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Perder y ganar
Hacía tiempo que no soñaba con mi madre. La vi muy bien, estaba como antes de la enfermedad. Iba y volvía de la cocina al cuarto de estar y yo la seguía mientras hablábamos de esto y de aquello. Aunque ahora no los recuerdo, me sorprendieron especialmente sus consejos, muy concretos, sobre algunas de mis pequeñas preocupaciones de ahora, y eso que eran tan como siempre, sensatos y vigorosos. Yo había presumido que ya no me hacían falta por lo de aquel poema de Navarra:
.................NO HAY DISTANCIA
Cerca.
Tengo tanto de ti
en mi interior
que estando yo conmigo
tú estás siempre presente.
Ahora veía, soñaba, veía en sueños que estaba muy equivocado, que el poema es precioso, pero no lo soluciona todo. Su presencia y sus consejos me hacían mucha falta porque eran sólo suyos, únicos, de ella y de nadie más.
No he podido entender del todo la alegría con que me he despertado esta mañana.
9 comentarios:
Quiero ser el primero en felicitarte por esta entrada tan impresionante. A ver si llego...
"el sueño por favor el sueño en donde
las voces tienen rostro y no son mías."
El otro día me encontré unos versos en la Comedia que me hicieron acordarme de tu poema. Cuando vuelva a casa te los mando.
No se pierde nada, están dentro y fuera. Sólo se gana.
Un abrazo.
Eso es: qué alegría que vivan fuera, que no dependan de nosotros, ¿verdad?
Gracias, CB.
Echo de menos soñar con mi padre. Nunca ha sucedido, que recuerde. A lo más -eso sí: constantemente-, esperar verle del brazo de mi madre caminando por la calle de siempre.
No le olvido, pero a veces se me olvida que ha muerto
Gracias.
Precioso, he tenido esa sensación incluso teniendo aún a mi madre conmigo.
Muy bueno , me recuerda a mi abuela. me encantaría leer completo el poema pero no lo encuentro. si te queda fácil y si no es mucha molestia me lo compartirías.
Es bueno leerte
Muchas gracias, Kent13, por el interés. El poema completo son esos cinco versos y ya está. O no, mejor dicho, el poema completo son esos cinco versos y esa nostalgia de más que te ha quedado dentro.
Un abrazo,
Enrique
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