La falta
de ortografía era perfecta.
El orador dubitativo coje
la palabra, no coge, que la coje-
a cojeando
de frase en frase en frase,
torpezando hasta el punto
final, redondo y aliviado del aplauso.
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Una tormenta de ideas con algún rompimiento de gloria
2 comentarios:
Muy bien reconocido, Enrique. Yo pensé que había sido un desliz juanramoniano. Más me chocó lo de "detrás mía"...
Ay de mí.
Lo corrijo ahora mismo: cierta dislexia.
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