viernes, 10 de agosto de 2018

Coliflor y Cordelia



Quique estaba castigado en su cuarto porque no quería comer la pizca de coliflor que le tocaba en suerte. No cenaría hasta pasar por el trance. Como nos daba lástima, lo visitábamos por turnos para intentar convencerlo de que había que probarlo todo un poco y que luego ya podría cenar más de lo que él prefiriese, con la satisfacción del deber cumplido y la sobriedad ganada. Pero nada de nada. ¡Que no!

Eso fue anoche. Ahora acabo de enterarme de que, cuando era Carmen la que le visitaba, le llevaba escondidos trocitos de bizcocho. ¡Así ya podía resistir el muy sinvergüenza! Finjo una furia fuera de cauce. Carmen me dice: "Hice como Cordelia".

Se llama de segundo nombre Cordelia por tres razones: santa Cordelia, Cordelia de Lear y Cordelia Flyte. Y le encanta que le cuente las historias de sus tres patronas. Repasé por orden las referencias: Santa Cordelia vuelve a morir del martirio que había esquivado porque no le parece honroso ni piadoso ni amistoso el escaqueo. No es el caso. La shakespeariana es la hija excelente. No, para nada, en esta ocasión, todo lo contrario, boicoteando mi castigo. Cordelia Flyte, sí, claro, caigo de repente, que llevaba whisky a Sebastian cuando este estaba castigado en Brideshead.

No es un precedente muy ejemplar, pero la literatura me desarma. Para mejorar la pedagogía al menos y espantar dipsomanías, les cuento la historia de santa Casilda. 




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