domingo, 31 de enero de 2010

El Bulli en la herida

Una paradoja hermana de la de aquellos que predican abnegadamente el egoísmo, la de mi artículo de hoy. Defiendo la calma, y lo escribí a toda pastilla, a contrarreloj. Salta a la vista: me he comido incluso algunas palabras: una "a", un "el" y hasta un "de buscar trabajo". Dije que yo soy de más apetito, y se ve que no mentía.

viernes, 29 de enero de 2010

El tachón perfecto

En el manuscrito de El libro de los gorriones Bécquer tachó una de sus rimas. Sus editores, con esa ansia profesional que les embarga, la publicaron, esta vez por suerte. Es la LXXIX, que ustedes recordarán:
Una mujer me ha envenenado el alma,
otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme,
yo de ninguna de las dos me quejo.

Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?

No la tachó por motivos literarios, eso está claro, creo. Es una poesía estupenda, con esa imagen rotunda del mundo que rueda porque es, valga la redundancia, redondo. Tampoco lo hizo por pudor y defensa de su intimidad dolida, estoy seguro: hay otras rimas todavía más confesionales.

Mi opinión es que Gustavo Adolfo Bécquer quiso prescindir de esta por un imperativo moral. Se dio cuenta de que justificaba una injusticia. El veneno del mal se transmite a toda velocidad y el hombre, a poco que se deje ir, se comporta como un magnífico conductor de esa electricidad negativa. Según los usos del mundo, el mal está siempre circulando: cogió impulso con el pecado original y hasta hoy. El verso del mundo redondo es, como decía, fantástico porque señala, como quien no quiere la cosa, que ese devolver el mal o, si no se puede, soltárselo al más débil es, prácticamente, una fuerza de gravedad planetaria.

Esta rima gusta especialmente a los adolescentes, y no me extraña. Ellos sufren una barbaridad de mal de amores, y ruedan luego a muchas revoluciones por ahí y, además, les apasiona exculparse, y les atraen siempre mucho unas gotas de fatalismo estoico como la de los versos 3 y 4, y, sobre todo, están integrándose en el mundo y les corre una prisa loca conocer las leyes que lo mueven. Sería bueno, sin embargo, explicarles que Bécquer renunció a ese poema, con lo que le costaría hacerlo a él, tan sensible a la buena poesía y de musa tan escasa. Y explicarles bien por qué. Bécquer no quiso admitir que el hombre no es libre. Podemos dar más de lo que nos dieron. Los versos más sublimes y limpios de la rima LXXIX son las rayas con que el autor la tachó.

jueves, 28 de enero de 2010

Palinodia

Ayer daba la cara y hoy daré la cruz del estremecimiento que me ha causado la inesperada aparición de Mes Aïeux.

Hasta hace poco he mantenido que, a pesar del tiempo que me roba para la contemplación lírica, una ventaja de mi faceta de articulista, que empezó unos meses después de la publicación de Casa propia, iba a ser que ya no hablaría de cuestiones político-sociales en mis versos. Se me harían solos y más puros. Desfogaría, por así decirlo, en mis columnas.

Sin embargo, llevo unos meses —desde que me he puesto a revisar mis poemas inéditos y a ordenarlos— con la mosca detrás de la oreja. Hay una emoción que salta a la vista en los poemas comprometidos, sobre todo cuando son políticamente incorrectos, que esa ventaja al menos llevamos ahora nosotros, como la llevó Blas de Otero en su tiempo. Y, sin ir más lejos, me he estado recitando hace poco “Santo Oficio” de Julio Martínez Mesanza y he paladeado “este placer divino de sentirse / detestado por toda la canalla”, que describió Miguel d’Ors. La canción de ayer fue la gota que desbordó el vaso. Tiene ese sabor épico de declaración a contracorriente que, ahora lo veo claro, queda muy bien en la lírica.

Y no solo por motivos extra-poéticos, ojo. Si la poesía es, entre otras cosas, la expresión de un yo, las declaraciones extremas (y no sólo extremadamente hondas o extremadamente elevadas) le vienen como anillo al dedo. Le dan un timbre de autenticidad y de personalidad, que son matices fundamentales si el verso tiene, como tiene, que emocionar.

miércoles, 27 de enero de 2010

Heureusement que dans vie certaines choses refusent de changer

Esta canción, casi un himno, de un grupo que se llama, ni más ni menos, Mes Aïeux, esto es, “Mis antepasados”, me ha causado dos hondas impresiones. Hoy os contaré la primera. A pesar de que todas las mañanas leo a Nicolás Gómez Dávila con creciente admiración y el periódico con creciente desolación, me resisto a ser un reaccionario. Mientras me dejen, seré un conservador. En la vida hay cosas que se niegan a cambiar, y aquí me tienen, celebrándolas y ayudándolas a decir “no todavía o nunca”. Y la gente, a poco que uno la escuche, es sensata y tradicional, valga la redundancia, y está aguantando admirablemente bien, dentro de lo que cabe, los embates del pensamiento-único-correcto. El gran fracaso de la derecha española es no haberse dado cuenta de nada y vivir obsesionada con el aplauso imposible de El País y con la simplicité volontaire. Por eso, una pequeña esperanza mía es mucha más democracia; y en esas estaba cuando, para darme moral, se me han aparecido Mes Aïeux. A Chesterton, of course, le habrían encantado. ¡Hasta me lo imagino bailando!

lunes, 25 de enero de 2010

Aluvial en la lluvia

Aunque no se haya notado en el blogg, porque tiré de artículos, este fin de semana he estado de retiro espiritual. En un intervalo entre chaparrones salí a tomar el fresco al jardín de la casa. Llevaba un libro de poesía que leía de pie, tan mojados estaban los bancos. Se me acercó sigilosamente un espontáneo para decirme, guiñándome un ojo, que los versos no eran lo más ortodoxo en un curso de retiro. Yo le sonreí, porque tampoco se debe hablar mucho y porque no tenía respuesta.

En mi defensa, pensé, podría argumentar que, igual que ese fin de semana seguíamos comiendo —y muy bien— y durmiendo —regular—, para mí también era una primera necesidad, prácticamente fisiológica, leer un mínimo de poesía. Pero habría sido una defensa de abogado, un tanto sofista y bastante pedante… Y la réplica entonces hubiese salido sola: “Bueno, vale, pues tráete un pequeño volumen de san Juan de la Cruz o Escrito a cada instante, de Leopoldo Panero o, por lo menos, Hombre de Dios de José María Valverde; pero no Aluvial, de Tomás Segovia”.

Viendo que me estaba haciendo un lío y que no leía, el Barbero se apresuró a cortar el nudo gordiano con estos subrayados suyos:
Todas las aves son
Aves del paraíso
*
El día ya impaciente se ha asomado
A ver si está bien puesto el mundo

*
Hay veces que el olvido es una fuerza
*
… pregunto si no será mi vida
La que podría estar
Acaso con justicia descontenta de mí.

*
Aquellos días en que cada hora
Ocupaba ella sola toda el tiempo.
*
Muchas veces por gusto
Pero por obediencia siempre
Aceptar decir bien
[…]
Lo que está a punto de pedir ser dicho.

*
Se me iba dando el mundo
Y yo con mi palabra
Todo se lo iba devolviendo siempre.

*
Y vi que no le perdonaban
Que no quisiera dominar el mundo.
[a la belleza]
*
Y me callo admirando la equidad prodigiosa
Con que este mundo cuida por igual
De todas sus minucias.

*
Y en mí, ¿cómo cabría
Esta mañana en la que cabe todo?
Cielo
Alma
Nada acaba?

*
Seguros de que toda nuestra carga
[…]
Hoy no pesa — sostiene.
*
Qué podrá ser esto que empieza ahora.
Terminé el libro cuando una campanita nos llamaba para la siguiente plática. Mientras que regresaba rápido a la casa y con cuidado de no meter el pie en ningún charco, di con la siguiente ley, o ley todavía no, con la siguiente hipótesis: “Poesía auténtica es aquella susceptible de ser llevada a la oración”.

domingo, 24 de enero de 2010

El estudiante

Empeñado en contar mi batallita, no me cupo en el artículo de hoy este soneto lopesco de Diego Reche, publicado en Ojos para las nubes, su último poemario. Y es una lástima grande, porque remata muy bien con otro aspecto (el Departamento de Orientación) que venía ya preanunciando el famoso art. 20 de la normativa de la US. Va:

................EL ESTUDIANTE

Estirarse, encogerse, estar ocioso,
enojado, en las nubes, aburrido,
llegar todos los lunes deprimido
tras un fin de semana tormentoso

Empezar los exámenes nervioso,
enamorado, triste y confundido;
no comprender por qué lo han suspendido,
si su ejercicio siempre es fabuloso.

Mezclar el curso con las vacaciones,
y mantenerse ausente hasta que acabe,
llevar chuletas en los pantalones,

y el buen orientador es esa llave
que le va atravesando evaluaciones;
el profesor que lo aprobó, lo sabe.

sábado, 23 de enero de 2010

Un príncipe o un dentista

Los dentistas son baratos. Cobran por un empaste un ojo de la cara, pero te dan de regalo una lección impagable de silencio. Ya lo conté (charlatán irredento) otra vez: mientras ellos hablan y hablan, uno replicaría esto o lo otro… si no se lo impidieran las dos manos que tiene uno metidas en la boca hasta la campanilla y los varios artilugios y la anestesia. Luego, cuando recuerdas todo lo que no has dicho, te alegras lo indecible de tu prudencia (impuesta).

De paso, he descubierto un nicho de mercado. Teniendo en cuenta las dificultades que implica llevar un monólogo mientras se concentra uno en el taladro y el único público disponible sufre, los dentistas tropiezan con serias dificultades en el noble arte de la conversación. ¿No les vendría bien un cursillo intensivo de oratoria?

A mi dentista, al menos, sí. Aprovechando mi indefensión, se refirió a la literatura como “mi hobby”. Odio eso, pero no rechisté ni mu. No pude. Aunque quizá sí percibió mi mirada de fuego, porque cambió de tercio. “Qué suerte escribir cosas tan bonitas, y no este trabajo mío tan feo”. Eso me escamó, por si lo feo no fuese su trabajo en general, sino mi boca en particular. Pero yo, burguesito muy educado, le habría contestado (ya digo, de poder): “¡Oh, no, no, qué va, tu trabajo es maravilloso!” Teniendo en cuenta mi situación de entonces, dolorida, hubiese sido decir lo contrario de lo que se piensa con intención de engañar. Una mentira gorda, vamos. Me la ahorré.

En realidad, en esos momentos cruciales yo pensaba, precisamente, en la factura, y recordaba a aquel cantante melódico que le reconoce a su chica que ella se merece, mejor que él, a un príncipe o un dentista, aunque, para su asombro, ella se queda ahí, a su lado y el mundo le parece más amable, menos raro. Aquella canción siempre me hizo mucha gracia. (Pensar en algo que me hiciera gracia me ayudaba a mantener la boca abierta.)

Al final, charlamos un rato de tú a tú, en pie —y de pie— de igualdad. Le conté de alguien que no tenía medios para ir al dentista, y él se ofreció, sin darse importancia, a atenderle por su cuenta. “Qué gesto tan precioso te permite tu profesión”, le dije, y no mentía. “Principesco”, hubiese añadido, y sin un ápice de ironía.

viernes, 22 de enero de 2010

Cómo somos

Llegaba uno a la consulta para las primeras ecografías con el corazón en un puño. Y qué hondo suspiro cuando el médico, tras observar en un intenso silencio larguísimo los puntitos de luz parpadeante de la pantalla, concedía: todo normal.

Uf.

Pero ahora, en la ecografía del quinto mes, uno se alegra, sí, y da gracias, a medida que el ginecólogo va midiendo órganos y fémures y rellenando en su plantilla: normal, normal, normal, normal… Pero también se descubre, en honor a la verdad, un fastidio idiota a la altura de la vanidad: ¿no podría este hombre exclamar de vez en cuando extraordinario, extraordinario o qué? (Ya estoy queriendo --me detecto-- que la niña rompa todos los percentiles, con esa mentalidad de guiness de los récords de la que tanto me reía antes. No tememos arreglo los padres.)

miércoles, 20 de enero de 2010

La ateodicea es el último grito

¿Por qué esperan concretamente a los terremotos (recuérdese 1755) para plantearse tantas preguntas, tan pertinentes, por otra parte? Parece como si la sismografía para ellos no existiera, y que el terremoto se debiese directamente a un puñetazo de la mano de Dios sobre la mesa. Qué raros pensamientos en unos ateos. Tendremos que deducir, de paso, que la cantidad y el eco mediático siguen siendo el norte y guía de sus pensamientos, como si el mal de una sola víctima de cáncer o de un accidente de trabajo no clamase al cielo igual, exigiendo una respuesta al misterio del dolor y la muerte. Pero esa rabia y ese enfado con Dios y, de paso, con nosotros son naturales. Lo único que me molestaría es que fuesen retóricos, una manera de ponernos en la tesitura de resultar insensibles con los cientos de miles de víctimas. No creo, ¿no? Las víctimas de Haití no se merecerían eso. Ellas se merecen la ayuda de todos y la oración de los que recen.

domingo, 17 de enero de 2010

Stat crux

Escribir es difícil, ya lo he dicho, y se nota, y regentar un blog también. Qué de dudas cuando empezó a correr por la blogosfera la iniciativa de colgar un crucifijo en nuestras páginas para compensar los que descuelgan por ahí. La iniciativa tenía todas mis simpatías, y más porque me recordaba la jugada de Belloc, que en su casa puso un crucifijo enfrente de una entrada con la viga muy baja. La viga obligaba a todos los visitantes a inclinar la cabeza, o incluso a hacer, los más altos, una honda reverencia. Y, sin embargo, no sé si ese es mi estilo, si sé lo que es mi estilo, si existe. Sigo, pues, con mis dudas, pero hoy, que enlazo mi artículo (para nada) sobre Haití, sí que pongo una foto de allí, con el crucifijo de la Catedral, que ha permanecido en pie y ante el que me inclino.

Stat crux dum volvitur orbis.

sábado, 16 de enero de 2010

Un gesto

Estoy en la biblioteca del instituto, leyendo apaciblemente a Cecília Meireles, acompañado por seis o siete casi silenciosos alumnos. Desde fuera, alguien abre, se asoma y no encuentra a quien buscaba. Pero deja la puerta --que cierra mal-- encajada. Un alumno entonces se levanta enseguida, cruza en línea recta toda la biblioteca y, con un golpe seco y lo más cuidadoso posible, la cierra. Vuelve a sentarse. Nada más.

Ha sido un gesto profundamente civilizado, y diría, venciendo el miedo a parecer cursi, que hermoso. La biblioteca, cualquier biblioteca, tiene que tener puerta, por supuesto, y sin pestillo, pero la puerta debe estar bien cerrada.

Fue Rubén Moreno González. (Le pedí el nombre para rendirle este homenaje.)

jueves, 14 de enero de 2010

Un poema ejemplar

Y si el tiempo, pasado los cuarenta,
no juega a mi favor, qué ha de inquietarme,
igual que ayer cuando tenía veinte
me tiendo al sol y dejo que la palabra encuentre

su cauce natural. Que sea el caos,
como los astros que dibujan
en el cielo figuras mitológicas.
No me importa el fracaso, a nada temo,

vano apurar el trago, si hay algo que no haré
es violentar al tiempo, él hace su trabajo,
y como el viejo Blake nos enseñaba:

ama la eternidad.
No pienso profanar este tácito acuerdo.
La poesía, se sabe, desprecia al impaciente.

[Roberto Malatesta, Santa Fe, Argentina, 1961]

miércoles, 13 de enero de 2010

Puntos suspensivos

El punto de equilibrio lo he perdido. Todo me sale o demasiado grave o demasiado frívolo. Y así no vale.
*
Escribir mal cuesta más. Encima.
*
Correcciones: carraspeos.
*
Profesionalizarse.- Pasar de tener algo que decir a tener que decir algo.
*
Ventaja del bloqueo del escritor.- Con qué puntualidad temblona de segundero he vuelto a mis clases. Y qué agradecimiento hasta las lágrimas de mendigo [sí, de mendigo] pensar en la nómina. Y en la ingenua atención de los alumnos...
*
Leo en Qohólet, 5, 2: in multis sermonibus invenietur stultitia; y, acto seguido, en Act 18, 9: Noli timere, sed loquere et ne taceas. No sé a qué carta quedarme. La Providencia me acuna entre mis dudas.

viernes, 8 de enero de 2010

A salto de mito

De Ana Karenina me aburrieron enseguida las zozobras matrimoniales y extramatrimoniales de la protagonista. Acabé saltándome (literalmente) los pasajes adúlteros, no por puritanismo, sino por el puro placer y la impaciencia de leer las páginas felices del amor de Kitty y Levin. Placer que sólo empañaba la mala conciencia de estar leyéndome la obra maestra a salto de mito.

Últimamente, en cambio, todo me reafirma en aquella herejía mía. En La elegancia del erizo de Muriel Barbery, novela que, a pesar de su multitudinario éxito, es muy interesante, los gatos de Kakuro Ozu, personaje que encarna la esperanza y la felicidad, se llaman precisamente Kitty y Levin. Y más definitivo aún: en Troppo vero, Andrés Trapiello nos cuenta que comienza a leer la novela de Tolstoi y cómo se va convirtiendo en un firme partidario de la pareja dichosa.

Respaldado por el argumento de autoridad, yo iré más lejos. El adulterio me interesa poco en la práctica y todavía menos, si cabe, en la teoría. La gracia a los engaños no se la veo, ni la emoción específica, todo lo cual me dificulta el acceso a muchas de las grandes novelas decimonónicas, como Madame Bovary, La Regenta, Effi Briest o El primo Basilio, pero ¿qué le voy a hacer?

En las mismas estoy ante el reciente ensayo Ulises y las Sirenas. El Dilema de la Infidelidad (Ed. Paréntesis) de Jesús Cotta (Cártama, 1967, Málaga). Será muy ilustrativo, sin duda, y, con esas dosis abundantísimas de sal y, sobre todo, de pimienta que son la marca de la casa. El libro, al que esté al borde del adulterio, le vendrá de miedo, supongo. Pero yo no lo leeré. Sería como un alérgico al pulpo estudiándose el monográfico Las mil y ocho recetas de cefalópodos. Hay otros libros.

Sin ir más lejos, el filósofo Cotta es también poeta, y en su poemario A merced de los pájaros (Ed. Ecoem), aletea la felicidad por todas partes, con versos conseguidísimos de amor pleno, de amor paterno y de amistad de la buena. Lo he releído ocho veces. Y lo recomiendo vivamente; incluso a los adúlteros, que también tienen derecho a disfrutar de lo bueno, los pobres.
***

En el artículo del Semanario Alba no me cupo, pero aquí, además de que se pueden hacer enlaces y enlaces, os copio un Cotta:
...........SI AÚN TIENES UN AMIGO
...................................A José Julio Cabanillas

Si aún tienes un amigo, te aconsejo
que subáis a los montes un buen día.
No olvides llevar agua, un catalejo
y alguna confidencia. Al mediodía

descansaréis bajo los pinos viejos
y subiréis en buena compañía
a aquella cumbre que, antes, a lo lejos,
era irreal y azul. Y todavía

os quedará una tarde luminosa
para charlar un poco hasta que alumbre
Venus la noche. Y cuando esplendorosa

la luna inicie con el mar su idilio
descenderéis cantando de la cumbre
como hacen los pastores de Virgilio.

jueves, 7 de enero de 2010

Y viceverso

Cómo me gustó siempre este poema de Rimas de Luis Rosales, con su cimbreante nervio moral, tan apropiado, de paso, para comenzar un año y su cargamento de nuevos y buenos propósitos:
........................VEN CONMIGO

Se te ha olvidado andar y hay que aprenderlo
de nuevo.
.................Ven. Comienza,
ve juntando ese sol,
...................................¡alguna tarde
tenemos que nacer!
...................................Amarillean
las nubes en el cielo y no me escuchas;
vas a mi lado y tiemblas;
el pie va tras el pie como la ola
va detrás de la ola.
................................ Estás inquieta.
Se te ha olvidado andar, se te ha caído
la voz y no la encuentras,
la buscaré contigo y las palabras
vendrán.
...............Vamos a hacer la primavera,
vamos a hacer el mar poquito a poco,
la luz, la paz, la guerra,
como si no se hubiesen desprendido
ya una vez de tu voz y en ti nacieran.
¡Vamos a hacerlo todo
de nuevo!, hasta que puedas
reunir tu corazón como se hace
la firmeza del mundo con arena!

Sin embargo, si el otro día comentábamos que la biografía del poeta puede aclarar definitivamente unos versos, aquí tal vez ocurre lo contrario. Me entero por Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada (Antología comentada de la poesía lírica española, Cátedra, 2005) de que "este poema tuvo su origen en un hecho autobiográfico: una grave enfermedad de María, la mujer del poeta. A ella se dirige la voz que habla, exhortándole a recomenzar el aprendizaje de la vida: 'se te ha olividado andar...', pues 'ven'; ella no le escucha, quizá ni siquiera le oye, y camina absorta, como ausente, aunque temblorosa o inquieta. Pero lo grave es que ella ha perdido la palabra; por eso él, pacientemente, reintenta su recuperación [...]" [p. 538] Lo que ganamos de conocimiento de la intrahistoria del poema, lo perdemos de su carga simbólica, de su apuntar directamente a nuestra alma y sus titubeos interiores, y de animarnos a la remontada. A la tercera o cuarta relectura el poema vuelve de nuevo a hablarnos a nosotros, sí, pero la información produjo una interferencia, que no ayuda para nada a su halo mágico y emocional. Qué cosa tan delicada, tan frágil es un poema, incluso uno tan recio como este. Y la poesía, qué refractaria a las leyes generales, qué misterio.

martes, 5 de enero de 2010

Commercial Harm

Después de toda la tarde dando vueltas en el centro comercial, nos íbamos por fin. Pero notamos algo extraño. Nos volvimos y miramos a través de los escaparates. Lo que se asemejaba a un violento caos seguía desarrollándose allí. Había gritos, músicas atronadoras, afiladas miradas a los espejos de los probadores, discusiones, prisas, pagos y larguísimas colas de espera. Lo extraño era que eran todos iguales. Desde detrás de los escaparates mirábamos de las personas a los maniquís, y de los maniquís a las personas, y de las personas a los maniquís de nuevo; pero resultaba imposible decir quién era qué.

lunes, 4 de enero de 2010

Aclaración

Uno de mis 10 propósitos para el 10, es no contar ni una mentira en todo el año. Hoy es día cuatro y llevo dos. Me cuesta mucho quitarle la razón al prójimo y, llevado de mi querencia a la suavidad, soy capaz de decirle que sí a sus equivocaciones más tontas o hacerme el sordo o incluso alimentar un malentendido si evito de esa manera un conflicto. Resulta inquietante comprobar que, cuando uno se pone político, miente, irremediablemente. “Par délicatesse / J'ai perdu ma vie” podría ser el lema que campase en la puerta de mi infierno. Pero he dicho basta: seré más basto. Así que voy a confesar, para empezar, o para recomenzar, que en el artículo de ayer os colé una mentirijilla (la nº 2) cuando afirmé que Salinas se equivocó en sus famosos versos: “Cómo quisiera ser/ eso que yo te doy/ y no quien te lo da”. Salinas (que se me apareció anoche muy repeinado, con un traje de corte impecable, con sombrero, con su cara alargada, alargada además porque la traía muy larga) sabía perfectamente lo que se decía. Recordemos (y esto fue lo que yo no quise recordar) que los versos aquellos se los escribía a una amante. Por eso dice “eso que te doy” y no “esto”, porque hay una distancia, y por eso el exclamativo deseo: “Cómo quisiera”, y luego el sueño vago de darse. En un matrimonio la realidad de la entrega… ¡está tan clara! Insistir es una redundancia. La poesía está llena de matices: ese es su encanto. Yo no quise meterme, como nunca quiero, en la vida íntima de los demás, pero a menudo, para entender bien un poema, no queda otro remedio.

domingo, 3 de enero de 2010

Esperando a los Reyes

Gasto una ilusión que no me conocía. Deseo fervientemente que vengan los Reyes por la devoción que les tengo, pero no me apetecen cosas como otros años. No he pedido nada de nada, no he podido, y salir de compras me está costando más que nunca. Dando vueltas por casa en estos días de lluvia, he visto libros que me trajeron el año pasado y que no he tenido tiempo de leer en doce meses y otros regalos que apenas asomaron del paquete. Se siente empacho. Pero el mérito de este anticonsumismo no es mío, sino de Carmencita, que también viene por los arenales, aunque con un paso más lento, tan chiquitita es. No queremos nada porque estamos colmados. Teniendo en cuenta que todos los años anteriores esperé con enorme ansiedad tal o cual aparato o cosita, se ve que esta alegría de ahora, tan honda y rebosante, es inédita. Y a los Reyes se la pido para todos vosotros.

viernes, 1 de enero de 2010

Feliz 10 (vuelta)

La Tierra, reloj de arena;
y esta ilusión
un poco
tétri-
ca
o un
poco infantil*
de que a cada vuelta
vuelva a empezar el tiempo.
* Los relojes de arena siempre están vacilando, ¿los habéis visto?, entre ponerse a hacer un huevo duro o posar para un grabado de la Muerte. ¡Escojamos para el nuevo año el vitalista huevo duro!