jueves, 6 de mayo de 2010

El necio

Enseñar a necios es como pegar tiestos rotos;
hablar a quien no escucha,
como despertar a alguien de un sueño profundo.
Quien razona con un necio razona con uno dormido;
al terminar le dirá: "¿Qué pasa?"
Por un difunto, llora, pues le falta la luz;
por un necio, llora, pues le falta la inteligencia.
Por un muerto, llora con mesura, pues ya descansó,
pero peor que la muerte es la vida del necio.
El luto por un difunto son siete días,
pero por un necio e impío, todos los días de su vida.
No hables demasiado con un necio,
ni andes en compañía de un insensato.
Guárdate de él, para no tener disgustos,
y no te manchará al rozarle.
Aléjate de él y hallarás descanso,
y no te aburrirá su necedad.
¿Hay algo más pesado que el plomo?
¿Cuál es su nombre, sino "el necio"?
Arena, sal y bola de hierro son más fáciles de llevar...

...................[Eclesiástico 22, 7-18]

8 comentarios:

Dal dijo...

Cómo estará el patio que al leerlo sólo piensa uno en políticos...

E. G-Máiquez dijo...

Pues no pensaba yo especialmente en los políticos. Me parece una joya de la poesía satírica. Me interesa especialmente por su perspicacia psicológica, su potencia ("como pegar tiestos rotos") y por cierto fondo caritativo que a pesar de todo se presiente.
Impresiona que sea palabra revelada.

Manuel dijo...

Sí, sí. Perfecto.
Ayer alguien podía haberse dado por aconsejado.

Coni Danegger dijo...

Qué gusto leerte de nuevo, Enrique; hace mucho que no pasaba por aquí. Y gracias: lo que copias sí que es más que sátira.

E. G-Máiquez dijo...

Espero que nadie, ni tan siquiera mis alumnos de última hora, que me han dejado como un tiesto roto, se den por aludidos. Puro placer literario, Manuel.

Y aquí tienes tu casa, inconstante Constanza, para cuando quieras.

Mora Fandos dijo...

La imagen de pegar los tiestos rotos... fantástica.

Unknown dijo...

entre tontos y malos
estamos apañaos

ánimo en el empeño
y saluítos garrapateros

ELAPUNTAÓ
cuidao con esos dos polos,
questán dentro de nosotros

ELEDITÓ
y otros:
todos

Cristina Brackelmanns dijo...

arena, sal y bola de hierro...
Escurridizo y más pesado que un muerto. Qué maravilla, qué precisión.