En esta tertulia nuestra del rinconcito del cibercafé El Universal, se habla mucho últimamente de animales (domésticos o salvajes, del tamaño de una vaca o de un pececillo de colores), revelando cuán cerca está de nuestros corazones el espíritu seráfico de San Francisco. Lo educado es participar en el tema de conversación y lo malo es que ya hablé de mis perros (Pukka y Carbón). Con los años, me aterroriza empezar a repetirme como el abuelo Cebolleta.
Afortunadamente d'Ors, que es el Séptimo de Caballería, vino a salvarme, y ayer por mi cumple me regaló un chiste zoológico, traducido del gallego. Se encuentran tres curas párrocos y empiezan a quejarse amargamente de la nocturna turba de murciélagos que habita en sus iglesias. El primero dice: "He gastado botes y botes de spray y nada: son inmunes". El segundo: "Yo he derramado por mis muros un polvo que, además de amarillo, es inútil". Entonces exclama el tercero: "Pues yo he solucionado el problema". "Cómo, cómo", preguntan sus colegas. "Fácil", dice el más galaico de los tres: "les di la Confirmación y ninguno ha vuelto a pisar la iglesia".
Como la cabra (otro animal) tira al monte, yo enseguida me planteé ciertos problemas de traducción, que me encantan. ¿También hay que atender a los contextos? Tal vez en Andalucía, que como detectó Santa Teresa es tierra que tira al monte, el buen sacerdote tendría que haber dicho: "Les di la Primera Comunión y no les he vuelto a ver el pelo". Yo, en principio, soy partidario de aclimatar el poema. Lo que creo que sería un exceso es introducir palabras demasiado particulares. A los murciélagos en mi pueblo se les llama panarrias, que es un nombre muy simpático y menos oscuro, pero que en el chiste no tiene por qué.
domingo, 14 de enero de 2007
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6 comentarios:
¿Pero de dónde sacas lo de la 'católica Galicia'? ¡Ojalá! Aquí, ni procesiones.
Y en el mío se les llama panarras.
Qué nombre tan pomposo para un murciélago, al acercarme a tu artículo pensé que ibas a hablar de una remota figura que yo -como tantas no tan remotas- desconocía. Anda, y mira tú por dónde, que era el murciélago de toda la vida.
Las pomposas panarrias, que vuelan como si estuvieran bailando nerviosas bulerías, son, por lo visto, más católicas en Galicia, Arp: al menos frecuentan las parroquias hasta la Confirmación.
¡Panarras en Alcalá de Guadaira! Menos mal que ambas vienen del latín pennaria, que si no iba a terminar creyéndome lo de la realiá nasioná.
Gran regalo el que te hace d'Ors. Yo estoy todavía temblando tras leer hace días su poema «¿Qué saben ellos?», de Sol de noviembre. Iba a decirte que no me parece tan poco católica Andalucía —yo que pongo al Señor y a la Virgen caras del Sur—, pero veo que ya ha desaparecido la mención, que sin duda esconde un asunto muy interesante: religión-religiosidad. Y sobre la frecuencia sacramental, recuerdo un cura muy mayor que se quejaba al llegar mayo de que empezaban las primeras y últimas comuniones. Es triste, sí.
Chiste para pensar. Se lo voy a contar a todos los párrocos que me encuentre.
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