miércoles, 31 de mayo de 2006

Theotokos

Ayer, yendo al trabajo, me crucé en la autovía con los romeros que marchaban al Rocío. Eran las hermandades de Puerto Real y de San Fernando. Los bueyes abrían la marcha como si fuera un surco, y colapsaban el tráfico. La Guardia Civil acompañaba la comitiva y uno echaba de menos los cubistas tricornios, con sus guiños de charol. (Quitas el tricornio a los guardias civiles y te cargas el icono: los conviertes en funcionarios y hasta les sale tripa.) En cambio, las carretas iban floridas, como en los grabados antiguos. Incluso los Land Rovers tenían un aire decimonónico, cargados de bártulos, con pinta de bandoleros de Sierra Morena. Los hombres de corto y las mujeres en trajes de lunares cantaban, a pesar de ser temprano. Se veían algunos tambores pintandos de blanco y verde.

Todo igual y, sin embargo, yo, por primera vez en mi vida, sentí rechazo. Me dije, con desdén: “He aquí la realidad nacional de Andalucía, sus hechos diferenciales y sus competencias exclusivas...” In extremis, la última carreta acudió a mi rescate. Llevaba un letrero enorme que proclamaba: “¡Viva la Madre de Dios!” y me volvió, entonces, de repente, la emoción rociera de siempre. Esto sí que es nuestra verdadera realidad nacional, andaluces: el Concilio de Éfeso. Y el cuarto Concilio Ecuménico de Calcedonia, y Constantinopla, y la liturgia romana, y el tropario “O monoghenis” de san Juan Crisóstomo. ¡Viva la Madre de Dios! y, por eso, las flores y las carretas que recuerdan al Partenón, los trajes de corto y los lentos bueyes y el vino del camino y los Land Rovers cargados de bártulos.


[Para los muy forofos sólo: hoy publico en el Grupo Joly]

martes, 30 de mayo de 2006

Lapsus linguae

Cuidado con las equivocaciones de Sancho, que tienen más enjundia de lo que parece. En el capítulo VIII de la segunda parte, dice: “querría que vuestra merced me sorbiese una duda que agora en este punto me ha venido a la memoria.” Y no es “absolviese” como le corrige don Quijote, porque las dudas que de veras intentamos responder hemos de sorberlas hasta las heces del cáliz, secándoselas al otro, y hacerlas nuestras, llegando hasta el filo mismo de la incertidumbre… Eso quería Sancho; no una lección condescendiente de gramática u ortografía.

lunes, 29 de mayo de 2006

Variación por seguidilla

Quien tiene boca
besa, reza, habla y canta
o se equivoca.

domingo, 28 de mayo de 2006

Totum revolutum

La idea fue de Beades, aunque con esto de los bloggs las ideas se cruzan y entrecruzan como aceros toledanos y, al final, las heridas son para el Derecho de Propiedad Intelectual, que, imprudente, andaba por medio. Yo, por ejemplo, ya no sé qué de lo que pienso sobre la relación maestro/discípulo es mío y qué de Mora-Fandos. La idea, que aún es de Beades, pero de la que paso a apropiarme para proponérsela a ustedes, fue manifestarnos en Madrid a favor de una publicación de las obras completas de G. K. Chesterton y contra la negociación con los terroristas. Él decía:
¡Esta-mos-hartos-de-no-tener-lo-todo!, podría ser el lema de la manifestación, en un claro deseo de universalidad. O, para aprovechar el viaje a la Puerta del Sol -y los pulmones-: ¡No a la Eta-Sí Obras Completas!
¿Por qué no tomárnoslo al pie de la letra? La realidad imita al arte, así que montemos un Congreso de poetas Blogg en un autobús que nos lleve a Madrid a manifestarnos el 10 de junio por las víctimas de ETA.

Sería un totum revolutum, donde se mezclase, como en la vida misma, lo humano y lo divino. Ya sé que hay visitantes de esta página que son partidarios del haiku pero no del cumplimiento íntegro de las condenas, que disfrutan con los Rayos, pero no con los Truenos; y al revés; y otros que, sin gustarles nada, entran por amistad, que ya es mérito. Tal vez a alguno de ésos no les llame esta iniciativa que implica mezclar las churras con las merinas. Puede que tengan razón y son, sin duda, más prudentes. A otros nos cuesta mucho hacer compartimentos estancos y no emocionarnos con aquel grito de la batalla de Salamina: "Es la lucha por todo".

Durante el viaje celebraríamos, a través del micrófono del autobús, lecturas poéticas y chistes navarros. Yo comentaría (si me dejáis) algunas escenas de la Divina Commedia que vienen al pelo, como aquéllas en las que se describe el más allá de los que dividen naciones, de los que matan con violencia o de los traidores a su patria, al fondo ya del Inferno. Cuando el autobús cruzara La Mancha, podríamos leer algún capítulo de El Quijote, para demostrar que se puede hacer aunque no sea el centenario. Habría que elegir entre el discurso de las armas y las letras, tan a propósito para nuestros propósitos, o el de la liberación de los galeotes, de tan amargo final. Tendría gracia un concurso de pareados subversivos para uso en la manifestación. Luego veríamos cuál tiene más éxito entre el pueblo soberano y coreante. El autor del eslogan más repetido por las calles de Madrid ganaría el viaje gratis, pagado entre el resto…

En Madrid, sería estupendo quedar con colegas y sin embargo amigos, como Jaime G-M. o Fernando López de Artieta, y ojalá con más, que acudan desde otras partes de España. Celebraríamos una cena en una ruidosa cervecería o, tal vez, en un restaurante argentino, en honor a Juan Ignacio y otros amigos, que no creo que puedan venirse desde la Argentina. El día siguiente, domingo, habría que ir, además de adónde a cada uno le impulse su conciencia, al Museo del Prado a reivindicar que no nos hace falta que “La rendición de Breda” del sevillano Velázquez vuelva a Andalucía. El mundo es nuestra casa.

En el viaje de regreso, trabajaríamos un poco más. Estaría bien hacer una antología, titulada Se canta lo que se pierde, de poemas dedicados a España. Si la selección la hacemos entre todos, repasando de memoria los mejores textos, desde el marqués de Santillana hasta Pedro Sevilla, haríamos un volumen estupendo (e instructivo) en un periquete.

Esto es sólo una propuesta susceptible de mejoras. Al viaje, por supuesto, junto a los poetas, vendrán las musas y los musos que quieran, y los lectores --si los hubiera o hubiese, que está por ver. Queda pendiente, entre otras cosas, la logística que, como la lógica, no es lo mío: ver dónde se alquila un autobús o microbús o furgoneta o motocicleta, dependiendo del éxito de la convocatoria.

sábado, 27 de mayo de 2006

Y viceversa

Decíamos ayer (y esta vez es literal) que el trato con el maestro es muy importante. Tanto que Dante concibió la Divina Commedia, entre otras cosas, para encontrarse con su venerado Virgilio. Tanto que a veces hemos asumido el grave riesgo de una decepción con tal de conocer a un autor estimado. Es así. Pero también al revés. Si buenos, los libros nos dan otra cosa distinta, que no puede darnos el trato personal. Lo pensaba ayer mientras leía Reunión, el libro de La Veleta donde José Mateos recoge toda su obra en verso. Un día explicaré cómo Mateos es un maestro mío fundamental, aunque de incógnito. La amistad, que cubre muchos defectos, es también el mejor modo de disimular la jerárquica relación maestro-discípulo, que esta época igualitaria proscribe. Por hoy baste saber que, a pesar de que nos vemos a menudo, de que hablamos por teléfono, de que le escucho con atención memoriosa, de que responde a mis preguntas, a pesar de todo, su libro es imprescindible. Éste, para empezar, es el primer poema:

LA PALABRA

De nada han de servirte los versos que ahora escribas.
La emoción que tú pones en ellos te hace digno,
pero nunca te salva, pues quedan sin respuesta.
¿Acaso no comprendes que el silencio es más claro
y que con la palabra das distancia y concluyes
lo que siempre es comienzo, y umbral, y estar en vilo?

Mira, tras la tormenta, amanecer el día:
en las ventanas deja dorada luz del alba;
tiemblan, sobre los charcos, las últimas estrellas…
¿Y ha de servirte a ti suplantar la hermosura?

A ti, no, José Mateos, pero a nosotros, sí . La poesía, tú lo sabes, es servicio a los demás: dar a los otros lo mejor que hemos arrancado de nosotros mismos, a costa de dudas y renuncias. Aquello que es demasiado íntimo para la intimidad y que sólo puede decirse en público, publicado.

viernes, 26 de mayo de 2006

Reflejo

Nadie se mira dos veces en el mismo espejo.

[Pero échense un vistazo en los espejos de Baltanás.]

Sobre maestros y discípulos

Mora-Fandos es un hombre de palabra. Prometió escribir sobre los maestros, y ya ha cumplido. Y leyéndole, me he acordado, sin ánimo de ofender, de Arthur Schopenhauer. Aquel viejo adagio: Docendo, disco, que el refranero traduce y explica: “Para enseñar poco sabemos, / pero enseñando todos aprendemos”, lo cogió el alemán y, para usarlo contra los catedráticos, lo transformó, con exageración poco andaluza (por lo exenta de gracia) en esto: Semper docendo, nihil disco: “Siempre enseñando, nada aprendo”.

Yo también retocaría el adagio, pero al revés. Totalmente de acuerdo con Mora-Fandos, añadiría que, sobre la importancia de los maestros, está la necesidad de discípulos. Sin éstos no hay nada que hacer, se rompe la cadena. Hoy todos se apuntan a líder de opinión o, como mínimo, a rebelde. Las virtudes del discípulo, que son la paciencia, la humildad, el silencio, la atención, la memoria, el esfuerzo…, andan desaparecidas y así no hay manera. Al fin y al cabo, la relación personal con el maestro es muy enriquecedora, pero no imprescindible. Siempre nos quedarán los libros, como explicó Quevedo:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Yo, puestos a dar clases, que es mi profesión, procuro enseñar a aprender, o sea, lo que dicen los pedagogos progres, pero con otro sentido. Y puestos a predicar, trato de hacerlo con el ejemplo, siendo un discípulo aplicado. Mi lema sería: Discendo, doceo.

jueves, 25 de mayo de 2006

Aristocracia


Hemos recibido el pedigrí de uno de nuestros perros, que por lo visto se llama Revertito Bombón (dan ganas de tratarle de “don”), aunque en la intimidad se le conoce como Carbón, porque nos lo trajeron por sorpresa los Reyes Magos, no se sabe en castigo de qué. Resulta que, entre las ramas de su frondoso árbol genealógico, hay nada menos que trece títulos: campeones de Inglaterra, de Brasil, de Estados Unidos... O sea, que es el más aristócrata de nuestra familia, por mucho que vaya a pesarle a algún tío de mi mujer.

Ese tío no debería preocuparse —¿o preocuparse más?— porque sabemos, desde El Quijote, que somos los hijos de nuestras obras. La aristocracia hereditaria es una ficción, una convención, llena de encanto, desde luego, pero a la que la prensa rosa ha dado un golpe más contundente que el de la guillotina. Somos nobles si lo somos, que no es tan fácil, porque como avisaba Machado:

Qué difícil es
cuando todo baja
no bajar también.
Podríamos pensar los escritores, tan tautológicos, que cada obra es un título. Por ejemplo, yo soltaría en alta sociedad, para envidia del corro de los snobs: “Tengo tres títulos” (por Haz de luz, Ardua Mediocritas y Casa propia). Pero no hay quien olvide, cuando se ha leído una vez, este caústico apunte de Jules Renard:

—¡Creo yo —dice un señor— que cuando uno ha escrito más de veinte novelas y cuatrocientos relatos, puede llamarse escritor!
—Sí, si son buenos.
En realidad, los títulos hay que ganárselos y te los tienen que otorgar. Ambos requisitos. Aquellos escritores que más o menos se sacaron de la manga unos condados de niebla, como Lasso de la Vega, el extraño González Ruano y no sé si Alejandro MacKinlay, quisieron tomarse la aristocracia por su mano, y eso no puede ser, y además es imposible.

Sin embargo, lo ideal sería que la excelencia en literatura se coronase en sociedad, como todo lo bueno. Nuestro Chesterton dijo en La superstición del divorcio que lo peor de la aristocracia es que había pocos aristócratas, del mismo modo que el problema del capitalismo es que los capitalistas son escasos. En un mundo donde todos fueran o pudieran ser nobles o ricos, no habría inconveniente en alabar estos sistemas cuyo pecado original es la exclusión. Así que pongámonos manos a la obra.

Sin esperar demasiado de nuestro rey, que es bastante republicano, y que ennoblece a los que ya han ennobelecido, como a Cela. Es por esto que yo, que soy soberano [pueblo soberano, concretamente], en el ejercicio de mis funciones, he concedido un título a José Julio Cabanillas. Desde hace unos meses, cuando le escribo, pongo Marqués de Benzelá en el sobre, en honor a su novela y a su poesía homónima. Me cuenta que el cartero, que debe ser un hombre bueno, amante de las tradiciones, lo mira con otros ojos.

Luego, tenemos a Aquilino Duque, que por el Registro Civil ya llevaba el título en el apellido, pero que por méritos propios es el gran Duque, Aquilino. No sabemos aún de qué, pero eso de Gran Duque suena a Rusia, que no está mal para quien nos ha traducido a Ossip Mandelstam. Y trae al recuerdo otro título de nobleza: Las veladas de San Petersburgo.

miércoles, 24 de mayo de 2006

Los pies


En la columna de hoy hablo de pies. No de pies de plomo porque ya dije que era de mal gusto. Y recordar que pie es pastel en inglés no me pareció una información ni agradable ni significativa.
—Tampoco es que hablar de pies sea una exquisitez, dirá alguno.
Cierto, cierto, pero la alternativa era dedicar el artículo semanal a los monstruos finlandeses que triunfan en Europa, ay, Europa. Mejor los pies, ¿verdad?

Cito allí un poema de Amalia Bautista, que dejo cojo, porque entero ocupaba medio artículo, y al que pagan por escribirlos es a mí. Aquí en el blogg, que hay espacio de sobra y que no cobra ni el Tato, para disfrute de todos y para que hasta los más escépticos contemplen cómo la poesía hace delicioso cualquier asunto, lo transcribo completo.
Qué feos son los pies de todo el mundo,
menos los de mis hijas. Qué bonitos
son los pies de mis niñas. Los mofletes
redondos y rosados de los ángeles
envidian sus talones, y sus dedos,
vistos desde la planta, diminutos,
tienen la suavidad de los guisantes.
Los tienen a estrenar. Y me conmueve
pensar en cada paso que aún no han dado.

martes, 23 de mayo de 2006

Tres estampas

De la pobreza de los dos mendigos que se sientan a la puerta del Convento de las Concepcionistas, correctos y bien vestidos, da muestra su silencio. Están juntos media tarde cada día y no se dicen nada nunca. Fijan los ojos al frente sin permitirse ni un guiño ni un pequeño cambio de impresiones. Los aparcacoches de los Jesuitas discuten con frecuencia a voces, y es tremendo, pero también charlan y se ríen. El silencio de éstos es desolador. Ojalá pudiera darles una buena limosna de palabrería… ¡Con la que a mí me sobra!
*
Ya en misa, una señora no para de abrir y cerrar una bolsa de plástico. Le hace un nudo, lo deshace, mete la mano, toca algo, saca la mano y vuelve a hacer un nudo. Y lo deshace. Nadie se hubiese fijado si no fuera porque la bolsa monta un ruido inconcebible. El pueblo fiel empieza a ponerse nervioso, a suspirar, a mirarla de reojo, incluso a chistar. No sirve de nada, porque como demuestra el jaleo del plástico, la señora está sorda como tapia de convento. Probablemente, a estas alturas, yo estaría también frenético, pero como me he sentado atrás y tengo una buena perspectiva de toda la escena, le veo la gracia. Luego, me he puesto a pensar en lo difícil que es la virtud, en que el humo de un diablillo entra enseguida por las rendijas de la iglesia y que estábamos a un tris de faltar a la caridad. Lo mismo que cuando en las filas de confesar se cuela alguien y nos indignamos tanto que, al final, tenemos otra cosa de la que confesarnos, adquirida allí mismo. Hago el firme propósito de no enfadarme más, al menos en la iglesia, y de no distraerme tanto —aunque esto último, como no le salga un definitivo nudo gordiano…
*
Al volver de comulgar, recordé la angustia que me causaba cuando chico el que la Sagrada Forma se me quedase pegada al paladar, que se iba acabando la misa y no había manera... Supongo que tenía claro que no era digno y que sentía como un eco oscuro de eso de la Biblia: “Que se me pegue la lengua al paladar…” Contra aquella aprensión, mis tranquilizadores razonamientos lógicos y teológicos no servían de nada. Hasta que, de pronto, un día, el lenguaje vino en mi ayuda, como ha hecho siempre. Me di cuenta de que el paladar se llama el cielo de la boca. La Forma estaba, pues, en su sitio exacto: en esos momentos, en el verdadero Cielo de la boca.

lunes, 22 de mayo de 2006

Apología onírica

Las pesadillas trabajan para Leibniz. Cuando uno despierta, lo hace convencido de que está en el mejor de los mundos posibles, a pesar de que es lunes, de Montenegro y de que todavía no ha escrito nada de todo lo pendiente...

Aviso para navegantes

Ocurre en el Instituto con los que van llegando a Secundaria. Acostumbrados a los colegios, persisten en llamarnos “maestros”, aunque nosotros contestamos: “Maestro no, profesor”. Mientras fui un poeta joven, no tuve este problema, pero ahora que publican libros y hasta ganan premios Hiperión poetas 20 años exactos más jóvenes que yo, la cosa puede ponerse fea, sólo con unos pocos, entiéndase, que lo mío será siempre la soledad del conservador de fondo. En todo caso, tal vez no esté de más insistir como en el Instituto: no soy maestro. En realidad, soy un buen discípulo, y los que me critican lo saben bien. Si luego puedo enseñar algo, es como profesor, en cuanto que profeso la poesía desde hace precisamente 20 años. Y que nadie piense que ésta es una entrada franciscana. En realidad, la motiva el amor propio: lo que humilla decepcionar inexorablemente las expectativas de quienes puedan tener la deferencia de tomarme por maestro. Para serlo, no tengo ni actitud ni aptitud, como decimos también los profes de Secundaria. Tómenme, si quieren, por condiscípulo. Y hecho el aviso, sigamos.

Al presidente

Le aconsejaría andarse con pies de plomo con la tregua si no fuese de mal gusto mentar el plomo en la cosa de ETA.

domingo, 21 de mayo de 2006

Buzoneo

Ayer, en Jerez, asistí a una espesa conferencia sobre Ortega y Gasset y Maritain, empedrada de buenas intenciones. Quizá porque es más afilado, Ortega logró abrirse camino, mientras que Maritain quedaba atrás, maniatado. Lo mejor fue al salir. Me di una vuelta por la librería "La luna nueva" con José Mateos, al que encontré por la calle. Los deberes de la paternidad le habían librado de la conferencia. En el escaparate de la librería estaba su poesía completa, Reunión, recién editada por La Veleta y que él aún no había visto. Emoción de ambos.

Luego, en los arrinconados estantes de poesía, algunas sorpresas. Entre ellas, que cuando hojeo el último libro de Juan Bonilla me salta al encuentro este haiku:
Otra mañana
que me avisa la muerte:
buzón vacío.

Y recuerdo inmediatamente uno mío, que no sé si publiqué en Alguien distinto, el cuadernillo de haikus que sacó Abel Feu. Sospecho que se cayó en el último momento. Llegado a casa compruebo que, efectivamente, se cayó. O sea, que es inédito. En cualquier caso, el parecido es asombroso:
Ya no soy joven:
en el buzón hay sólo
cartas del banco.

sábado, 20 de mayo de 2006

Greguería vs. Haiku

¡Qué casualidad, si existe! Ayer conocí a Álvaro Villalobos, justo cuando ya estaba ultimando mi contestación a su pregunta sobre las relaciones entre el haiku y la greguería, que, a pesar de sus sendas brevedades, me ha dado un quehacer ciclópeo, que diría García Baena.

Para ser, a mi vez, breve, yo resumiría la cuestión diciendo que la greguería y el haiku son muy diferentes y que la confusión se produce, además de por su tamaño (o falta de), por una circunstancia histórica. Cuando el haiku desembarca en el español, la greguería está recién nacida. El contagio y la confusión eran inevitables como entre compañeros de colegio. Se pegaron las viruelas y se imitaron algunos gestos y juegos y temas y tonos. Pero han crecido, la vida les separó, como no podía ser de otro modo, porque una es prosa y el otro es verso, y ahora apenas se ven una vez al año, por la cena de antiguos alumnos: la greguería, un poco loca, divertida, con una risa que no oculta un fondo trágico; el haiku mucho más serio, íntimo, alegre sin alharacas. En los lejanos tiempos de su compañerismo, Tablada, como señaló Villalobos, escribió efectivamente algunos haikus que son talmente greguerías. Y el propio Ramón se lió un poco y dijo aquello tan desafortunado de que “el haikai es sólo rocío de greguería, seda de una oruga que se nutría como de hojas de morera de hojas de greguerías.”

En realidad, es al revés. En las greguerías de Gómez de la Serna hay de todo, como si fuese una maravillosa, inagotable y agotadora biblioteca liliputense: tratados morales (Si vais a la felicidad, llevad sombrilla), poemas de Miguel d’Ors (La felicidad consiste en ser un desgraciado que se sienta feliz), estudios de psicología (Lo malo del deseo es que vuelve sin avisar), llamadas al Carpe diem (La vida obliga a la prisa de vivir porque el pan enseguida se pone duro), observaciones sociológicas (Lo grave del solterón es que se va volviendo viudo), guiones de cine (Cuando una mujer te plancha la solapa con la mano ya estás perdido), novelones decimonónicos (Hay pupilas en las que quedó para siempre el punto de luz del candelabro de una fiesta), españoladas que todavía nos gustan mucho (Tenía la apretada cintura del clavel), folletines picantes (Ante las que llevan una pulsera en el tobillo, intriga cómo ha podido llegar hasta allí desde la muñeca), melodramas (¡Qué tragedia! Envejecían sus manos y no envejecían sus sortijas), comedias de Willy Wilder (El champaña muere en las copas como el borde de la ola en la playa) y hasta toda una novela de Conrad que debería encantarle a Mora-Fandos (Al agonizar el viejo marino pidió que le acercasen un espejo para ver el mar por última vez), también hay jueguecillos de palabras (Aquel tipo tenía un tic, pero le faltaba un tac: por eso no era reloj), ciencias políticas (Un tumulto es un bulto que le sale a las multitudes), metafísica (Hazte una fotografía y si sales es que existes), chistes ingenuos (El colador está harto de pepitas), humor negro (La morcilla es una transfusión de sangre con cebolla), un ensayo de Sartre (Hay momentos en que las moscas hacen gestos de querer arrancarse la cabeza como desesperadas de ser moscas), ironías borgianas (A Víctor Hugo su esposa lo llamaba Víctor; su amante: Hugo), definiciones de Ambrose Bierce (La jota: dos que quieren ponerse banderillas), conversaciones de Oscar Wilde (-¿Por qué cuando vamos a pedir los gemelos de teatro al compañero de palco es cuando él se los lleva a los ojos? -Porque ha visto a la misma mujer), cuentos de P. G. Wodehouse (Golf: juego para ratones que se han vuelto ricos), documentales de Félix Rodríguez de la Fuente (Grajo: palabrota con alas), meditaciones sobre las postrimerías (Ya sé: sudario cuando es verano y mortaja cuando es invierno), sumas teológicas (¡Cómo serán los ojos de Dios que con uno ve el sol y con otro la luna!) y, lo mejor, lo más emocionante y verdadero, unas gotas del rocío de los haikus, que calman, cuando menos lo esperábamos, nuestra sed de poesía:

Chopo: el árbol de las mariposas verdes.

En las cajas de lápices guardan sus sueños los niños.

Las rosas rompen sus cartas de amor.

¡Qué pocas letras enseña el viento a la veleta!

Los solares están soñando altas ventanas.

La luna y la arena se aman con frenesí.

La vida es decirse ¡adiós! en un espejo.

viernes, 19 de mayo de 2006

Il mestiere delle armi


Ayer vi Il mestiere delle armi. Hace varios días que teníamos prevista la película de Ermanno Olmi, así que no fue un homenaje privado a las palabras del general Pitarch. Por otra parte, el militar no ha dicho nada que no se le suponga, como el valor. Tampoco un poeta nos podría dejar de recordar que “la verdad no se vota. Y mucho menos, la Belleza”, como hace Andrés Trapiello desde El arca de las palabras. Ni un sacerdote callarse que “hay que servir a Dios antes que a los hombres”. Por eso, ni los guerreros ni los poetas ni los curas podrán gustarle nunca del todo a los demagogos y gobernantes de hoy.

Es curioso que haya pensado en estos oficios otra vez. Cuando era adolescente, sentí claramente —en esa época no se piensa bien, pero se presiente con gran perspicacia— que solamente una de esas tres vocaciones era una forma seria de pasar por la vida. Igual le pasaría a Amalia Bautista cuando en el primer poema de su primer libro esculpió: "Quiero ser la mujer de un mercenario, / de un poeta o de un mártir, es lo mismo."

Y, aunque lo parezca, no cambié demasiado de opinión: simplemente ahora sé más y he aprendido que todo bautizado, sea mecánico, notario, ama de casa o hasta político o profesor, es sacerdote, profeta y rey. Estar a la altura es la cuestión, el heroísmo.

jueves, 18 de mayo de 2006

Apuntes

Los funcionarios contamos nuestras oposiciones como antes los españoles su mili.
*
Soñé un chiste del que sólo recuerdo que entonces me pareció malo y ordinario. ¿Mi inconsciente juzgando a mi subconsciente?
*
La expresión ‘sudar tinta’ sólo se le pudo ocurrir a un escritor.

miércoles, 17 de mayo de 2006

Resumen

Hoy, miércoles, toca mi columna de opinión. Pero he encontrado esta cancioncilla antigua que resume y mejora lo mejor de mi artículo. Dejemos lo mío en el periódico, bajando (el verbo es exacto) a la actualidad. Y quedémonos aquí, en el blogg, con la pepita áurea, imperecedera:
Heridas tenéis, amigo,
y duelen os.
Tuviéralas yo
y no vos.
Y a cuántas personas, me pregunto, podría cantarles esta canción, y no me estoy refieriendo -ustedes ya me entienden- a saberme la música, a entonarla bien o a hacerlo con una voz melodiosa...

martes, 16 de mayo de 2006

Enlaces o ensalces (marianos)

De Gonzalo de Berceo a Pablo García Baena.

Lo de Berceo (que nin lilio ni rosa) me ha recordado a los poemas que hacíamos en el colegio por el mes de mayo, con su cuidadosa rima en -osa y todo. Berceo o nuestro idioma, el castellano, niño, estrenándose con piropos a la Virgen. Con García Baena el idioma ha crecido, para bien y para mal, pero no ha olvidado su primera devoción y sigue acogiéndose a María.

Académica palanca

La COPE es, sin duda, imprescindible, pero muy liberal. En el fondo, los conservadores sólo podemos oír sin sobresaltos Radio Clásica, y no siempre, que también echan (en este caso, es el verbo) música dodecafónica de vez en cuando.

*

Escucho al ignoto cantautor Nino Sánchez hablar de las tradiciones de Salamanca, especialmente del Mariquelo —que ahora es, extinguida la familia de los Mariquelos, un tal Ángel Rufino de Haro—, que, en la víspera de Todos los Santos, cada año, en acción de gracias porque no hubiera muertos en el terremoto de 1750 de Lisboa, toca una charrada subido al campanario de la Catedral. (Decía d’Ors —esta vez Eugenio— que la mayoría de nuestras tradiciones eran, paradójicamente, del Siglo de las Luces.) Lo curioso es que me emociono como si fuese una costumbre de mi propio pueblo. ¿Me emocionaría igual una tradición catalana? Hasta hace poco sí, ahora ya no sé.

*

En la misma entrevista radiofónica, canta Nino Sánchez estos ripios de Unamuno, que son tremendos, ¿no?

Salamanca, Salamanca,
renaciente maravilla,
académica palanca
de mi visión de Castilla.

(Por mucho menos a mí me apedrean.)

lunes, 15 de mayo de 2006

Lecturas interruptas

Quien se pone a hablar a alguien que está leyendo, en un tren, en un banco del parque o en una sala de profesores, demuestra muy buenas intenciones, pero también que está por civilizar. Esa gente asocia la lectura al último recurso contra el aburrimiento, de modo que cuando te ven con un libro se apresuran a rescatarte, dándote conversación. “De buenas intenciones está empedrado el infierno”, pienso entonces, mientras sonrío con melancolía. No es talmente un problema de falta de educación sino, como he dicho, de falta de civilización, porque desconocen que quien lee mantiene una conversación con el autor del libro y que está como en otro cuarto, por lo menos. No se deben interrumpir conversaciones, sobre todo cuando hablan los mayores, y en ningún caso se debe entrar en una habitación sin llamar antes. Nunca. Por favor.

domingo, 14 de mayo de 2006

¡Rayos, el Capitán Trueno!

Por muy forofo de Tintín que uno sea, que no se me pase que hoy es el cincuenta cumpleaños del Capitán Trueno. Muchas felicidades --las que nos dio en la infancia y en la primera juventud. Y aquello marcó carácter, ¿no?: "Santiago y cierra, España". Aprovechando la ocasión no quiero dejar de felicitar a la Asociación de Víctimas del Terrorismo y a su alcázar, Alcaraz. La reelección es una gran noticia para el Estado de Derecho, como no hará falta, creo, que explique.

Nuevo ensayo dantesco (IV-b)

Decíamos ayer... que hablaríamos de Dante y la política para defenderle de quienes dicen que se entretuvo y distrajo en aburridas rencillas florentinas. Como el asunto me afecta personalmente, mutatis mutandis y salvando las distancias, he ido dándole pudorosas largas. Pero ahora, aunque sea esquemáticamente, voy a abocetar lo que pienso, aun a sabiendas de que el asunto requeriría un ensayo:

1) Si ahora nos parece extraño que Dante se ocupara tanto de la política en su Divina Commedia es, en parte, porque hemos ido reduciendo el campo de poesía hasta límites minifundistas. Tanto que a veces no me extraña que los lectores huyan despavoridos, aquejados de claustrofobia. Urge una reconquista de temas para la poesía; y los poetas que más me interesan avanzan en este sentido. Piensen en Pound, en Eliot, en Ibáñez Langlois o en el mismo Miguel d'Ors sin ir más lejos. Dante es un ejemplo máximo, pues a él nada le fue ajeno: ni la metafísica ni la metapoética ni, tampoco, el humor, la historia, el amor, la amistad, el arte… Desde luego, tampoco la política, que en su parte más noble, de servicio a la sociedad y de preocupación por el bien común puede provocar (y provoca) grandes sentimientos, dignos de la más elevada poesía. Y, también, duras reacciones, perfectamente aprovechables para afilados epigramas.

2) La imprescindible lección que nos da la generosidad de Dante y su honradez. Por el hecho de serlo, no echa al Inferno a sus enemigos ni premia con el Paraíso a sus compañeros de partido. Muestra a las claras que el juicio de Dios está muy por encima de la pasión política y que sólo se basa en la moral y en el amor. Toda una lección de tolerancia en la cumbre de la Edad Media.

3) Dante, además, tuvo la suerte de que el problema de fondo de las luchas políticas de entonces, aunque teñidas como siempre de intereses espúreos, tocase un punto medular de la Historia de la Humanidad, como son las relaciones entre el poder civil y la Iglesia, que es lo que se debatía, al fin y al cabo, entre güelfos (blancos y negros) y gibelinos. La cuestión aún no está resuelta.

4) Y, finalmente, detecto en el desprecio a los comentarios políticos de Dante una extraña (pero extendida) repulsa a la realidad. Si Dante, en vez de retratar magistralmente en cuatro trazos a numerosas personas de su época y lugar, hubiese inventado unos personajes y los hubiese situado en una trama novelesca, no tendría que soportar tantas objeciones. Contra esta misteriosa alergía al realismo, muy extendida, yo he descubierto una vacuna extraordinaria en los versos de Luis Cernuda:
Dostoievski no puede ya decirnos
Si inventó a Falalei o lo encontró en la vida,
Si inventó la hermosura o supo verla.

Pero el mérito igual en ambos casos.

sábado, 13 de mayo de 2006

EPITAFIO

Aquí yace Robert Peckham, inglés y católico, quien, tras la ruptura de Inglaterra con la Iglesia, dejó Inglaterra, no siendo capaz de vivir sin la fe y quien, llegado a Roma, murió, no siendo capaz de vivir sin su patria.
[Iglesia de San Gregorio. Roma. Traducido de una versión inglesa, pues no fui capaz de encontrar el original en latín. Tampoco el año exacto, aunque sospecho que sería poco después de la ejecución de santo Tomás Moro, pongamos que hacia 1537]

viernes, 12 de mayo de 2006

Diálogo doméstico

—¿Puedo leer tu diario, Enrique?
—Hay que ver como sois las mujeres, Leonor. Tengo tres libros, dos traducciones, varios prólogos, copiosos artículos… y quieres leer lo único que es íntimo, personal e intransferible.
—Eso no es verdad: he leído varias veces todos tus libros, y no digamos nada, ay, de esos artículos que no acabas nunca de corregir y retocar.
—Tienes razón, lo decía sólo por hacer una frase interesante…
—Pero es que las frases, para ser interesantes, tienen que ser verdad.

jueves, 11 de mayo de 2006

Si fuese sacerdote…

El tema de las relaciones entre la moral y el arte, para mí, quedó zanjado con “Felix Culpa”, el poema de Auden. Pero como detrás de uno no viene el diluvio, el asunto ha seguido discutiéndose con aportaciones de mucho interés en el heterodoxo blogg de Beades. Así que hoy, que tocaba ofrecer una muestra de mis versiones de Mario Quintana publicadas en el último número de la revista Clarín, he preferido colgar esta agreste traducción, que no viene allí, pero que viene como anillo al dedo para la discusión estético-teológica que nos traemos entre manos. La v. o. es, como siempre, más recomendable.

............SI FUESE SACERDOTE

Si fuese sacerdote, en mis sermones
no hablaría de Dios ni del pecado
—mucho menos del ángel condenado
ni del encanto de sus seducciones;

no citaría santos ni profetas,
ni tampoco sus místicas promesas
ni aquellas sus terribles maldiciones...
¡Si fuese sacerdote, a los poetas

citaría. Yo rezaría versos
—y algunos ojalá que fuesen míos—
con la emoción temblándome en la voz...!

Pues la poesía purifica el alma
y un buen poema, aunque de Dios se aparte,
un buen poema siempre lleva a Dios.

miércoles, 10 de mayo de 2006

Alabanza de aldea (global)

Menosprecio de corte y alabanza de aldea es el título de un libro clásico de Antonio de Guevara, y un tópico literario que censura a los poderosos y elogia la vida de los hombres humildes y alejados del mundanal ruido. Hoy, el viejo tópico está más de actualidad que nunca, porque jamás tuvimos tantas cortes en España, dieciocho, una por autonomía o realidad nacional o lo que se encarte, más la monclovita. Y eso sin sumar las municipales, faraónicas o fantasmagóricas, que hay de todo.

Y, a la vez, la alabanza de la aldea global se impone. Con las nuevas tecnologías, cada mañana el mundo amanece más diminuto. Mientras lo enorme estremece, lo pequeño es hermoso, como escribió Schumacher. Y despierta de paso ternura y nos invita a protegerlo, que es importante, porque la Tierra necesita cuidados intensivos.

Se sabe, pero asombra comprobar lo cerca que estamos todos gracias a internet. Por abrir un canal de comunicación con los lectores, abrí este blogg. Tuve que acortar mi artículo para poner la dirección al pie de esta columna. Fue un sacrificio, ya que uno, optimista crónico, siempre espera que en las últimas frases salte la liebre de la genialidad. Pero ha merecido la pena, pues ahora unos pocos me leen en Inglaterra y en Argentina, en Puerto Real y en Australia. Y más que vanidad --son unos pocos--, el hecho produce la estimulante sensación de ser un ciudadano (o aldeano) del mundo. Antes, el nacionalismo se curaba viajando; ahora, basta navegar por la red, desde casa, sin pesadas maletas ni retrasos en los aeropuertos. O sea, que ser nacionalista a estas alturas no tiene excusa.

Claro que los blogs, junto a sus grandes posibilidades, presentan algunos peligros. Uno paradójico consiste en que, ante la extensa oferta mundial, se tiende a ir visitando sólo aquéllos con quienes compartimos ideas e intereses, creando un grupo de relaciones muy valioso, homogéneo y acogedor, pero donde se pierde la riqueza de la diversidad y la luz que encienden a veces las chispas de las discusiones.

Por esto, no creo que el auge de internet acabe con la prensa de papel, como auguran algunos. Se complementan. El gran valor del periódico es el del foro público. Insustituible cuando en él se refleja la composición real de la sociedad a través de columnistas de distintas sensibilidades, como es el caso. El futuro que no veo nada claro es el de los políticos, empeñados en crear pequeños problemas para no hacer frente a los globales, que les superan, y levantando temerosas fronteras para guarecer unas identidades culturales que se desarrollarían mucho mejor sin defensas cerradas.

Qué escena más anacrónica, por ejemplo, la del conseller tratando de evitar que se vendan muñecas flamencas o toritos bravos en una Barcelona por la que cruzan coches fabricados en Corea, abren restaurantes chinos, indios y mexicanos, y donde un trabajador nigeriano, desde un cibercafé, entra en una página web escandinava.

[Publicado hoy en el Diario de Sevilla y otros del Grupo]

martes, 9 de mayo de 2006

Apercibimiento

Ayer, una lectora de mi blogg, conocida como Adaldrida en la Taberna del Fin del Mundo; como Llir entre cards en esta tormentosa bitácora; y como Rocío Arana en el siglo, hizo un comentario casual, hablando de su poca afición a jugar al fútbol. Casual pero estupendo. Sería una lástima que les pasara desapercibido, pacientes visitantes. Fue éste:
pero igual fobia tengo al balón, sañudo y cejijunto.
Quisiera que ustedes se fijen en la adjetivación, excéntrica pero exacta, llena de magia, que te pone el balón delante de los ojos: "el balón cejijunto". Qué acierto. Una de las dos o tres cosas que hacen a un poeta es el arte de adjetivar. Así que, amigos, no pierdan la oportunidad y aprendan como lo intento yo. Hoy, con admiración, rendimos la entrada a ese adjetivo redondo.

lunes, 8 de mayo de 2006

Hasta en los lunes hay literatura

Esta mañana, al desperezarme con todas mis fuerzas, me vi disparando un arco invisible. Y me acordé casi en duermevela de un poema de Julio Martínez Mesanza que relaciona el nuevo día con el vuelo de una flecha. Lo busqué enseguida, antes de meterme en la ducha, y sí, ahí estaba, abriendo Europa, ese raro poemario imprescindible:

ARCO

Cada flecha es un día. Tiene un punto
cercano al sol, y luego, exhausta, baja.
El arco que dispara tanta flecha
pudiera ser la vida. Si quebrara
su duro nervio, el ansia moriría.

Alegre, a pesar del trasfondo existencialista de los versos, pensaba que ya había salvado el día, que esa imagen madrugadora bastaba para justificarme al menos hasta el martes. Pero a mitad del afeitado me empezó a sonar que Gómez de la Serna podía haberlo visto antes, también esto. Efectivamente:

Los que se desperezan son como salvajes que disparan su flecha al aire.

Ahora me tengo que volver a ganar mi día. Tal vez mi memoria me había engañado, disfrazándose de inspiración. O simplemente es que Gómez de la Serna ha escrito ya todas las imágenes juguetonas imaginables. Aunque mi enfado con Ramón no es tanto porque me haya chafado la originalidad ni porque me haya llamado salvaje, sino porque con su greguería, fría como un corte, empaña un poco el simbólico mensaje del poema de Martínez Mesanza y el sabor de cotidianidad trascendida de mi pobre gesto.

domingo, 7 de mayo de 2006

Apunte

Lo suyo era erudicción, pues, amén de cultísimo, era redicho.

Sobre un chiste

Circula por internet un chiste que todos ustedes habrán leído ya. En él, Dios va repartiendo los dones a pares entre los países del mundo: los ingleses serán prácticos y leales, los indios sufridos y místicos, los italianos alegres e ingeniosos, los suizos puntuales y pacíficos, los alemanes trabajadores y sistemáticos, los polacos patriotas y resistentes, los argentinos creativos y seguros de sí mismos, los norteamericanos ingenuos y fuertes… Cuando llega a España, nos concede ser inteligentes, buenas personas y socialistas. El ángel auxiliar dice: “Señor, le ha concedido a los españoles un don más que al resto…” “Vaya, se me ha escapado”, se lamenta Dios, “pero como no me puedo desdecir, hagamos que, aunque en España existan esos tres dones, cada español sólo pueda tener dos de ellos, de manera que el que sea socialista e inteligente, no sea buena persona; que el que sea socialista y buena persona, no sea inteligente; y que el que sea inteligente y buena persona, no sea socialista”.

Una compañera de instituto, cuando lo leyó, pensó en mí, en que me gustaría especialmente. Y yo, tan sensible a los elogios, le agradecí mucho el detalle, porque no es sólo que el chiste se meta con los socialistas, sino que además lo hace con encanto, ¿no?, salvándoles sus virtudes, sus buenas (o malas) intenciones, dando a cada uno lo suyo, reconociendo siempre algo a todos. Y ciertamente yo quisiera ser así hasta en mis más aceradas críticas políticas.

Por otra parte, el requisito fundamental para que un chiste tenga gracia es que sea verdad, y aquí todos conocemos a muchas personas que encajan perfectamente en alguno de los tres apartados. Pero todavía puede que algún socialista (del tipo B, por supuesto) se moleste. En su honor, podríamos cambiar “buena persona” por “buen español” y, entonces estaría claro, incluso para él, que a la vista de los últimos acontecimientos los silogismos son incontestables. Aunque ya no tienen tanta gracia: de hecho, son más bien tristes.

Nuevo ensayo dantesco (V)

Dante es inagotable también como tema de conversación. Todavía no he acabado con el asunto de su política, que se ha quedado a medias, cuando un anónimo comentarista me suelta: “Dante me paree [sic] un pedante”.

Dante, en realidad, es exactamente lo contrario a un pedante. Repasemos algunos datos. Lo lógico era que el poeta del siglo XIII hubiese escogido para una obra de gran aliento el latín, que era el idioma culto. En vez de eso, prefirió arriesgarse con el toscano, una lengua vulgar, de uso cotidiano. Por otro lado, Dante le puso a su obra el título de "Commedia" porque no tenía las pretensiones elevadas de una tragedia y se conformaba con un estilo medio [De vulgari eloquentia (II, IV, 5-5)]. Y finalmente, durante el transcurso de su viaje por el Más Allá, toca todos los registros, desde el más sublime, sí, lo siento, hasta los más humorísticos, llegando incluso a los chuscos, que avergonzarían a nuestros realistas sucios de salón. Por ejemplo, el caústico Canto XXI, con su escatológica traca final:
Ed elli avea del cul fatto trombetta
Éstos son hechos indiscutibles y sólo se me ocurren tres posibles motivos por los que el Sr. Anónimo Comentarista pueda relacionar la pedantería con Dante.

Porque no lo ha leído.

Porque la Commedia es una suma de todos los intereses y saberes del ser humano y porque está transida por el amor a la sabiduría, a la belleza y a la bondad, que son realidades que, desde la mugre de la modernidad, se ven como cursilerías, como pasa, a un nivel mucho más cotidiano, con la simple buena educación.

O porque piensa que el pedante soy yo, y me suelta una indirecta en la cabeza de Dante, que pasaba por ahí. Que yo sea un pedante es también discutible, pero menos, y además discutirlo carece ya de interés…

viernes, 5 de mayo de 2006

Sufragio universal

Si las moscas votaran, ganaría El Código da Vinci. Pero, cuidado, que nadie se precipite a pensar que ésta es una boutade fascistoide. Todo lo contrario. Para empezar, los fascistas y los nazis ganaron sus elecciones, que es un hecho desconcertante, pero un hecho, como el de las moscas. Yo, más demócrata que nadie, soy un sufragista universal, al que le parece una limitación inaceptable que dejen votar sólo a los vivos. Contando con el voto de los difuntos, el libro más best-seller de la historia sería, sin duda, el mejor: la Biblia. Y así con todo. Lo más justo es no negar a nadie el voto, y menos por un hecho tan circunstancial y tan popular como es haberse muerto ya. En política, por ejemplo, ¿por qué va a disponer de un país la generación que en este breve intervalo de tiempo sucede que vive, cuando el país fue creado, trabajado, engrandecido y defendido a lo largo y ancho de la historia por millones de personas, de las que muchas, incluso, dieron su vida por él. "Las urnas (funerarias) a las urnas", podrá ser el lema del nuevo (y necesario) sufragismo. La mejor expresión de esa voluntad democrática sería el respeto a la tradición, que vence la tiranía del tiempo y hasta la de estos tiempos, que a menudo es peor. Lo apuntó T. S. Eliot con palabras inolvidables: "This is the use of memory: for liberation".

jueves, 4 de mayo de 2006

Felix Culpa

[W. H. Auden]

El tiempo te ha enseñado
la mucha inspiración
que trajeron tus vicios,
cuánta imaginación
pudo la tentación
producir,
la cantidad de versos,
expresivos, perfectos
que hoy no existirían
si hubieses resistido…
Como poeta, tú
sabes bien que es así.
Y aunque en la iglesia
con frecuencia has rezado
por sentirte contrito,
no funciona.
Felix culpa, te animas
puede que con razón.

Esperas, desde luego,
que tus libros te justifiquen,
te salven del infierno.
Y, sin embargo,
sin que parezca triste,
sin que de ningún modo
Dios te culpe de nada
--no le hará falta
sabiendo bien
a qué das importancia
como amante del arte--,
Él puede reducirte
en el Día del Jucio
a un llanto de vergüenza
al recitarte de memoria
los poemas que tú
habrías escrito, si
tu vida hubiese sido buena.

***

[Hablábamos sobre las relaciones entre la bondad de una obra de arte y la de la vida del artista. Después de la entrada de Beades, yo no tengo más que decir; pero Auden sí. Creo que su poema sobre este asunto es definitivo. Por eso me atreví a traducirlo. Quien pueda, mejor lo lee en versión original. Quien no, que al menos observe la disposición tipográfica, que he sido incapaz, como otras tantas cosas, de reproducir aquí.]


Y un haiku propio

Por cada feo
me sale a mí un poema,
dulce venganza.

miércoles, 3 de mayo de 2006

Nuevo ensayo dantesco (IV-a)

Cada vez que me asomo a ver el mapa de entradas a mi blogg me consuelo de los nacionalismos de España. Veo un O.V.N.I. (obsequioso visitante no identificado) en Barcelona, cuyo punto rojo se ha salido ya con mucho las fronteras de aquella diz que nación, va conociendo Francia, Valencia, Aragón y ha entrado en íntimo contacto con el punto rojo de Madrid. Le agradezco muchísimo las visitas y su amplitud de miras. Pero no es sólo eso: hay puntos rojos desperdigados por todo el planeta y en lugares algunos muy queridos, como Lisboa, Lima o Londres, por no hablar de Roma, Buenos Aires o Nueva York, capitales del mundo. Nada más que por el mapa (que hay más motivos) ya me habría compensado meterme en el lío de este diario en directo.

Y, sin embargo, como comprobarán leyendo el artículo reproducido abajo, el consuelo no impide que siga muy preocupado con estos nacionalistas de nuestros pecados, aun a riesgo de aburrir a los buenos amigos ultramarinos (y a algún otro de tierra adentro). Andaba dubitativo con el dilema de hablar o no hablar de política, cuando sentí que llamaban, muy suavemente, a la puerta. No podía ser mi mujer, que entra en tromba. Ni los perros, que arañan la puerta sin delicadeza alguna. Así que me levanté a abrir con gran curiosidad, y era de nuevo el Dante.
—Maestro, llevo unos días echándole de menos. Últimamente, no se había dignado usted a visitarme.
—Estaba molesto, Enrique, porque no me defendieras de aquello que dijo de mí Jesús Beades…
—Sí, lo recuerdo: “Dante, con sus míseras contiendas políticas en medio de la Comedia”. Pero es que la entrada era espléndida y no quería ser el Pepito Grillo de la bloggosfera…
—Cierto, la reflexión sobre la moral y el arte era muy buena: para rematarla sólo falta que tú traduzcas de una vez “Felix Culpa”, el poema de Auden, que, a propósito, está conmigo en el Paraíso y te manda recuerdos. Pero defendiéndome no hubieses reprochado nada a Beades, porque él seguía su argumento, y lo que hizo fue repetir de pasada un lugar común sobre mi obra, sin pararse a pensar… Que si él se para, otro gallo cantaría.
—Le veo muy preocupado por lo que se dice últimamente de usted--dije con ironía.
—No te creas, querido Enrique: si te invito a que me defiendas es porque así encontrarás la respuesta a esas dudas que te inquietan. —Y se fue. Y me dejó pensando…

El pollo tricéfalo

Yo a Manuel Chaves le veo cara de intelectual; que tal vez fuese un artículo mío lo que le animó a reclamar a última hora la realidad nacional de Andalucía, porque si no, no se entiende. Escribí que, con la nación catalana, nueva pareja de hecho de la española de toda la vida, tendríamos que cambiar el escudo del Reino por el águila bicéfala de los Austrias, pero en tamaño gripe aviar: un pollo con dos cabezas, una por nación. Puede que Chaves pensara que, si es por cabezas, la nuestra es la tercera realidad nacional, por lo menos.

Al sabio pueblo andaluz nada de esto le gusta, pero apenas protesta. En eso se ve que es pueblo, en que se deja gobernar. Quienes se preocupan, más allá de las ferias y las hipotecas, son las élites. En democracia todo el mundo debería ser élite, y enjuiciar con firmeza las ocurrencias de sus dirigentes, pero no. Sin embargo, cuando el paciente pueblo, de aquí a diez años, se dé cuenta de dónde nos estamos metiendo, se podría montar una gorda, como de memoria histórica.

Para empezar, lo de las realidades nacionales es mal negocio. Instaura el egoísmo entre regiones, de modo que las más ricas se quedan con más y las menos, con menos, en una quiebra del principio de solidaridad que escandalizaba a Félix Bayón. Es además un negocio tonto, como señala Iñaki Ezquerra, porque nos da lo que ya teníamos, Andalucía, a cambio de que renunciemos a lo que es de todos, que es España, o sea, a Cataluña, al País Vasco, a Galicia…

Aun así, lo más grave de estas realidades nacionales es que no son reales. Cualquiera está, por supuesto, en su derecho de ser nacionalista, pero no mentiroso. La pancarta de “Catalonia is not Spain” es reprobable más que nada porque Cataluña, al menos hasta ahora, es España. Si en vez de mentir dijese “I wish Catalonia weren’t Spain”, estaría hablando de deseos, que son libres. Los nuevos estatutos se están construyendo, no sólo según el deseo de unas minorías, que ya es malo, sino sobre unas naciones de realidad virtual, que es peor. Sobre la mentira no se levanta nada firme, entre otras cosas, porque genera violencia. Quien miente necesita que todos comulguen con ruedas de molino. Un solo niño que diga que el rey va desnudo, y el engaño se desvanece... Por tanto, hay que acallar al niño.

Los nacionalismos son, pues, peligrosos; pero el andaluz conlleva un riesgo añadido. Para no ser españoles, tendremos que rebuscar la identidad nacional en el pasado andalusí, como los vascos en la raza y los catalanes en la lengua. Si lo hiciéramos, transplantaríamos a nuestra tierra el choque de civilizaciones, que es, desgraciadamente, lo que hoy por hoy se produce al combinar el mundo occidental con la cosmovisión musulmana. Los políticos, aquí, como en el resto de España, la van liando. Poco a poco, están montando un pollo: el pollo tricéfalo.

[Publicado en Diario de Sevilla, y otros del Grupo Joly]

martes, 2 de mayo de 2006

El barbero del rey de Suecia (III)

Este puente no hemos leído todo lo que nos habíamos propuesto. Así que, como remedio, hoy puede ser un gran día para recibir la visita del barbero.

Esta mañana traigo la navaja muy afilada: del poemario Versos de Suabia (Pre-Textos, 2005) de Carlos Pujol (Barcelona, 1936) basta con retener este extraordinario endecasílabo, epítome de todo el libro:

Yo soy de poco hablar, por eso escribo.

lunes, 1 de mayo de 2006

Más Chesterton


Tenía el gusto de no conocer al tal Alberto Manguel. El hombre prologa una nueva traducción de G. K. Chesterton, Correr tras el propio sombrero (y otros ensayos), antología de artículos (la traducción dice “ensayos” y debiera decir “artículos”: se trata de un falso amigo, aunque el error es sugerente).

Manguel sigue el manual de instrucciones de lo políticamente correcto. Achaca a Chesterton machismo y antisemitismo y que su antimperialismo no era del bueno, pues en vez de basarse en el cosmopolitismo se construía sobre el patriotismo. Remata [nunca mejor dicho] diciendo que a él le gusta el estilo chestertoniano, pero no lo que defiende, como si fueran compartimentos estancos, que no lo son: la propia prosa de Chesterton es la más feliz apología de sus ideas.

Pero nada de eso motiva esta indignada nota. Lo que me molesta del repeinado prólogo de Manguel es que nos cuente que Frances Blogg, la novia, la futura señora de Chesterton, era católica romana. Eso desvirtúa la emocionante aventura espiritual de ambos.

Chesterton andaba religiosamente inquieto después de que el demonio [sic] le convenciera de la existencia de Dios. En 1896 conoce a Frances, una ferviente anglo-católica (otro falso amigo para Manguel, que lo entiende como “una católica inglesa”, cuando en realidad el Anglocatolicismo, como todo el mundo sabe, es el sector más extremo de la "high church" de la iglesia de Inglaterra, al que pertenecían, antes de convertirse, Newman o Evelyn Waugh, entre otros). A raíz del encuentro, que acabó en boda en 1901, se produce una segunda conversión, esta vez a la práctica del cristianismo. Chesterton abandona sus recelos en contra de la religión institucional y sus escritos anticlericales.

Comienza entonces, de forma paulatina, su acercamiento intelectual a Roma, hasta transformarse en un no-católico que era, a la vez, el campeón nacional del catolicismo en Inglaterra, paradoja absolutamente chertertoniana. “El martillo de herejes --se pregunta Joseph Pierce--, ¿no era un hereje a su vez?” A pesar de ser el autor de Ortodoxia, ninguno de sus amigos espera una última y definitiva conversión, precisamente por su mujer, que se opone y de la que dependía para todo. Entre ellos, el padre O’Connor disculpaba a Chesterton entendiendo que “necesitaría a Frances para llevarle a la iglesia, para encontrar el sitio en el misal o para examinar su conciencia por él cuando fuese a confesar”.

Sin embargo, G. K. C. sorprende a propios más que a extraños, al ser recibido en la Iglesia Católica (tercera y última conversión de su vida) el 30 de julio de 1922. Esto provocó un disgusto de muerte a su mujer, que no dejó de llorar ni un momento durante la ceremonia. Los que conocían bien a los Chesterton siempre se admiraron del heroísmo, de una épica íntima, que tuvo el marido al decidirse finalmente en solitario, sin ni siquiera la aprobación de su esposa. Luego, seis años más tarde, Frances se hizo católica [Ahora sí, Manguel], dándole a Gilbert una de las mayores alegrías de su vida, que ya es decir, porque él se la pasó alegrándose por todo.

Es la belleza de esta novela verdadera, la más chestertoniana de todas, la que el prologuista nos escamotea. Llevo con resignación que me venga con sus prejuicios posmodernos, pues uno ya lee esas cosas como quien oye llover en el tópico; pero que nos birle una hermosa historia de amor y búsqueda de la verdad, con la falta que nos hacen, no puedo permitirlo. Y aquí queda mi protesta. Y aquí la de otro.