viernes, 3 de febrero de 2012

Sordello, cara A y cara B

CARA A
Cuando Browning publicó su poema Sordello, nos cuenta GKC en su biografía del poeta, Carlyle le escribió para decirle que su mujer lo había leído con gran interés y deseaba saber si Sordello era un hombre, un animal o un libro. Tennyson comentó que el primer verso (“Quien quiera, oirá contar la historia de Sordello”) y el último (“Quien quiso, oyó contar la historia de Sordello”) eran los únicos que había entendido, y los dos eran mentira. Douglas Jerrold empezó a leerlo después de una enfermedad y exclamó, pálido: “¡Dios mío, me he quedado idiota, no entiendo nada!”. Sólo cuando su familia le certificó que ellos tampoco entenderían ni j suspiró tranquilo. Hoy tampoco entendemos muchas cosas, pero nos cuesta mucho ser, ay, tan sinceros como entonces. 

CARA B
Una vez preguntaron a Browning, nos vuelve a contar GKC en su biografía del poeta, qué había querido decir con tal verso. Contestó que, cuando lo escribió, sólo él y Dios sabían lo que aquello significaba, pero que ahora, pasado el tiempo, ya sólo lo sabía Dios. Me parece una contestación espléndida, y que marca un límite máximo a la incomprensibilidad de un verso. Siempre me preguntaré ante un verso si yo lo entiendo o no, claro, pero para denostarlo sé que tengo que preguntarme y el poeta debería preguntarse: ¿Lo entiende Dios, al menos? Si Él lo hace, por mucho que a mí me guste entender, vale. Si no, no. 

8 comentarios:

Jesús dijo...

¿Entenderá Dios algo del "Trilce" de Vallejo o del "Poeta en Nueva York", de Lorca, por poner sólo dos ejemplos? Hay oscuridades y oscuridades, claro. Unas me resultan accesibles, otras no. Un tema complejo.

Anónimo dijo...

Ciertamente hoy nos cuesta ser tan sinceros como antes cuando no entendemos algo. Nos manifestamos con un silencio ambiguo que aparenta entender.
De cierta obra jurídica en tres volúmenes se decía que el primero lo entendían el autor y Dios, el segundo, sólo Dios, y el tercero…
Dámaso Alonso distinguía, a propósito de las Soledades, entre oscuridad y dificultad.
También cierto político (no recuerdo quién) se quejaba de no entender nada del siguiente titular de un periódico deportivo: “Los colchoneros arrancan un valioso positivo en el Molinón” (es la dificultad del argot).
Jilguero

gatoflauta dijo...

Lo ideal sería hacer como Bach: escribir para Dios (S. D. G.), pero sin olvidar que lo que hacemos han de escucharlo los hombres. Dicho esto, también hay que decir que a veces la dificultad está en nuestras limitaciones. La de San Juan de la Cruz es mayor que la de Góngora (éste, como dijo acertadamente Dámaso Alonso, es "difícil, pero claro"), no obstante lo cual vale mucho la pena esforzarse. No caigamos en la soberbia de pensar que lo que nosotros no entendemos, ni Dios lo entiende.

Miguel dijo...

Uhm, está bien, la respuesta de Browning es soberbia (en el buen sentido).

Me viene a la cabeza lo de Chesterton y aquello del retrato pigmeo de la Creación. Dios hace sus obras para que (más o menos) las entendamos (salvo la electrodinámica), aunque se reserva una parte para que pongamos en práctica la fe. Cuando nosotros creamos puede que pase algo parecido.

Otra cosa es no entender uno sus propios versos... Claro, nuestro subconsciente es tan profundo que quién sabe qué estará pasando.

(Me lío, he dormido poco).

Anónimo dijo...

El político del que no quería (= conseguía)acordarme es Leopoldo Calvo Sotelo, dato que, a mi entender le confiere cierta gracia a la anécdota.
Jilguero

Adaldrida dijo...

Aaaaay Enrique, eres un crack. Me has hecho reír ad infinitum.

E. G-Máiquez dijo...

A mí también me ha hecho mucho gracia, Llir, pero el mérito es de Chesterton, que transmite las anécdotas o de esos caballeros ingleses.

Otra más, cuando Wordsworth se enteró de la fuga de los dos enamorados, dijo con aquel leve matiz de amargura que solía emplear cuando hablaba de Browning: «De modo que Robert Browning y miss Barrett se han escapado juntos. Ojalá se compren- derán mutuamente –nadie más podría.»

Otra muy buena. Carlyle y su mujer se llevaban fatal, y la gente opinaba que no tendrían que haberse casado nunca, a lo que Tennyson replicaba que no, que así sólo había dos personas infelices y que, si se hubiesen casado con otros, serían cuatro.

Adaldrida dijo...

Aaaaay, sigo muerta de risa.