sábado, 5 de septiembre de 2009

Cara y cruz

Para iniciar el curso en el Semanario Alba, después de las vacaciones de verano, retomo el tema de los crucifijos, pero no para dar la cara por ellos (que en Alba no hace falta), sino para comentar otro aspecto del asunto. Aviso a navegantes: lo que aquí se sostiene presupone la fe del lector, que, como dice Flannery O'Connor, te ahorra dos mil años de aprendizaje, o al menos su filosofía (y sigánse los enlaces). Lo que creo que hay que decir en el foro público, ya lo dije. Esto es lo que propongo que pensemos y hablemos en la intimidad.
Don Álvaro d’Ors, para hablarnos de la autoridad, leía aquel pasaje evangélico en que el centurión le pide a Jesús que sane a su siervo y, en concreto, cuando dice: “Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: ‘ve’, y va; al otro: ‘ven’, y viene; y a mi criado: ‘haz esto’, y lo hace” (Lc 7,8). D’Ors se preguntaba: “¿No es extraño que diga que él vive bajo disciplina y que por eso le obedecen? ¿No estará mal redactado?” Pero enseguida contestaba que ni lo más mínimo: sólo el que obedece puede ser obedecido. El centurión, del que Jesús se admiró, nos estaba dando una lección de fe y, de paso, de filosofía política: la autoridad no se sostiene en el vacío. Shakespeare no había oído a d’Ors, pero lo tenía claro por su cuenta y riesgo. En El rey Lear, en dos versos aparentemente enigmáticos, subraya la misma idea: “The great Image of Authority: / A dog’s obey’d in office”, esto es, el gran emblema de la autoridad es que sólo se obedece a un perro con dueño en los términos de su propiedad.

El crucifijo en un aula (y en cualquier otro sitio) simboliza la verdadera fuente de la autoridad, la que sostiene en última instancia a todas las demás; y, a la vez, representa la obediencia hasta la muerte del mismo Dios. No sé si los que están empeñados en descolgar crucifijos a toda costa habrán calculado los efectos que la medida tendrá a largo plazo sobre la ya maltrecha autoridad del profesor. Pero los tendrá porque, igual que las físicas, las leyes metafísicas son ineludibles. Otra cosa es que les importe.

2 comentarios:

Embajador dijo...

Las implicaciones políticas de ese último párrafo son tremendas. Tremendas para la mentalidad actual, incluso para la de la mayoría de los católicos. Porque , obviamente, eso que dice no solamente es verdad para la autoridad del profesor. Los crucifijos en los lugares públicos (tribunales de justicia, ayuntamientos, etc...) no son deben ser mantenido para respetar los tradicionales sentimientos cristianos del pueblo español y demás superficialidades secundarias, están ahí como confesión de la Suprema Autoridad a la que se debe remitir cualquier otra.

Por cierto, me parece genial y absolutamente extraordinario ese párrafo sobre todo por lo sencillamente que se expresa un hecho tan enorme: la obediencia de la Suprema Autoridad.

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Muchas gracias por el enlace. También yo celebro el último párrafo.