viernes, 13 de marzo de 2009

Chesterton for ever!

Ha querido la casualidad que justo cuando sale mi artículo de Alba sobre Chesterton, yo termine la lectura de su primera novela, Basil Howe (trad. de Diana Pérez García, Editorial El Olivo Azul, Córdoba, 2009). Tenía mis más recios prejuicios contra ella. Gilbert la había escrito con ¡20 años! y la había dejado inédita. Todo lo cual hacía presagiar que sería el típico borrador de aprendiz. Pero uno es chestertoniano incluso contra sus prejuicios, y me la compré de inmediato, y qué sorpresa. Ahí está ya todo su mundo: su defensa del romance, del periodismo, de la felicidad, de las paradojas y del sentido común. Además deja vislumbrar algunas claves biográficas de un interés extraordinario. Tiene algún leve fallo de construcción, sí, pero ninguno comparable al de la traductora que pone un capítulo introductorio rescatado de una versión anterior en la que los personajes tienen distinto color de pelo y distintos nombres. Te vuelve loco. Lo mejor, desde luego, es arrancarle esas hojas primeras nada más comprar el libro. El barbero, en cambio, ha tratado de arrancarle los mejores momentos:

—Adoro las flores —dijo Cécile con languidez, y aunque era tonta, de verdad las adoraba.
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Bueno, es una experiencia, como dice la gente cuando quieren decir que algo es irremediablemente desagradable.
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¿Les puedo ayudar en algo? Esta pregunta me la llevo haciendo desde muy temprana edad; como dice el Arnold latino: “Se espera que la respuesta sea: No”.
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[...] y participó de esa sensación callada de sacralidad, pureza y plenitud que las familias honestas, más que los individuos, transmiten a aquellos que son capaces de notarla.
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No culpe nadie a Howe por tener tales pensamientos en una iglesia; el interés que sentimos por otros parroquianos, lejos de ser decadente, es apenas el único vestigio de cristianismo que queda en la piedad convencional de hoy en día: se trata de un eco real de los primeros creyentes…
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[…] pero me parece un escrúpulo innecesario, como casi todos.
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[...] como la mayoría de los poetas, a cuyas filas pertenecía, Valentine tenía una manera un tanto dejada de expresarse en la vida ordinaria.
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El caso es que los sabios atenienses iban con las mujeres malas cuando querían ingenio y con las buenas cuando querían la cena.
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—Quiero que usted me diga cómo actuar correctamente.
—Con placer —contestó Howe—. Si me hubiera pedido que actuara correctamente, sería otro asunto.
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Los caballeros medievales gozan del eterno honor de haber introducido el respeto a las mujeres, pero es manifiestamente falso que lo llevaran a su punto álgido.
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[...] el mundo no es en absoluto cínico, sino por el contrario el más sentimental de los planetas.
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Ojalá la lluvia fuera más seca.
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El amor es una cosa curiosa, y todos los poetas escriben sobre él y dicen que es bonito.
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—Tú y yo —dijo, con el tono bajo de una revelación repentina y vívida—. Tú y yo: en el muelle de piedra junto al mar, tú y yo; en el viejo bosque y al borde del viejo acantilado, tú y yo. En el salón de baile y en el invernadero, a la mesa del té con docenas de personas, tú y yo. Por el vacío de seis años, y durante la desconcertante contradanza, tú y yo. En el paraíso de amor de Valentine, y en la iglesia de Dios en que se casó, tú y yo. Nunca hubo otra cosa en la vida, excepto tú y yo.

8 comentarios:

Ángel Ruiz dijo...

Gracias: me he reído varias veces con las frases que has seleccionado de Chesterton: qué genio, qué barbaridad, qué grande.

Jesús Beades dijo...

Impresionante:

"No culpe nadie a Howe por tener tales pensamientos en una iglesia; el interés que sentimos por otros parroquianos, lejos de ser decadente, es apenas el único vestigio de cristianismo que queda en la piedad convencional de hoy en día: se trata de un eco real de los primeros creyentes".

Juan Antonio González Romano dijo...

Pues sí que merece la pena, ya te digo. Gracias, Enrique.

Bukowski dijo...

Tremendo. Por cierto, pequeña errata en el título: a menos que sea intencional, forever en inglés se escribe junto :P.

E. G-Máiquez dijo...

Sorry.

Ángel Ruiz dijo...

http://www.wsu.edu/~brians/errors/forever.html

E. G-Máiquez dijo...

Thank you!

Juan Ignacio dijo...

Mi elección también es: "No culpe nadie a Howe por tener tales pensamientos en una iglesia; el interés que sentimos por otros parroquianos, lejos de ser decadente, es apenas el único vestigio de cristianismo que queda en la piedad convencional de hoy en día: se trata de un eco real de los primeros creyentes".