viernes, 3 de octubre de 2008

Vuelta al cole

Cada profesión tiene sus épocas duras: abril para los poetas, mayo para los alergólogos, junio para los asesores fiscales, julio para los instaladores de aire acondicionado, agosto para los camareros, septiembre para los vendimiadores y octubre para los profesores de instituto. Al papeleo iniciático de las programaciones, se une la desazón de ver qué primera impresión conseguimos causar a los alumnos.

No se trata (o no sólo) de la vanidad de gustarles muchísimo. Nos va en ello el llamado proceso de enseñanza-aprendizaje de todo un año. Porque uno es profesor tiene muy en cuenta a sus maestros, y Eugenio d’Ors lo avisó con palabras que me repito cada octubre: “Ninguna crítica tan segura y rápida sobre maestros y educadores que la de sus discípulos desde el primer día. Unos muchachos están sentados en un banco; un desconocido profesor se presenta anta ellos y les habla. A la hora de la lección, aquéllos ya le han tomado, y para siempre, la medida”. Es para echarse a temblar, ¿no?

Yo me propongo: pondré mi mejor cara. Pero la mejor, ¿cuál es? ¿Suelto todos mis chistes? Eso tiene el problema de que me quedo sin ellos para el resto del curso y, además, Unamuno, como un búho severo, amonesta desde la encina de mi conciencia: “El que enseña jugando acaba jugando a enseñar”. ¿Me pongo muy serio entonces? Qué dudas.

Menos mal que para el día de los difuntos, ya todo estará claro.

5 comentarios:

Juan Antonio González Romano dijo...

In medio virtus, decían los latinos: ni muy serio para no malograr desde el inicio la posibilidad de una relación fluida, ni muy bromista para que no te tomen a chufla el resto del curso. En caso de duda, seriedad inicial, que ya habrá tiempo de aflojar la cuerda (lo contrario es más difícil). Imagínate, además, el caso del profesor de Literatura: ¿cómo enseñarla si no hay un ambiente propicio en la clase?
P.D: Septiembre es el mes malo de los Jefes de Estudios, sin duda. No te olvides de nsosotros en tu relación de meses críticos...

E. G-Máiquez dijo...

Así es. Los pobres jefes de estudio -y espero que la mía esté leyendo esto- tenéis muchísimo mérito, vuestra vida es dura y no sólo en septiembre y nosotros no os lo agradecemos lo sufiente en ningún mes del año (tal vez en julio, sí, un poco).

Anónimo dijo...

Tuve un profesor en el instituto que el primer día de clase hacía una especie de rueda de prensa sobre él mismo. Una vez contestadas las preguntas se acabó el misterio y a partir de ahí, era él quien preguntaba durante el resto de curso. Funcionaba.

E. G-Máiquez dijo...

Me parece una idea estupenda, Manupé. Ya no para empezar, pero la pondré en práctica cualquier día de estos. Gracias.

Adaldrida dijo...

Ay, comparto tus desazones. Serán, espero, mis futuras desazones...