martes, 17 de septiembre de 2013
Olas
Yo soy aquel que anteayer no más tuiteaba en riguroso directo que una niña de Madrid en la orilla, cuando venían las olas, gritaba: "¡Un bache, un bache!" Algunos (dos me protestaron) lo vieron como una ironía, pero quia, si a mi Madrid, como maltratada capital del Reino, como —curiosamente— rompeolas de las Españas, me despierta una ternura sin parangón. Yo a de los baches le vi el lirismo o, más exactamente, a lo don Federico de Onís, "el prosaísmo sentimental".
Por suerte; porque a ver si no cómo tomarme ahora lo que ayer no más decía Carmen. Íbamos por aquí:
Y preguntó: "¿Por qué tiene esta calle tantas olas?"
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3 comentarios:
Mi hija, la primera vez que vio pistachos, creía que eran almejas. Yo nunca había (ni habría) reparado en la similitud entre las cáscaras de los pistachos y las valvas de las almejas, ni entre el fruto seco y el molusco.
Perder la inocencia es una gran pérdida.
Esta observación es digna de la niña que lo pasa bien aburriéndose en su casa
Hay similitudes intercambiables: si el agua es cristal, el cristal es agua ("al fin dulcemente dura", aclara Micón en la Soledad Segunda).
Jilguero.
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