viernes, 31 de julio de 2015

El año total


Quisiera dedicar el mes de agosto, entre otras cosas, a recopilar y corregir la próxima entrega del diario, sacada, como siempre, de este blogg. Para animarme, llega justo a tiempo esta idea de Dionisio Ridruejo en Dentro del tiempo:

Por la transparente superposición de los años, quisiera realizar la esencia del año único, del año total, que representa el todo de la creación sobre la nada del anhelo humano. 

Y le recojo el guante. Sería un libro precioso, El año total, hecho de 366 entradas, una por cada día del año, que, por total, será bisiesto. Pero antologadas de todos los diarios que de aquí al día de mi muerte sea capaz de ir publicando. La condición es que para una fecha concreta sólo podría escogerse una entrada, fuese del año que fuese. De modo que el libro guardaría el orden del calendario pero no el de mi biografía, barajándose entradas de 2006 con las del 2056, espero, si hay suerte. Deseo que alguno de vosotros sea el antólogo y que todos lo leáis, por supuesto.

"Muerto sí me verán, mas no mudado", podía ser el lema del libro. No sólo por la defensa del "mas" que aquí hemos asumido, sino, sobre todo, porque en ese verso de la Diana de Jorge Montemayor al que no pudo ser fiel John Donne estriba el éxito de mi propósito. Si no mudo, apareceré en las páginas de ese libro total más joven o más viejo, mas siempre el mismo.

Alguna vez había pensado que esto mismo hace Dios con nuestro día. Va escogiendo el segundo perfecto de cada 24 horas hasta que consigue el puzzle de un día total, redondo, radiante, santísimo, en cada uno de sus segundos. Claro que tanta precisión en el amor escapa a la literatura.



Conservadores



Un error común es considerar que el trabajo de los conservadores es defensivo: luchar por las cosas que hay que conservar. Y eso es apasionante y, sobre todo, necesario, y ahora más que nunca. Pero no es todo. La otra mitad del deber de un conservador es crear cosas que haya que conservar.




jueves, 30 de julio de 2015

La cena


Leo el poema de Bialik:




Y no puedo dejar de pensar que si la madre llega a comprar la cena el hijo no sale poeta. Como mucho, novelista.




domingo, 26 de julio de 2015

Conyugalia


-- ¿Puedo hacerte una sugerencia? --dice suavemente mi mujer, mirándome con inquietante fijeza los zapatos que, como aprenderé en un instante, no pegan con mi camisa.

Pero antes, contesto:

--No.

Cara de sorpresa.

--No puedes, querida, porque para mí tus sugerencias son órdenes.

Ah, vale. Y entonces me explica tranquilamente lo de los zapatos, que me cambio ipso facto. Luego le pregunto si puedo poner esta entrada o si no dará una visión demasiado idílica de mí como cónyuge entregado y solícito.

--Ponla. No te preocupes por eso.


sábado, 25 de julio de 2015

La tristeza


No soy tan fiero como me pinto. Mucho desdeñar cambio climático en el artículo, y con razón, pero fue leer del león cazado en Zimbabue, y caer abatido por la pena. Da vergüenza reconocerlo, pero es un hecho. Ni siquiera un paradoja vino a consolarme y eso que era verdad: como teníamos una fiesta anoche, andaba más propenso a la tristeza. Seguro que si la perspectiva hubiese sido quedarnos en casa tranquilamente, el dolor se habría aminorado.

Sobre la tristeza estamos hechos unos expertos. Después de haber visto Del revés hablamos mucho en casa de qué sentimiento gobierna en general nuestra cabeza. Quique siempre opta por el enfado, pero Carmen baraja mejor sus cartas cinematográficas: el miedo (cuando monta a caballo), la alegría, el asco (que como le gusta la moda es la favorita de Carmen) y la tristeza.

Yo, contra la tristeza, tengo una vacuna. Estas frases inmortales de Montaigne que tendría que leer (si mi francés fuese aceptable) a mis hijos todas las noches:


Je suis des plus exempts de cette passion, et ne l'ayme ny l'estime: quoy que le monde ayt entrepris, comme à prix faict, de l'honorer de faveur particuliere. Ils en habillent la sagesse, la vertu, la conscience. Sot et vilain ornement. Les Italiens ont plus sortablement baptisé de son nom la malignité. Car c'est une qualité tousjours nuisible, tousjours folle: et comme tousjours couarde et basse, les Stoïciens en defendent le sentiment à leurs sages.


viernes, 24 de julio de 2015

Escribir, pintura abstracta


Ayer, en la playa, entre gaviotas. Mi hijo Quique me dice: "Escribe 'Gaviota'" Y mira las letras con la ilusión de que en un momento a otro se echen a volar. "Escribe 'Pico'". "Escribe 'alas'". Influye que él no sabe leer, pero el hecho se puede elevar a una verdad universal. Son las letras, esos trazos cuneiformes escritos con el palo de la sombrilla, un dibujo exacto y abstracto de la realidad. Él ha empezado a verlo y yo le he seguido. Por eso, la poesía que no se entiende no tiene sentido. Es doble abstracción, una redundancia.


martes, 21 de julio de 2015

Poema a cuatro manos


Hoy se le ha caído a Carmen (o le han extraído) su segundo diente de leche. Con el primero, me salió un haiku. Con el segundo, hemos escrito, ella y yo, bajo la sombrilla, un poema a cuatro manos.

Oh, tú, pequeño diente 
que has caído heroicamente, 
¿cuántos mordiscos diste a las manzanas? 
Y mientras yo dormida, aún temprano, 
diste cuenta tú solo, ¿de cuántas magdalenas?... 
Esta mañana de verano, 
con un tirón atroz de la alba mano 
de Blanca caíste blanco entre la blanca arena. 
Saldrá otro diente; olvidaré yo, ingrata, 
tu ayuda al comerme un gran bocata 
o al hincarte feroz en un hojaldre... 
Pero jamás podrá mi pobre padre 
olvidar tu blancura primeriza 
brillando, cuando niña, en mi sonrisa.  

Claro que tampoco olvidaré su risa mellada mientras íbamos dando con las rimas y, sobre todo, cuando íbamos rechazando otras.

Y una curiosidad. Lo he escrito en los márgenes de Los judíos y las palabras, el libro que escribieron a cuatro manos Fania Oz-Salzberger y Amos Oz, hija y padre, precisamente.



lunes, 20 de julio de 2015

La orilla, la tarde


En la paradisíaca playa de Zahara de los Atunes, estamos rodeados de chicas que pretenden hacer honor al marco incomparable con sus top-less amazónicos. Yo sé dónde poner mis ojos y sigo, más concentrado (reconcentrado) que nunca, con mi Ridruejo. 

Pero el destino me gasta una ironía:

Antes de que el verano pase, antes de que pase éste de hoy, el irrepetible y sin retorno, el sol ha querido dibujarme su figura, su idea, para que tenga realidad, para que no sea solamente tiempo. 
El sol ha dado un matiz rosa, dulce, nacarado, a la playa antes pajiza y casi gris bajo las nubes --bajo las temporales nubes pasajeras. Y, entre los cuernos de la playa, ha puesto el mar extático, trasparentando sombras verdes, azules y moradas, de rocas, de abismos, de bosques sumergidos. E instantáneamente ha levantado un cuerpo, un solo cuerpo humano, sobre la línea móvil, amorosa, que indecisamente deslinda la playa del mar y el mar de la playa. 
Un cuerpo adolescente, delicado y vigoroso. Un cuerpo femenino, pero absolutamente tenso. Tenso, exactamente, como un arco a punto de disparar su flecha. Con toda la energía puesta en la tirantez espléndida de las líneas; líneas de arco en pleno esfuerzo, pero en el límite des esfuerzo; sin contenerse ya, sin liberarse aún.
 (La bañista, la pescadora, montaba entonces su fusil submarino; ambas manos en el arpón, apoyada en una piedra la contera extrema del tubo. Y era antiquísimo --de ningún tiempo-- el novísimo artefacto.) 
Estaba detenido el viento, lejanos los árboles; sin ondas, sin velas, sin aves, sin nubes, cielo y mar. 
Todo --como la carne instantánea-- en acobardado recogimiento, a punto de expresarse, de trascender: purísimamente dibujado; exclusivamente siendo. 
El vaivén ligero de una espuma, solo, bajo los pies hincados en la arena. La punta de acero, aguada, rielante, apuntada al infinito. 
.....................................................[Dionisio Ridruejo, Dentro del tiempo (1959), Litoral, Málaga, 1995] 

¿Quién lo diría? El punto álgido de sensualidad de esa playa desinhibida de Zahara estaba en ese señor gordito con camisa que, muy serio, no levantaba la vista de su libro sino para mirar con mucho cuidado a sus niños en las olas, a su mujer en la orilla. 


domingo, 19 de julio de 2015

La orilla, la noche


En el japo me dio una rabia enorme liarme con los palillos y tirarme toda la tacita de soja sobre mis pantalones. Torpeza ultraoccidental aparte, es que tengo muy pocos pantalones (entre que se me van quedando chicos y las manchas de tinta). Pero Dios escribe derecho con reglones torcidos, porque cuando fuimos a dar el paseo romántico por la playa nocturna, como en los viejos tiempos, ya me dio igual mojarme de agua salada los bajos, lo que le daba más autenticidad al paseo. 

Nos llamó la atención la verbena que había en la playa. El último grito, o último ladrido, son los collares fosforescentes para perros, de manera que ves luces de colores volando a media altura a toda velocidad por la oscuridad. Cuando sabes qué es, es gracioso. Los pescadores han aumentado exponencialmente sus artilugios luminosos y llevan todo tipo de bombillas. Una en la cabeza, como mineros. La linterna clásica. Las cañas llevan su propia iluminación de colores: verde para la punta, roja para el carrete, rosa para el plomo. Sobre las mesitas con la carnada y los anzuelos todo un dispositivo de luces LED que ni una sala de operaciones. Pensé en el pobre pez que saquen: el susto que se tiene que llevar es para pensar que ha sido abducido por extraterrestres. Las luces de los pisos, todos ocupados ya, remataban la escena.

Sólo a la vuelta, ya un poco recuperados de la impresión, Leonor y yo empezamos a rezar el rosario. Y fue entonces cuando pude fijarme en las estrellas. Vislumbre una relación causa-efecto. Unidas en constelaciones y conjuntos por un hilo invisible, no era extraño verlas como cuentas de un rosario, del rosario cósmico, del arquetipo del santo rosario.


viernes, 17 de julio de 2015

Noche de Levante en calma


Carmen me cuenta que le ha pedido a Dios "un sol frío y un viento calentito". Creo que es la primera vez que me cuenta, motu proprio, que ha rezado. Y me entra la melancolía de que haya sido algo tan en contra del principio de no contradicción que se vaya fuera del alcance de Dios...

"¿Fuera de mi alcance...?", me sopla al oído con la brisa que pasa. "Parece mentira, Enrique, que no sepas que, ante el principio de no contradicción, se alza la poesía. La próxima noche de luna llena, cuando sople un vientecillo ardiente de Levante, saca a Carmencita al jardín y dile solemnemente: 'Ése es tu sol frío, éste tu viento cálido'. Da gracias".

Yo ya las di, las doy: gracias.


jueves, 16 de julio de 2015

El amor en la memoria


La casualidad, esa mano izquierda de la providencia, quiso que esa tarde les contase a mis hijos las historias de amor de sus abuelos, de sus bisabuelos y de sus tatarabuelos. Estaban muy interesados y yo lamenté mucho no saberme la de más familiares. Lo lamenté muchísimo. Luego, por la noche, fui al cine con Leonor, y la película Ti ricordi di me?, que no es excelente, mostraba que el amor va en la memoria.  Comprendí mejor el entusiasmo de mis hijos esa tarde.


miércoles, 15 de julio de 2015

La esperanza y la muerte


Esta noche, en el cine, cuando empezaba la película, me sorprendí diciéndome: "Y yo que voy a morir, aquí voy a echar dos horas de lo que me quede de vida". Pensé en el Paraíso de inmediato, como siempre hago. Y, acto seguido, suspiré: "Menos mal que tengo enhiesta la esperanza, pues qué sería de mí, tan asaltado de pensamientos fúnebres, si no supiese que a la vuelta queda una alegría sin fin". A lo que me repliqué: "A lo mejor, como mecanismo de defensa, sin fe y sin esperanza, mi subconsciente tendría la caridad de soslayarme estas premoniciones". "Lo cual —tercié— sería una lástima, pues pocas cosas como la muerte nos animan a disfrutar la vida". Y tuve que dejar mis amenas divagaciones, pues se acababan los créditos iniciales y comenzaba la historia. 

El título, por cierto, era prometedor: ¿Te acuerdas de mí?. Sus ecos dantescos (título original: Ti ricordi di me?, nada menos) me habían traído al cine y me arrastraban, ay de mí, de nuevo a mis pensamientos...


lunes, 13 de julio de 2015

Esperanzas


En el paseo por Cádiz, cuántos tatuajes entre el respetable. Yo, que ya tendía a la derrota y al pesimismo, me vi en un mundo ajeno, sombrío, como de El señor de los anillos cuando proliferan la oscuridad y los orcos. El tatuaje tiene su resaca, además, porque luego hay que desnudarse para enseñarlo. Así que es un dos por uno, si me entienden. Cuando andaba más pesimista que nunca jamás, este cartel vino a encenderme una esperanza. Hay vuelta atrás.

En misa me distrajo un efecto físico. Cuando el ventilador apuntaba hacia mí no notaba nada, pero unos segundos más tarde, cuando había girado hacia otros bancos menesterosos y calcinados, me llegaba una lenta ola de frescor. Pensé que así es con todo. Deducimos que nuestro trabajo no llega a nada y no consigue nada, pero, sin embargo, quién sabe si, cuando ya nos hemos vuelto hacia otras labores, no está llegando allá, a nuestras espaldas, la brisa de nuestras vueltas y revueltas. 

Al fin cayó la noche de verdad y volvíamos al coche. Y Quique, de pronto, tuvo una revelación estética. Viendo sus sombras cruzadas por las distintas farolas del paseo marítimo, gritó: "Papá, ¡tengo dos sombras, una azul y otra negra!" Y era verdad y nunca el negro ni el azul sobre el suelo me parecieron más bellos. Carmen tuvo que sentir algo parecido porque se fijó y dijo: "Qué bonita es mi sombra". Hasta las sombras se salvan.


domingo, 12 de julio de 2015

Sol y sed


Me dio rabia tener que bajar con los niños a la piscina. Me había planificado una tarde de lectura al socaire acondicionado.

Pero una vez en faena estuvo muy bien, literariamente hablando, digo, que lo demás se da por supuesto. Carmen comentó: "Tengo más sed que el sol". Calmó mi sed de poesía para toda la tarde.

Como Quique ha notado que, cuando pongo a leer a Carmen, le soplo la mayoría de las palabras, ha deducido que leer es repetir en voz alta lo que papá dice al oído. Se tumbó encima de mí en una hamaca y me dijo: "Voy a leer". La experiencia de decirle muy bajito lo que ponía y oírselo repetir a él fue magistral. Algo así como la materialización del eco que tiene que despertar la lectura y la transmisión. Para mayor gracia, leía Dentro del tiempo, de Dionisio Ridruejo, y nos tocó un fragmento muy Ridruejo, lo que le daba más gracia a la voz cristalina de Quique. Más tarde, llegué a un capítulo mucho más Dionisio, en el que narra el esplendor de una perra de caza, "Murilla", su pérdida y su casi resurrección. Una maravilla. Rescatada la perra, pasa por allí uno que no entiende la alegría de todos y musita: "¡Todo esto por un perro!", a lo que replica Dionisio: "No es un perro, es la vida". Pero con Quique habíamos leído esto:

Pero también es verdad que un ambiente es sólo una retícula según la cual se muestra el Mundo. Y ya es difícil ajustar aquél a ésta: el pensamiento a la sensación inmediata. Inteligencias y voluntades se enredan, se apresuran, se ensañan sobre ese Mundo que se escapa de toda la red; lo exploran y desentrañan, le arrancan secretos, tratan de poseerlo y dominarlo, profetizan sobre la muerta las mayores venturas de la vida.

Subiendo a casa, una escena estupenda. Un señor muy mayor, muy espigado, muy lento, iba andando con su bastón, mientras su cuidadora joven e hispanoamericana le animaba por detrás, muy risueña y pizpireta, desde su silla de ruedas, que manejaba como un juguete. Supongo que la escena a los hijos del señor espigado no les haría ninguna gracia, si la vieran, pero la tenía. Y el señor se reía también. Es la vida, aún.


sábado, 11 de julio de 2015

Interior e internet


Salgo de la fresca penumbra de misa de una del hermoso convento de las Concepcionistas y me doy de frente con dos sudorosos turistas en chanclas y pantalón corto. Estoy a punto de darles una limosna, y no por la pinta, Dios me libre, sino por el comentario. Le dice ella a él: "Este convento ya lo veremos por internet. Busquemos un bar con aire acondicionado y tomemos algo fresquito". 

La de viajes que me ha ahorrado la pobre turista. 


viernes, 10 de julio de 2015

La piedra

I can fix a bad page. I can’t fix a blank page.
NORA ROBERTS


Quizá la frase que más me ha ayudado a escribir en la práctica es de Jean Guitton: "No hay que tenerle miedo al monstruo". Esto es, el primer borrador, que suele ser horrible, deforme y gigantesco como un monstruo, lo que hay es que conseguirlo, sin salir huyendo a cada paso. Luego, como dice Nora Roberts, uno puede corregir.

El monstruo, por tanto, ha dejado de darme miedo, pero me cuesta esfuerzo. Por eso la metáfora se ha ido deslizando hacia la escultura. Y me hago a la idea de que el primer borrador es la masa de piedra que uno tiene que acarrear, sudoroso, hasta el estudio. Luego empiezan los martillazos más bastos. Y finalmente llega el pulido fino. La relación entre el cansancio y la calidad resulta inversamente proporcional. Cuanto menos me cuesta más luce.

La paradoja es brillante —me parece— o al menos descriptiva, pero no nos engaña del todo. Sin el acarreo brutal del bloque de piedra, de qué


jueves, 9 de julio de 2015

Fotos







Ordenando mi móvil —jamás tanto caos en tan pocos centímetros cúbicos—, di con estas fotos y recordé el día. Era sábado y había salido con Carmen y entré, con la sana intención de tomarme tranquilamente mi café, en un bar. Como peaje a mi tranquilidad, le dejé a Carmen mi teléfono. Me hizo un book, como decían antes las adolescentes. Y yo, que suelo tener una relación malísima con mis fotos, tanto que veo que, a partir de cierta edad, la calavera barroca de la mesa de estudio puede sustituirse con ventaja por una foto carnet, las veo bien. Como en los buenos fotógrafos, me digo, Carmen ha conseguido dejar su mirada en la fotografía. Y, visto por ella, sí me veo.

miércoles, 8 de julio de 2015

Verano y pedagogía



Pero fueron educados, Mafalda, que es más importante. 

Esto estaba poniendo en Trampolínk, cuando caí en la cuenta que volvía a discutir con Mafalda, en una conversación ininterrumpida que cuenta ya treinta años, qué vieja amistad. Y pensé traer aquí una milonga de 1998.

Por esas carambolas de las casualidades, ha venido reincidentemente a mi memoria estos días. En Twitter, hay un perfil que admira la reacción y que se llama @Mafaldo, lo que me puso a buscar el poema, para mandarle un abrazo cómplice. Pero no lo encontré. Luego surgió el tema a raíz de un poema inédito de un maestro y entonces pedí a Renacimiento que me lo rebuscaran. Lo hicieron. Aquí está. 


Jesús Beades, tan amable —si puede—, volvió a recriminarme, como en su día, que no lo sacase en libro. Pero yo creo que estos piques íntimos hay que guardarlos entre amigos, entre Mafalda y yo, y ahora entre vosotros, que sois de la familia.


martes, 7 de julio de 2015

Estrellas y presbicia


Como quizá sabéis, me han puesto gafas de cerca. Gracias a ellas acabo de tener una visión. Estaba leyendo en el jardín, y he levantado la vista, y a través de ellas, aún he visto  las estrellas, más borrosas de lo normal, como es lógico, pero titilantes, más esforzadas. Y he visto claro que la inmensidad todavía se apiada de mi pequeñez. Estrellas, calderilla de la misericordia divina, cómo brillan en el cuenco de mis ojos, en la mano extendida de mi emoción.




lunes, 6 de julio de 2015

Plis



Estamos tan embobados con el bilingüismo que no nos habíamos percatado. Pero ellos, con el instinto afilado y ventajista que les caracteriza, sí. Cuando mis hijos nos piden un capricho añadiendo "please" a la frase, con una boquita de piñón internacional, nosotros somos más sensibles a sus demandas. O éramos. A partir de ahora, les he dicho, aquí las cosas se piden "por favor". "Por favor" y punto.

Y ya veremos.


domingo, 5 de julio de 2015

Preadolescencia


De la mano de Carmen paso al lado de una pandilla de preadolescentes. De pronto, una dice: "Ay, es mi perro: ¡es monííísimo!" Las otras (y Carmen y yo) seguimos la punta de su dedo, y allí está un teckel de pelo duro bastante mono, sí, llevado por un señor. Se hace un silencio, supongo que alguna amiga la mira inquisitivamente. Y ella entonces concede: "Ah, bueno, sí, ése es mi padre".

Cuando me cruzo con él, me embarga una solidaridad preventiva. 


sábado, 4 de julio de 2015

Titus Andronicus




Llevo cinco o seis días queriendo escribir de Tito Andrónico, la obra de Shakespeare, y tan bien lo querría hacer que no lo hago. Lo mejor es enemigo de lo bueno. Para no retrasarlo más, unas notas apresuradas. 

La obra, que apasionó al público de 1593, no goza del aprecio de la crítica. Lampedusa la despacha de una puñalada siciliana y Bloom se mete en su jardín de la ansiedad de la influencia. Al Dr. Johnson le espantaba y los victorianos, por la cuenta que les traía, vetaron su representación. En realidad, sin el criptocatolicismo de Shakespeare no hay nada que entender. El público de la época tenía muchas más claves que los modernos que se permiten el lujo de despreciar a un público diez veces más sutil y perspicaz. Pearce, cuando se decida a comentarla, va a dar con un filón. 

El catolicismo está tan claro como que es literal. Aaron el Moro le dice a Lucio, el personaje más luminoso del drama, que confía en él porque es papista [sic] "y tiene dentro esa cosa que llama conciencia". Qué bien, ¿verdad?

De Tito no se dice que sea papista, aunque esas cosas van en la familia, como sabía muy bien Shakespeare. Pero no interesa decirlo porque Andrónico recae en la venganza, que, por mucho que él se resista y por muy justificada que esté, cristiana no es. Incluso las flechas con oraciones y súplicas que manda al cielo y que, en asombrosa parábola, caen sobre sus enemigos, tienen que ser oraciones y súplicas a los dioses paganos. En cambio, sus protestas de lealtad a un emperador depravado porque es el legítimo heredero son un correlato del patriotismo inglés de los católicos ingleses, divididos en sus lealtades. Y también son católicos sus esfuerzos heroicos para que sus hijos, agraviados, se mantengan dentro de ese doble círculo de lealtades.

El emperador Saturnino se pierde por su debilidad con las mujeres. Tamora y la lujuria lo manejan a su antojo, lógicamente. 

Hablan mucho los críticos de la parodia gore que es la obra. Bloom, ya puestos, la considera hasta humorística, como si fuese una de Tarantino (digo yo). Nuestros críticos mimados no tienen ni idea de lo que hacían con los jesuitas en Tyburn. Las mutilaciones de Lavinia las verían de forma muy distinta a finales del XVI en Londres. Muy distinta.

Y qué escena la soledad de Tito pidiendo clemencia a los otros patricios, que siguen sorda y ciegamente al Emperador en su deriva. Mejor quejarse a las piedras, concluye Tito, como pensarían los aristócratas recusantes de entonces, que tanto trató William Shakespeare. Bloom, de pasada y de casualidad, tiene un acierto pleno cuando habla de Job. 

Tras esa escena, otra de mucho calado. Los Andrónicos que quedan vivos se plantan casi hieráticamente en una encrucijada de caminos: en un extremo, Lavinia, deshonrada y mutilada; en el otro, Lucio, que marcha al exilio; en el tercero, Marco, el hermano de Tito, que ha dado un paso atrás y se ha convertido en un espectador apesadumbrado y pasivo; y por último, Tito, que no ve más salida que caer en la locura. Hacen una cruz auténtica.

El recurso de Tito a la locura, ¿recuerda a Cervantes? Recuerda a Erasmo.

Qué frescura el amor de Lavinia y Bassanio. Es un rompimiento de gloria, una isla de dulzura, que se queda en nuestra memoria todo lo que dura la obra. Enmarcada así entre dos promesas: el amor virginal de ellos y la coronación de Lucio. 

La venganza de Tito está inspirada en la de Progne, pero sutilmente el cristiano Shakespeare corrige al pagano Ovidio. Itis era inocente. Demetrio y Chirón, repugnantemente culpables. Que le cortasen la lengua a Lavinia —si mi interpretación general es acertada— es una imagen de la atroz censura. Y que ella, muda, muestre su desgracia a través de las páginas de Ovidio es la defensa más hermosa de la lectura y de la intertextualidad que imaginarse pueda. Y que escriba con muñones el nombre de sus agresores y mordiendo el bastón con la boca, ¿no parece un autorretrato expresionista de Shakespeare? Por cierto, que como Dante presumió de haber superado al Ovidio de las Metamorfosis con el episodio de los ladrones y las serpientes (¡cómo es Dante también, tratar las citas y referencias literarias hablando de ladrones, eh!), Shakespeare podría haber fardado de superar a Ovidio en Titus Andronicus. Mucho más asqueroso que comerse a un niño inocente, tragarse a un par de degenerados y viciosos adolescentes. Y más duro, si me permiten la escala, que lo haga una madre que un padre. Shakespeare consigue ser más justo que Ovidio y a la vez más espeluznante. Pero como es inglés y no italiano, no presume.

Por cierto, en la estupenda película de 1999, dirigida por Julie Taymor, esos hijos de Tamora son unos fanáticos del heavy, y yo pensaba si no estamos ante una metáfora redonda del mal. ¿La modernidad se reconoce —se confiesa— —se complace— como malvada a través de su música más militantemente moderna?

Sé que es un pregunta muy larga e imposible y que nos llevaría muy lejos, disculpen. El mundo, en cualquier caso, seguirá sin entender Titus Andronicus; pero no nosotros, nosotros, sí.


miércoles, 1 de julio de 2015

¿Qué envidias, exactamente?

Estoy fuera de casa. La mañana no empezó bien:




Ahora llamo a Leonor para felicitarla come il faut. Pongo voz de pena y de distancia y digo: “¡Qué envidia!” Leonor me cuenta: “Cuando vuelva del trabajo, tengo que comer rápidamente para llevar a los niños a clase de natación, y luego salir corriendo para llevarlos a una fiesta de cumpleaños… ¿Qué envidias, exactamente?” Reacciono rápido: “Estar con vosotros”. Se ríe, muy conyugalmente. Una novia, tal vez, se emocionase, pero Leonor se desternilla. Y sí que hay una imagen que se repite (en la realidad y en mi memoria). Quique tirándose de cabeza (o de panza) con todas sus fuerzas desde el bordillo de la piscina. Ese segundo en el aire risueño es impagable. ¡Haber engendrado un hijo volador, un alma osada!”