viernes, 31 de octubre de 2008

Me alegro

De lo primero que me alegro es de que milagrosamente no hubiera víctimas en el atentado. Después de confirmarlo con rápidos SMSs, también me alegré mucho de que el objetivo terrorista fuese la Universidad de Navarra, mi querida antigua Universidad. Que los malos te distingan con su rabia y, más concretamente, los terroristas —tan primarios— con sus coches-bomba es una estruendosa prueba de que las cosas se están haciendo bien.

No diré que es la única prueba ni la mejor porque existen el cariño de los buenos y el aprecio de los inteligentes, pero es una prueba muy rotunda. Alguno podría decirme: “Hombre, Máiquez, mejor que no nos pongan bombas”. Y yo replicaría: “Si es porque ETA está aplastada y todos sus miembros en la cárcel, por supuesto”.

Pero mientras repte, me honra que mi Universidad la provoque. Es como en el ejército, si me perdonan el símil. Todo militar se enorgullece de que su compañía está en primera línea de fuego, y no otra.

Decirlo en Cádiz es más fácil, claro, pero yo, desde mi puesto, hago lo que puedo y, aplicándome la doctrina O’Connor de que mi gran oportunidad para la santidad es que me hagan mártir, estoy convencido de que mucho mejor que morirme de una larga enfermedad o de un inútil accidente de tráfico, sería caer por Dios y/o por España en un atentado terrorista. Eso sí, por si me leen los muy cabrones, conste que prisa no tengo ninguna.

jueves, 30 de octubre de 2008

Nana

Preciosa esta nana de Manuel Alvar, con ese punto inquietante que tienen, no sé por qué, los cuentos populares, los poemas de Amalia Bautista y las películas de Walt Disney.
Duerme tranquila
que los lobos no matan
ciervas dormidas.
Temblando como una gacela, con los ojos abiertos como un gamo, uno le preguntaría al sabio académico poeta: "Oye, ¿seguro?"

miércoles, 29 de octubre de 2008

Weltanschauung Botellón

En el artículo no me meto en parapsicologías. Aquí, en confianza, voy a intentarlo. Digo yo que ese interés impudoroso y desvergonzado de Zapatero en ir a una cumbre a la que no le han invitado puede responder a dos cosmovisiones del líder. Primera, ZP pertenece a la Generación Botellón (al menos mentalmente) y cree que todo se reduce a encontrar aparcamiento. Segunda, Zapatero está convencido de que el 15-N en Washington se va a celebrar el funeral por el capitalismo, y para asistir a un entierro, la verdad, nunca se han cursado invitaciones.

martes, 28 de octubre de 2008

Qué pasa

Léon Bloy confesaba: “Cuando quiero saber qué pasa, leo a San Pablo”. Los periódicos no le parecían necesarios. Yo matizaría que leerlos sirve para saber lo que pasa, que es distinto de saber qué pasa. Para esto último, si se quiere llegar al fondo, tiene uno que acabar, efectivamente, recurriendo a San Pablo o más allá. Son lecturas complementarias.

He pensado en Bloy ante la tremenda inyección de dinero con que los gobiernos se aprestan a salvar a los bancos de la insolvencia. Yo me hago la pregunta —retórica— de si mi banco me inyectará liquidez para hacer frente a mi hipoteca. Y en vez de contestarla, para qué, he ido a releer aquella parábola de Jesús en Mateo 18, 23-35. ¿La recuerdan?

Un rey le perdona a uno de sus siervos una deuda inmensa, de diez mil talentos. Ese siervo, en cuanto sale a la calle, se encuentra con uno que le debía apenas cien denarios y, agarrándole y ahogándole, le gritaba: “Págame lo que debes”. Y como no podía, lo echó a la cárcel. Al enterarse, el rey se indignó y entregó al sinvergüenza a los verdugos.

No me digan que la parábola no está de palpitante actualidad. Claro que el final de ahora no será tan redondo como el evangélico. A los gobiernos socialistas, socialdemócratas, neosocs o exneocons, ¿qué más les da lo que hagan después los bancos? Les basta con que el chiringuito no se venga abajo. A ellos, nosotros, plim.

lunes, 27 de octubre de 2008

Variación

Jesús se encuentra con Lázaro, tras haberlo resucitado. Inclinándose hacia él, le pregunta al oído: “Dime, Lázaro, tú que has estado muerto, ¿qué tal al otro lado?”
Lázaro, con pena, en confidencia: “Señor, no le vi la gracia”.
Jesús, sonriendo, enternecido, halagado, le abraza y le asegura con convicción: “Amigo, no te preocupes, la próxima vez, después de mí, se la verás”.

domingo, 26 de octubre de 2008

Comas suspensivas

Ayer envié mi columna al periódico con esta carta:
Queridos amigos;

Os mando el artículo de mañana. En la primera frase hay una falta de ortografía voluntaria y caprichosa. En vez de puntos suspensivos, he usado comas suspensivas, que me parecen que reflejan mucho mejor ese titubeo a mitad de la frase y son menos ortopédicas que los tres puntos y la coma que exige la ortodoxia ortográfica.

Me hace especial ilusión aportar mi granito (o tres) de arena a la heterografía o, si tanto no puede ser, a la extravagancia . Lo hizo (a su modo jenial) JRJ, y está bien la rama que a su tronco sale,,, o lo intenta. En todo caso, si los manuales de estilo del Grupo Joly chirrían demasiado, cambiádmelo y punto (ahora sí, suspensivo).

Un fuerte abrazo,

Enrique

sábado, 25 de octubre de 2008

Se acabó la siesta

Desde que los científicos norteamericanos han descubierto que la siesta es un instrumento eficacísimo de trabajo, pues el cerebro, por lo visto, aprovecha el momento para reubicar todos los datos y para encontrar con pasmosa facilidad la solución a los problemas más arduos, desde que lo han descubierto, ay, me ha entrado un insomnio fatal.
No logro pegar ojo.

viernes, 24 de octubre de 2008

Obras de misericordia

Aprovechando que mis patronos —los altos jerarcas de la Consejería Andaluza de Educación— no deben de ser muy lectores de Alba, les haré a ustedes una confesión. Me he dado cuenta de que mi trabajo consiste en practicar las obras de misericordia espirituales. La extremadamente laica Junta de Andalucía me paga por ello, contribuyendo así de una manera decisiva a mi santificación.

Profesor de instituto, trato de enseñar al que no sabe. Que no saben ya se sabe, y algo les enseñaré en un año, digo yo. Los buenos consejos los intento dar siempre que puedo: los adolescentes los necesitan tanto que algunos incluso los piden. Corregir al que se equivoca es facilísimo: no hace falta aguzar la vista, vaya. Perdonar las injurias cuesta más, como es comprensible, pero qué remedio. Aprender —no le quitemos mérito a los alumnos— cansa, y una manera natural de revolverse es cargar de vez en cuando contra el pobre profesor con un mote definitivo. Uno ha de disponer de la suficiente cintura (y memoria) como para entender que se trata de una venerable tradición educativa.

Después de los exámenes, en cambio, el profesor se reconvierte en paño de lágrimas: ha de consolar al afligido. “Tú puedes, ánimo muchacho, solamente tendrías que estudiar de vez en cuando, sentarte en primera fila, no tirar papeles en clase, dejar de gritar, no hacer novillos, atenderme algo”.

Tolerar los defectos del prójimo, uf. Sobre los defectos del prójimo —o sea, de los múltiples prójimos que nos asedian: alumnos, padres de las criaturas, compañeros y compañeras, como dicen los defectuosos sindicalistas, directivos, altos jerarcas— habría mucho, pero mucho que hablar…, si no tuviese en este momento una viga maestra en el ojo.

La última obra de misericordia espiritual es rezar por los vivos y los muertos, y, si no es lo único, es lo mejor que un profesor puede hacer por sus alumnos. Uno los ve marchar enseguida —los cursos vuelan— y queda lamentándose de que les enseñó poco, que no los corrigió bastante, que se impacientó, que los consoló mal y que los toleró peor. Entonces nos queda la oración, tan versátil.

¿Cómo podría agradecer a la Junta que me empuje a practicar las obras de misericordia espirituales? Y por si fuera poco, ellos hacen conmigo todo el catálogo de las obras de misericordia corporales: dan de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo… Dios se lo pague.

jueves, 23 de octubre de 2008

Un muerto y un vivo

Ayer, entre unas llamadas y otras (a favor y en contra), pude leer poco, pero menos da una piedra. Flipe [sic] Benítez Reyes me sorprendió con un juego de manos en El ocaso y el oriente, concretamente en el artículo titulado “Un problema de salud pública”, do dice: “lo fugitivo sólo permanece y dura en un famoso verso de Quevedo, pero en ninguna otra parte se produce ese raro y paradójico fenómeno de permanencia y durabilidad de lo fugitivo”. Uno, a bote pronto, iba a replicar que esa misma colección de artículos de prensa, que yo cuento entre lo mejor de Flipe, es una prueba en contra. Pero no me va a hacer falta recurrir al picotazo del escorpión (i. e., a rebatir a un escritor con sus propios escritos), porque un poco más tarde me dio tiempo a leer un artículo de Julio Camba que viene al pelo. Está en Maneras de ser español (con perdón) y se titula “Un muerto y un vivo”. Se habla allí de la muerte del Sr. Muro. ¿Lo conocen ustedes al Sr. Muro? ¿No, verdad?, a no ser que me hayan precedido en la lectura de este libro de Camba, tan recomendable. Pues bien, ese señor Muro, que sólo se conoce ahora por un artículo (“la frivolidad de estas notas” precisa textualmente su autor), era el jefe de la minoría republicana en el Parlamento en 1907 y fue llorado con mucho sentimiento y solemnidad por el Sr. Dato, por el Sr. Rahola, por el Sr. Barrio y Mier, por el Sr. Francos (con perdón) Rodríguez, por el Sr. Maura y por el Sr. Azcárate, la mayoría de los cuales señores sólo conocemos a su vez por la misma frivolidad fugaz, que dura y permanece, del texto de Camba. "¡Pues no será tan frívolo!", protestarán ustedes y quizá alguno hasta me llame para decírmelo de viva voz. Sí, sí lo es. Sin solución de continuidad se pone a hablar allí mismo de un tal Sr. Espresati, amigo de lo ajeno. Y remata Camba: “el Sr. Espresati es todo lo contrario del Sr. Muro; no de lo que fue el Sr. Muro, sino de lo que es actualmente. El Sr. Muro es un muerto, y el Sr. Espresati es un vivo”. Ea.

miércoles, 22 de octubre de 2008

20 de noviembre de 1975

El primer hecho común de mi generación es el recuerdo de la muerte de Franco. El primero cronológicamente. Y eso tiene su importancia. En cambio es muy decepcionante cuando el personal se pone estupendo "Me alegré mucho porque no tenía colegio". Puede que los que fuesen un poco mayores que yo anduviesen con esas preocupaciones, pero sospecho que ése es un sentimiento superpuesto que se considera políticamente correcto y como gracioso. Yo me recuerdo bastante bien viendo la televisión en el cuarto de estar de casa de mis padres, cruzado en la butaca, con pantalón corto. Creo que vagamente percibía la gravitación de la historia y algo me impresionó mucho, ya sin vaguedades: era la primera vez que veía un muerto.

martes, 21 de octubre de 2008

Dormidina

Todo pasó ayer. En la primera clase, un alumno A [que en realidad se llama Juan Carlos Villalpando] se me dormía. Era curioso ver cómo se le cerraban los ojos, primero uno, el otro se le ponía en blanco y, luego, poco a poco, afortunadamente, se le cerraba también, hasta que A. daba un cabezazo, plin, y volvía a despertarse. Estaba haciendo un esfuerzo grande por oírme. Al final de la clase vino a disculparse y sacamos en claro que se pasa las noches en claro (o no tanto, sólo está hasta las tantas en los chats).

En otra clase, un alumno B [de hecho se apellida B.] se hacía el dormido. En este caso era por fastidiar(me). Una huelga de párpados caídos. De vez en cuando, sin embargo, abría el ojo para ver cómo iba su lucha de clase. Mientras yo explicaba las nuevas organizaciones empresariales, iba pensando qué diferencia entre el sueño del primero y el del segundo.

Y así iba a dejar la cosa. Ni lo conté en casa ni pensaba hacerlo aquí, pero por la noche, tarde, en la cama, Leonor me pidió: “Cuéntame algo, que no me das cordel”. Yo le dije: “Es tarde. Tratemos de dormir”. A lo que replicó: “Es que oyéndote me entra el sueño...” Ah, con que eso es.

lunes, 20 de octubre de 2008

Vitamina C

¿Qué mejor para empezar el lunes con energía que un buen vaso de zumo para el desayuno? El barbero del rey de Suecia ha exprimido Cuadernos 1957-1972 de E. M. Cioran. Sabe un poco ácido, pero lleva mucha vitamina C, naturalmente.

Sólo hay una nostalgia: la del Paraíso. Y tal vez la de España.
*
La cosa más difícil del mundo es hablar de uno mismo sin exasperar a los demás. Una confesión sólo es tolerable, si el autor se disfraza de pobre diablo.
*
Me extraña que no sintamos envidia de quienes tiene la facultad de rezar, mientras que sentimos la mayor envidia de las riquezas y los éxitos exteriores de los demás.
*
Lo importante en el arte es su necesidad.
*
Si se quiere dar vivacidad al estilo, hay que rozar la incorrección en todo instante.
*
Meditar es oponerse a la abundancia de las ideas.
*
Sólo hay que escribir y, sobre todo publicar cosas que hagan daño, es decir, que recordemos.
*
Si la palabra nobleza tiene algún sentido, sería tan sólo el de designar el consentimiento a morir por una causa perdida.
*
Las sociedades igualitarias son más fáciles de destruir que las compartimentadas.
*
Tener experiencia significa expiar los entusiasmos.
*
Bach es para mí una anti-duda.
*
El pecado no es estar triste, sino amar la tristeza.
*
Reírse burlonamente o rezar: todo lo demás es accesorio.
*
No es el absurdo lo que se opone al misterio, es la nada. El misterio es señal del ser.
*
¿Los instantes de mi vida que más cuentan? Aquellos en que no hacía nada, en que permanecía tumbado, atento al paso del tiempo o rumiando alguna pregunta. Nada supera a la meditación, que es la forma suprema del ocio. El tiempo vacío de la meditación es, a decir verdad, el único tiempo lleno.
*
Hay que atenerse a un solo idioma y ahondar en su conocimiento de la mañana a la noche. Para un escritor francés, una conversación con su portera es más provechosa que una plática con un gran sabio en una lengua extranjera.
*
Sociedad y prohibiciones son términos correlativos.
*
Odio y acontecimiento son sinónimos. […] La bondad por el contrario es estática; conserva, detiene…
*
[Sobre los estudios lingüísticos] Las dificultades concretas con las que he tropezado me bastan, ¿para qué voy a afrontar las abstractas?

domingo, 19 de octubre de 2008

Trampolines

Si me permiten la grandilocuencia, estoy como Sansón. No sólo porque no tengo tiempo ni de ir a la peluquería, sino porque las columnas se me van a caer encima. Cada vez empujo más. También escribo en la revista Misión, a la que podéis suscribiros gratuitamente, y a partir de ahora otra columna los domingos en el Grupo Joly. Los muy forofos (Dios os lo pague) podéis leer los artículos: allí (hacer click en "La revista", PDF, p.8, preciosa ilustración) y aquí .

Disculpen los escombros.

Aniversario

El 19 de octubre de 1503 el ejército francés, al mando del mariscal De Rieux, levantaba el sitio de Salsas y emprendía una desastrosa retirada del Rosellón hasta Narbona. La canción con que se recuerda el acontecimiento es graciosa. Pérez-Reverte insiste en que ser español es saber perder. Por lo visto, también se sabe ganar:
[...]
Los franceses de París
devotos de San Donís
dexaron la flor de lis
metida en un botijón.

Franceses ¿por qué razón
fuístes de Ruysellón?

Ellos son onbres jentiles,
mas los nobles y aviles
si les faltan los barriles
les falleçe el coraçón.

Françeses, ¿por qué razón
fuístes de Ruysellón?
[...]

sábado, 18 de octubre de 2008

Hombres-anuncio

Como buen centrista, Gallardón acierta a medias y se equivoca a medias. Lo malo es que la mitad correcta suele ser por inercia y la equivocada por empuje. Lo último ha sido prohibir a los hombres-anuncio porque ese trabajo atenta contra su dignidad.

La parte acertada es hablar de dignidad. Ni los políticos más progresistas de uno y de otro signo pueden desprenderse del código de valores de nuestro siglo de Oro (de hondas raíces judeocristianas) y en cuanto se descuidan ya están hablando muy huecos de la dignidad del hombre o querellándose calderonianos por ofensas a su honor. A uno, que tira a anacrónico, le resulta gratificante comprobar que Gallardón sigue teniendo en cuenta esas antiguallas imprescindibles.

Lo equivocado es el resto. ¿Por qué se preocupa solamente de los hombres-anuncio, y no de la dignidad de los embriones a los que arrasa la píldora abortiva? ¿Y del honor de las mujeres que se prostituyen en las esquinas? Esta discriminación positiva y prohibitiva a favor, digamos, de unos pero no de otros resulta un tanto sospechosa.

Luego está el quid. ¿Por qué es indigno trabajar de hombre-anuncio? ¿Qué tiene de menos honorable que ser político, sin ir más lejos? El hombre-anuncio va con un cartel y el político va en un cartel. El hombre-anuncio vende algo, pero no se vende él, ni nos sonríe a la fuerza, adulador.
Hay mal pensados que opinan que la decisión del alcalde responde a su interés por rentabilizar sus chirimbolos publicitarios y que está eliminándose la competencia de un bandazo municipal. Eso sería lo mejor, porque la otra lectura es que para Gallardón la dignidad de un oficio depende del beneficio. Los deportistas, embadurnados de anuncios de los pies a la cabeza, sí le parecen muy fotogénicos a don Alberto.

Tampoco le preguntó a los interesados. Los que han salido hablando por la tele no tendrían inconveniente en ser alcaldes de Madrid o asesores del mismo, pero no abrigaban grandes dudas sobre su propia dignidad personal. Por lo menos hasta ahora.

Quizá ustedes piensen que exagero, pero yo creo que no. Me parece grave que un responsable público considere indigna una forma honrada de ganarse el pan. Además me siento un poco aludido: ¿o es que un columnista, con su carita asomando por encima de su artículo, no tiene toda la pinta de un hombre-anuncio?

viernes, 17 de octubre de 2008

Campanadas

Las lecturas como cerezas, entrelazadas, fue la imagen bucólica que usé el otro día. La imagen que me ha venido de pronto ha sido la de las lecturas como uvas que procuramos tomarnos al son de las doce campanadas. Nunca da tiempo y se mezclan en nuestra boca el dulzor y el ahogo, la prisa y la risa, las pepitas y el zumo, unas con otras... Las campanadas, mientras, nos pisan los talones, se precipitan. Una uva nerviosa espera en la mano alzada y muchas otras aguardan en el plato todavía.

jueves, 16 de octubre de 2008

La virtud educativa de la desgracia

Joven y bella, Carlota Sofía Willhöft, después de haberse sacrificado mucho por su marido, el poeta Enrique Stieglitz y viendo que su obra no adelantaba gran cosa, decidió matarse. Pensó que la profundidad del dolor le provocaría alguna poesía extraordinaria. Dejó escrito: “Había agotado todos los medios que me sugería mi espíritu estimulado por el amor y el deber. Entonces es cuando pensé en la virtud educativa de la desgracia”.

Lo cuenta José Jiménez Lozano en Segundo abecedario y lo cuento yo, estremecido, cada vez que tengo ocasión. Cuando me escucha Leonor dejo muy claro, eso sí, que el sacrificio de Carlota fue inútil del todo. Su marido la sobrevivió quince años, en los que siguió intentándolo, pero nada.

El otro día volví a contarlo. A mitad de la historia me di cuenta de que la mujer de un músico allí presente ponía una cara de honda tristeza. Quizá ella se lo estaba pensando y descubría ahora que ni eso sirve. O quizá se asombraba de la generosidad de Carlota, aún mayor que la suya, que es muy grande. Fuese lo que fuese, su melancolía era indudable.

Por ella le busqué a la historia un final feliz, dentro de lo que permiten los hechos. Y lo encontré: Carlota murió de un accidente y en ese momento su marido, con la frialdad que da la inspiración —en el ojo del huracán sentimental—, concibió, por fin, una obra insuperable. Él redactó la carta de suicidio de su joven esposa.

Quedaría marcado como un mediocre sin remedio, pero qué importaba —incluso lo fomentaría para darle a la historia un patetismo más redondo. A cambio su mujer se transfiguraba en un símbolo de entrega y sacrificio, en una heroína romántica cuyo gesto sería recordado en libros y en artículos y en innumerables reuniones de artistas y escritores. La belleza fugaz de Carlota sería evocada con una emoción intensa y perdurable.

Aquella carta fue la gran obra de Enrique Stieglitz.

martes, 14 de octubre de 2008

Le Clézio

Que es un Nobel bajo en nicotina o que la crisis afectó al jurado, eso diría uno sobre J.M.G. Le Clézio de tener espíritu epigramático. Como lo tengo didáctico y no le he leído, explicaré por qué no pienso hacerlo.

Borges, harto de esperar el Nobel, explotó: “A los suecos se les da mejor inventar la dinamita que fallar premios literarios”. Yo añadiría que dar premios literarios sólo se le da bien al anónimo lector en el silencio emocionado de su sillón. Todo lo demás —academias, artículos, comentarios, discursos— es intrusismo profesional.

Se juntan en Estocolmo unos señores ignotos y deciden qué va a leer medio mundo. Yo me resisto a caer en ese síndrome. En mi calendario de lecturas no tolero interferencias ni de la editorial Planeta ni de Gustavo de Suecia.

¿Cómo me trazo el calendario? Con el sistema de las cerezas. Ya notó Lope que, cuando uno coge una, se lleva, enganchadas, todas las del plato. En los libros que me entusiasman encuentro los que me entusiasmarán: ésos que los autores que admiro citan y recomiendan. Es una aventura interminable en la que uno tiene la sensación de estar en una fiesta donde unos amigos te van presentando a otros.

Quizá Le Clézio sea la pera, pero me parece extraño que nadie me lo haya presentado jamás. Se moverá tal vez por otros ambientes... Alguna vez puede que alguno de los míos me anime a leerlo, no lo descarto; mientras tanto, sin embargo, este Nobel me lo voy a fumar.

domingo, 12 de octubre de 2008

Raymond Queneau

Dios mío, qué ganas de escribir un pequeño poema…
¡Mira, mira!, ahora mismo va pasando uno.
Pss pss pss
ven para acá para que yo te incluya
en el archivo con mis otros poemas
ven acá para que te entube
en los comprimidos de mis obras completas
ven acá para que te empoete
para que te enrime
para que te enritme
para que te lirifique
para que te enverse
para que te emprose
para que te agarre
ven acá…
¡Vaya!
.............Se me escapó.

sábado, 11 de octubre de 2008

Caná

En la Biblia todo relata un hecho y revela un misterio. El misterio del milagro de las bodas de Caná es inagotable (como el vino mejor) y da para múltiples enseñanzas. Desde la honda lectura de B16, hasta la mía de hoy, muy particular, donde traigo el agua (y el vino) a mi molino. Esta tarde (17:30) se casa --D.m.-- mi hermano Jaime, y asisteremos a otra transformación milagrosa. Entrará una chica en la Iglesia y saldrá de allí una nueva hermana nuestra.

viernes, 10 de octubre de 2008

Faltas de ortografía

Chesterton sólo daba dos consejos a los columnistas: no hacer caso de los consejos y publicar siempre el artículo en el periódico menos apropiado. Mandar, si uno escribe para el Catholic Weekly y para el Daily Express, el artículo confesional al periódico laico y la columna frívola al semanario católico. Eso hice la semana pasada: mandé un artículo celebrando el ochenta aniversario del Opus Dei al otro periódico. Y ahora, en Alba, me dispongo a hablarles a ustedes de las faltas de ortografía.

En ese artículo sobre el Opus Dei se me coló una. Acentué un “cuanto”, pronombre comparativo de cantidad, como si fuese un exclamativo. En realidad, la alegría de la efeméride me hizo subir el tono de todas mis palabras y la emoción rompió por esa tilde. Eso es lo bonito de las faltas, que no sean un borrón, sino que sirvan como rasguño a través del cual se pueda atisbar el alma del escritor.
Ha dado mucho que hablar la falta garrafal del insigne poeta Luis García Montero en su artículo de El País de Andalucía del sábado, 20 de septiembre: “Y haber quién crea puestos de trabajo, quién le da de comer a los moros y a los ecuatorianos. […] haber cómo van a vivir”. A mí, sin embargo, me parece una falta muy apropiada en un materialista dialéctico: ellos, que lo ven todo a través de la estructura económica, a ver qué van haber si no son haberes.

Pongámonos algo más líricos con esta canción tradicional: “—¿Dó venís, casada,/ tan placentera?/ —Bengo de ber el campo/ i el alameda”. Supongo que cuando se transcribió no estaban claras las reglas ortográficas y no se puede hablar, por tanto, de faltas, pero esas imprecisiones, leídas con ojos de hoy, reconozcamos que dan un toque picaroncillo y travieso a toda la canción que viene muy a cuento.

Habrá quien piense que me estoy poniendo la venda antes de la herida, pues ya ha empezado el curso y dentro de nada estaré corrigiendo exámenes de mis alumnos, poco amigos de la gramática. Pero se equivoca. La insistencia en la corrección ha hecho que muchos confundan escribir bien con hacerlo sin errores, y aunque lo segundo es necesario, lo primero es lo fundamental.

Si otro sospecha que pretendo celebrar el aniversario del Opus Dei también aquí, cumpliendo y burlando a la vez los dos consejos de Chesterton y hablando, de paso, de mis dos oficios —la escritura y la enseñanza—, ése quizá acierte.

jueves, 9 de octubre de 2008

Los sueños frágiles

Hace unos meses alguien me dio un disgusto. En realidad, un disgusto muy pequeño, y que las circunstancias hacían comprensible. Tardé dos días (y fue mucho) en disculparle y decirme: "agua pasada". Sin embargo, desde entonces sueño con aquello, adornado con los arabescos propios de las pesadillas. Qué frágiles somos por dentro.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Su verdadero título

Donde, siguiendo los consejos
de mis mejores detractores,
hablo de pájaros y flores:
concretamente de vencejos
de golondrinas y de aviones.

martes, 7 de octubre de 2008

Feliz coincidencia

La Gaceta me paga puntualmente estos artículos, lo que es muy de agradecer. Yo, hasta ahora, con la alegría de ver el ingreso meticuloso, no había caído en que cobro por mis dos colaboraciones a la semana lo mismo exactamente que Ángeles, nuestra asistenta. Soy un gran aficionado a las casualidades, convencido como estoy de que esconden un mensaje, sobre todo porque no existen. Lo explica muy bien el protagonista de V de Vendetta: “Yo, como Dios, ni juego al azar ni creo en la casualidad”. Por consiguiente, corro a celebrar la feliz coincidencia con Ángeles.

Me mira asombrada. No se imaginaba ella que esas horas mías de despacho obseso, con el ordenador parpadeando ansioso, rodeado de libros gordísimos —si no siempre entendidos, siempre abiertos—, con la cara pensativa y la vista perdida en el infinito…, no dieran de sí más que su trabajo oyendo la Cadena Cien a tope. Le agradezco de corazón el asombro.

Yo creo que es precioso que cobremos lo mismo, argumento. A fin de cuentas, los dos estamos trabajando a la vez en el mismo sitio, y mientras ella pasa la aspiradora con la música, ya digo, a tope tope, yo trato de oír el susurro de las musas. Y además de bonito, me parece muy motivador. Ojalá uno consiguiese una prosa tan limpia, tan fresca, tan ordenada y luminosa como queda nuestra casa por las mañanas después de que pase Ángeles por ella.

lunes, 6 de octubre de 2008

Aldabonazo Newman

El mismo día en que decido no transplantar al blogg mi artículo en Alba sobre Newman por pereza de las polémicas y por miedo a molestar, el mismo John Henry, por la tarde, me pega desde 1834 y su sermón en la fiesta de san Bartolomé, apóstol, un aldabonazo en la conciencia de no te menees:
Me temo que hemos de admitir que nuestra amabilidad, en vez de ser directamente regida y sostenida por los principios, con demasiada frecuencia se convierte en algo lánguido y vacío de significado, que se ejerce sobre aspectos que no son pretinentes u oportunos y que, por tanto, nos hace incurrir en una falta de caridad por dos razones: primero, porque nos lleva a ser indulgentes con los que deberían ser amonestados y, segundo, porque nos lleva a preferir consolarles a ellos en vez de a los que lo merecen realmente.
En comentarios reproduzco inmediatamente mi artículo.

domingo, 5 de octubre de 2008

Constato un hecho

En la boda de ayer, en el marco incomparable del consistorio jerezano, el momento más emocionante fue cuando la señora alcaldesa recordó que el Código Civil manda a la nueva pareja, (bueno, la pareja venía de largo, digamos al nuevo matrimonio) compartir paritariamente las tareas domésticas. Ella le echó entonces una mirada intensa, como quien da un codazo, y él sonrió, tímido, abrumado por el peso de la nueva responsabilidad. Un estremecimiento sentimental recorrió la sala.
A la salida, los invitados comentaban el lance.

viernes, 3 de octubre de 2008

Vuelta al cole

Cada profesión tiene sus épocas duras: abril para los poetas, mayo para los alergólogos, junio para los asesores fiscales, julio para los instaladores de aire acondicionado, agosto para los camareros, septiembre para los vendimiadores y octubre para los profesores de instituto. Al papeleo iniciático de las programaciones, se une la desazón de ver qué primera impresión conseguimos causar a los alumnos.

No se trata (o no sólo) de la vanidad de gustarles muchísimo. Nos va en ello el llamado proceso de enseñanza-aprendizaje de todo un año. Porque uno es profesor tiene muy en cuenta a sus maestros, y Eugenio d’Ors lo avisó con palabras que me repito cada octubre: “Ninguna crítica tan segura y rápida sobre maestros y educadores que la de sus discípulos desde el primer día. Unos muchachos están sentados en un banco; un desconocido profesor se presenta anta ellos y les habla. A la hora de la lección, aquéllos ya le han tomado, y para siempre, la medida”. Es para echarse a temblar, ¿no?

Yo me propongo: pondré mi mejor cara. Pero la mejor, ¿cuál es? ¿Suelto todos mis chistes? Eso tiene el problema de que me quedo sin ellos para el resto del curso y, además, Unamuno, como un búho severo, amonesta desde la encina de mi conciencia: “El que enseña jugando acaba jugando a enseñar”. ¿Me pongo muy serio entonces? Qué dudas.

Menos mal que para el día de los difuntos, ya todo estará claro.

jueves, 2 de octubre de 2008

Geranio rojo

La drogadicta del barrio de Santa Clara, que trabaja de gorrilla en el centro comercial, se había puesto un geranio rojo en el ojal de su camisa sucia. Parecía más joven, aunque no tanto como lo será. Daban ganas de piropearle el complemento. No supe cómo.