los llantos, que son buenos para los pulmones, y que tampoco es que rompiesen el silencio, con todas las campanas del pueblo repicando sin pausa y la gente dando alegres gritos. Me contestó: "Cada uno se pone nervioso por lo que quiere: tú por ver tu correo electrónico a cada instante, yo cuando lloran nuestros hijos". Decidí dar por zanjada la cuestión de los nervios. Callejeábamos desesperadamente en busca de la Patrona. Nos íbamos encontrando a señoras conocidas, y era un horror tener que besarlas, sudoroso como estaba de tanto peso, y ellas tan perfumadas. Además, al inclinarme sobre sus mejillas les acercaba irremediablemente al niño (o a la niña) a sus inocentes tímpanos. A pesar de todo, las señoras decían: "¡Qué monos!". Se ve que era un día de fiesta donde reinaba la caridad y/o el estoicismo. Al fin, en el castillito, precisamente, apareció la Virgen. Habíamos conseguido coger la procesión, exulté, aunque un poco solo, porque ni los niños ni Leonor estaban para exultaciones. La vimos pasar fugazmente. Y nos volvimos corriendo a casa a por los biberones. Leonor repetía: "Vaya lío, vaya lío, y mañana tengo que ir a la bodega encima y casi ni la hemos visto..." Yo podría haber repicado o replicado que lo importante es que Ella nos viera a nosotros, y que no sólo nos vio, sino que además nos oyó. Pero me limité a dar las gracias a Leonor: como el hermano aquel de la parábola que refunfuña pero va, ella. Y por ella, nosotros. Y la procesión queda dentro.
Contestación a un comentario de BB
Efectivamente, BB, un componente indudable del hipotético género blogg, además de su periodicidad y su relativa brevedad, es su condición de tertulia. Tanto es así que hoy me he pasado la mañana lamentando no haber escrito una entrada sólo por la pena de no oír o, al menos, esperar vuestras voces. He llegado a preguntarme si no valdría una entrada en blanco para empezar la conversación... En esas, llegó tu comentario, justo ése, a una entrada atrasada, y todo arreglado. Telepatía en la blogosfera, podría haberse titulado esto si no quisiera destacar, más que lo paranormal, lo maravilloso de que estemos aquí, de charleta.
miércoles, 7 de septiembre de 2011
Menos es más, o me ha matao
Ayer tuvimos sesión informativa en el
colegio que será de Carmen. Había servicio de guardería y allí la
dejamos para que fuese haciéndose el cuerpo. Pensábamos que iba a
montar la grande, y hasta nos reíamos compadeciendo a las
encargadas. Pero la chica que la cuidaba nos contó después que no,
que se estuvo muy quietecita (¡ella!) y que, cuando, para atender a otros la dejaba un poco, Carmen no gritaba ni lloraba: le caía una lágrima gorda, transparente, lenta y silenciosa. Yo estaba preparado para un follón monumental,
pero esa lágrima sola me ha matado. (Y de paso, todo hay que decirlo,
me ha dado una lección de retórica.)
martes, 6 de septiembre de 2011
lunes, 5 de septiembre de 2011
domingo, 4 de septiembre de 2011
El guardafantas
TODAVÍA quedan algunos afortunados de vacaciones. Y hay incluso quienes las comienzan ahora. Los observo, contentos a contramano, descargando ágiles las ligeras maletas de sus coches, mientras la inmensa mayoría mete los pesados fardos en sus maleteros y lamenta la dichosa justicia poética del tiempo, que, con humor negro, se ha puesto a llover a tono con la melancolía. El espectáculo me ha traído a la memoria a un viejo y muy querido amigo, con quien compartí piso de estudiantes. Para ponernos en situación, nos resultará útil una anécdota previa: una vez se despertó particularmente eufórico porque había soñado, contó relamiéndose, con un bar donde la cerveza costaba 15 pesetas y la tapa un duro. O sea, que no soñaba, como todo el mundo, con ser millonario, sino con gastar poco. La cosa venía de lejos, precisamente de donde yo quería ir a parar, pues otro día nos confesó que, en las fiestas de cumpleaños de cuando pequeños, él se guardaba con sumo cuidado su fanta un buen rato, esperando con premeditada paciencia a que todos se bebieran la que les correspondía. Entonces procedía a deleitarse con delectación con su vaso lleno ante los ojos muy abiertos de deseo del resto de la chiquillería. "¡Ah!", exclamaba moroso tras cada breve buche.
sábado, 3 de septiembre de 2011
Qué arranque
Llevo cuatro días que no paso del capítulo 1, versículos 1-4 del Evangelio de san Lucas. Dando el motivo para escribir su libro no pudo ser más sincero: "Ya que muchos [...] me pareció también a mí […] escribírtelo". En contra de lo que pudiera parecer a primera vista y venía agobiándome de un tiempo a esta parte, el hecho de que nos preceden una barbaridad de escritores es un estímulo, un estímulo sorprendente, pero eficaz. Lo demuestra la experiencia.
De paso da también una espléndida lección contra la falsa humildad. Obsérvese: "muchos han intentado", o sea, no han conseguido del todo; y san Lucas dice haberse informado "con exactitud de todo desde los comienzos" y se propone además "escribírtelo de forma ordenada" con el fin de que el distinguido Teófilo (¡así hay que tratar a los lectores, con el nombre propio, si se puede, y con distinción siempre, directa como aquí o con unas gotas de ironía, desocupado lector, como Cervantes!) conozca "la indudable certeza" de las enseñanzas recibidas. Cada coma emana seguridad en sí mismo y, sobre todo, exigencia personal y literaria.
Supongo que para lo primero (emprender la escritura porque ya muchos lo hicieron) hace falta lo segundo (convencimiento en que uno tiene algo que aportar y ganar de esforzarse). Son dos grandes lecciones.
viernes, 2 de septiembre de 2011
jueves, 1 de septiembre de 2011
Pistoletazos
Vaya salida para la carrera de este curso. Me llaman: se acaba una colaboración muy rentable que tenía; recibo la carta de una conocida donde cuenta que prescinden de ella (temporalmente (ojalá)) en su editorial, pongo las noticias y hablan de más horas para los profesores de secundaria y más vigilancia de la inspección. Miro por la ventana... ¡y llueve! Menos mal, la lluvia ha sido siempre un gran consuelo y una fuente de felicidad. El curso promete y, a la vista de lo que promete, esperemos que haga como en los años precedentes y no cumpla.