domingo, 31 de enero de 2010
El Bulli en la herida
viernes, 29 de enero de 2010
El tachón perfecto
Una mujer me ha envenenado el alma,No la tachó por motivos literarios, eso está claro, creo. Es una poesía estupenda, con esa imagen rotunda del mundo que rueda porque es, valga la redundancia, redondo. Tampoco lo hizo por pudor y defensa de su intimidad dolida, estoy seguro: hay otras rimas todavía más confesionales.
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?
Mi opinión es que Gustavo Adolfo Bécquer quiso prescindir de esta por un imperativo moral. Se dio cuenta de que justificaba una injusticia. El veneno del mal se transmite a toda velocidad y el hombre, a poco que se deje ir, se comporta como un magnífico conductor de esa electricidad negativa. Según los usos del mundo, el mal está siempre circulando: cogió impulso con el pecado original y hasta hoy. El verso del mundo redondo es, como decía, fantástico porque señala, como quien no quiere la cosa, que ese devolver el mal o, si no se puede, soltárselo al más débil es, prácticamente, una fuerza de gravedad planetaria.
Esta rima gusta especialmente a los adolescentes, y no me extraña. Ellos sufren una barbaridad de mal de amores, y ruedan luego a muchas revoluciones por ahí y, además, les apasiona exculparse, y les atraen siempre mucho unas gotas de fatalismo estoico como la de los versos 3 y 4, y, sobre todo, están integrándose en el mundo y les corre una prisa loca conocer las leyes que lo mueven. Sería bueno, sin embargo, explicarles que Bécquer renunció a ese poema, con lo que le costaría hacerlo a él, tan sensible a la buena poesía y de musa tan escasa. Y explicarles bien por qué. Bécquer no quiso admitir que el hombre no es libre. Podemos dar más de lo que nos dieron. Los versos más sublimes y limpios de la rima LXXIX son las rayas con que el autor la tachó.
jueves, 28 de enero de 2010
Palinodia
Hasta hace poco he mantenido que, a pesar del tiempo que me roba para la contemplación lírica, una ventaja de mi faceta de articulista, que empezó unos meses después de la publicación de Casa propia, iba a ser que ya no hablaría de cuestiones político-sociales en mis versos. Se me harían solos y más puros. Desfogaría, por así decirlo, en mis columnas.
Sin embargo, llevo unos meses —desde que me he puesto a revisar mis poemas inéditos y a ordenarlos— con la mosca detrás de la oreja. Hay una emoción que salta a la vista en los poemas comprometidos, sobre todo cuando son políticamente incorrectos, que esa ventaja al menos llevamos ahora nosotros, como la llevó Blas de Otero en su tiempo. Y, sin ir más lejos, me he estado recitando hace poco “Santo Oficio” de Julio Martínez Mesanza y he paladeado “este placer divino de sentirse / detestado por toda la canalla”, que describió Miguel d’Ors. La canción de ayer fue la gota que desbordó el vaso. Tiene ese sabor épico de declaración a contracorriente que, ahora lo veo claro, queda muy bien en la lírica.
Y no solo por motivos extra-poéticos, ojo. Si la poesía es, entre otras cosas, la expresión de un yo, las declaraciones extremas (y no sólo extremadamente hondas o extremadamente elevadas) le vienen como anillo al dedo. Le dan un timbre de autenticidad y de personalidad, que son matices fundamentales si el verso tiene, como tiene, que emocionar.
miércoles, 27 de enero de 2010
Heureusement que dans vie certaines choses refusent de changer
lunes, 25 de enero de 2010
Aluvial en la lluvia
En mi defensa, pensé, podría argumentar que, igual que ese fin de semana seguíamos comiendo —y muy bien— y durmiendo —regular—, para mí también era una primera necesidad, prácticamente fisiológica, leer un mínimo de poesía. Pero habría sido una defensa de abogado, un tanto sofista y bastante pedante… Y la réplica entonces hubiese salido sola: “Bueno, vale, pues tráete un pequeño volumen de san Juan de la Cruz o Escrito a cada instante, de Leopoldo Panero o, por lo menos, Hombre de Dios de José María Valverde; pero no Aluvial, de Tomás Segovia”.
Viendo que me estaba haciendo un lío y que no leía, el Barbero se apresuró a cortar el nudo gordiano con estos subrayados suyos:
Todas las aves sonTerminé el libro cuando una campanita nos llamaba para la siguiente plática. Mientras que regresaba rápido a la casa y con cuidado de no meter el pie en ningún charco, di con la siguiente ley, o ley todavía no, con la siguiente hipótesis: “Poesía auténtica es aquella susceptible de ser llevada a la oración”.
Aves del paraíso
*
El día ya impaciente se ha asomado
A ver si está bien puesto el mundo
*
Hay veces que el olvido es una fuerza
*
… pregunto si no será mi vida
La que podría estar
Acaso con justicia descontenta de mí.
*
Aquellos días en que cada hora
Ocupaba ella sola toda el tiempo.
*
Muchas veces por gusto
Pero por obediencia siempre
Aceptar decir bien
[…]
Lo que está a punto de pedir ser dicho.
*
Se me iba dando el mundo
Y yo con mi palabra
Todo se lo iba devolviendo siempre.
*
Y vi que no le perdonaban
Que no quisiera dominar el mundo.
[a la belleza]
*
Y me callo admirando la equidad prodigiosa
Con que este mundo cuida por igual
De todas sus minucias.
*
Y en mí, ¿cómo cabría
Esta mañana en la que cabe todo?
Cielo
Alma
Nada acaba?
*
Seguros de que toda nuestra carga
[…]
Hoy no pesa — sostiene.
*
Qué podrá ser esto que empieza ahora.
domingo, 24 de enero de 2010
El estudiante
................EL ESTUDIANTE
Estirarse, encogerse, estar ocioso,
enojado, en las nubes, aburrido,
llegar todos los lunes deprimido
tras un fin de semana tormentoso
Empezar los exámenes nervioso,
enamorado, triste y confundido;
no comprender por qué lo han suspendido,
si su ejercicio siempre es fabuloso.
Mezclar el curso con las vacaciones,
y mantenerse ausente hasta que acabe,
llevar chuletas en los pantalones,
y el buen orientador es esa llave
que le va atravesando evaluaciones;
el profesor que lo aprobó, lo sabe.
sábado, 23 de enero de 2010
Un príncipe o un dentista
Los dentistas son baratos. Cobran por un empaste un ojo de la cara, pero te dan de regalo una lección impagable de silencio. Ya lo conté (charlatán irredento) otra vez: mientras ellos hablan y hablan, uno replicaría esto o lo otro… si no se lo impidieran las dos manos que tiene uno metidas en la boca hasta la campanilla y los varios artilugios y la anestesia. Luego, cuando recuerdas todo lo que no has dicho, te alegras lo indecible de tu prudencia (impuesta).
De paso, he descubierto un nicho de mercado. Teniendo en cuenta las dificultades que implica llevar un monólogo mientras se concentra uno en el taladro y el único público disponible sufre, los dentistas tropiezan con serias dificultades en el noble arte de la conversación. ¿No les vendría bien un cursillo intensivo de oratoria?
A mi dentista, al menos, sí. Aprovechando mi indefensión, se refirió a la literatura como “mi hobby”. Odio eso, pero no rechisté ni mu. No pude. Aunque quizá sí percibió mi mirada de fuego, porque cambió de tercio. “Qué suerte escribir cosas tan bonitas, y no este trabajo mío tan feo”. Eso me escamó, por si lo feo no fuese su trabajo en general, sino mi boca en particular. Pero yo, burguesito muy educado, le habría contestado (ya digo, de poder): “¡Oh, no, no, qué va, tu trabajo es maravilloso!” Teniendo en cuenta mi situación de entonces, dolorida, hubiese sido decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar. Una mentira gorda, vamos. Me la ahorré.
En realidad, en esos momentos cruciales yo pensaba, precisamente, en la factura, y recordaba a aquel cantante melódico que le reconoce a su chica que ella se merece, mejor que él, a un príncipe o un dentista, aunque, para su asombro, ella se queda ahí, a su lado y el mundo le parece más amable, menos raro. Aquella canción siempre me hizo mucha gracia. (Pensar en algo que me hiciera gracia me ayudaba a mantener la boca abierta.)
Al final, charlamos un rato de tú a tú, en pie —y de pie— de igualdad. Le conté de alguien que no tenía medios para ir al dentista, y él se ofreció, sin darse importancia, a atenderle por su cuenta. “Qué gesto tan precioso te permite tu profesión”, le dije, y no mentía. “Principesco”, hubiese añadido, y sin un ápice de ironía.
viernes, 22 de enero de 2010
Cómo somos
Uf.
Pero ahora, en la ecografía del quinto mes, uno se alegra, sí, y da gracias, a medida que el ginecólogo va midiendo órganos y fémures y rellenando en su plantilla: normal, normal, normal, normal… Pero también se descubre, en honor a la verdad, un fastidio idiota a la altura de la vanidad: ¿no podría este hombre exclamar de vez en cuando extraordinario, extraordinario o qué? (Ya estoy queriendo --me detecto-- que la niña rompa todos los percentiles, con esa mentalidad de guiness de los récords de la que tanto me reía antes. No tememos arreglo los padres.)
miércoles, 20 de enero de 2010
La ateodicea es el último grito
domingo, 17 de enero de 2010
Stat crux
Stat crux dum volvitur orbis.
sábado, 16 de enero de 2010
Un gesto
Ha sido un gesto profundamente civilizado, y diría, venciendo el miedo a parecer cursi, que hermoso. La biblioteca, cualquier biblioteca, tiene que tener puerta, por supuesto, y sin pestillo, pero la puerta debe estar bien cerrada.
Fue Rubén Moreno González. (Le pedí el nombre para rendirle este homenaje.)
jueves, 14 de enero de 2010
Un poema ejemplar
Y si el tiempo, pasado los cuarenta,
no juega a mi favor, qué ha de inquietarme,
igual que ayer cuando tenía veinte
me tiendo al sol y dejo que la palabra encuentre
su cauce natural. Que sea el caos,
como los astros que dibujan
en el cielo figuras mitológicas.
No me importa el fracaso, a nada temo,
vano apurar el trago, si hay algo que no haré
es violentar al tiempo, él hace su trabajo,
y como el viejo Blake nos enseñaba:
ama la eternidad.
No pienso profanar este tácito acuerdo.
La poesía, se sabe, desprecia al impaciente.[Roberto Malatesta, Santa Fe, Argentina, 1961]
miércoles, 13 de enero de 2010
Puntos suspensivos
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Escribir mal cuesta más. Encima.
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Correcciones: carraspeos.
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Profesionalizarse.- Pasar de tener algo que decir a tener que decir algo.
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Ventaja del bloqueo del escritor.- Con qué puntualidad temblona de segundero he vuelto a mis clases. Y qué agradecimiento hasta las lágrimas de mendigo [sí, de mendigo] pensar en la nómina. Y en la ingenua atención de los alumnos...
*
Leo en Qohólet, 5, 2: in multis sermonibus invenietur stultitia; y, acto seguido, en Act 18, 9: Noli timere, sed loquere et ne taceas. No sé a qué carta quedarme. La Providencia me acuna entre mis dudas.
domingo, 10 de enero de 2010
viernes, 8 de enero de 2010
A salto de mito
Últimamente, en cambio, todo me reafirma en aquella herejía mía. En La elegancia del erizo de Muriel Barbery, novela que, a pesar de su multitudinario éxito, es muy interesante, los gatos de Kakuro Ozu, personaje que encarna la esperanza y la felicidad, se llaman precisamente Kitty y Levin. Y más definitivo aún: en Troppo vero, Andrés Trapiello nos cuenta que comienza a leer la novela de Tolstoi y cómo se va convirtiendo en un firme partidario de la pareja dichosa.
Respaldado por el argumento de autoridad, yo iré más lejos. El adulterio me interesa poco en la práctica y todavía menos, si cabe, en la teoría. La gracia a los engaños no se la veo, ni la emoción específica, todo lo cual me dificulta el acceso a muchas de las grandes novelas decimonónicas, como Madame Bovary, La Regenta, Effi Briest o El primo Basilio, pero ¿qué le voy a hacer?
En las mismas estoy ante el reciente ensayo Ulises y las Sirenas. El Dilema de la Infidelidad (Ed. Paréntesis) de Jesús Cotta (Cártama, 1967, Málaga). Será muy ilustrativo, sin duda, y, con esas dosis abundantísimas de sal y, sobre todo, de pimienta que son la marca de la casa. El libro, al que esté al borde del adulterio, le vendrá de miedo, supongo. Pero yo no lo leeré. Sería como un alérgico al pulpo estudiándose el monográfico Las mil y ocho recetas de cefalópodos. Hay otros libros.
Sin ir más lejos, el filósofo Cotta es también poeta, y en su poemario A merced de los pájaros (Ed. Ecoem), aletea la felicidad por todas partes, con versos conseguidísimos de amor pleno, de amor paterno y de amistad de la buena. Lo he releído ocho veces. Y lo recomiendo vivamente; incluso a los adúlteros, que también tienen derecho a disfrutar de lo bueno, los pobres.
***
En el artículo del Semanario Alba no me cupo, pero aquí, además de que se pueden hacer enlaces y enlaces, os copio un Cotta:
...........SI AÚN TIENES UN AMIGO
...................................A José Julio Cabanillas
Si aún tienes un amigo, te aconsejo
que subáis a los montes un buen día.
No olvides llevar agua, un catalejo
y alguna confidencia. Al mediodía
descansaréis bajo los pinos viejos
y subiréis en buena compañía
a aquella cumbre que, antes, a lo lejos,
era irreal y azul. Y todavía
os quedará una tarde luminosa
para charlar un poco hasta que alumbre
Venus la noche. Y cuando esplendorosa
la luna inicie con el mar su idilio
descenderéis cantando de la cumbre
como hacen los pastores de Virgilio.
jueves, 7 de enero de 2010
Y viceverso
........................VEN CONMIGO
Se te ha olvidado andar y hay que aprenderlo
de nuevo.
.................Ven. Comienza,
ve juntando ese sol,
...................................¡alguna tarde
tenemos que nacer!
...................................Amarillean
las nubes en el cielo y no me escuchas;
vas a mi lado y tiemblas;
el pie va tras el pie como la ola
va detrás de la ola.
................................ Estás inquieta.
Se te ha olvidado andar, se te ha caído
la voz y no la encuentras,
la buscaré contigo y las palabras
vendrán.
...............Vamos a hacer la primavera,
vamos a hacer el mar poquito a poco,
la luz, la paz, la guerra,
como si no se hubiesen desprendido
ya una vez de tu voz y en ti nacieran.
¡Vamos a hacerlo todo
de nuevo!, hasta que puedas
reunir tu corazón como se hace
la firmeza del mundo con arena!
Sin embargo, si el otro día comentábamos que la biografía del poeta puede aclarar definitivamente unos versos, aquí tal vez ocurre lo contrario. Me entero por Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada (Antología comentada de la poesía lírica española, Cátedra, 2005) de que "este poema tuvo su origen en un hecho autobiográfico: una grave enfermedad de María, la mujer del poeta. A ella se dirige la voz que habla, exhortándole a recomenzar el aprendizaje de la vida: 'se te ha olividado andar...', pues 'ven'; ella no le escucha, quizá ni siquiera le oye, y camina absorta, como ausente, aunque temblorosa o inquieta. Pero lo grave es que ella ha perdido la palabra; por eso él, pacientemente, reintenta su recuperación [...]" [p. 538] Lo que ganamos de conocimiento de la intrahistoria del poema, lo perdemos de su carga simbólica, de su apuntar directamente a nuestra alma y sus titubeos interiores, y de animarnos a la remontada. A la tercera o cuarta relectura el poema vuelve de nuevo a hablarnos a nosotros, sí, pero la información produjo una interferencia, que no ayuda para nada a su halo mágico y emocional. Qué cosa tan delicada, tan frágil es un poema, incluso uno tan recio como este. Y la poesía, qué refractaria a las leyes generales, qué misterio.