sábado, 23 de abril de 2016

A 25 años vista


La lección magistral de la graduación de las alumnas de Grazalema de este año me comprometí (felizmente) a darla yo. Estaba seguro de que volvería la voz para estas fechas. Pero no volvió. Así que le pedí a mi hermano Nicolás que la leyese por mí, mientras que yo ponía el bulto en la mesa de honor.

Fue un acierto pedírselo a Nicolás. Un acierto genético, porque un hermano es casi tú.  Además, leyó muy bien.

Pero a mí se me ha quedado la pena de la lección magistral en play back. Por eso, les he prometido a las alumnas que, cuando celebren el 25 aniversario de su promoción, iré, si me invitan, a la cena y les daré la misma lección de viva voz. Yo creo que para entonces tendré las cuerdas vocales niqueladas.

Tengo además otro interés. Me contaron que estaban muy contentas de la graduación, pero que les daba muchísima melancolía dejar el colegio. Todavía se sentían muy pequeñitas. Eso —no pude resistirme a susurrarles haciendo una excepción a la regla— les pasará toda la vida: a mí me pasó en COU, en la Universidad, en el primer trabajo, en la boda... Siempre sorprendido de mi juventud y de mi falta de madurez. Sólo ahora que se acercan los 50 años empiezo a verle de lejos las orejas al lobo. Se rieron, incrédulas.

Estoy seguro de que en la fiesta del 25 aniversario siguen viéndose jovencísimas. Y siéndolo.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonita entrada. O eso me parece a mí, el otro hermano.
Y qué cierta. Una lección magistral.
jaime

Galsuinda dijo...

Y te jubilarás y te sentirás pequeñito. Sucede :)

Anónimo dijo...

Pues yo, y estoy bien cerca de los 60, no me siento pequeñito: lo soy.

Galsuinda dijo...

No vamos a competir por ver quien es más añejo y más pequeñito :=)