jueves, 26 de abril de 2018

Hay una luna para ti


Del libro de Antonio Cáceres, Tono menor (Canto y Cuento, Jerez, 2017) podría escoger otros poemas y muchos versos estupendos, pero no quiero distraer de esta maravilla. Todos tenemos nuestra luna. Miremos bien.


miércoles, 25 de abril de 2018

Tecnologías de la Información y la Comunicación


Llega Leonor tras tres días fuera. Afectuosos saludos en la puerta. Cuando entra en la cocina... no dice nada. Mira. No dice nada. Saca el móvil y se pone a hacer una foto en modo panorámica. Yo balbuceo excusas: que si la afición a la repostería de Carmen, que si la cena a última hora, que si ha sido muy difícil en el día libre de Luba...

Sin guardar el móvil, por si tiene que seguir haciendo más fotos por la casa (sí tiene), me dice, sonriéndose: "Yo no he dicho nada". 


Como un hombre


Mucho meterse con el heteropatriarcado, pero es durísimo.

Leonor está fuera por trabajo y yo tenía reuniones por la tarde. Cuando llegué a casa para la cena, Carmen había hecho "pastel de manzana" motu proprio. Estaba muy orgullosa. Como no tenía harina, había echado, sobre todo, levadura y pan rallado. Como no tenía forma de picar la manzana, la había cortado con un cuchillo. La había metido, decía orgullosa, con el horno a tope. Le había puesto un poco de colorante y una fresa. El resultado, a la vista, era soprendentemente atractivo, dorado, con tonos rojizos. Luba, que cuida muy bien a los niños, ya tuvo bastante con contener la pasión culinaria y con que no acabase aquello en un accidente o en un incendio. No intervino en el proceso. Le pregunté a Carmen si había seguido alguna receta. Resuelta, replicó: "Qué va". Todo había sido creado por ella.

Supongo que un feminista, aprovecharía la ocasión para desengañar a su niña de las faenas del hogar. Yo me comí el pastel entero. No he tomado en los días de mi vida algo tan malo. Pero no dejé ni las migas. Como un hombre.


martes, 24 de abril de 2018

Día del libro


En el colegio de mi hija, invitan a los padres a hablar a las niñas de sus trabajos. Forzando un poco las cosas, me llevaron por el día del libro a hablarles del trabajo de escritor. Llegué antes de su hora de comida. Qué ocasión perfecta. Les pude decir que para hablar del trabajo de escritor era estupendo tener un poco de hambre, para ponerse en situación.

Hablé media hora y me escucharon muy atentas y educadas. Imagino que hambrientas.

Para terminar quise leerles un poema, el dedicado a Carmen, pero, para ponerlas en situación, tuve que leerles antes "El hijo que no tengo".

Al final se me acercó una niña. Estamos hablando, ojo, de niñas de siete años. Me dijo, tímida y sonriente: "Me ha encantado el poema del hijo.  Muchas gracias. Me ha encantado: eso es justo lo que siento yo. Quiero tener un hermanito y no viene". Creo que es el comentario más bonito que me han hecho nunca.


lunes, 23 de abril de 2018

Alcachofas


Libramos la guerra de las alcachofas. En casa las tomamos al horno y las llamamos "a la panadera" porque es una receta heredada de mi abuela portuense, que las hacía en el horno de su panadería. Consiste en ponerles sal, ajo en polvo, pan rallado y aceite de oliva; y dejar que se cuezan mucho rato. Luego uno las deshoja como si fuesen una flor y va chupando la base, que está deliciosa, hasta llegar al corazón, que se come entero, como en el soneto aquel de Vita Nuova, y que está aún mejor. No es una comida muy elegante, con tanto chuperreteo y tanta mano, pero nos encanta, especialmente a Quique.

La guerra es con El Faro, que es un restaurante bueno del Puerto. También tienen mucha demanda de alcachofas y, cuando llegamos a nuestro frutero, a menudo nos dice: "Se las ha llevado todas El Faro", orgulloso de ser proveedor de la casa, y divertido con nuestra competencia. En casa decimos: "No hay alcachofas porque se las ha llevado El Faro". A partir de ahí, empezamos a conjurarnos para ir un día a probarlas al campo enemigo. Una incursión tras las líneas.

Fuimos. Y pedimos las alcachofas. Eran al escabeche, pero Quique no se lo pensó dos veces y se metió media alcachofa en la boquita. Se le saltaron las lágrimas. Por lo amargo, sí, claro; pero también pensando que para eso nos quitan a nosotros las alcachofas.

No se recuperó del impacto físico y moral hasta el postre. La buena noticia es que se recuperó. Hemos decidido librar la lucha hasta el final, sin cuartel, ahora que sabemos que la razón está de nuestra parte.


sábado, 21 de abril de 2018

Blanco y negro


Protestaron mis hijos al principio porque me empeñase en que viésemos Qué verde era mi valle. Cuando empezó la película Quique dijo con enorme desdén: "¡Qué blanco y negro era mi valle!"

Enseguida, sin embargo, dejaron de protestar.

Me encantó cuando la voz del narrador, que es la del que fue el pequeño Hugh Morgan, dice que toda su vida ha sido fiel a los libros, La isla del tesoro, Los papeles de Pickwick, que leyó cuando pasó un invierno enfermo en la cama. 

viernes, 20 de abril de 2018

Fascista como tú, tururú, que no sabes ni la ú, tururú


Ya lo dijo inmejorablemente José María Pemán. Somos, además de
"fachas" e incluso cuando ni lo sospechamos, enanos en hombros de gigantes. 



EL OTRO ES FASCISTA

Hasta ahora, todas las afiliaciones y calificaciones políticas se hacían de dentro a fuera del individuo; quiero decir que las hacía el propio interesado. La denominación de color o de partido era una cosa que se conjugaba en primera persona. Se decía: «Yo soy liberal», o «yo soy conservador», o republicano, o tradicionalista... Pero ahora, desde hace unos años, ha surgido una calificación nueva, que no se conjuga en primera persona, sino en segunda o tercera. Me refiero al fascismo, «Tú eres fascista», «él es fascista», se dice. No es una declaración política que hace el interesado. Es un diagnóstico que le hace una persona desde fuera, como si le asegurara: «Usted es diabético, o escrufuloso, o linfático. Usted no lo sabe, pero lo es...» Así es como han sido «fascistas» Churchill, De Gasperi, De Gaulle, el arzobispo Damaskinos y tantos otros que ni lo sospechaban.

El «fascismo» es la primera idea política que se concede como un cargo honorífico y gratuito, sin intervención del candidato. Además, como resulta que eso no es una organización, ni un partido, ni nada concreto y con volumen, no hay por dónde agarrarlo, ni por dónde trazar la línea hamletiana entre el «ser o no ser». Si hubiera unas listas, unos boletines de inscripción, un recibito, siquiera, semanal, aunque fuera de cincuenta céntimos, uno podría saber de verdad, con relación a ese pequeño signo externo, si era o no era. Pero ¿cómo sabe uno si pertenece o no a una sociedad en la que no se paga cuota, ni le hacen a uno firmar nada, ni se llevan listas de socios? Le dicen a uno que es socio, ¿y cómo lo desmiente uno?...

Hasta ahora lo más parecido que había a esto del «fascismo» era el nombramiento de «hijo adoptivo». Uno no quería ser hijo adoptivo de Villamelones de Abajo, ni tenía nada que ver con el pueblo, ni hacía nada por considerarlo padre. Sino que un buen día, por cualquier razón, el Ayuntamiento lo nombraba a uno «hijo adoptivo», y aunque uno desairase el nombramiento y no recogiese el diploma uno era «hijo adoptivo de Villamelones de Abajo». Pero ahora, ese terrible juego frente a nuestra pasividad, se ha refinado todavía más. Ahora el nombramiento de «hijo adoptivo de Villamelones de Abajo» se lo hace a uno el Ayuntamiento de Villamelones de Arriba. Este pueblecito, rival del otro, lo odia, y considera a los villameloneses de Abajo malos, bárbaros y tontos. Entonces, cuando odian los de Arriba a cualquier persona, aun ajena del todo a aquel pleito, se reúnen y le nombran «hijo adoptivo» del otro pueblo, del de Abajo, que es para ellos como nombrarles hijo de cualquier cosa fea. Esto es lo que está pasando en el mundo. El «fascismo» es un casino cuyas listas administran los del casino de enfrente. Es Rusia la que otorga los nombramientos de «fascistas».

Yo creo que, bien pensado, en el fondo de todo esto hay un pequeño embrollo gramatical. Creemos que «fascista» es un sustantivo o un adjetivo. Pero resulta que no, que lo que es es un pronombre. Un pronombre demostrativo, como «este», «aquel», «el otro». Nadie puede ser por sí mismo el otro, ni éste, ni aquél. Los pronombres los manejan los demás. Uno puede vigilar sus adjetivos y sus sutantivos. Pero los pronombres vienen de fuera y hay que resignarse a recibirlos. «Fascista» vale tanto como decir «el otro». Usted puede ser abogado o médico, según usted quiera o decida. Pero «el otro» lo será usted cuando quiera el vecino, con consentimiento de usted o sin él.

Pero lo más sutil de este novísimo fenómeno político es que no sólo le asignan a un paciente la palabra cuando quieren, sino que, además, le construyen la realidad correlativa. Así, por ejemplo, en estos días en Colombia va a haber unas elecciones presidenciales, que ya se habrán celebrado, probablemente, cuando estas líneas se publiquen. Pero al candidato conservador señor Gómez, que toda la vida ha dicho que es demócrata, le aseguran de pronto, desde fuera, que es «fascista». Él no lo sabía, pero nadie sabe sus diagnósticos. Es como si le hubieran dicho que es leproso. En seguida el partido liberal, para evitar el contagio, se retira de las elecciones. Si el señor Gómez sale elegido, los otros no irán al Parlamento, no discutirán con él, no le harán el juego político. Y cuando le tengan así, bien solo, en el Poder, dirán: «¿Ven ustedes? Lo que decíamos: «¡fascista!» Porque ahora resulta que «fascista» no es una cosa que se «es», sino que se encuentra uno siendo.
De este modo resulta ahora que la democracia es como un juego de cartas, en el cual uno de los jugadores se levanta y deja el juego a medias cuando quiere. Entonces el que queda, como no puede seguir jugando a la democracia, resulta que es «fascista». Suponemos al doctor Gómez, tan gran patricio demócrata, volviendo a su casa y diciéndole a su familia: «¿Sabéis?»... Me han hecho fascista. Yo no lo había pedido, pero me han hecho.» Los familiares quizá creen que es un cargo, una función. No entienden bien: «¿Y te pagan algo por eso?» «No, hijo. Ni me cobran... Es gratuito y honorífico.»

Ya le pasó a don Prudencio en el casino de su pueblo, según contaba el «Séneca». Él había sido «upetista» de Primo de Rivera. Esto no quiere decir que fuera dictatorial o tiránico. Al revés. Era la dulzura hecha carne. Porque a Primo de Rivera le pasó al revés que lo que ahora ocurre en esto del «fascismo». Él anunció a grandes voces que iba a ser dictador muy enérgico y duro. Pero los españoles se dejaron gobernar tan suavemente, que no hubo modo de ejercer la dictadura sobre ellos. En este país no hay como anunciar a voces que se va a ser dictador para que no haya modo de serlo. Pero este contagio con la dictadura bastó para que cuando eligieron a don Prudencio presidente del casino del pueblo, como los demás señores eran avanzados liberales, se retiraran dignamente. Nadie quiso formar parte de la directiva, nadie quería acudir a las juntas generales, se despoblaron las tertulias... Y así, cuando don Prudencio, un buen día, a solas con el conserje, le rogó dulcemente que comprara un escupidor para el patio, se dio cuenta de que, sin saberlo, estaba ejerciendo la dictadura.
Es lo que ocurre ahora por el mundo. Le extienden a uno el nombramiento de «fascista» desde fuera, cuando quieren. Pero, además, resulta que lo es uno también cuando quieren los demás. Porque, claro, los demócratas son, por definición, los dueños de las democracias. Y como son los dueños, cuando quieren la empujan como un carrito de ruedas y se la llevan... Y entonces el otro se encuentra con que es «fascista», como se encuentra cualquiera con que es soltero cuando la novia le dice que no.

José María Pemán



jueves, 19 de abril de 2018

El futuro me salvará hoy


Gracias al mosquito cogí energía, pero sigo corriendo, volando bajito, que no llego, no llego. Y, entonces, me llega está preciosa viñeta de Ramón Eder, casi japonesa -pasada por San Sebastián-, con un aforismo que hace las veces de haiku.


Seguro que en el futuro el día de hoy será extraordinario. Por esta tarjeta, entra otras cosas.


miércoles, 18 de abril de 2018

Teología a la cuenta María



En el venerable tetragrámaton YHVH están latentes, como una profecía, el misterio de la Santísima Trinidad y la doble naturaleza de la Segunda Persona. 

Dan ganas de ponerse de rodillas.

martes, 17 de abril de 2018

Sirena guiñando


Cortando, pegando y coloreando, Carmen ha hecho esta sirena, muy bien peinada, con una falda larga preciosa y guiñando. Guiña porque cuenta un chiste: "¿Qué le dice un pez a otro pez?... Nada"

Hablando de peces me he acordado de David Foster Wallace

lunes, 16 de abril de 2018

Loeb de Sassof



La última entrega del Barbero del Rey de Suecia descubre a H. Á. Murena. La metáfora y lo sagrado es un libro maravilloso que le debo a José Luis López-Linares. En Nueva Revista dejo unas muestras, pero ha quedado, porque no era de Murena, sino de Moshé Loeb de Sassof, esta maravilla que él nos regala:

El hombre no posee nada creado en vano, ninguna facultad, ninguna fuerza. Nada malo que no pueda ser convertido en bueno al servicio de Dios. De tal suerte el orgullo, una vez sublimado, se convierte en elevada virtud de valor y fervor en el santo camino. Pero, entonces, ¿por qué fue creada la negación de Dios? Porque también ella puede transformarse en bien y servir para la salvación. Pues, si alguien viene a pedirte ayuda y asistencia, no vas a decirle con aire piadoso: "¡Confía en Dios!" No. Actuarás como si Dios no existiera: como si sobre la Tierra no hubiera nadie más que tú capaz de ayudar a ese hombre".



domingo, 15 de abril de 2018

Manuel


Yo no llego a Baudelaire. Más allá de la obviedad del talento literario, tampoco yo escribiría esto jamás por otras razones. Me refiero a cuando aconseja la que, a sus ojos, sería una actitud verdaderamente caritativa para con los mendigos: no darles una moneda para hacerles sentir quién tiene el poder, sino agarrarlos, golpearlos y ser golpeados por ellos y devolverles, así, su verdadera dignidad, porque los hemos considerado dignos de ponernos la mano encima...

Pero comprendo la idea de la importancia de tratar a los que piden superando el mecanismo aséptico de la limosna. Hoy se lo he podido explicar a Leonor. Manuel, al vernos entrar con los cascos de la moto, se ha ofrecido a cuidárnoslos. Le hemos dicho que sí, claro, qué detalle. Leonor entonces ha lamentado que ni ella ni yo llevásemos dinero para darle a la salida. Le he dicho que era mejor no darle una propina, dejar que caballerosamente nos preste un servicio, y uno bueno y galante, como ha hecho.

Hemos recogido los cascos y sólo le hemos dado las gracias, mientras otros le daban su limosna. Él nos ha dicho sonriendo y a pleno pulmón: "Qué gracias ni gracias, no hace falta, ha sido un placer".


viernes, 13 de abril de 2018

Maravilla sobre maravilla



Este poema tan bonito, de un anónimo al-andaluz del siglo X, que ha traducido Vicente García en Los años otoñales.

SU NOMBRE 

Queréis saber el nombre de la que más he amado. 
Tratad de recordar por quién sufrí. 
Si no la conocisteis, o la memoria os falla, 
poned los labios tal como se ponen 
al ir a dar un beso. 
… Su nombre se pronuncia de ese modo.


 Con el tiempo ha mejorado el poema, además. Porque habiendo devenido anónimo su autor, si queremos saber su nombre, porque no lo conocemos y la memoria se ha perdido, su amada nos dirá que pongamos los labios tal como se ponen al ir a recibir un beso. Su nombre se pronuncia de ese modo.





miércoles, 11 de abril de 2018

Lecciones del fuego



Hemos tenido que volver a encender la chimenea y quiero anotar en mi cartera, antes que la primavera apague para varios meses el fuego, alguna de sus lecciones.


Uno enciende la chimenea, encorvado, en cuclillas, como enseña a andar a un niño. 
Cuanto menos fuego, más humo. Si la chimenea se apaga, exhausta, humea más que nunca. Es una lección moral.  
Al principio, piñas y cartones chisporrotean: adolescencia. 
Cuando la chimenea alcanza su madurez, ya no hay que construir una pirámide de ramitas ni amontonar la leña. Basta echar de vez en cuando un tronco de cualquier manera.  
Otra lección moral. Si los troncos están secos por dentro, no importa nada que la lluvia los haya mojado mucho. Si los troncos están verdes, no sirve de nada que estén secos. Se arde desde el interior. 
Al final, ni troncos ni llamas ni humo, sólo rescoldo y más calor que nunca y más belleza.
Hablar de chimeneas también calienta. 
Poco o nada alegra tanto el madrugón como encontrarse la chimenea todavía con rescoldos.
A cambio, salir de casa dejando la chimenea encendida pone un sabor de ceniza en los labios.




martes, 10 de abril de 2018

Teológica canina


En la cena, Carmen se muestra muy preocupada porque aún no hayamos bautizado a Aspa. Le explicamos que los perros no se bautizan, sino, si acaso, se bendicen el día de San Antón y que, si sigue así de preocupada, este año iremos a la verbena de San Antón a que le echen un sacramental a la perra.

Quique aduce que es lógico, que siendo una teckel, no se puede bautizar. Que cuando le regalemos el galgo (sueña con un galgo), como es un perro de raza española, entonces sí lo podremos bautizar.

Yo creo que todavía no les había abominado del luteranismo ni tampoco les he dicho que Aspa es de raza alemana, aunque su nombre y su apellido (de Borgoña) no suenan muy protestantes.

Carmen contraataca: "Si el galgo es español, no necesita bautizarse; la pobre Aspa, sí".

Es talmente lo de Max Jacob a Picasso cuando le propuso ser su padrino de bautizo y Pablo Picasso puso como excusa su falta de fe: "Un español ateo siempre será más católico que un francés practicante". 

A los lectores de este blogg, no tengo que decirles que este cóctel de hijos, de perros, de españolidad a ultranza y catolicismo a machamartillo me parecieron deliciosos. Ahora me falta ver si le regalo el galgo contrarreformista a Quique y si no me quitan la custodia de las criaturas.


domingo, 8 de abril de 2018

Las flores



Le había hecho unas gestiones administrativas a la señora que trabaja en casa. Me habían resultado doblemente pesadas, por mi alergia a la burocracia y porque lo han sido. Además, de alguna manera, me perjudicarán, aunque levemente. Ya sólo quedaba que ella firmase los últimos papeles que yo le entregaría en la ventanilla correspondiente. Lo hizo en silencio. Se volvió y siguió a lo suyo. Yo lamenté, en silencio, que no me diese las gracias ni hiciese ni una muestra ni una muesca de alegría.

Dos horas más tarde, mirando por la ventana, me dijo: “¡Qué bonito está el jardín!” Yo miré y, con tantas lluvias y días grises sin sol, no ha llegado todavía el esplendor de la primavera, que este año se retrasa. “¡Cuántas flores!”, ha añadido.

Y era su agradecimiento y su alegría. Jamás vi tan hermoso nuestro jardín yo tampoco.


sábado, 7 de abril de 2018

Vaya


Me sorprende a menudo que mis amigos no valoren mi perspicacia psicológica y mi pulso con el bisturí moral para interpretar las intenciones y los móviles de los demás, sobre todo cuando los hechos me dan la razón enseguida casi siempre. Hasta que he comprendido la razón de tanta resistencia a rendirse a este talento mío. Si lo reconociesen, no podrían pensar que mis egoísmos y comodidades son inconscientes o que mis torpezas son inherentes y no el fruto revenido de una atroz indiferencia. En realidad, con no reconocerme el talento están defendiendo mi talante. Se equivocan, claro, pero se lo agradezco. Y me hago el firme propósito de no lamentar (ni para mis adentros) que no se me pasmen hasta que yo, por mi parte, no les haya allanado el camino para que puedan pensar que me doy cuenta de toda sin tener, por eso, que enfadarse conmigo, como tendrían que hacerlo.


viernes, 6 de abril de 2018

El caso de las literas alternadas


Recibo numerosas consultas sobre la resolución del caso de la Petra picta. Tengo que reconocer que, a medida que yo me cargaba de excelentes argumentos jurídicos para resolver el pleito, mis hijos perdieron todo interés en la cuestión. Desde entonces he probado a dejar en varias ocasiones la pietra picta en lugares estratégicos y de paso, a ver si se renovaba el conflicto mimético y yo podía dictar mi fundamentada sentencia. Hasta ahora, no ha habido manera.

Ayer, saltó otro pleito. Ahora duermen en literas y, aunque desde el primer día Carmen decidió que prefería la de arriba y Quique la de abajo, milagrosamente, se estableció un sistema de semanas alternas, literas aliteradas. Entre los encantos de la de abajo está que Aspa se acuesta allí hasta que yo acudo a llevarla a su cesta (o no). Anoche, le tocaba a Carmen abajo y Quique estaba muy desolado de tener que subirse arriba, porque le da vértigo, y yo me lo creo.

Esta vez pasé del Derecho Romano y tiré del feudal. Le dije a Carmen: “Estás en tu derecho de quedarte abajo, porque esta semana te toca a ti, pero lo noble sería subirte arriba, que a ti te gusta hasta más, y ceder tu preferencia a tu hermano, por el puro pundonor de portarte con él fenomenal. Yo, sin embargo, no te voy a obligar a algo que la justicia no te exige”. Se quedó en la cama de abajo. Volví a la carga. “Pero qué burgués agarrarte [y se embozaba en el edredón] a tu derecho en vez de aprovechar tan estupenda oportunidad para la magnanimidad”. Seguía. Dije: “Qué decepción”, y me fui. Al rato, vino la madre a avisarme que Carmen había decidido el intercambio de camas.

Fui a felicitarla. Me la encontré arriba, pero llorando. “Oh, no, de ninguna manera. Los gestos nobles no se hacen llorando”. Y les obligué a cambiarse de nuevo de cama, llorando ahora Quique, que se las prometía felices. La única que ni lloraba ni se cambiaba de cama era Aspa.

Pero a mitad de la escalerilla, todos en planta y la luz encendida, Carmen decidió sontenella y no enmendalla, su nobleza. Se quedó arriba. Me dio un beso. Y se tapó con el edredón. Yo, como don Quijote con la barcia, ya no quise probar más si sonreía, como aseguraba con voz cavernosa, o lloraba. Me acosté bastante orgulloso.

Esta mañana sí sonreía. Le he dicho con signos de admiración: “¡Eso es la nobleza!”, y ella lo ha entendido, se le ha visto en el brillo de los ojos. Y yo también (lo he entendido y me han brillado los ojos).




jueves, 5 de abril de 2018

Como boca de lobo



Viendo cómo te deja un virus, cuesta trabajo entender que "viral" sea sinónimo de éxito. ¿O no?

Quizá sea una advertencia del subconsciente, que se las sabe todas. El otro día, Enrique me preguntó, muy escamado, por qué cuando está muy oscuro decimos que está "como boca de lobo" y yo vi claro. Es una metáfora como otra cualquiera pero que remite a los más ancestrales miedos del ser humano. Al lobo como epítome de la amenaza. "Quien dice eso, Quique, no está muy tranquilo con la oscuridad". A él, que es muy valiente, le costó trabajo entender la metáfora subyacente, pero lo hizo. A mí, que me gusta el éxito, me ha costado tener un virus para entender la metáfora contraviral de "viral", pero lo estoy haciendo.


Por qué


En el periódico explico por qué la foto de Chema Moya es una maravilla.

Pero aquí que somos pocos y amigos, trataré de explicar algo más embarazoso. Al principio, la puse en twitter sin saber el autor y me sorprendió su éxito. Todavía me sorprendió más que, cuando al fin un alma caritativa, me dijo quién era el autor y puso un enlace a la foto con muchísima mayor calidad, la gente siguiese retuiteando. en vez del auténtico y firmado,
mi primer envío:



La primera razón es el efecto multiplicador de Twitter, su alud mediático. Pero debe de haber otras. Yo me atrevo a sugerir, aquí, en un susurro, tres más:

1) Al tener mucho menos definición la chica de en medio aparece más guapa, si cabe. 

2) Por la misma razón, no se le ven tantos anillos y parece que lleva en la muñeca una cinta añeja de la bandera de España, quizá del Pilar.

y, sobre todo, 3) Chema Moya tituló su foto maestra como "dualidad sevillana", apuntando al maniqueismo, al ying y el yang, y tal y cual. Mi título, en singular, "esta maravilla", una, apunta a una unidad indisoluble, a un alma. Y los títulos son, como sabía Sábato, las metáforas esenciales de cualquier obra.

martes, 3 de abril de 2018

Vino y Beirut


Estos días mi Twitter echa humo, pero prefiero el fuego. Y cómo me calentó este tuit:


Las gracias son, en realidad, para Béla Hamvas y su defensa del vino que lo es de todo. Yo las celebro por todo lo alto nada más ver el perfil de don Miguel García.


¡Qué fácil imaginarlo en Beirut, rodeado de no bebedores! Uno entiende su agradecimiento y su entendimiento profundo. Y los agradece. Mi próxima copa será por usted, don Miguel.





lunes, 2 de abril de 2018

Viejito


Antes de subirse al dormitorio, Leonor me cuenta este diálogo mientras estaba acostando a los niños.

Carmen: "Mamá, llévate a Aspa (de Borgoña) a su cestita, que, por las noches, se rasca mucho y no me deja dormir".

Leonor [en modo paritario]: "Eso lo hace papá cuando termina de trabajar y se acuesta".

Carmen: "Pero papá es muy despistado y se olvida casi siempre".

Enrique [furioso]: "Papá no es despistado. Sólo que es viejito".

Leonor, que ha discutido con él diciéndole que no, me lo cuenta ahora riéndose, creyendo que va a quebrar la profunda solidaridad que existe entre mi hijo varón y yo. En absoluto, me encanta. Yo defiendo el método Azorín, que decía que vivió tanto porque fue muy viejo desde muy pronto.

Cuando me acuesto, por fin, me acuerdo de Aspa y no sé si habrá vencido Leonor la Paritaria o Leonor la Prudencial, y consulto con la almohada si comprobar si no la ha acostado o sí. Esto es, si dejarme vencer por Carmencita la Crítica (reaccionando a sus protestas) o dejar que venza Enrique el Defensor de la Tercera Edad (para que diga a su madre: "¿Ves qué viejito que se volvió a olvidar, el pobre?"). Me decido a bajar por temor reverencial a Carmen y veo que venció Leonor la Misericordiosa y que, por el sueño de su niña y por su anciano esposo y porque Enrique vea cómo ella me cuida, acostó a la perra.

Cuando Aspa me ve mirar en la cocina si está o no está, me mueve el rabo, estoicamente, sin entusiasmo. Hoy se quedó sin dormir ni un ratito en la cama de Carmen.




domingo, 1 de abril de 2018

Interesante


Me sé de memoria la frase de Chesterton: "La persona interesante es la persona que se interesa". La tengo muy contrastada. Pero ayer me sorprendí diciéndole a mi hijo Quique: "Tú eres el más interesante de esta reunión". Se lo dije un momento en que se vino a hablar conmigo en un aparte.

Lo curioso es que la reunión en el campo era realmente interesante y estaba llena de amigos que se interesan por todo y bien y que saben mucho de política internacional, de economía, de cine, del campo. Además estaba fluyendo a la perfección, un día perfecto.

Y todavía más curioso era que le había dicho eso a Quique con total sinceridad. 

Me quedé pensando. Quizá haya que hacer una variación. La persona interesante es la persona que nos interesa. Aquella cuya vida nos importa más que la nuestra.

Cada vez que vuelva a pensar de alguien que no es interesante, examinaré antes que nada mi caridad, mi corazón.