domingo, 30 de septiembre de 2018

Colorín colorado


No sé si contagiados del asunto del plagio de Pedro Sánchez o qué, mis hijos me preguntan qué pasa si a uno se le ocurre exactamente el mismo poema que a otro. Les explico que eso no suele pasar nunca, tan rica y variada es el alma de cada ser humano. 

Pero una vez me pasó, les cuento, que su tío Jaime y yo pensamos el mismo título para un libro de poemas. Era Colorín colorado y ambos queríamos titular así nuestro poemario último, el póstumo, para cuando el cuento se hubiese acabado. Ahora ni él ni yo sabemos a quién se le ocurrió antes y, por tanto, de quién es, en verdad.

Carmen dice, segura: "Se le ocurrió antes a tío Jaime". 

Yo, asombrado, le pregunto: "¿Cómo lo sabes, Carmen?"

"Porque no me gusta nada ese título".


sábado, 29 de septiembre de 2018

Me quito el cinturón en clase


Mis alumnos oían mis primeras explicaciones con una vergonzante cara de sopor. Son de FP y yo les habla de la iniciativa emprendedora. Se les entiende. Por fin, ¡por fin! sonó el timbre e íbamos a salir. Pero la puerta de hierro de la pequeña aula se había cerrado herméticamente, quizá con el calor había dilatado, y no tenía tirador, sino apenas un pestillo. Cundió el terror. Los más dispuestos trataron de tirar del pestillo, pero no podían. Alguno respiraba (lo noté) con más dificultad.

Entonces me quité el cinturón. Lo introduje por detrás del pestillo como el que usa un hilo dental, poco a poco, forzando, y luego tiré. Se abrió. Pero lo mejor fue que por dos o tres segundos los alumnos, por primera vez en seis o siete horas de clase, me miraron con otros ojos. Hubiese preferido que fuese por mis clases, y todavía más por un artículo, y muchísimo más por un poema que hubiesen leído por ahí, pero, bueno, el cinturón vale.

Pensé que quizá con otro grupo se podría repetir la actuación. Pero cuando regresé al aula ya habían colocado un tirador.  

martes, 25 de septiembre de 2018

As time goes by


Cuando era un profesor novato, mi coche causaba bastante admiración cómplice entre los alumnos, porque era juvenil, cool y medio caro. Empezaron a pasar los años a una velocidad que sobrepasaba los límites legales o debería y mi coche dejó en la indiferencia más absoluta a mis alumnos. Luego, empezaron a invitarme a comprarme uno nuevo, que si no ganaba bien mi sueldo o qué. Y ahora, de pronto, han empezado a verlo, de nuevo, con admiración, por viejo, casi histórico, clásico.

Para que luego nos quejemos del tiempo. Como hoy estaba optimista, lo he visto, a mi coche, como un correlato objetivo.


martes, 18 de septiembre de 2018

Los increíbles


Ya no soy jefe de estudios, pero los actuales, que trabajaron codo a codo conmigo, han decidido dejarme en el chat de jefatura. 

Estos días me he sentido como el padre de los increíbles, retirado, pero oyendo en el coche parado en el callejón, la radio de la policía, sus frenéticas persecuciones, los peligros, los trabajos.

No es que lo haya echado de menos, no, no, Dios me libre, pero está siendo una sensación extraña, como de una gran quietud tensa.


viernes, 14 de septiembre de 2018

Cambiar el ritmo


Da vértigo ver madurar a los hijos. Hoy Quique me ha contado que, cuando en el colegio se acuerda de Aspa, le entran unas ganas tremendas de abrazarla, pero que, cuando llega a casa y la ve, se le pasan las ganas enseguida.

Eso pasa, les he advertido. ¿No sucede un poco también conmigo? Carmen entonces se ha precipitado y ha dicho: "Sí, sí, también". 

Es un tic del alma humana. Tanto que llevó a Mario Quintana a escribir esta atrevida oración:

IX. De la inquieta esperanza 

Bien sabes tú, Señor, que el mayor bien
 
es ese que no pasa de un deseo ilusorio. 
Nunca me des el Cielo. Quiero soñar con él 
en la inquietud feliz del Purgatorio. 

Pero hay que cambiar, por la cuenta que nos trae, el ritmo, les digo, y sufrir menos con la añoranza y sobre todo disfrutar más con la presencia. Siendo Mario Quintana un poeta estupendo, también en el Parnaso hay clases, y debemos aspirar a la maravilla de San Juan de la Cruz:

Descubre tu presencia, 
y máteme tu vista y hermosura; 
mira que la dolencia 
de amor, que no se cura 
sino con la presencia y la figura.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Resucitar


¡Lo que tiene que ser resucitar!

Hace tres horas, con catarro horrible, me acosté molido a toses y moralmente hundido por encargos a los que no llegaba, porque se me habían malencarado dos problemas de trabajo y porque el cóctel de Frenadol Forte y Frenadol Complex me había hecho polvo y soluble y amargo e inútil. Había llevado a los niños al colegio y no había sido el más simpático en el coche ni luego con los padres y profesores que me he encontrado en la entrada. He llegado a casa arrastrado.

Y he llegado arrastrándome hasta la cama.

Me he levantado con mucho mejor cuerpo y, por si fuera poco, con seis correos amabilísimos en mi bandeja de entrada, entre los cuales uno me daba, sin pedirlo, más plazo para una entrega y otros dos disipaban aquellos problemas como rayos de sol que hienden la niebla y la evaporan. 

Incluso toso mucho menos.