sábado, 21 de diciembre de 2019

Vacaciones



Entro en el baño después de mi mujer. Está impoluto, ordenado, brillante. Lo veo: es una trampa. Me afeito, me ducho, me peino de puntillas. Miro a mi espalda. Diría que esta vez he salvado el peligro.

(Con todo, lo que peor llevo de compartir el baño es encontrarme en la ducha todo tipo de acondicionadores de pelo y mascarillas, sí, pero el bote de champú, al final, y vacío.)

viernes, 20 de diciembre de 2019

¡Aquí! ¡Otro de la luna!


Nunca se han visto en otra mejor mis haikus que en esta ocasión, con los hijos de unos amigos. El ambiente, el tono, la risa, el pasmo, la ironía..., ¡todo!

Le he escrito al padre para explicarle: «Ha sido, hablando de haikus, un satori. Porque he visto claro que esa actitud (la risa ante el padre tonto o el asombro escandalizadito ante la basura en un poema) es exactamente con la que yo he escrito mis haikus, clavada. Me he entendido mejor en el espejo de tus hijos. Para entrar en el reino de la poesía también hay que ser como niños».

A lo que me ha contestado el padre: «¡Y yo que tras cada poema le preguntaba a Cari si lo había entendido cuando lo propio habría sido pedirle que me lo explicara...!»

Que otros se jacten de los libros que han escrito, a mí me enorgullecen los que me los han leído.