miércoles, 31 de mayo de 2017

Una historia


Carmencita se baja a decirle a tía María que la esperamos en el coche. Nos quedamos, a la sombra del aire acondicionado, Quique y yo. Me pregunta cuándo me hice novio de mamá: "¿A los diez años?" ¡No, Quique, por Dios! Pasó mucho tiempo y me costó mucho trabajo que ella quisiera, antes de conocerla y después. No hay nunca ninguna prisa, además. "¿Antes de conocerla?", me pregunta, vivísimo. Sí, le respondo, tuve algunas novias antes, pero no mucho antes, eh, ya mayor. "¿Cómo eran?" Una bajita y morena; otra rubia y con el pelo rizado, también bajita; otra alta y rubia, pero con el pelo rizado... "¡Cuántas novias!", dice en un tono que no sé si admirativo o recriminatorio o ambos. Algunas me dejaron y a otras las dejé yo y muchas más no me hicieron caso, pero todo fue estupendo porque, sin yo saberlo, unas y otras, me conducían a mamá, que es la mejor y la que importa. Por eso no hay que casarse antes de tiempo sin estar seguro de haber encontrado la definitiva; y luego ya te alegras de todo y estás agradecido a todas...

Me callo un momento y, dubitativo, le pregunto: ¿Qué te parece?

Se queda callado un rato largo y luego sentencia: "Una bonita historia".

Cuando llegan tía María y Carmen, ya estamos hablando de otra cosa.


* * *






[Cuadro de Quique: "Señor, pino y perro"]


martes, 30 de mayo de 2017

No todo es glamour en Waugh


No sé si directamente mendigos o mochileros, me cruzo con dos nórdicos. Una va en una silla de ruedas y su amigo empuja con brazos tan fornidos como tautuados o directamente sucios, y carga con una mochila de dimensiones dobles. Me parece una imagen enternecedora de la amistad, de la caridad si nos ponemos exactos. Y recuerdo a Sebastian Flyte cuidando de su alemán. No todo en Retorno a Brideshead es glamour, pero todo es elevado.


lunes, 29 de mayo de 2017

Regeneración de la cultura cristiana


Tras tres vibrantres días de Jornadas sobre "Regeneración de la cultura cristiana", que han tenido un marcado tono esperanzado, aunque realista, me encontré, paseando por el campo, con esta encina abatida y renacida. Quizá porque llegaba predispuesto, me pareció un icono:



sábado, 27 de mayo de 2017

Tres alúas más


Esto podría ilustrar la diferencia entre la vanidad y el orgullo. Cuando he visto la entradilla del artículo de hoy, me ha dado un vahído. Las propuestas de entradilla las mando yo con el texto. Ayer envié lo mío desde el móvil, saliendo para la conferencia-entrevista de Natalia Sanmartín. Cierto que iba con prisas, pero ¡podía haber sido tan torpe, Dios mío! He ido corriendo a ver qué puse en el correo enviado y era: "Dicen que son inofensivas, incluso benéficas, pero cuesta crreerlo", supongo que se les quedó corto y tuvieron que estirarlo. Yo respiré tranquilo, comprobando que soy más orgulloso (el fallo no es mío) que vanidoso (por mucho que quede como un torpe estilístico ante mis lectores).

*

Con el orgullo intacto y la vanidad herida, en el estado ideal, recordé el remordimiento. Ayer Natalia hizo un canto al campo precioso, entre otras cosas. Y yo salgo hoy lloriqueando por las alúas. Aquí añado que, con todo, prefiero quejarme de las hormigas voladoras antes que del ruido o del estrés de la gran ciudad. En versión llorona, mantengo mis jerarquías.

*   *

Cuando Natalia Sanmartín arremete contra la televisión sé que tiene -como en tantas cosas- razón, aunque nosotros no hemos dado un corte al cable, ay. Por eso me alivió recordar que antes de salir, Carmen me había enseñado su poema al "guepardo sueñador", que es fiera como la oscura y miedosa noche (qué hipálage de manual, eh), creído como el niño infeliz (hala), tan escurridizo como el viento, tan olfateador como el perro pastor (bueno...), es tan listo como el puma y es tan sueñador como el ser umano. Natalia defendía la lectura y la escritura como la gran defensa de los niños. A Carmen, uf, la defiende un guepardo sueñador, gracias a Dios:


viernes, 26 de mayo de 2017

Redonda mesa redonda


La redondez de la mesa redonda estaba asegurada por su cuidada simetría cronológica. Entre Francisco Bejarano y yo están los veinte años que me llevo con José María Contreras. Rodó muy bien, pero tengo para mí que lo más redondo pasó fuera, nada más salir. Bejarano había contado que, aunque espera y reza todos los días, no está nada seguro de su fe. En la puerta, José María Contreras le susurró un escolio de Nicolás Gómez Dávila: "Fe honda es sólo la del escéptico que reza.". No sé si Francisco Bejarano se emocionó como yo, pero la idea le impresionó vivamente. En algún lugar secreto de la tarde que caía dorada sonó "click". Se cerraba, perfecto, el aro de oro de la mesa redonda.




jueves, 25 de mayo de 2017

Qué Cruz


Volviendo del trabajo, en la SER siempre me pilla por sorpresa la sección "El revés y el derecho" de Juan Cruz. Y qué desastre. No he visto a nadie nunca jamás más incapaz de pasar de la anécdota a la categoría. Ahora, también la alegría de las buenas lecturas tiene forma de Cruz. Gracias a tal desastre, he vuelto a leer, nada más llegar a casa, el Glosario de Eugenio d'Ors.


miércoles, 24 de mayo de 2017

Citius, altius, fortius


La previa

Me he levantado con agujetas. Ayer, por la emoción del partido, para entrenar y para deslustrar un poco mi flamante equipación deportiva, me fui a correr, trotar, andar, pararme... y vuelta. Aceleraba un poco más cuando me cruzaba con alguna chica haciendo running a velocidades de vértigo. Llegué a casa derrengado. A Leonor le chocó de lejos que no le hubiese quitado la etiqueta ni a la camiseta ni a los pantalones. Como quería estar en forma, me decidí por fin a abrir el pseudo-coco que nos había regalado el frutero asegurándonos que es la fruta de moda y que su líquido es muy energético. Energético no sé: malo estaba un rato.

Entre mis agujetas, Quique me ha confesado que le preocupa lo malos que somos. "Lo importante es ser mejores que nosotros mismos", le he dicho, y para fomentar el espíritu olímpico he puesto en el coche poemas de Juan Antonio González Iglesias: 

[...] 
atleta de los émbolos, de los muslos gemelos,  
feliz, triunfal, infante sorprendido y acuático,  
sincronizada toda tu hermosura, sonríes.  

A Carmen no le ha entusiasmado la sesión poético-motivadora. Ha dicho: "Preferiría tomarme el agua de coco a oír esto". Y ha buscado un culpable: "Si no estuvieses todo el día con el artículo, el artículo, hubieses entrenado con Quique y ahora seríais mucho mejores". Quique ha dicho: "A mí me gustan los poemas".


A media mañana

Me bajé al patio a ver jugar a los alumnos al fútbol. En veinte años de docencia, era la primera vez que me ponía en la orilla del campo a mirar.

Cuando subí al ordenador, Leonor me había mandado esto:







El partido

Los partidos, en realidad, porque era una liguilla. No han sido tan temibles. En mi fuero interno, y porque uno se debe a sus lectores, yo esperaba salir en una camilla o así. Lo habrían contado con mucha pena de mi mismo y gracia para vosotros, pero nada. Los padres más deportivos se han apiadado y armado de paciencia con los más concienciados. He llegado a casa recordando a C. S. Lewis cuando cuenta el miedo de uno que va al dentista y que luego es un minuto y nada más. Es cierto que él lo usa como metáfora de la muerte, pero yo he salido vivo. Y Quique estaba muy contento comentando conmigo en la cena los lances de los encuentros ante una hermana muy resignada y una madre muy satisfecha.

Futuro

Acabo de recordar que me despedía de los padres muy contento diciéndoles: "Ea. Hasta la liguilla del año que viene".

martes, 23 de mayo de 2017

Partidazo


Mañana, en el colegio que será de Quique, hay un partido de fútbol de convivencia entre los alumnos de infantil que llegan y los de primero de primaria que los reciben a puerta gayola. Hasta ahí, genial. Lo malo es que los padres juegan y yo llevaba fácilmente unos 30 años sin jugar al fútbol. A mi espíritu deportivo le da una lástima muy grande romper una racha invicta tan portentosa. Pero, por lo visto, a Quique le hace ilusión la cosa y su madre ha ido corriendo a comprarme todo el equipo deportivo. 

Menos mal que el niño todavía no va poder juzgar demasiado mi nivel ni tampoco caerá en que ir con una equipación tan flamante como me ha comprado Leonor es un motivo de bochorno. Yo lo voy a dar todo.




domingo, 21 de mayo de 2017

Basallote


Entre mis múltiples prejuicios, desconfiar del poeta que no me llega de la mano de un poeta o de un crítico, sino de su familia o de un compañero de trabajo. Los prejuicios tienen de bueno que es mucho más fácil curarse de ellos que de nuestros juicios y uno lo hace incluso con un prurito de orgullo.

He leído los haikus de Francisco Basallote (Vejer de la Frontera, 1941-2015) porque su sobrina Caridad, que se merece que nos desprendamos de cualquier prejuicio como quien se quita el sombrero para saludarla, me prestó En los senderos del bosque, publicado en 2008 por la Sociedad Vejeriega de Amigos del País. Y me he alegrado muchísimo.

Mi selección:
 No dará más naranjas. 
De un solo tajo 
dos leños secos.
*

El cielo azul 
ha descendido al seto 
de las lavándulas.
*

Ensimismado, 
el cisne sólo existe 
en su reflejo.
*

Un haijun lava 
su túnica en el río 
y sus recuerdos. 



sábado, 20 de mayo de 2017

El guateque



Carmen se bajó llorando amargamente del autobús del colegio. Quería ir a la feria de Jerez. Todas sus amigas van. Todas. Menos ella. Ha salido a la madre, a la que yo había respondido  a lo mismo media hora antes: "¡Pero si te llevo a la feria [del libro] de Sevilla". No le había hecho mucha gracia. 




Ahora ella consolaba a su hija: "No llores, que tienes siete años y todas las ferias por delante. Yo tengo cuarenta, y mira, hija, cómo me aguanto".

Tuvimos que hacer un trabajo de consolación, en mi caso doble, y por fin salimos, parando antes en la zapatería, que era muy importante y yo no lo iba a discutir, naturalmente. 

A la mesa redonda llegamos a la hora en punto, como cronometrados. Estuvo muy bien, hasta de público, que superaba a los participantes, y entre los que había tantos aforistas o más como en la mesa, lo que la hacía redonda. Veía a Victoria León, a Antonio Rivero Taravillo, a Miguel Veyrat, a José Luis Piquero, a José Luna Borge, a Hilario Barrero...



Los problemas vinieron después. La organización nos invitaba a cenar (que es peor que pagarme un traje, como chestertónicamente se sabe:


) pero, antes de las nueve, quería pasarme por mi caseta de Renacimiento a decir "hola"; y también quería asistir -aunque fuese un poco- a la presentación del libro de Hilario Barrero en la galería de Enrique M. Parrilla, presentado por José Luna Borge. Tenía tres buenos motivos, y apenas tres cuartos de hora para hacerlo todo. Que eran cuartos menguantes.




La feria, aunque lo fuese del libro, estaba animadísima y propiciaba encuentros continuos y paradas. Como íbamos hacia allí Pedro Serna, Rafael Adolfo Téllez, José Mateos y yo, cada uno contribuía a la lentitud con sus propios conocidos y saludados. Y amigos: vino Ignacio Trujillo, y se unió felizmente al grupo. Saludé a un poeta cuyo poema al padre se me había traspapelado para la antología. Me dijo: "Malvado" y yo, que con el lío no le había oído, le dije: "Igualmente". Eso le hizo gracia, menos mal.

Al llegar (tarde) a la galería, la puerta (acristalada) daba a la mesa del poeta y sus presentadores (con músico incluido). Ellos nos veían en la calle, dudando si entrar o no. Nos invitaron a pasar con sonrisas, cabezadas y gestos con las manos. Interrumpimos el acto. Había bastante gente y unos columpios que había que sortear. Una vez dentro, ya no había sillas, y nos movimos bastante buscándolas. Cuando acabó el baile, ya estaba hablando un señor y yo miré la hora. Eran las nueve. De todos, Leonor y yo éramos los únicos que estábamos comprometidos con la cena. Confiando en la delicada y exquisita informalidad de la Baja Andalucía puse un SMS a Sánchez Menéndez (SMS: Sánchez Menéndez, Sálvame) diciendo que estábamos complicados y que tardaríamos un poco. Esperaba un "no te preocupes, nosotros estamos la mar de entretenidos en la feria saludando al público y a la crítica", pero la contestación fue: "Ya estamos sentados, tomando una cerveza, os esperamos todo lo que haga falta". El horror.

Había estado todo el tiempo con el teléfono en la mano. Hice una foto del aforo para justificarme.



(Obsérvese la puerta acristalada a la derecha de la mesa principal, al músico que interrumpimos a la izquierda con su vihuela y el columpio entre nosotros y la puerta.)

Me fui al anfitrión (véasele muy atento al borde derecho de la foto) a explicarle que teníamos que salir (aunque acabábamos de entrar) y que si no había una puerta de servicio o algo más discreto, una salida de incendios o un conducto de aire acondicionado. No. La única salida era la acristalada. Leonor, Ignacio y yo nos fuimos, haciendo morisquetas de disculpa a todos los asistentes. Tropecé con el columpio que se balanceó vacío, como en las películas de terror o en las que muere un niño.

En la puerta, propuse el tratamiento homeopático: que volviésemos a entrar para que el ridículo alcanzase las dimensiones de Peter Sellers en El guateque. Yo creo que a Ignacio le apeteció la idea, pero Leonor nos fulminó con la mirada.

Esa entrada por salida la sentí por Hilario Barrero y por su libro, que quisiera haberme comprado. Cuando termine de escribir esto, empezaré a redactar cartas apologéticas. He calculado por encima que tengo que escribir siete u ocho.

Aunque íbamos andando a buen ritmo y la noche era cálida, Ignacio empezó una historia apasionante de una talla de una Virgen que encontró en un ángulo oscuro cubierta de polvo y de su dueño tal vez olvidada, pero ya estábamos en la puerta del restaurante y la historia no había terminado y no podíamos dejarla a medias, sin la mano de nieve, así que sumamos la recreación al retraso. Llegamos tarde a la cena y sedientos. Fue deliciosa: la conversación, los platos y los vinos. Y los vinos. Salí en una nube, casi habiendo olvidado el destrozo de la presentación, que seguro que se repuso estupendamente en cuanto nosotros nos alejamos de ella.

En la AP-4 Sevilla-Cádiz, tras tantas emociones y tantos brindis, iba dando cabezadas, lo que me preocupaba más por el tradicional haiku de cada AP-4:


Nunca te duermas
conduciendo ni, menos,
haciendo un haiku.

Un haiku es pura vigilia, atención máxima. Leonor, que no es muy de haikus, iba dormida a mi lado, profundamente. Y yo empecé a preocuparme profundamente porque los carteles no decían más que habría controles de velocidad (sin problema), de drogas (ídem) y de alcohol (ejem). Cuando abandonamos la autopista, me decidí a despertarla para que condujese ella. Y me alegré de que no recuerde mis poemas, porque me podía haber echado en cara que antes la despertaba para otras cosas:




Se puso al volante (ella que hubiese querido ponerse la falda de volantes en la feria de Jerez) sin protestar. Qué buena es. Le di un beso.

viernes, 19 de mayo de 2017

Jacarandas


En todo hay clases, incluidas la jacarandas. Antes creía que su belleza dependía, sobre todo, del azul del cielo, por el contraste entre el azul y el añil. Pero los grados de excelencia son propios de los árboles. Depende de tres factores, he comprobado: 1) la amplitud de la copa; 2) la densidad de las flores; y 3) la intensidad del color.

También cuenta, añado, que no hayan barrido y que el suelo alrededor esté alfombrado de flores caídas. Aunque ahí interviene la maravillosa pereza del servicio de limpieza y no se puede imputar a la excelencia intrínseca del árbol.


miércoles, 17 de mayo de 2017

Epitafio


Carmen invitó a unas amigas a merendar por su cumpleaños. Por la ventana de mi despacho, las vi embebidas con la lápida de Pukka. La primavera, las niñas, la luz, el limonero y la merienda, frente a la lápida y a la oscuridad de mi despacho en el que escribía, qué casualidad, un memento mori, crearon un contraste que no es precisamente fotográfico, sino cósmico.


martes, 16 de mayo de 2017

Cumpleaños feliz


Con los nervios de su cumple, Carmen se levanta saltando de emoción a las siete menos cuarto. La tomo en brazos y le canto, con un oído enfrente de otro y la voz aguardentosa de las madrugadas, "Cumpleaños feliz". Quizá para compensar mi átona entonación, me maravillo con la letra:

"Feliz, feliz [y no se le puede desear casi nada mejor a una hija] en tu día [que tiene mucho de nuestro, como decía mi abuela y ahora lo veo mejor que nunca], Carmencita [y cuánta potencia tiene un nombre propio, que te recuerda la existencia insondable y sempiterna de una persona que pudo no ser y que aquí está, entre tus brazos] que Dios te bendiga [y no se le puede desear nada mejor a una hija], que reine [un toque político legitimista muy necesario en estos días] la paz [sí] en tu vida [de principio a fin] y que cumplas muchos más [y cuanto amor en el nudo de la garganta de ese último deseo tembloroso, que te lleva de vueltas, casi de rodillas, al centro de la canción, que es una oración, a Dios, que es el único que puede hacer tantos regalos como se le piden e importan.]

lunes, 15 de mayo de 2017

Ahora tengo que matar otra


Algo, un mosquito o una araña, ha picado a Quique en el labio y se lo ha hinchado muchísimo. Su hermana, para aliviarle, le dice que es un nuevo héroe: súper Bocamán, lo que le hace gracia, y se ríe, y le duele.



Nosotros le insistimos en que es una araña, pero a él no hay quien le quite de la cabeza que es una avispa en venganza. Quizá por eso no se queja ni llora. Lo asume como un lance de la lucha. Y dice muy serio y fatalista: "Ahora tengo que matar a otra".




Con flores a María


Ramo de flores del jardín para la Virgen del cole de mis hijos. Y mi artículo.



domingo, 14 de mayo de 2017

Como debería ser [ensayo sobre el honor]


En el estudio sobre All's Well That End Well de Trabajos de amor dispersos, volumen de sus conferencias shakesperianas, Auden escribe un ensayo sobre el honor. No dejará de venirnos muy bien. Estos son sus fragmentos más memorables:

Lo primero que cabe decir del honor es que se trata de una norma de conducta que personalmente elijo respetar y que no espero que los demás respeten.
[...] 
El imperativo del código no consiste en un “esto es legal y aquello está prohibido”, sino en un “esto no se hace”.
[...] 
El castigo por saltarse el código es, sencillamente, el desprecio de uno mismo.
[...] 
La razón de atenerse al código es, por tanto, el respeto de uno mismo. [En cambio la ley, el derecho, implica obedecer a algo exterior a nosotros.]
[...] 
Deseamos un mundo interesante, un mundo en que haya personas dignas de admiración.
[...] 
Todos los códigos del honor añaden un valor moral a cosas que quedan fuera del reino de la justicia: al atractivo físico, por ejemplo, al ingenio, a la habilidad.
[...] 
Algunos son mejores que otros en varios sentidos, y en una sociedad regida por el honor se espera más de aquellos que de estos, como debería ser.
[...] 
El código se corrompe cuando sólo pervive el sentimiento de superioridad. En el momento en que la gente se agarra a la idea de la superioridad, pero no obedece al código cuando este le exige algún sacrificio, el conjunto entero se derrumba.


viernes, 12 de mayo de 2017

No estar estando


Hay libros que te enganchan y otros que no te sueltan. Estar no estando (un viaje extremeño), la crónica del poeta Antonio Moreno de unas jornadas otoñales por la Vía de la Plata extremeña, es de los últimos. Yo he recorrido sus páginas a un paso tan demorado o más aún que los suyos. En unos meses de muy poca lectura y excesivos compromisos, era un libro, sin embargo, que no podía dejar de leer paso a paso. Serena el ánimo. Esponja el corazón. Limpia la vista. Aguza el oído. 

El autor se trata en tercera persona: “el caminante”. He recordado a Ignacio Jáuregui que, en su libro de viajes, se llamaba “el paseante”, y veo una honda sabiduría en esa vuelta de tuerca estilística, porque salir de casa te saca de ti, aunque sea para volver, y para traernos de vuelta también a los que fuimos más perezosos para movernos.
Cualquier texto con vida puede ser un buen apoyo para mover el mundo.
 
[El dulce erotismo leve de la joven frutera que le propone] “si quieres pelamos un melocotón y nos lo comemos”.  
* 
No hay dicha como ésta. Ser agradecido.  
* 
[Fumando a la intemperie] El viento se lleva la primera bocanada a toda prisa.  
* 
[Atardece] Da la sensación de que el aire esté cogiendo peso.  
* 
[Es muy emocionante cuando en una tertulia de bar de un pueblito responde que él no es nacionalista y el agradecimiento tácito o alivio amable de esos españoles por el rechazo rechazado]  
* 
El flujo de la realidad es demasiado pasajero para elementos tan lineales, tan convenidos y tardos como las palabras. Ese contraste nos exalta.  
* 
... andar significa sobre todo ahondar, sin que uno se mueva un ápice de sí mismo.  
* 
La edad también es un camino. El caminante se ríe de muchas cosas.  
* 
El negligente —de nec-legens— es “el que no lee” […] Tal es, en dos palabras, un lector: quien atiende  
* 
Bajo esta bombilla podía haberse escrito El elogio de la sombra. 
* 
Un profesor tiene algo de panadero.  
* 
La superficie lisa y roja de unos alcornoques recién descortezados.  
* 
Lo mucho que crece el campo frente a la nonada que somos cuando abandonamos los caminos. 
* 
Por muy solitario que sea, un camino es siempre una tácita reunión de gentes.  
* 
[un mastín furioso] Costaba creer que un bicho como aquél recibiese la gracia civilizadora de un nombre. [encuentro terrible que, con el de un cerda, le sirven para recordar a Dante en su selva oscura]  
* 
Llovizna como quien hace solitarios para matar el tiempo.  
* 
La inteligencia inherente al ajustado hecho de ver.  
* 
A la larga, se escribe para Dios.  
* 
[Cuando le preguntan por su profesión de profesor] Siempre que al caminante le preguntan sobre estas cuestiones, siente un desconcertante titubeo: como si le pidieran cuentas de un disfraz que suele ponerse, pero que a decir verdad no es su ropa.

A estas citas espigadas se les escapan los encuentros novelescos que el caminante sabe propiciar y que nos dejan unos retratos estupendos, y sus reflexiones sobre la enseñanza, dejada felizmente atrás, y las memorias de su niñez, que no ha dejado nunca, y, sobre todo, sus recuerdos constantes de los seres queridos.

jueves, 11 de mayo de 2017

La lluvia anuncia su ausencia


Porque hay que tener amigos con los que hablar de todo, en un chat hemos estado reflexionando sobre el intenso sabor estético que tiene la fugacidad. Cité, como siempre, a Simone Weil y, como hablábamos por escrito, pude hacerlo hasta en francés: "En général une condition de l’extrême beauté est d’être presque absent, ou per la distance ou par la foiblesse. Les astres son inmutables mais très lontains ; les fleurs blanches son lá, mais dejà presque détruites". Hablábamos de flores, pero yo lo siento ahora con la lluvia. 

Estos espléndidos chaparrones de estos días me da que serán los últimos de este curso, y me da una punzada de melancolía. No la lluvia, sino su ausencia, que anuncia.

Camino del trabajo, me paro en mitad del camino para fotografiar el Limoniastrum monopetalum florecido, tan salado. A la vuelta, me parece que alguno de los moteros del fin de semana ha de dejado clavada en pleno arcén de la autovía una enorme bandera de España, inclinada, saludando el paso de los coches. Cuando me acerco, descubro que era el borde rojo de una señal triangular de tráfico y el amarillo esplendoroso de la mimosa por encima. 

La tarea de Quique se la he puesto de tipos de lluvias:



Y me encanta que le haya hecho mucha más gracia que "calabobos" lo de "jarrear". Prefiere la hipérbole al insulto y yo le alabo el gusto. Tenemos que vivir con intensidad estos días de lluvia, que luego el verano será larguísimo.


miércoles, 10 de mayo de 2017

Avispa se escribe con V de Vendetta


La cara de satisfacción de Quique la veo desde abajo del autobús. "¡He matado una avispa!", me informa a gritos desde la escalera. Quiere decir: "Te he vengado". No le miraré con desdén desde el Purgatorio, como le pasó a Dante con su bisabuelo, al que no había hecho justicia. Quique viene feliz, porque, aunque la venganza sea un plato que se sirve frío, él lo recalienta. Me cuenta el lance: "Hice plas contra el cristal" y hace el gesto de un mate de tenis. "Y luego, mientras caía, plas", una palmada en el aire, al vuelo. "Y me la he guardado aquí, en el bolsillo", y me enseña unas alas y un cuerpo amarillo y negro, precioso, brillantísimo. Yo quiero pensar que no le riño por la viveza de su narración y por el peligro afrontado con tanto valor. Pero esa sonrisa que dice "el honor de la familia está vengado" tampoco es manca.


martes, 9 de mayo de 2017

Poética


En el duermevela, ¡la deslumbrante revelación de mi poética! Las líneas de los versos dibujan el horizonte, pero no el de allí, sino el horizonte sobre el que estamos. El poema sería el mecanismo para situarnos ahí ---sobre la línea finísima donde se tocan el cielo y la tierra---  sin irnos del aquí ni del ahora. Los versos crearían la distancia necesaria y exacta. Un verso que no sea “horizontal” en el sentido cósmico no es un buen verso.

Ya despierto, he recordado la fuente de esa imagen:


Tan notoria falta de originalidad es un motivo indiscutible para no escribir un poema o un manifiesto sobre el horizonte versal, como había soñado en el duermevela. Lo que no obsta en absoluto para que sea mi poética, sino todo lo contrario.

lunes, 8 de mayo de 2017

La Bestia y el Ángel


Las miserias del lector no tienen fin. Estoy leyendo en la preciosa primera edición de Jerarquía el poema de La Bestia y el Ángel de José María Pemán. Muy apasionante. Un gran esfuerzo poético que no concuerda con la imagen que yo traía de él como poeta neopopularista y sentimental. Junto a la guerra, dentro del poema, se establece otra lucha entre los fragmentos más de época y aquellos que levantan el vuelo poético. Pero la miseria es que en el cuarto empiezan a aparecer lúas, que salen de no sé dónde. Me entra una angustia más real que la del poema, otra lucha. Busco en el móvil las diferencias entre las lúas de hormigas (que doy por amortizadas) y las de termitas, que me aterrorizan. Luego, usando la cámara del móvil como lupa, las estudio en plan Junger y, aunque quedo convencido de que son hormigas, no me quedo tranquilo del todo y vuelvo a mirar cada dos por tres. Entre La Bestia y el Ángel se ha interpuesto una épica minúscula de mi casa cercada por insectos que interfiere con la cósmica y nacional del poema de Pemán. Tengo que cerrar el libro, derrotado por mi propia pequeñez.


domingo, 7 de mayo de 2017

Poema motu proprio


Esta mañana los niños entregaron sus regalos por el día de la madre, con algunas poesías muy típicas que los acompañaban. La madre, encantada. Yo, también, para qué voy a hacerme el interesante. Pero diez minutos antes de acostarse, Carmen se ha lanzado a escribir un poema motu proprio



Creo que no me engaña el amor paterno: es el mejor de todos los que hemos tenido hoy en casa. Me hubiese gustado preguntarle a Carmen (que ya está dormida) quién es ese nadie que no es perfecto, si la que riñe o la reñida. En todo caso, sí, sí es la vida que quiere Dios, la de la mejora continúa y el arduo camino (nada de sensibilidades facilonas) al corazón, que es donde, en efecto, hay que llegar.

A mí el poema me ha llegado al corazón.

*

PS.- Esta mañana, tras cerrar el asunto de los derechos de autor, le he preguntado quién es es nadie que no es perfecto, si mamá o ella. Me ha mirado con una ira santa y me ha dicho: "Es lo que dice: 'nadie', 'n-a-d-i-e---e-s---p-e-r-f-e-c-t-o'". Esa es una respuesta de poeta con todas las letras: "Las explicaciones se le piden al texto, eh".


sábado, 6 de mayo de 2017

Conyugalia



Leonor quiere que cierre la puerta del dormitorio y yo prefiero dejarla casi cerrada. Ella, porque por las mañanas entra la luz de la ventana del descansillo. Yo, porque con el viento tiembla la puerta y hace ruido. Llevaba años (¡años!) tratando de adivinar el porqué de esta polémica entre la luz y el sonido. Hoy se me ha ocurrido la respuesta. La luz molesta más, sí, lo reconozco, pero será cuando amanezca, o sea, un "largo me lo fiáis" con todas las letras; en cambio, el traqueteo de la puerta es ahora. Yo soy menos previsor, más instantáneo y hedonista.

*

Me gusta que los niños prueben, si quieren, el vino de mi copa. Creo que al vino hay que quererlo (no beberlo) desde pequeñitos, ir cogiendo confianza. Mi mujer lo lleva fatal y amenaza, incluso, con que nos van a quitar la custodia de los pequeños, haciendo grandes aspavientos, impropios de ella, y morisquetas de desaprobación. Y yo creo que los niños no piden mojarse los labios ni por el vino ni por mí, sino por esos aspavientos, tan contraproducentes.

*

Cristian Campos me cita dos veces en su necesario y emocionante artículo. Dos y media , como me ha subrayado el perspicaz Santiago Lago. "Español inteligente", le presumo a mi mujer, eh, eh, pero ella es española indiferente. Y ahí está el punto: ni lo discute ni lo celebra. Cara de póker. ¡Va a venir Cristian a decirle nada nuevo de cómo es su marido...!

*

Esta mañana dice remachando las palabras: "¡Qué día más bueno para dar un paseo!" y, antes de levantar la vista, sé que no estará mirando por la ventana, como pide el guión y la fotogenia. No: me mira a mí: fijamente. Y su lenguaje no verbal sentencia: "Vamos a dar un paseo, juntos, tú y yo, y hoy no voy a aceptar excusas".

*

El paseo, extraordinario.


viernes, 5 de mayo de 2017

Vit et bien



El lema de la tarea de mis hijos es "Vit et bien". Por eso, qué alegría cuando Quique se bajó del autobús diciendo que ya la había hecho aprovechando el viaje. Tenía que escribir las figuras del ajedrez, así que aproveché y le hablé de los adjetivos de los sonetos de Borges, que son un prodigio pedagógico del arte de adjetivar. Quiso ponerlos para completar su trabajo. Yo no cabía en mí de gozo.

Tanto, que he tenido hasta mi reseca, para contrarrestar. La primera: como Quique no había escrito "caballo", porque se quedó sin línea y quizá porque "caballo" tiene mucha menos gracia que "knight", que jamás se le habría olvidado, perdimos la oportunidad del caligrama, que también habría sido didáctico:

......Caballo
...................l
...................i
...................g
...................e
...................r
...................o

La otra resaca ha sido que, por lo visto, la profesora no se ha quedado boquiabierta ante el prodigioso niño borgiano. Habrá pensado qué niño (qué padre) tan raro.

Aunque todo tiene remedio: pongo aquí el caligrama del caballo, ea, y le explico a Quique que la literatura tiene eso:  es para pocos y el placer está en ver nosotros los adjetivos, no en que nos los aplaudan.


jueves, 4 de mayo de 2017

Que te sea leve


Salgo temprano y ya está Manolo trabajando en el jardín. Se alegra mucho de mi madrugón. Y a mí me extraña el suyo, pues suele trabajar al mediodía y cortar el césped a la hora de la siesta, como me recuerda el vecino con frecuencia. Ha cambiado el horario por el calor, y es otro encanto de las altas temperaturas 

"Que te sea leve el trabajo", se despide. Recuerdo que antes, cuando nos veía almorzando decía: "Que os aproveche". Quizá quedaría mejor al revés: que el almuerzo te sea leve (esto, es light) y que el trabajo me aproveche mucho.

Pero está mi otro artículo, el de que al trabajo vamos a inmolarnos, y veo que el jardinero, tan dickensiano siempre, tiene un eco clásico: el del epitafio de que la tierra te sea leve, justamente. Es más hermoso y apropiado, menos utilitarista, que un trabajo que nos aproveche.


miércoles, 3 de mayo de 2017

Justicia bucólica


El equilibrio perfecto entre nuestro afán destructor y el constructor se halla en la poda. “Succisa virescit”: uno saja a lo bestia sabiendo que todo reverdecerá a lo bello. La violencia salvaje, con todo, no hay quien se la quite. Por eso, cuando salió una avispa del tamaño de un vencejo del laberinto de la glicinia y se vino para mi mano, asumí que era la campeona del jardín y que vengaba mis tajos inmisericordes. La picadura tuvo una violencia de serie de HBO. Me dejó una herida roja con dos hendiduras como de serpiente cascabel sobre una hinchazón pálida. Lo tomé como una justicia bucólica y me fui a presumir de picadura a mi hijo Quique. Miró la herida. Me miró a mí. Y sólo hizo una pregunta: "¿Mataste a la avispa?" "No, escapó viva". Y vi en los ojos de mi hijo la profunda decepción de que yo no hubiese hecho justicia.



martes, 2 de mayo de 2017

Bobin en el barbero


Desconocen el carácter épico de la lectura aquellos que jamás dejan un libro. Poder aplicarle la pena máxima a un título llena de tensión cualquier lectura. Lo he vivido intensamente con Resucitar, de Christian Bobin, que he sopesado dejar a cada página, casi. Me cansaba un estilo que se le ha convertido en manera, la doblez de protestar tanto de quienes hablan de Dios y no parar de hacerlo (a veces, bien), el desdén por todos los demás escritores (menos él), una propensión muy meticulosa a juzgar al prójimo (mal) y cierta vanidad sostenida en mi menor. Pero cada vez que iba a dejar el libro en el estante aparecía un detente. Un brillante rompimiento de gloria. Además del del periódico, he escogido éstos:
 Son tan numerosas las luces que se nos han concedido que, aun queriéndolo, no podríamos echarlas a perder todas.  
*  
Todo lo pueden contabilizar en sus cálculos, salvo la gracia, y por eso sus cálculos son inútiles.  
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Todavía no se ha escrito nada sobre la bondad, y es que a la escritura le queda por delante un porvenir inmenso.  
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Su ambición nace de su falta de atención.  
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Nadie olfatea la santidad tan rápido como el diablo.  
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A cada instante, algo viene a socorrernos.  
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Esta mañana he visto a una tórtola batir sus alas en el instante mismo en que salía de las manos de Dios.  
*  
La atmósfera de nuestro tiempo es irrespirable y, sin embargo, seguimos respirando. ¿Estaremos muertos ya?  
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Un intelectual, es decir, alguien a quien su propia inteligencia le impide pensar.  
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La mayoría de la gente está hoy día tan perfectamente adaptada la mundo que llega a ser inexistente.  
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No hay más consuelo que la verdad.  
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Varias veces al día, miro furtivamente por la ventana la luz dorada del tilo, como un gato lame su leche a lengüetazos decididos y ávidos.  
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[Su incapacidad para adaptarse a los horarios y a la rutina laboral] Me resulta imposible vivir en un mundo en el que no creo.  
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[Flores cortadas de los arriates por un anciano polaco en el asilo para ofrecérselas a las enfemeras] Resplandecían entre sus dedos, gozándose en una vida que, de pronto, se había hecho más breve pero más pura.  
* 
 Mi mesa de trabajo está frente al abedul y el abedul está frente a Dios. Intento colocar mis palabras en esa línea que dibujan los tres.


lunes, 1 de mayo de 2017

La finura de Chesterton



Chesterton bromeó mucho con su gordura, pero jamás presumía de su altura y medía 1'93. Conozco personas con diez centímetros menos que van por la vida la mar de estirados. Él podía, como mínimo, haber hablado no tanto de su gordura como de su tamaño, y hubiese sido, además, más exacto. Pero prefirió mirarse -y hacernos verle- por el lado más grotesco. Sabía que era lo más sano para el alma. Y lo más fino: lo que menos hiere la susceptibilidad de los pequeñitos, lo que más les divierte. 

También pesaba 13o kilos, o sea, que no se inventaba nada. Y otro rasgo de finura, esta vez intelectual es que alguien con tal sobrepeso hiciera una literatura tan ligera y ágil. Mi experiencia es que la gordura acaba embotándote el ingenio. Tiene el detalle con nosotros de que no le notemos los kilos de más ni el resuello en su prosa.