domingo, 26 de abril de 2009

La prosa

Leo duerme y yo leo hasta que cae un trozo de papel muy bien doblado de entre las páginas del libro. Es una lista antigua de la compra escrita con su letra, que es muy buena, y empiezo sin querer a pensar que ha muerto [siempre tengo presente —perdonadme— la biografía rasgada de Leonor y Machado por las mismas razones idiotas pero inevitables por las que hay quien me asocia a Cien años de soledad] y al leer la nota —aquel encargo que quizá no hice o que seguramente haría protestando— comienzo a verme viudo, triste, cansado, pensativo, viejo y, desde luego, solo. Y con el corazón en vilo, releo:

Patatas para cocer y para freír
Zanahorias
Leche evaporada
Ideal
Avecrem
Requesón
Lechuga
Lechuga
rizada
Nueces
Canónigos
Tomatitos cherry
y siento un estremecimiento que me salta las lágrimas. Jamás ningún poema mío consiguió conmoverme tanto como esta noche esta lista de la compra. La muerte, el tiempo, la desgracia la han convertido en un poema único porque pudieron hacerlo de un plumazo. Pero Leonor duerme a mi lado y yo por una vez me alegro de que no todo en casa sea poesía.

De que exista la prosa.

2 comentarios:

marinero dijo...

Oiga, que no toda la poesía tiene que ser trágica. Hay mucha, y excelente, poesía, amigo EGM, que canta la normalidad doméstica ("Incidente doméstico", se llama un muy notable poema de Unamuno), y, en fin, el gozo y el misterio de vivir. Que puede haber, y hay, poesía sin necesidad de que se muera nadie. (Y también hay prosa trágica, y no abunda poco: piénsese, sin ir más lejos, en la Prensa diaria). Eso es dar a la poesía una mala fama que no se merece, hombre.

José María JURADO dijo...

Se te traspapeló, sí, pero es sencillamente maravilloso. De lo mejor.