viernes, 30 de mayo de 2008

No sabiendo

Si yo escribiera libros sobre gestión empresarial, publicaría uno titulado Rentabilizar el desconocimiento. A fin de cuentas, no tenemos materia prima más a nuestro alcance que la ignorancia.

No había entonces cámaras de fotos, pero aquella escena de Petrarca abrazado a un libro de Homero, llorando amargamente por no poder leerlo en versión original, ha entrado a formar parte del imaginario de la cultura europea. Petrarca, gracias a no tener ni papa de griego, creó una marca y asoció para siempre su nombre a la Odisea, nada menos.

Me he preguntado a veces por qué, en vez de tanto llanto, no se buscaría Petrarca unas clases particulares, o no hizo un viaje de estudios a Constantinopla. Quizá porque, me he respondido, nunca habría aprendido suficiente como para leer a Homero con la intimidad que la poesía requiere. Y nosotros nos habríamos quedado (con la falta que hace en estos tiempos de conocimientos inabarcables) sin su gran lección de ignorancia.

La primera enseñanza de mi libro sería que debemos lamentar con mucho sentimiento lo que desconocemos. Y a partir de ahí iríamos avanzando de lección en lección hasta la última: es posible aprovechar cuanto uno no sabe, si es para trascenderlo. Lo hizo bien San Juan de la Cruz: “Entréme donde no supe,/ y quedéme no sabiendo,/ toda sciencia trascendiendo”. Él no sabía, no; pero acabó santo y el mayor poeta de la lengua castellana.

jueves, 29 de mayo de 2008

El disfraz

Cansado de su belleza angelical, el Ángel vivía ensayando morisquetas delante del espejo. Hasta que consiguió la obra maestra del horror. Vino, así, a darse una vuelta por la Tierra. Y Lili, la primera niñita que lo vio, se puso a gritar de la puerta desde la casa para dentro: "¡Mamá!, ¡mamá! ¡Corre, ven a ver lo bonito que está hoy Frankenstein!"
[Mario Quintana, Cuaderno H, en Poesía Completa,
Editora Nova Aguilar, Rio de Janeiro, 2006, pág. 347]

martes, 27 de mayo de 2008

La mano del pintor quizá lo supo

No le he echado al final Sombras pequeñas (Númenor, Sevilla, 2008) al Barbero del rey de Suecia. Antes que una selección de versos sueltos, he preferido copiar este poema completo de Ramón Simón (Sevilla, 1962):

....................ACUARELA

La sombra de las casas que caen sobre la arena
del patio, buganvillas que esparcen los balcones,
alta torre de fondo, y el tañir penitente
del campanario. El sol de un día entrado agosto.
El cielo aún celeste en la acuarela.
Con traje a la medida de la época, unos hombres
caminan en silencio. A dónde van, me digo.
La mano del pintor quizá lo sepa.


lunes, 26 de mayo de 2008

Lo demás

Buscaba un hueco para entrar en la procesión del Corpus y escogí el recodo con más público del recorrido. Imposible incorporarse por ahí. Bueno. Me quedé un rato para ver pasar la procesión, con sus banderolas, sus niños de Primera Comunión, sus incensarios y sus autoridades municipales, saludando. Detrás de mí aparecieron dos viejecitas, tamaño hobbit, cojeando ambas, vestidas de medio luto, pero con sus buenos collares y zarcillos de oro.
Una se quejaba:
— Desde aquí no se ve.
—Se ve la Custodia, —repuso la otra —¿la ves?, ¿la ves?
—Sí, sí, la Custodia, sí.
—Ea, pues todo lo demás es gente.

domingo, 25 de mayo de 2008

La salsa de pomodoro

Mientras Telma Ortiz trata de escapar de su celebridad, Cherie Blair ha escrito un libro de memorias (Speaking of myself. The autobiography) en el que airea su vida privada. Explica detalles tan íntimos como la concepción de su último hijo, que por lo visto tuvo lugar en el Castillo de Balmoral, residencia de verano de la Reina. Eso, que puede justificar que la orgullosa madre llame a su niño “mi príncipe” o así, a los demás nos interesa bastante poco, creo.

A mí, por lo menos, me trae al fresco. Como que en los lejanos años de su juventud tuviese dos o tres novios a la vez. Mi interés por los noviazgos ajenos es limitado y nunca he seguido programas tipo Tomate. Que ahora Cherie nos venga con su particular versión del “Cherie, yo te quiero, Cherie, yo te adoro, como a la salsa del pomodoro” no se merece un artículo.

En cambio, hay un fragmento de sus memorias que requieren una puntualización. Escribe la ex primera ministra consorte, según transcribe El Mundo: “Podría parecer extraño que una chica como yo, con una educación católica fuera tan ligera de cascos. Pero es lo mismo que los anticonceptivos. La mayoría de los católicos los usa. Uno siempre puede ir luego a confesarlo, aunque lo cierto es que yo nunca me he confesado sobre mis fornicaciones. Quizás lo haga un día en mi vejez. Diré: ‘Padre, perdóneme, intento arrepentirme pero todavía hoy lo encuentro difícil’”.

Habría que decirle a la simpática Cherie que su educación católica tampoco es para tanto. Con peor estilo, recuerda lo de Valle-Inclán, cuando se lamentaba de la honestidad de unas bellas marquesas que olvidaban que “basta un punto de contrición al sentir cercana la vejez”. En realidad, las marquesas tenían razón, y Valle-Inclán y Cherie Blair una considerable empanada mental (y doctrinal).

Tendrían que haberle explicado a Cherie que comprometerse íntegramente con el cristianismo no es un castigo, sino todo lo contrario. Dios y la Iglesia nos proponen un modo de vida conforme a unos principios exigentes porque así somos más felices y plenos, no por fastidiarnos, ni para pillarnos en un desliz. Si esperamos para confesarnos al último momento, vale, Dios nos perdonará, pero nosotros nos habremos perdido su amistad durante muchos años. Y ésa era la verdadera aventura: vivir a su lado.

viernes, 23 de mayo de 2008

Oh Galilea

El trabajo de mi mujer lo veo con distintos ojos según y cómo. A fin de mes y con la que está cayendo, es una bendición. Cuando uno lleva cuatro días viviendo solo porque ella está de viaje de negocios, es otra cosa. Mientras voy a recogerla a la estación de tren, pondero mis preocupaciones encontradas.

Entonces, desde la radio del coche, me sobresalta de pronto Sergio Dalma cantando a voz en grito “Oh Galilea”. Observo la letra: habla de la alegría incontenible que embarga al cantante porque conocerá por fin a una chica, llamada por lo visto Galilea, con la que se lleva carteando un tiempo. Destaca la euforia afónica de Dalma; y da cierta aprensión también, porque a saber lo que se va a encontrar el buen hombre, o si él mismo no decepcionará tal vez a Galilea. Cabe dentro de lo posible que a ella no le guste el pop melódico ni bailar pegados es bailar, etc.

Yo, en cambio, sé lo que me voy a encontrar, y es estupendo. Y a estas alturas mi mujer conoce lo que hay, y según asegura no le parece mal del todo. ¡Oh Galilea! ¿Cómo se puede merecer más una canción una cita a ciegas que una vida viéndose? ¿Una aventura fugaz que una aventura pertinaz? Cuando chirriando el tren se para, y ella baja, entre maletas, sonriente y cansada, de vuelta a casa, yo abro los brazos y exclamo: “¡Qué fortuna la mía!” No menciono ni lavadoras ni facturas. Me mira, sorprendida: “Vaya, estás inusualmente contento esta tarde”.

jueves, 22 de mayo de 2008

Uff

Con qué aleve alivio la leve top-model suspira al subirse a la báscula cada mañana: "Uff, menos mal que la vanidad no pesa".

miércoles, 21 de mayo de 2008

martes, 20 de mayo de 2008

Experimento

Tomen un poema y tiéndanselo a un traductor. Con el resultado, sin mostrar la versión original, búsquese un traductor a una tercera lengua. Encadénese la operación cuantas veces sea posible. Se comprobará, espero, que los aciertos que desaparecen en unas versiones reaparecen, como los ojos del Guadiana, en otras. Quedaría demostrado así que la dinámica interna del poema impone sus logros. Al final, es imprescindible encontrar un traductor que devuelva, desde la última versión resultante, el poema a su lengua original. O sea, cerrar el círculo. Compárense entonces ambos escritos. ¿Nos asombraremos de las similitudes en el fondo y en la forma? Ojalá.

lunes, 19 de mayo de 2008

Mañana todos Calvo

Ha muerto García Calvo, lo que nos planta ante un mañana nada prometedor para el TC y para España.

Luego está (por ahora) María San Gil.

Y el Rey y su hombre íntegro o viceversa.

Yo he recomenzado la Divina Comedia.

sábado, 17 de mayo de 2008

Bocazas

El silencio lo recomiendan el refranero popular (“En boca cerrada no entran moscas”) y los filósofos más reputados (de Séneca a Ludwig Wittgenstein, pasando por Baltasar Gracián). Mi larga experiencia demuestra que tienen razón. Quien habla mucho, mete la pata repetidamente. Si yo les contara…

Sin embargo, imaginemos por un instante que todos (digo, todos) nos tomásemos en serio a los filósofos y no abriéramos el pico más que para comer jamón. ¿Qué sería de los encuentros familiares, de las reuniones de trabajo, del café a media mañana? Mirándonos hoscos, de soslayo, y venga a pasar, entre bandeja y bandeja, un ángel, y otro, y otro, en un silencio de ésos de novela, que se pueden cortar, dicen.

La próxima vez que se topen con un bocazas, o me conozcan personalmente, piensen en el sacrificio que esa persona está haciendo por el bien común. Sin sus ímprobos esfuerzos por sacar a flote una conversación, la vida social se convertiría en una partida de póker: el mismo ambiente cargado y el ruidito de las fichas como única banda sonora.

En ocasiones, el bocazas, al final, contagia su entusiasmo y consigue que la conversación nazca y crezca y se reproduzca. Todo el mundo se anima de repente. Amparados ahora por el ajetreo mayúsculo, los sibilinos hablan sin parar, sin esperar a que el otro acabe, sin escucharse. Están resarciéndose de tanto silencio táctico. En ese momento se puede ver al bocazas solo, olvidado en una esquina, comiendo jamón —si queda—. En su rostro la satisfacción del deber cumplido.

viernes, 16 de mayo de 2008

Generación Y

Con el premio a Yoani Sánchez el filósofo estaría satisfecho. Entre los premios Ortega y Gasset de Periodismo que otorga El País, el de Periodismo Digital ha recaído en esta joven cubana que escribe el blog “Generación Y". En él critica lo que no le gusta de Cuba, que es mucho.

Ortega y Gasset, tan sensible —como buen intelectual— a la belleza, estaría, ya digo, encantado. Yoani tiene un atractivo notable, a pesar de su acusada delgadez, que se deberá en parte a las modas del tiempo en que vivimos y, en parte, me temo, a los racionamientos del espacio en que vive. También tiene atractivo su coquetería. Ha llamado a su blog “Generación Y”, que es la generación de los nacidos a partir de 1980; ella nació en 1975, o sea, que pertenece a la “Generación X”, o sea, que se quita años. Sobre el nombre explica, disimulando: “Generación Y es un Blog inspirado en gente como yo, con nombres que comienzan o contienen una “y griega”. Nacidos en la Cuba de los años 70s y los 80s, marcados por las escuelas al campo, los muñequitos rusos, las salidas ilegales y la frustración. Así que invito especialmente a Yanisleidi, Yoandri, Yusimí, Yuniesky y otros que arrastran sus “y griegas” a que me lean y me escriban”.

Ortega se tomaba muy en serio lo de las generaciones, pero habría sonreído con esta leve coquetería de Yoani. Que contrasta con su enorme valentía, que Ortega y Gasset, aficionado a los toros, habría apreciado mucho, y que le ha merecido el premio. Basta leerla un poco para comprobar que su prosa no se entretiene en preciosidades ni sus análisis son de una sutileza pasmosa. La clave del blog es su audacia ante una dictadura astifina y burriciega. ¡Y escribiendo desde dentro, con su nombre y su fotografía por delante, colándose en hoteles de lujo para poder usar una buena conexión a Internet!

A todos nos viene muy bien su ejemplo y, como somos unos caballeros, agradecemos a El País el acierto de premiarla. Yoani Sánchez nos recuerda que el periodismo, aún antes que una rama de la literatura, es un compromiso con la verdad y la libertad. Su caso, salvando las distancias, nos interesa de manera particular a nosotros, lectores y escritores de Alba. Nos da ánimos e ideas ante la ofensiva laicista que nuestro Gobierno emprende de nuevo, jaleado, precisamente, por sus medios afines.

jueves, 15 de mayo de 2008

Mis queridos Jacques y Raïssa

Mi admiración por Jacques Maritain era perfectamente descriptible hasta que me he metido con las cartas que le escribió Léon Bloy. De Maritain conocía, y están bien, La intuición creadora en el arte y en la poesía y el Humanismo integral, pero nada comparable a estas cartas. No las suyas, que no están recogidas, sino las de Bloy, donde la paciencia, la entrega, la docilidad son de Maritain. Se entiende que Bloy se autorretratase como un mendigo ingrato. Y se quedó corto: ingrato, llorón, exigente, orgulloso, inflamable, un poco picajoso. Casi con toda seguridad yo le habría dicho: “Mira, tú, nos vemos en las librerías”. Y no para quedar allí con él, ¡ni de broma!, sino para leer sus libros incandescentes, y adiós muy buenas. Claro que así la posteridad se habría perdido otro epistolario estupendo de Bloy. Mi cariño y mi admiración por Maritain y su mujer Raïssa se han levantado mucho. Que la amistad es un arte, lo sabía, pero que lo era hasta esos extremos me pasma.

También me pasma la capacidad de Bloy para engrandecer a los que le rodeaban: a su mujer, a sus hijas, a sus amigos… ¿También a sus lectores?

miércoles, 14 de mayo de 2008

TK

Aconseja Paul Johnson que no se aproveche jamás la columna de un periódico para desahogos personales. Los consejos del maestro son órdenes, así que yo no he hablado hoy de la pintada que han hecho por segunda vez en nuestra valla nueva. He hablado de otra pintada, eso sí.

Pero en el blogg, ni Johnson ni nadie han dicho que uno no pueda jurar en arameo por una cuestión personal. La historia: un cabrón viene y pinta (con un spray que chorrea, además) unas estúpidas letras en nuestra valla: TK. Yo llamo a unos pintores, con lo que a mí me cuesta buscar un número, descolgar el teléfono, explicarme, quedar una tarde, asistir a toda la operación con cara de interés y pagarla minuciosamente, dando las gracias. Bueno, pues ya hecho todo eso, anteayer, apareció de nuevo el puñetero TK, con tinta morada esta vez, pero igual de chorreante. Al cabreo sordo se une la humillación moral de comprobar que mi TK me afecta mucho más que los TKs que el tipo ha ido sembrando por mi pueblo. En las paredes de los demás duelen menos, ay.

Me cargo de razón y le digo a Leonor: "No sé, si al menos hubiese defendido alguna idea política, la cosa tendría otra nobleza". "Imagina, responde ella, que nos planta un "Viva Zapatero" en la puerta". "Uff, quita, quita, pues una idea filosófica, como la pintada de mi IES". "Ten cuidado, que podría ser un Carpe diem! de ésos"...

Me callo, no vaya a acabar cogiéndole cariño al TK de la valla.

martes, 13 de mayo de 2008

Que pase la bola

Andrés Trapiello avisó a Miguel d’Ors de que la Lluvia menuda de Susana Benet (precisamente en La Veleta, Comares, 2007) era un libro de haikus muy bonito. Miguel d’Ors me lo ponderó luego a mí con enorme entusiasmo. A mí entonces me entró el nervio y molesté a un amigo muy importante que tengo, pidiéndole que se pasara por la Librería Hiperión de Madrid y me lo comprase. Se pasó, distrayéndose de sus graves asuntos, pero el libro no estaba allí. Eché la Red, y aquí está, quiero decir, aquí, en mi mesa, leído y releído. Y ahora, para que no se pare la bola que alaba la excelencia, escribo mi elogio. Que alguno de vosotros lo recoja y lo pase.

Como no tengo la autoridad de los maestros, le pido al Barbero que os haga el marketing:
Tras su cometa
los pies del niño apenas
rozan el suelo.

Trénzame el pelo.
Que sienta los tirones
de tu cariño.

Por las acequias
corre el agua hacia al huerto.
Detrás los niños.

Cambia de forma
la nube de mosquitos
sobre la charca.

Abro el buzón.
Cuánto vacío hay dentro
para mi mano.*

Campo regado.
Cada vez pesan más
mis zapatillas.

Buscando el mar
por el suelo un cangrejo.
Supermercado.

Tienda de especias.
Me llevo sin pagar
todo el aroma.**

Manto de púrpura.
Inclinándose el sol
sale de escena.

Aquel tallito
que sostuve en mis manos
hoy me da sombra.
* Lógico, los buzones como símbolos de la nostalgia en la era e-mail.
** Este haiku es primo hermano del de d'Ors (el primero de los recogidos aquí).

domingo, 11 de mayo de 2008

Dice la Musa:

—Psch, psch, bien está que esperes, mano sobre mano, a que yo acuda a inspirarte. Pero ¿no estarás esperando que yo, una señorita, te haga todo el trabajo, eh? Lo mío, muchacho, es sólo el soplo, el sudor y la tinta es todo tuyo.

(Yo salgo un momento de mi actitud de respetuosa expectativa, y haciendo un esfuerzo tomo nota.)

sábado, 10 de mayo de 2008

La carta de mi tío

Querido Quique:

Me parecería una desatención hacia ti no acusar recibo de la cita que de nosotros haces en tu artículo de La Gaceta, de la que nos informó tu madre ayer. Y más cuando a los dos nos ha hecho mucha gracia, y a mí, algo más. Me explico: es de agradecer que se acuerden de uno cuando se es pensionista y parece que la ventolera del tiempo o de la enfermedad te ha barrido de este mundo, y no se te considera igual que cuando desempeñabas una función. Pero basta que nos recuerdes y nos sigas tratando como siempre. Eso, más que la publicación, es lo que te agradezco, pues ya sabes de mi escaso interés en salir en los papeles, salvo que ello te sirva de inspiración.


Recibe con nuestro abrazo el cariño de siempre de tus tíos,

viernes, 9 de mayo de 2008

Regalos

Mis tíos José María (que además era mi padrino) y Beatriz me traían siempre unos cuentos extraños, sin ilustraciones o con pocas y en blanco y negro, y encima, por lo general, bastante gordos. Por suerte, en medio de la fiesta, no podía mostrarme desilusionado más de una décima de segundo: tenía amiguitos que atender y muchísimos más paquetes que abrir. Mis tíos nunca me lo notaron.

O no les importó. Me regalaban, además de los cimientos de mi biblioteca, una futura nostalgia por mi infancia y hasta por todos aquellos otros regalos brillantes, enseguida arrumbados, pronto perdidos. Mucho después yo abriría la Segunda Antología de Juan Ramón Jiménez, El principito, desde luego, Obras escogidas de Rabindranath Tagore o Romances de Góngora con una emoción muy honda, recuperando con una sonrisa aquel instante mío tonto de decepción y extrañeza.

Mañana hace la Primera Comunión el primer hijo de un amigo. Le regalaré la Divina Comedia, nada menos. Con esta dedicatoria: “Este libro, Rafa, sólo lo leerás dentro de muchos años. Cuando lo abras, ese día, recuerda que para alcanzar el Paraíso —hoy estuviste en él— no hace falta atravesar el Infierno ni el Purgatorio”.

Confieso que estoy encantado con la idea de imitar a mis tíos. Pero no llego a su heroísmo, y sumaré a mi regalo bibliófilo una cometa acrobática muy chula. Que, al fin y al cabo, también es un regalo de muchos vuelos.

jueves, 8 de mayo de 2008

Quiero decir que se murió


Ayer acabé el Borges de Bioy. No sé cuántos meses llevaba leyéndolo, un poquito cada día, antes de la siesta, con las protestas (dulces) de Leonor de fondo, pidiéndome que apagase la luz.

Los momentos finales son emocionantes. Y dan ciertas claves de lectura. El sábado 14 de junio de 1986 escribe Bioy:
En la Confitería del Molino me encontré con mi hijo Fabián, al que regalé Un experimento con el tiempo de Dunne, comprado en el quiosco de Callao y Rivadavia (después de tanto cavilar sobre este encuentro, dar con ese libro me había parecido un buen augurio). Se lo recomendé y le dije que le iba a dar una lista de libros. Después de almorzar en La Biela, con Francis Korn, decidí ir hasta el quiosco de Ayacucho y Alvear, para ver si tenía Un experimento con el tiempo: quería un ejemplar de reserva. Un individuo joven, con cara de pájaro, que después supe que era el autor de un estudio sobre las Eddas que me mandaron hace meses, me saludó y me dijo, como excusándose: “Hoy es un día muy especial”. Cuando por segunda vez dijo esa frase le pregunté: “¿Por qué?” “Porque falleció Borges. Esta tarde murió en Ginebra”, fueron sus exactas palabras. Seguí mi camino.

Pasé por el quiosco. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges. Que a pesar de verlo tan poco últimamente yo no había perdido la costumbre de pensar: “Tengo que contarle esto. Esto le va a gustar. Esto le va a parecer una estupidez”.
Tres años más tarde Adolfo Bioy habló con Bernès, que estuvo presente en la muerte de Borges. Acaba su libro con lo que le cuenta:
Bernès me refirió que Borges, unos quince días antes de morir, sintió la presencia de la muerte. Habría dicho: “Ha llegado. Está aquí”. Le pregunté si la había descrito. Bernès contestó: “Dijo que era algo externo, rígido y frío”.

[…]

Una de sus últimas bromas. Bernès mencionó La moneda de oro. Borges corrigió: de hierro. Bernès se mostró disgustado por su error. Borges le dijo: “No se contraríe. Usted hizo lo que la alquimia no pudo”.

Hacia el final, Bernès le leyó “Ulrica”. Borges comentó: “Soy un escritor”. Según Bernès murió diciendo el Padre Nuestro. Lo dijo en anglosajón, en inglés antiguo, en inglés, en francés y en español.

[…]

Bernès grabó a Borges cantando La morocha y otros tangos. Dice que en esa grabación Borges ríe con la risa de siempre.

Con este final, uno se acuerda irremediablemente de la muerte de Alonso Quijano y entonces cae en la cuenta de que, a pesar de tanta literatura inglesa y pose cosmopolita, la verdadera tradición de este libro extraordinario no es la Vida de Samuel Johnson, o no sólo, sino la novela de Cervantes, aquella larga conversación entre dos amigos.

miércoles, 7 de mayo de 2008

¿No es país para viejos?

Con ese título, ni fui a ver la película ni leeré esa novela de Cormac McCarthy, a pesar de que La carretera me ha gustado bastante. Pero, ya digo, si no es para viejos para mí tampoco.

lunes, 5 de mayo de 2008

Volver a hablarlo

Comentábamos que el título del poemario de Salvago, le sonaba raro, menos correcto que “Volver a intentarlo”. Yo dije que me sonaba bien, no sé, más poético o así. O sea, que no salíamos de los sonidos. Ahora, a solas, que es como yo converso bien, he caído en cuál es el acierto de Javier Salvago. Según donde se ponga el “lo” se subraya un verbo u otro. Si en “intentarlo” se le da a la frase la fuerza del que recomienza, un ahínco de firme voluntad: “¡Volver a intentarlo!”. No me extraña que mi amigo, siendo cómo es, prefiriese esa opción. En cambio, cuando se dice “Volverlo a intentar”, el acento recae sobre el recomienzo, sobre la rutina de la vuelta a empezar, y lo del intento queda mucho más difuminado, sin grandes esperanzas. Hoy, que es lunes, resulta más fácil de apreciar el matiz que en mitad del extraordinario puente de mayo. Volverlo a intentar (Sevilla, Renacimiento, 1989) es apropiado para el que titularía su obra completa Variaciones y reincidencias (Sevilla, Renacimiento, 1997), reincidiendo, por cierto, en otro de sus títulos (Madrid, Visor Libros, 1985, Visor de poesía). En aciertos expresivos como éste, pequeño, apenas el golpe de una sílaba, pero muy significativo y coherente con toda una cosmovisión, se descubre al poeta.

domingo, 4 de mayo de 2008

Extrañas legitimidades

En nuestro panorama actual hay asuntos más urgentes, por supuesto, pero no tan sintomáticos. ¿Se han fijado ustedes en la curiosa fuente de legitimación de muchos escritores y periodistas de derechas en España? ¡Cómo presumen, pletóricos, incluso los más acérrimos defensores del liberalismo, de una juventud maoísta, trotskista o directamente estalinista! En vez entonar un lógico mea culpa, nada les enorgullece tanto. Y el público en general les ríe la gracia y aplaude a rabiar toda genealogía ideológica extraviada. Lejos de mí, devoto de María Magdalena y de Agustín de Hipona, rechazar a nadie nunca jamás por su pasado y todavía menos negar el pathos de cualquier conversión. Pero no me parece un mérito intelectual strictu sensu el haber estado equivocado por completo. No admiro a San Agustín por sus veleidades maniqueas ni a Santa Magdalena por las suyas —no exactamente maniqueas.

A los que no disfrutaron de aquellas rentables aventuras revolucionarias, para que las buenas gentes de derechas de toda la vida los consideren intelectuales pata negra, les queda un recurso: ganarse el aprecio de la progresía o del mercado, valga la redundancia, ya sea en forma de premios o de reseñas y artículos en El País y similares. Pero incluso así se les nota mohínos, sin energía, como —usemos sin miedo la palabra famosa— acomplejados. Se ve que echan en falta un buen chute de marxismo fetén en su currículum.

Que el mundo intelectual es naturalmente de izquierdas lo piensan muchos. Entre otros motivos más sesentayochistas, quizá haya influido en tan arraigada creencia este impecable razonamiento, no exento de caridad: los que tenemos la fe verdadera, que diría Cervantes, ya nos hemos quedado con la mejor parte, y tampoco hay que acapararlo todo. No está de más dejar a los otros el mundo intelectual, con sus evidentes ribetes de religión laica.

Razonables o no, estas creencias habría que desmontarlas si se quiere dar la necesaria batalla de las ideas. Pero aún sería más interesante desplazar de una vez la fuente del prestigio hacia la legitimidad de ejercicio. No se trata de apoyarse en los antecedentes novelescos de un autor, que no pasan de historia, ni tampoco en sus premios, que no pasan de anécdotas, sino de juzgar y apreciar, en cada caso, la realidad de lo que cuenta, la belleza de lo que escribe, la verdad que le asiste. Sólo cuando sopesamos las obras, y no los juegos de manos de las legitimaciones de origen, entramos en el mundo del arte y de las ideas.

jueves, 1 de mayo de 2008

Una bandada de pájaros de un tiro

Cuelgo aquí un poema de Miguel d'Ors para celebrar el día del trabajo con el trabajo del prójimo, para aprovechar el ídem de habérselo picado a V., para soltarlo a volar por el ciberespacio, para que ustedes lo disfruten y también, por qué no, para gozar un poco de mi ración del placer de sentirme detestado etc.

Primero la solicitud, luego mi carta.

E., cómo va todo? Largo tiempo hace que no hablamos ni nos escribimos. Y encima, ahora, con el océano por medio, que todo lo dificulta. Bueno, te escribo para preguntarte una duda y así de paso aprovecho para saludarte y preguntarte cómo van las cosas.

La pregunta inquiere dentro de tus vastos conocimientos de la obra de Miguel d'Ors. A mí me suena, pero no estoy seguro, que Miguel tiene un poema donde hace una versión chocarrera del poema de Alberti, luego ironizado por Gil de Biedma, que pasa de "Yo nací -respetadme- con el cine", del primero, a un "yo nací (perdonadme) / en la edad de la pérgola y el tenis" (cito de memoria) del segundo, hasta un posible poema de Miguel donde este escribe "Yo nací (sujetadme)..." ¿Puede ser? ¿O me estoy confundiendo de poeta, y no es Miguel el autor del tercer poema? el problema es que el tomo que preparaste de su poesía lo tengo algo lejos, en Córdoba, a 7.000 km de distancia, y pensé que preguntártelo a ti era como consultar el libro. Si fuera de Miguel, y sabiendo que lo tienes en word, de cuando preparaste la edición, ¿te importaría copiármelo? Disculpa que te pida tantas cosas, pero es que la distancia corta los brazos.

Cuéntame cómo te van las cosas. Yo estoy fenomenal aquí en el desierto, tengo por fin tiempo de pensar, escribir y hacer.

Un fuerte abrazo,

V.

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Querido V.;

Leí tu e-mail en un viaje, sin mis bastos conocimientos d'orsianos a mano (en forma de libros) y tampoco encontré el poema que me pedías, efectivamente suyo, en la red y menos en mi memoria de forma completa. De modo que todo se quedó en la enorme ilusión de tus buenas noticias desérticas.

Volví a mis líos y otros correos sepultaron el tuyo. Ahora, de pronto, he recordado tu pedido y corro a escarbar en mi bandeja de entrada para contestarte, ay. Ahí va lo que hay
.

...............JURO QUE ERA FELIZ

Juro que era feliz. Siempre estaba lloviendo,
pero nosotros éramos Pizarro o Don Pelayo
y sobre el tiempo roto enarbolábamos
(con un gesto Cifesa)
el estandarte azul de los ensueños.
Aquel clamor de espadas, cruces, reinas
de Castilla, aviadores, luceros... (En los patios
oscuros, mientras tanto,
rumor de radios y batir de huevos).

Yo nací -sujetadme-
en la edad que os estáis imaginando y juro
que era feliz.
(No sé muy bien qué busco
escribiendo estos versos: si rescatar la luz
mágica de la infancia, o la satisfacción
de urdir un artificio de imágenes y ritmos,
o -lo que es más probable-
este placer divino de sentirse
detestado por toda la canalla).


....................................................Y un abrazo,
.....................................................................E.