Conmigo, en todo caso, que no cuenten, que me saquen de los vaticinios, que yo no juego. Lo sencillo es divorciarse. Con el método exprés, te descuidas un minuto y, zas, ya estás soltero, teniendo que ir al gimnasio a estas alturas y a los bares de copas y a comprarte un descapotable a ver si rehaces tu vida y ejerces el dichoso derecho a la felicidad.
La indisolubilidad es tan difícil como pronunciarla. Lo cuentan los sociólogos, ojo, no yo, que estoy encantado con mi mujer (a la que mando desde aquí un afectuoso saludo). Y lo confirma lo que vemos y escuchamos por la calle. El divorcio se está convirtiendo en la muerte natural del matrimonio; lo milagroso —o como mínimo lo más original— es lo de toda la vida.
Para lo que no ayudan en absoluto ni las canciones ni las películas con esa exaltación suya llorona del amor adolescente a todas las edades. Escuchen las letras, reparen en los argumentos, lean los best-sellers…, y recuerden que Oscar Wilde demostró que la naturaleza imita al arte —al arte malo, añadiría uno. Para remate, cuando en la televisión sacan un matrimonio, es para mofarse de él, como en ese bodrio de “Escenas de matrimonios” de tanto éxito.
Lo más triste del programa de marras es que desvirtúa la solución. Reírse es sanísimo, pero no del matrimonio, sino en el matrimonio. El libro Mi familia al derecho y al revés de Ephraim Kishon sería un buen ejemplo (en todos los sentidos) y bastante más divertido. Hay que proponer otro modelo amoroso más amable y duradero: no sólo el del deslumbramiento inicial, que estuvo muy bien, sino el de la lumbre encendida todos los días.
Aunque ya casi no me acuerdo, me suena que nada halagaba tanto la vanidad como esos escasos meses en que la otra persona te admira sin fin. Luego, pronto, cae en la cuenta de que Miguel de Cervantes fue mejor escritor, que repites los chistes, que te quejas mucho de la hernia de hiato, que tu exquisita especialidad era un congelado de Bofrost. Comienza lo arduo. Pero también lo interesante, porque el reto, la auténtica aventura es saltarse a la torera los altibajos sentimentales, empeñarse en los proyectos, quererse más y más y más y, al final, destrozar las estadísticas.
[Grupo Joly]
29 comentarios:
Yo siempre que leo esas estadísticas me apeno mucho, pero pienso enseguida en los 30 años que llevan mis padres juntos, y queriéndose, ahora que ya son mayorcitos, tanto como de jovenes, ¡¡¡y es una gozaaada!!! O mi hermana, que, aunque sólo lleve poco más de año y medio, está muy feliz, y lo suyo tiene visos de duraaar, y duraaar, y duraaar. Ojalá tenga yo tanta suerte como ellos.
Maravilloso artículo ¡Olé, olé y olé! ¡Que te concedan las dos orejas y el rabo! ¡Una paga vitalicia a cargo del estado!
Estaba releyendo ahora un poema de Paco Vighi 'A Julia (El día de nuestra boda)', que acaba así: Vamos al reino de la muerte / por el camino del amor.
Sólo que no es el reino de la muerte, así que mucho mejor todavía.
Gran artículo, sí. Mi soltería se tambalea [de emoción].
Me uno a las felicitaciones. A ver si Abel y tú reeditáis pronto "La superstición del divorcio" de Chesterton, cuya divulgación masiva haría mucho bien.
Y para que no te lo acabes creyendo, una puyita: Cervantes y algún otro no tan en el olimpo ¿no?. Es como si dijeras que pintas bien pero que reconoces que Velázquez te supera...
Un abrazo.
Déjame que te regañe por enviar a tu mujer ( a tu mujer ! al amor de tu vida !! hay algo mas grande?) un ''AFECTUOSO'' saludo ????? afectuoso ? se te ha ido la pinza???
Te leo siempre. Da un APASIONADO beso a Doña Leonor y avisa cuando vengais por la Corte.
Un abrazo-R F-A
Clap, clap.
Nada más conformista que las estadísticas. Qué estimulante oficio el de dedicarse a romperlas.
En diez años de matrimonio, mi esposa y yo hemos superado momentos muy duros, y en esos momentos saber que estábamos "con-yugados", empujando juntos del mismo arado, fue el bien más precioso que tuvimos, el que nos permitió superarlo todo.
Jamás podré agradecerle lo suficiente a los curas locos que me infundieron de chico la certeza de que al casarnos lo hacemos para siempre, y que si lo intentamos y nos comprometemos a ello, podemos sentirnos un solo ser con nuestro cónyuge.
Esta certeza, nacida no del enamoramiento apasionado sino de la convicción en el valor de los compromisos, ha sido nuestro frasco de Galadriel, brillando en los momentos oscuros.
En comparación, qué hueca me suena la cháchara inmadura y egocéntrica la de los sabios de hoy, y qué pobre su cosecha de placeres banales e insatisfacciones crónicas.
No menosprecio la lucha común para sacar un matrimonio adelante, ni lo dejo de desear para los demás y para mí. Sin embargo, ¿creeis que la sociedad avanza enfocado a ello? No puedo negar que muchas veces hablando con amigos, y hablando de verdad, no como si nada importase, he llegado a afirmar que el futuro no será la monogamia. De verdad que es un tema que me preocupa pero mirar hacia atrás, a esos "matrimonios de antes", no me da la solución. Porque antes el "para siempre" también era socialmente requerido. No sé si me he explicado, pero lo que quiero es saber qué pensais. Un saludo. Ana.
Quizá, Enrique, el problema venga de que esos siete matrimonios que se rompen no debieran haberse celebrado.
Quizá la afectividad adolescente y romantiblú, y la confusión de la felicidad con la real gana (porque derecho y hasta obligación a la felicidad sí que tenemos, que para ella fuimos creados), no "sobrevienen" cuando el matrimonio se rompe, sino que se va al matrimonio con ellas. La gente se casa por los motivos más peregrinos, que van del nos amamos locamente y el deslumbramiento en los mejores casos, al parece que ya toca, y por supuesto en la iglesia que lo del juzgado es una cutrez; pero eso de la "entrega de sí ", eso de posponerse para poner algo por delante de uno mismo, tan ajeno a los tiempos, lo normal es que ni se les haya pasado por la imaginación.
Quizá no es que el divorcio se esté convirtiendo en la muerte natural del matrimonio, sino que gran parte de los matrimonios nacen muertos.
Muy bueno el artículo, a la altura de La superstición... Y preciosa esa lumbre. La que sustituye el deslumbramiento, el de los mejores casos, por la ternura.
También hay que tener suerte con la pareja que nos toca, Enrique podías estar casado con una arpía y quizás te planteases el divorcio, en este sentido eres muy afortunado, otros no se encuentran en tu situación.
Los tiempos han cambiado y yo creo que con la posibilidad de divorciarnos, hemos pasado a mejor. Ahora hay más libertad, y esto es bueno, otra cosa es el uso que unos y otros hagan de su libertad. Haber pasado de un matrimonio tipo funcionarial a otro de tipo libre mercado en el cual si no te lo curras día a día te despiden, es bueno, incomodo, pero bueno y ha hecho a nuestra sociedad menos rígida. Eso si esta libertad exige un mayor compromiso y puede ser cierto que hoy en día cada vez menos gente quiera aceptar este mayor compromiso.
Concedamos que no todo el mundo esta dispuesto a sacrificarse, a aguantar y a sufrir, bueno, y que quizás nos hayamos vuelto más blandos y hedonistas. Ok, concedido. Pero es que no hay obligación de sufrir y menos de sufrir indefinidamente hasta que la muerte nos separe. Donde no hay amor no hay matrimonio. Y si tu pareja decide un buen día que se divorcia, quieras o no quieras pasaras a ser otra estadística.
Y como al matrimonio se suele llegar joven y por tanto por inexperiencia, juventud, estupidez o mala suerte, podemos equivocarnos. Y como en esta vida uno aprende equivocándose. El divorcio es una opción que ha permitido a mucha gente enderezar su vida, al corregir el error de un matrimonio equivocado.
Y no hablemos ya de determinadas situaciones muy injustas previas al divorcio, que hemos hecho bien dándonos la posibilidad de corregir.
En fin, aun queriendo tener un matrimonio como el de mis padres y para toda la vida. Pero sabiendo que los sueños pueden convertirse en pesadillas y que tenemos el derecho a despertar. SI, si al divorcio.
Enrique leo tu artículo y te imagino ayer viendo "Aquí hay tomate", sentado en el sofá, informándote sobre la separación de los duques de Lugo. Podías haber hablado de otra cosa para no caer, como la prensa y la TV hoy, hablando sobre los divorcios.
Saludos.
Estupendo, Enrique, estupendo. Y estoy con unÁnónimo de por auqí antes en lo de pensar si esos siete tenían vicios ocultos, como los pisos que te venden con goteras escondidad, aluminosos y cosas fatales, fatales. Claro, luego revienta, pero a ver quién lidia esa burra. Síntoma de que las cosas van de pena.
Nacho, los artículos los mando el martes por la mañana, y entonces Lugo era un pueblo que me cogía lejísimos. Si que podía haber hablado de que tenemos una Prinzesa divorziada, pero no me pareció bonito (aunque significativo).
Ana, te has explicado. Yo creo que al matrimonio de toda la vida (en los dos sentidos) lo derriban, pero no lo rematan. No sé que nos traerá el futuro, aunque socialmente no espero nada nuevo (quise decir bueno, pero tampoco será nuevo). Sé que el corazón, cuando se enamora de verdad, lo que quiere es para siempre y sin racaneos, ¿no? Pues eso.
Luis, amable pro-divorcista, lejos de mí arremeter contra los divorciados, que cada caso es un mundo y yo no soy juez de nadie. Lo que no quita para que defienda lo mejor.
A los demás les quedo eternamente agradecido. A J. I. y a la última anónima, si no hay orden en contra, les PLAgiaré a las primeras de cambio lo del 'conformismo de las estadísticas' y lo del 'romantiblú'.
Enrique, me ha emocionado tu artículo de hoy, y me he reído tanto... Cómo me he acordado de aquél sobre la "Deus Caritas est", que fue uno de los primeros que te leí, cuando me hice asidua de este blog. Gracias, gracias, gracias. ¡Y un beso enorme a Leonor!
A mí lo del “tener suerte” con la mujer con la que te casas me suena al lloriqueo del “mileurismo”, mientras vivimos mucho mejor -al menos, materialmente- que nuestros padres, que no perdían el tiempo llorando porque no se podían casar teniendo aseguradas la pantalla de plasma y las vacaciones en Mumbai.
Estoy de acuerdo en que la ley no debe obligar a vivir juntos. Amén de que hay situaciones insostenibles, la monogamia indisoluble no es de ley natural. Me pareció luminosa la afirmación de Ratzinger en Introducción al cristianismo: “la indisolubilidad del matrimonio ha de entenderse y realizarse partiendo de la fe en la irrevocable decisión de Dios de unirse en “matrimonio” con la humanidad en Cristo. La indisolubilidad del matrimonio a la larga es tan imposible fuera de la fe como necesaria dentro de ella”.
Y, aun así, resulta demencial ese favorecer la ruptura de nuestros días. Los hijos esperamos que, quienes nos dieron a luz en un acto de amor, nos sigan dando a luz ininterrumpidamente mediante su amor prolongado en el tiempo.
Lo más admirable de proponer la moral sexual católica es ese empeño en no rebajar lo que uno considera la verdad a pesar de lo que cuesta vivirla. Porque la verdad sobre el hombre hay que defenderla, a pesar de uno mismo.
Pues ya sabes: tenéis que exhibiros más. Tanto que el programa de merras parezca de ciencia ficción.
(Excelente, como siempre).
Maiquez:
Muy bueno el artículo sobre el matrimonio. Creo que este peculiar video sobre el sacramento va en tu misma línea. Ójala muchos lo hubieran visto antes de casarse.
Échale un vistazo:
"http://es.youtube.com/watch?v=_jPrcas_0oY"
Un saludo
A veces pienso que el divorcio es una enfermedad de la voluntad (y no del amor, como dicen otros).
No es la intensidad, sino la duración del sentimiento elevado lo que constituye a los hombres elevados. F. Nietzsche
Hace mucho que no me paso por aquí, y así seguiré desgraciadamente. Pero no quería dejar de felicitarte por tu labor en la revista Chesterton, ya que creo que descubrir a ese gran personaje también a través de sus artículos -desconocidos para la mayoría- es una magnífica labor. Me parece que esa sección, además de coincidir con el título de la revista, es la parte más aprovechable.
Un saludo y espero que el futuro me libere un poco de tiempo para leer también el blog
¡Oh, calamidad! ¿¿Qué leo??. ¿¿Escribe usted en la revista Chesterton??. ¿Publica usted sus artículos?. Demonios, que ofensivo es enterarse a estas alturas, creo que iré a flagelarme impiadosamente -antes comeré una madalena-.
Adoro esa revista, como bien habrá podido deducir de mis apasionadas palabras. ¿Y qué decir de la divertida Gallina Ilustrada?. Madre mía, le adoro más aún.
Regreso de mi pertinente flagelación y compruebo efectivamente, en la última edición de la revista, que su nombre aparece vinculado a la traducción de los artículos chestertonianos. ¡Muerte ven a mí! ¡Qué craso descuido no haberme dado cuenta!.
Creo que Napoleón dijo algo así como que es muy díficil saber donde termina la corrección y empieza la adulación.
Bien... ejem... Saludos muy correctos.. bien...
Pobre Letizia. También es significativo que subrayes que es (en efecto) una prinzesa divorziada cuando hoy es una mujer casada (y cazada). Yo es que soy letizista.
Tu blog es genial: aunque no escribas una nueva entrada los comentarios nos dan nuestra ración de rayos y truenos.
Como ya me he recuperado parcialmente de mi estado de enajenación mental, reanudo el tema que tan amablemente el Sr. Garcia-Maiquez ha propuesto, con la siguiente e hilarante cita frasieriana:
FRASIER: "Hace seis meses mi mujer me dejó, lo cual fue muy doloroso, y días después volvió, lo cual fue insoportable".
Siento "saltarme" todos los comentarios anteriores, para volver al magnífico -"as usual"- de Agus. Precisamente, estos días ando leyendo (me tiene subyugada, en realidad) un libro escrito al alimón entre Vittorio Messori, el afamado periodista (converso él mismo) y Leonardo Mondadori (el presidente del emporio editorial italiano), converso al catolicismo ya en la edad adulta: se titula "La conversión: una historia personal". Entre otras cuestiones apasionantes, el famoso empresario italiano, hombre de mundo, culto, guapo, bon vivant, millonario, etc. etc., que ha pasado por dos matrimonios, y dos divorcios, más tres hijos repartidos entre dos mujeres diferentes, y un cúmulo de amoríos, que se han encargado de airear las páginas del papel couché, explica cómo ha llegado al convencimiento de la "bondad" de la doctrina católica sobre el divorcio...
Sin poder contaros aquí el camino seguido para llegar a esa convicción, constata que, como también dice el Evangelio, no a todos les es dado entender... Y que hay que partir del encuentro personal con Dios, para después asumir todas las consecuencias morales inherentes a ese seguimiento. Y que "su yugo es llevadero y su carga ligera", pero siempre que haya habido ese encuentro previo que lo cambia todo, y que al mismo tiempo hace que nos llenemos de comprensión hacia los que no pueden resistir el embate de la cultura dominante. Pero, al mismo tiempo, no se puede dejar de llamar al pan, pan, y al adulterio, adulterio...
Hola Enrique,
no creo que yo dijera que estabas arremetiendo contra los divorciados, aunque al emitir un juicio de valor pueda parecerlo.
Yo entiendo que es matrimonio cuando dos personas quieren estar juntas por que se aman. Y a los ojos de Dios no creo que haga falta mucho más. Otra cosa es a los ojos de los hombres. Por tanto si el amor desaparece, o empieza a haber asco, u odio entre las partes, se produce un divorcio de facto y desaparece el matrimonio.
Es bastante simple, como el matrimonio homosexual. Dos personas que se quieren, pues nada matrimonio. Que no hay amor, pues no hay matrimonio aunque te casara el Papa o el zerolo.
Agus, lo de "tener suerte" entiéndelo como el piropo/excusa de un soltero a una pareja en la que sabe que ambos son afortunados. Otra cosa Agus, si los que te dieron la vida no lo hicieron por un acto de amor, si no por que tocaba o por aparentar o por un descuido. ¿Qué luz te van a dar?
Luis, ¿por qué simplificarlo todo tanto, con lo bonito que es un poco de complicación? Existe una cosa que es amor y otra que es matrimonio, a veces coinciden, otras no y así van cruzándose, distanciándose, volviendo y revolviendo en complicados e interesantes arabescos. Tú propones que sólo exista amor, al que llamaremos matrimonio. Pues qué pena, ¿no?, que se pierda una institución tan antigua y tan querida por algunos.
Verónica, me ruborizasssss.
Luis, ese es el grave error de nuestros días. Casarse por amor.
(Hala, lo que ha dichoooooo).
Me explico: recomiendo que haya amor cuando uno se casa, claro. Hoy en día es inexplicable lo contrario, un camino seguro al fracaso. Pero comenzar un proyecto tan brutal como el matrimonio, solo porque quieres a una persona, es de botarates, así de claro.
Si uno no toma la decisión de cambiar de trabajo solo por la simpatía o el feeling que le produzca ese empleo... Cuánto más en el caso del matrimonio, que uno espera que sea para toda la vida y en el que -en principio- entran en juego otros bichitos; educandos, para más inri.
Con lo volátil que es el amor... Perdón, con lo volátil que es la definición que uno le puede dar al amor... Cómo hacer depender de ello un proyecto así.
A mi juicio, los "papeles" son la valentía y la humildad de reconocer que vendrá el dolor y la enfermedad, y la sequedad, e incluso el sentimiento de rechazo... Es reconocer que no todo lo que sale del corazón del hombre es oro y miel. Creo que el buenrrollismo que hoy nos rodea y que vapulea el Derecho -tus palabras, Luis, son un ejemplo- supone un tremendo desconocimiento del ser humano. El encumbramiento de la libertad autónoma llega a cegar tanto.
E insisto: no se trata de ser ejemplar en esto. Lo defiendo, a pesar de mí. No lanzo estas ideas como puñales o como martillazos de inquisidor.
Ah, y si los padres de uno no le engendraron en un acto de amor, es una pena de las gordas, sin duda. Pero eso, gracias a Dios, no es lo habitual. Lo que pasa es que cuando vienen mal dadas todas nuestras decisiones anteriores fueron tomadas por la inmadurez, en un momento de obnubilación, etc., etc., etc.
Bueno Enrique, ¿Para qué complicar las cosas cuando puedes simplificarlas? Amor y matrimonio son conceptos y yo creo que uno ha de basarse en el otro. Podemos teorizar sobre ello, pero al final, lo concreto son personas e individuos, la institución podrá ser sacrosanta y muy querida, pero si no funciona, si no sirve a los individuos, estos le darán la espalda.
Bueno Agus, si tu consideras matrimonio a casarse por dinero, o por que ella parece buena paridera o por que con estos genes seguro que mis niños salen guapos... pues vale llámalo matrimonio y luego hazlo indisoluble. No es este el matrimonio que a mi me interesa. Yo creo que inicialmente tiene que haber amor, cariño o algo que te haga pensar: Con esta persona voy a intentarlo y me sacrificare y me esforzare. Otra cosa es que esto no pueda ser lo único en lo que bases tu decisión. También hay que valorar con quien te estas casando y aquí Agus creo que me das la razón, cometemos errores al decidir casarnos. Y esto nos lleva al tema inicial, tenemos derecho a corregirlos, o no. Debemos aceptar el divorcio o no. Yo creo que si. Ya que tu pareja puede salirte rana.
Otra cosa es lo de las leyes hembristas y sus consecuencias en el matrimonio, como dicen que esta pasando en Italia, algo que he leído en el siguiente enlace a un blog con datos sobre el divorcio en España. Que por cierto, se supone que esta bajando.
http://wonkapistas.blogspot.com/2007/11/cae-el-nmero-de-divorcios-en-espaa.html
Publicar un comentario