martes, 23 de abril de 2013

Neighbors


Una familia norteamericana —un matrimonio joven y dos hijos rubios— han venido a la casa de al lado, la que todos los veranos alquilaba aquella amistad mía de la infancia.  Quizá les impresionase la alcurnia de sus predecesores, quizá no. Los nuevos tienen muchos amigos y están entusiasmados con el clima, así que hacen mucha vida en el porche. Su porche está a la altura de mi despacho: abro la ventana discretamente y, mientras escribo, voy recibiendo clases de listening. Free. Nada indiscreto, hablan mucho de coches y del capitán tal y del comandante cual, que son buenos tíos. El otro día, la niña lloraba y se quejaba, muy flamenca: "Ay, ay, ay...". En un principio, pensé lo raro que tiene que ser oír llorar a alguien diciendo: "Yo, yo, yo...", por mucho juego psicológico que dé. Luego me di cuenta que ellos pueden decir casi lo mismo: "Qué raro que los niños españoles lloren diciendo: 'Ay, ay, ay...' que significa 'There is, there is, there is...' o 'There, there, there...'"

Y así me entretengo. 


1 comentario:

Dolores dijo...

Cuanto juego da la literatura. Y menos mal que los escritores y poetas me hacen caer en la cuenta: como cuando me explicaron la genialidad de Allan Poe en un relato acerca de la obsesión con un ojo, que en inglés es un I para poner de manifiesto la locura del protagonista.