viernes, 25 de noviembre de 2011

¡Psssh!


Se admiran de que Dante leyese en una calle de Florencia y que pasara por su lado una bulliciosa procesión sin que se diera cuenta. Se pone como ejemplo de su capacidad de concentración lectora. No se puede dudar de mi fervor dantesco, pero aquí se equivocan los hagiógrafos. Se lee perfectamente con ruido exterior, entre una procesión o en cualquier bar de cualquier pueblo, porque el ruido te fuerza a no apartarte ni un ápice de las líneas. Lo difícil es no distraerte en el silencio, cuando la imaginación está más viva que nunca. No hay mayor incordio para leer bien —lo ignoran los que no son aficionados— que uno mismo. 

14 comentarios:

javier dijo...

Conozco a un tipo al que le pasaba eso con las matemáticas. Cuando quería resolver un problema difícil salía a dar vueltas por Madrid y cuando volvía a casa ni se acordaba de dónde había estado. ¡Qué cosas!

Jesús Cotta Lobato dijo...

¡Por fin encuentro uno que entiende cómo es posible que en mi familia de siete hermanos bulliciosos todos pudiéramos estudiar en el salón a pesar de los balonazos, las peleas y la música!

Ignacio Trujillo dijo...

Ayer tarde, leía y leía mientras esperaba la cola, y más concentrado estaba mientras tumbado en la camilla me succionaban la sangre. (Era una campaña de donación). Si mejor incluso que en el silencio de mi casa vacía. Cuando llegan los niños leo mucho mejor...

Corina Dávalos dijo...

Completamente de acuerdo.

Juan Ignacio dijo...

¡Exactísimo! ¡Exactísimo!

(Aunque, solo tratando de hacer algo de justicia al observador de Dante, me pregunto si no habrá dos tipos de personas. Los reflexivos, que se distraen consigo mismo o con su pensamiento. Y los expansivos, que se "divierten" con cualquier cosa que esté afuera de ellos).

Anónimo dijo...

En cambio, tengo mis dudas en lo que respecta a la escritura (creativa): no sé si sería válida esa observación. BB

Juan Ignacio dijo...

Un bullicio uniforme es muchas veces a los fines prácticos similar al silencio porque es muchas veces similar a la soledad.

E. G-Máiquez dijo...

Maravilloso aforismo de JI.

Anónimo dijo...

El arte, como la relijión o el amor, es recato. Ler, escribir, correjir pruebas por las calles, en los tranvías, en los cafés, es falta de dignidad estética. JRJ

Anónimo dijo...

Ayer, seguramente a la misma hora en que mi hermano escribía la entrada, leí el aforismo de JRJ que he escrito antes. Me dolió: mis mejores correcciones la he hecho siempre andando por la calle. JG-M

E. G-Máiquez dijo...

Sí en su caso, tan zenobita, mi querido JRJ, pero, junto a las vocaciones contemplativas, las hay activas también en poesía.

gatoflauta dijo...

Si lo que dice el aforismo de JRJ (que yo no conocía) fuera cierto -no lo es-, eso excluiría de la literatura a tantas excelentes cosas (de González Ruano a Pepe Hierro, por poner dos ejemplos) que se han escrito en bares y cafés. Lo del recato es cierto, pero basta que sea interior. Y conste que yo no escribo en los cafés.

Y muy bueno lo de "zenobita" de Enrique, que leo justo antes de enviar esta nota.

E. G-Máiquez dijo...

Pues en eso, querido J, tu patrón es más Dante que JRJ, qué le vamos a hacer, tampoco es para quejarse demasiado.

E. G-Máiquez dijo...

Efectivamente, lo de "zenobita" es, querido gatoflauta, buenísimo. Pero no es mío, como se puede usted imaginar, sino traído aquí porque la ocasión lo requería de una broma de peor gusto —pero gran ingenio verbal— de Eugenio d'Ors, que más o menos escribió esto a JRJ cuando nació su tercer hijo, mi don Álvaro d'Ors: "Ya ve, yo voy ya por mi tercer hijo y usted sigue zenobita".