Vagabundeando por la playa (Perros en la playa, de Jordi Doce), me encuentro con esta escena:
El niño junto al rompeolas, nervioso y risueño ante los golpes de mar. Quisiera ser ese niño para que alguien como yo escuchara su risa.¡Oh!, exclamo ante su dibujo como de Escher. Y luego me pregunto (se me debe de haber pegado de mis hijos) por qué:
A- Porque dar alegría es mejor que recibirla.
B- O es una alegría más pura.
C- O siempre queremos ser otros.
D- O la infancia es la patria del hombre y viendo al niño queremos que sea nuestro padre.
2 comentarios:
Todo lo anterior es verdad. Hay un poema de un chino que dice a su hijito algo así como "Acunándote a ti me acuno yo". Es por lo mismo que el que acurruca (o cuenta un cuento) a un niño, se acurruca (o se lo cuenta) también a sí mismo. Y quien enseña aprende (mucho) de lo que enseña.
A diferencia de las cosas materiales (que uno se queda sin ellas cuando las da), las cosas inmateriales (el amor, la amistad, la comprensión...) no se pierden cuando se dan, sino que -antes al contrario- se engrandecen más todavía.
No hay mayor alegría que dar alegría, ni placer mayor que dar placer.
Saludos desde Granada.
Sandra Suárez
The child is father of the man... Wordsworth. Un fuerte abrazo, Enrique.
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