domingo, 31 de marzo de 2019

Juan 4, 40-42



Siempre funciona abrir el evangelio al azar y ver que quiere Dios decirte, aunque el azar y Dios son agua y aceite o, mejor dicho, precisamente por eso. Pero incluso dejando de lado el providencialismo, eso funciona porque el Evangelio siempre tiene algo que decirte, en cada línea.

A veces, con todo, asombra. Llego a hacer un curso de retiro de un fin de semana breve. Un poco escéptico sobre mis posibilidades reales de cambio interior. Abro el Evangelio para empezar a hablar. Y, pum, el pasaje en que los samaritanos piden a Jesús que se quede con ellos, y se quedó dos días. DOS DÍAS. Y se convirtieron muchos y le decían a la samaritana que ya no era por su palabra, sino por lo que habían visto y vivido.

Más allá del retiro, una lección para valorar dos días, que pueden ser una vida.


sábado, 30 de marzo de 2019

Flores



No hay habitaciones suficientes en el curso de retiro espiritual que estoy haciendo, y me proponen compartir una. Lo siento por mis noches de lectura, pero, como soy un buen y silencioso, si no bello, durmiente, digo que sí. Cuando llamo a Leonor, se lo cuento. Oigo un silencio hondo al otro lado de las ondas. Pregunto. “Es que un poco sí roncas”. Ah, eh, oh. Han pasado 19 años de matrimonio y me entero ahora y de rebote, por sorpresa. Por supuesto, respeto a los que prefieren que les regalen cosas o que les digan “cariño” constantemente, pero yo, como estas flores silenciosas, no veo otra prueba de amor más romántica y graciosa.



viernes, 29 de marzo de 2019

Pereza como método de trabajo


No llego, no llego a entregar un trabajo. Llamo a la redacción a decir que me vence el plazo que vence y me dan sólo tres días más. Buenos son. Lo curioso es que el primer día de prórroga lo dedico a no hacer nada. ¿Paradoja? ¿Incoherencia? ¿Irresponsabilidad? Yo diría (aunque aquí soy juez y parte) que no. Se trata de que lo más me faltaba para entregar mi trabajo era pereza.

Esto es tiempo, reflexión con el subconsciente, distancia.


jueves, 28 de marzo de 2019

Bata


Cruzo por un barrio popular a media mañana. Al volver una esquina casi me doy de bruces con una señora que está en pijama, con una bata cruzada y en zapatillas. Pido disculpas y, cuando miro, es una chica de unos treinta años, muy guapa y sonriente. La desproporción entre su descuido indumentario y su brillo personal me deja felizmente descolocado. Por supuesto, se puede hacer sociología o imaginar que si sale a cenar con su marido ya se arreglará más o lo que sea. Pero yo me quedo en que todos tenemos que dar esa desproporción vistos a la distancia justa o por el lado interior. No vamos, no, a la altura de nuestra dignidad de hombres ni a nuestro valor espiritual. Quien más, quien menos, va en bata y zapatillas por la calle.


domingo, 24 de marzo de 2019

Microhumillaciones y moralejas


Escribí un artículo que era un elogio de las microhumillaciones. Una amiga me preguntó enseguida que quién me había microhumillado a mí, eh, que tendría que vérselas con ella. Y entonces caí en que el mejor elogio del artículo era que no recordaba en absoluto qué lo había motivado.

Era un artículo que se me quedó atrás y que tuve que recuperar en el último momento porque el que tenía escrito para ese día, por una carambola mediática, podría entenderse al contrario de cómo yo lo había pensado. Ahora he deducido que no lo mandé en su momento quizá porque estaba muy fresca la herida y quién sabe si incluso mi microhumillador o microhumilladora podría atar cabos. No me acuerdo de nada en absoluto y eso merece un aplauso. 

Es la mejor moraleja de mi artículo moralista: justo la que no digo ni siquiera sabía, lo que no deja de ser, oh, otra moraleja más.

viernes, 22 de marzo de 2019

Espejo oscuro


Mi cara se refleja en el ordenador mientras escribo, espejo oscuro. Quizá un de los problemas de la literatura actual sea que se escribe sobre el reflejo desvaído del propio rostro. ¿Cómo no pecar así de sentimentalismo egocéntrico, de subjetivismo desmadrado? Me encantaría escribir una tesis sobre el particular, pero me quedaré con la hipótesis porque tenía que escribir otras cosas. Cogí el espejo y lo eché al suelo, a reflejar mis pies.

Volví a escribir a mano. Tanto como se ha escrito sobre el papel en blanco y todavía nadie le había agradecido que no fuese reflejante.





jueves, 21 de marzo de 2019

Poesía & Síndrome de Down & viceversa


Qué regalo que el Día Mundial de la Poesía coincida con el Día Mundial del Síndrome de Down. Es perfecto por lo conceptual y por lo sentimental. Hasta mi alergia a estos días mundiales la cura la bendita confluencia.

Para celebrarlo, aunque es bien duro y puede herir las sensibilidades más sensibles, este poema de José Luis de la Cuesta:


PARA MONGO 

Sueñas en tu plácido escondite 
con un sol, con un mar, 
una tormenta, 
porque laten en tu sangre. 
Sueñas con el país extraño 
al que pronto llegarás.  

Amniocentesis 
es el nombre del delator, 
del agente que gritará en la frontera: 
«¡Esa mujer lleva un tonto escondido!»  

Porque eres una amenaza, Mongo, 
eres Orestes a una noche de Micenas, 
eres William Munny delirando 
a dos millas de Big Whiskey.  

Oh, Mongo, Mongo, 
lloro por los torpes eufemismos 
que ya no te aplicará tu profesora, 
por los niños que no te mirarán con asombro, 
por las niñas a las que no perseguirás, 
por esa cinta elástica que ya nunca 
ceñirá las enésimas gafas de colores 
a tu alocada cabeza. 

Jose Luis de la Cuesta, Cosas que me has contado (Los papeles del sitio, 2015).

martes, 19 de marzo de 2019

regalo


Quique me ha traído, como su hermana, los clásicos dibujos y manualidades para el día del padre. Se ha ido corriendo a merendar, que hay cosas sagradas. Luego ha vuelto como un rayo y se ha puesto a hacer la tarea, sin que yo le dijese nada, y la ha terminado en un periquete.

Cuando he demostrado mi sorpresa, me ha dicho que era por el día del padre.

Cuando he demostrado mi súper sorpresa, me ha dicho que ayer había hecho los ejercicios más difíciles, para dejarse hoy los más fáciles y hacerlo todo así de rápido.

Cuando he demostrado mi extra sorpresa, me ha contado que se le ocurrió ayer en el autobús y que ha estado dos días planificándolo con todo detalle.

Los dibujitos y eso estaban bien, pero a ver quién supera esto.


domingo, 10 de marzo de 2019

C-y-r-a-n-o, C-y-r-a-n-o


Hemos vivido un momento freudiano en la cena, más concretamente, de la sección «Matar al padre». Hacía media hora había tenido que reñir a Quique, y ahora parecía que estaba todo olvidado.

En la cena, Quique ha empezado a comentar lo grande que era mi nariz. Con gran habilidad de metáforas e imágenes. Yo, que le veía las intenciones quizá subconscientes, no he podido más que recordar a Cyrano de Bergerac. Él ha seguido. Cuando recordaba grandes narices de nuestra familia, él contratacaba. Yo no había visto, aunque risueña, tanta furia.

Y así estábamos hasta que ha soltado: «Pareces el Villano de Bergarás ése». Ese lapsus lingue me ha parecido ya demasiado Freud para una cena de una familia decente. He desenvainado mi acero.


jueves, 7 de marzo de 2019

Difunto


Hace una semana fui a misa a mi antiguo colegio antes de ir al instituto. Me dolía bastante el pecho. Cuando entré en la capilla estaba llena de alumnos, de profesores, de personal auxiliar y hasta de personas de fuera. Habían tenido que abrir las puertas correderas del fondo y poner sillas en el comedor. Allí me senté yo. A través de la lejana megafonía me enteré de que la misa la ofrecían por Pedro y me temí lo peor, pensando en algún alumno recientemente fallecido en algún accidente. Me uní a las preces a pesar del dolor creciente en el pecho.

A la salida, no me quedé a saludar a nadie, porque había decidido ir a Urgencias. Resultó que tenía arritmia:



Tenía que haber ido antes, y tal, y tendría que volver por la tarde al cardiólogo. Ahora tengo que tomar menos cafés, y pasear más. Ya está.

Hoy he vuelto a misa a mi viejo colegio y he preguntado por Pedro. Me han dicho que era don Pedro, un profesor que lo fue mío desde siempre, que era amable y severo y del que guardo un gran cariño.

Pero me ha encantado mi confusión con un alumno, no sólo por la emoción a flor de piel que se respiraba en la misa, sino también porque he pensado que, en efecto, ante la muerte, uno siempre es un alumno, un niño.


martes, 5 de marzo de 2019

De vuelta


Que haya vuelto Adaldrida a su blog, tras años, es estupendo. No porque los blogs sigan de moda, que es todo lo contrario, sino porque siguen, que es mucho más importante. Y por la razón exacta de Rocío: «Éste es mi lugar».

La paz que se encuentra en los blogs falta en las redes sociales. Entrar en ellos es volver a casa. Y no sólo a la de uno en el de uno, sino a la de uno en los blogs de los vecinos. Esta reseña de Pablo Velasco, a Dickens, ha alegrado mi mañana.

Y esto de Dickens que él barberiza me ha regalado la primera carcajada del día: "... el amigo inseparable del señor Stryver, y con lo que bebían juntos desde el día de San Hilario hasta el día de San Miguel se habría podido poner a flote un navío de tres puentes".

sábado, 2 de marzo de 2019

Una de intrahistoria


No es que este escribiendo muy poco en el blogg, sino que publico las entradas del blogg por ahí, donde me vencen plazos sin piedad. A partir de ahora, lo del blogg que saque a pasear lo traeré después a casa. Como este artículo de hoy:



Una de intrahistoria
Estaba viendo el proceso al procés en directo, envidiando especialmente a los enviados especiales que, haciendo lo que yo hacía por gusto, se sacaban un sueldo. Así estaba cuando llego mi mujer para descubrir, con cierto asombro, tal vez fingido, que me había olvidado de sacar la basura, de recoger la cocina y de poner la olla con los avíos para el puchero. Alegué la trascendencia constitucional del momento, pero me redujo al orden con la machacona contundencia del juez Marchena.
También había olvidado, ahora que ella me lo recordaba, hacer la compra, así que tuve que salir de prisa y corriendo. Mi hija se apiadó de mí, y me acompañaba. Fuimos en vespa. Yo, un poco cabizbajo por una triada de motivos: el disgusto que le había dado a mi mujer, el juicio que había dejado en el instante más jugoso y la pereza que siempre da ir a la compra.
En eso, encontramos a una amiga que estaba paseando a sus hijos, cuatro. Nos paramos a saludarla (y a darle ánimos). Enseguida empezó a decir que qué maravilloso plan, un paseo en vespa, padre e hija, con el buen día que hacía, el primero esplendoroso de la pre primavera. Entonces, mi hija y yo, que íbamos pensando en la compra urgente, levantamos la mirada y era cierto: la primavera, el sol, las flores, la brisa y, sobre todo, ella conmigo y yendo en mi vieja vespa, que suena a juventud, divino tesoro. Cuánta razón tenía mi amiga, y qué buena había sido mi mujer obligándonos a coger la carretera de inmediato y a no perdernos tanta maravilla.
Retomamos el camino con otro espíritu. Pasa con llamativa frecuencia. Visto uno desde fuera es mucho más feliz que si se deja apabullar por las circunstancias y reconcomer por las minucias. El secreto de la felicidad es el don de la ubicuidad. Ser capaz de irse de uno mismo para mirarse desde fuera. Los ojos de una amiga de excelente humor ayudan mucho, pero no son un requisito imprescindible. Mi hija se agarró (abriendo mucho los brazos) a mi cintura y apoyó su cabecita en mi espalda.
Hicimos la compra rápido y bien, pero volvimos dando un pequeño rodeo porque había que aprovechar el día. Llegamos a casa y me di cuenta de que no tenía nada que envidiar a los enviados, aunque su trabajo sea tan interesante y pinturero. Puede que ellos, pobres, estuviesen añorando a su hija, los encargos domésticos y la vespa. Mi mujer nos recibió con los brazos abiertos y hasta nos dijo: «Qué bien. Sois un encanto».