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sábado, 31 de marzo de 2012

Benito Repollo c'est moi


Es una obra menor, pero El retablo de las Maravillas de don Miguel de Cervantes es, también, otra maravilla. Un personaje, Benito Repollo, el alcalde del pueblo, comete —transparentando así su vacua formación cultural— un error lingüístico, ese recurso humorístico tan de William Shakespeare y del barroco en general. Pero cuando se lo hacen notar, no se excusa ni se enfada ni se hace el tonto, sino que nos ofrece esta joya moral: "Siempre quiero decir lo que es mejor, sino que las más veces no acierto". Así quisiera ser yo. En España, a pesar de las monedas de 50 céntimos, no sabemos aún todo lo que vale nuestro Cervantes.

viernes, 16 de marzo de 2012

33 del Paraíso



La entrada es libre.
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La primera prueba de que entramos en otra dimensión es que el siglo XX está representado por sus santos. “Qué época tan maravillosa!”, exclamarán, ingenuos, los santos medievales.
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En el Cielo, los más santos atesoran más recuerdos, y más vivos. Tan vivos, tan vivos que el perro de san Roque corretea por entre las piernas de los bienaventurados y alrededor de las rosaledas... moviendo el rabo radiante.
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Los santos lloran de alegría y los pecadores se alegran de llorar.
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No hay problema: los que se aburrirían allí no están allí.
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El Cielo: un tú a tú con todos siempre.
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La lengua oficial del Paraíso es la de fuego.
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Algunas veces nos dolerá algo para que recordemos, en cuanto se nos pase, que estamos en la Gloria.
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Lo que no hay en el Cielo es nada.
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Los ateos se llevan cada dos por tres las manos a la cabeza, y exclaman: "¡Increíble, increíble!". Y los creyentes, igual de atónitos, les responden: "¡La verdad es que sí!, ¡La verdad es que sí!"
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Los relativistas en el Limbo estarán en la Gloria.
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Como los escépticos son irremediables, por allí andan los que niegan la existencia del cuerpo. Los demás los sobrellevan con paciencia a la espera del Juicio Final. (A ver qué se inventan después.)
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Y los hipocondríacos nos preguntamos si, tras la resurrección de los cuerpos, no nos estallará el corazón de gozo.
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Los más paulinos irán por el Cielo advirtiendo, adustos: "¡psch, psch... ni ojo vio ni oído oyó!". Menos mal que san Juan les dirá: "Comprended que otros seamos más figurativos, hombre...". Y como allí hay muchas moradas, pues los inefables tan contentos (y callados) y los visionarios tan dichosos (y locuaces).  
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Si escritos con honestidad, los tratados ateos se salvarán, por supuesto, como literatura fantástica. Las mejores tesis heréticas serán libros de humor. Y tendrán su público.
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La poesía, en cambio, será indistinguible del habla común.
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Pero el best-seller por excelencia es el Catecismo, con todas esas multitudes de chinos, musulmanes, indios y nuevas generaciones de europeos deseando saberlo todo, todo, desde el principio.
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En los corros, los hombres y las mujeres de mundo (diplomáticos, marqueses, empresarios, artistas de éxito y políticos victoriosos) oyen entusiasmados, al borde de las lágrimas, el excitante relato de la vida ordinaria de un alma sencilla.
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Los hombres podremos volar como los ángeles, pero no lo haremos, por puro amor a nuestra condición de hombres.
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Como aquí de la mili o de las oposiciones, allí continuamente contaremos a la mínima oportunidad la experiencia del Purgatorio con pelos y señales a todo el mundo.
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Los que no tuvieron que pasar por eso lo escuchan con santa paciencia, literalmente. Pensando: "¡De buena nos hemos librado, uf!"
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En el Paraíso, un sector productivo en continuo crecimiento y que cada vez ocupa a mayor parte de la población activa es la Teología. Como Dios es infinito, todavía hay muchos delicados silogismos que discutir gozosamente. Los habrá siempre.
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César Vallejo: “Volverán los niños abortados a nacer perfectos”.
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Los divorciados celebran allí por todo lo alto aquello de "hasta que la muerte os separe". Por fin.
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Con los matrimonios felices se hará una excepción, espero.
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El Paraíso será pasear por entre impresionantes vidrieras sin ese molesto impulso idiota de darles una pedrada.
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Allí ya no hay pecados, pero habrá cola para confesarse con el padre Nicolae Steinhardt.
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Uno imagina en el Paraíso la música y la poesía, pero no la pintura ni, mucho menos, la escultura.
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Es raro, porque pintando, al que le guste, uno sí que lo ve.
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Desde luego, en el Paraíso no habrá toros (eso es más del Purgatorio), pero los buenos maestros salen (y entran) a hombros, para regocijo de los ángeles más flamencos.
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La luna es el reloj de pulsera de Dios Padre. Por eso no tiene manecillas.
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Entre salmo y salmo, una acción de gracias a la madre que nos parió. Sin ella, nada de esto hubiera sucedido, ¡nada!, qué vacío.
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Gracias a la eternidad, la Virgen tendrá tiempo para atendernos a todos personalmente. Allí no hay tiempo, lo sé, pero la Virgen sabe que la ternura es el amor a cámara lenta, y se sacará horas de la manga para derrocharlas en atenciones con todos y cada uno.

[¡Para que luego vengan a embobarnos con lo del progreso…! En el siglo XIV Dante escribió los XXXIII cantos impresionantes del Paraíso. Yo, en el 21, estos 33 aforismos. ]

viernes, 9 de marzo de 2012

V V V en WWW (ventana vs. vidriera)


Una crítica muy repetida contra los blogs literarios que se construyen sobre el modelo del género de los diarios íntimos es su descarada falta  de pudor. La privacidad de los autores queda expuesta a los ojos del mundo, nos advierten con gesto adusto. Pero la intimidad es un valor paradójico porque depende de las palabras y los signos que permiten atisbarla o presentirla y que en literatura son, en buena medida, el resultado de un delicado proceso de creación. Eso ha defendido uno desde siempre y Benítez Ariza desde mucho antes en su blog Columna de humo. El otro día me encontré con una defensa más sencilla todavía. Decía un ilustre profesor que la Red ha caído sobre todos y que allí se pescan con facilidad nuestros datos, nuestros currícula, nuestras fotos y nuestra vida. Teniendo la dirección postal, puede verse incluso nuestra casa. De modo que vivimos en un escaparate como ésos de Amsterdam, concluía no muy líricamente. Y todos, no sólo los blogueros. O, me atreví sugerir, los blogueros quizá un poco menos . El blog, que es lo primero que sale de su autor en cualquier búsqueda, es una oportunidad de manejar y colorear, subjetivizándola y matizándola, nuestra intimidad. En el blog,  eres tú el dueño de tus palabras y silencios, de tus enlaces y de tus desentendimientos. La regla de oro de cualquier política de comunicación  es que  la principal fuente de información sobre sí mismo ha de ser uno. Si hemos de vivir irremediablemente en una ventana, ¿por qué no procurar que sea una hermosa y brillante y pudorosa vidriera?

 ***

PS. O aprovechando la hermosa imagen de Jilguero: la literatura permite que la vidriera se vea desde dentro de uno, que es donde brilla, no desde fuera, tan plomiza y con las redes esas --forcemos un poco la cosas-- que se ponen sobre las catedrales por motivos de seguridad o restauración.

lunes, 23 de enero de 2012

La vida es sueño



Últimamente la siesta se me escabulle. Y yo soy (¿era?) muy partidario. No llegaba a lo de Mario Quintana y su pereza permanente como método de trabajo, pero mi siesta sí la considera una herramienta laboral. Por suerte, he encontrado una solución. Me digo a las 15: 30, con mucho convencimiento: "Ahora empiezo mi siesta", y lo que sigo haciendo me hago el cuerpo de lo que voy soñando. No estoy muy seguro aún si con esta técnica descanso igual, pero no tengo dudas de que la calidad de mis sueños ha mejorado. Sueño en color, sin bordes difuminados, a varias voces y sin surrealismos. Lo siento por el psicoanálisis, pero en sueños he salido ganando.

viernes, 20 de enero de 2012

Sexo duro... y puro

Se van a cruzar en las librerías dos obras con mucho en común y que son, además, todo un síntoma por ser el antídoto de una enfermedad. Ya yéndose, La profundidad de los sexos (para una mística de la carne) del teólogo francés de origen judío Fabrice Hajdajd, que publicó Nuevo Inicio el año pasado; y ya llegando, Retorno al pudor, de la periodista estadounidense de origen judío Wendy Shalit, que próximamente publicará Rialp.

La coincidencia no estriba sólo en el tema, una defensa de la sexualidad pura y dura contra la frivolidad y la intrascendencia imperantes, sino en el tono de ambas obras, nada mojigatas, batalladoras, capaces de escandalizar a los más libertinos, muy partidarias del sexo al máximo, y de las sensaciones hondas, y de los sentimientos fuertes. Postulan que devolver el sexo a su sitio (a su sacralidad) es la mejor manera de valorarlo, por supuesto, pero también de disfrutarlo. Recoge Wendy Shalit que “todos los años aparece un nuevo estudio que muestra cómo las mujeres casadas tienen más orgasmos que las mujeres solteras. Una encuesta realizada por la Universidad de Chicago puso de manifiesto que el mayor grado de satisfacción sexual se producía en los matrimonios fieles”. Hadjhadj, por su parte, nos recuerda que es en el sexo (el Génesis dice literalmente que Yahvé creó a Adán y Eva a su imagen y semejanza, macho y hembra los creó) donde se refleja el misterio de la Santísima Trinidad, nada menos.

Las semejanzas no impiden, como ven, un distinto enfoque, de acuerdo con la formación y la procedencia de cada ensayista. La americana y periodista Shalit hace una defensa utilitarista del pudor, con una argumentación muy pegada a sus experiencias personales y a los testimonios de otros, contando entre sus fuentes primordialmente las revistas femeninas y la sección de cartas al director, y los estudios sociológicos. Cuando hace una incursión en las razones religiosas del pudor es cuando menos cómoda se la encuentra. El francés y teólogo Hadjadj, en cambio, se mueve como pez en el agua entre los argumentos filosóficos y las iluminaciones místicas, y trabaja con un lenguaje muy literario, a veces incurriendo en una sobredosis de juego verbal, cuya exuberancia exaspera al traductor y exige exégesis.

Esas diferencias hacen que estamos ante dos libros complementarios. Shalit propone el pudor y el sexo en el matrimonio como una contra contracultura, una revolución pendiente (la de las chicas buenas, dirá en otro libro), como un baluarte de la verdadera feminidad y como una puerta a la felicidad real de las mujeres reales. Hadjadj lo hace con argumentos teológicos y como un camino directo (o mejor, con vertiginosas curvas) a la santidad. Nos recuerda que Rozanov afirmaba que “Todo pensamiento referente al sexo despertaba en el semita el pensamiento de Dios”.

Precisamente, no es casual que los dos escritores tengan origen judío: hay una exaltación de la carne y de la generación humana que les nace de muy dentro y viene de muy antiguo, de las grandes tiradas genealógicas de la Biblia, y de la que el cristianismo es, gracias a Dios, heredero, esto es, beneficiario. Wendy Shalit cita, en su defensa del pudor, sensu contrario, a Mary Wollstonecraft, que lo consideraba inmoral: en su libro Vindication lo definía como una filosofía “lasciva” que inducía un “refinado comportamiento licencioso”, que “inflamaba la imaginación” de los niños y “prolongaba el ardor” de los adultos”. ¡Pues por eso mismo!, viene a exultar, entusiasmada, Shalit; y algo muy parecido mantiene Hadjadj de la teología católica de los cuerpos. La mezcla de ambos libros es, a la vez, purísima y explosiva.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Las mejores llamadas

No hablo de Carmen de nuevo para ver si levanto las estadísticas del blogg en el sábado, que es el día más mortecino (para esto), sino por la anécdota que sigue. Publiqué en Alba esta nótula: 

                  LAS MEJORES UNIVERSIDADES 
Se ha inundado de repente la blogosfera de glamorosas fotos y prestigiosos listados de las mejores universidades del mundo. Las he visto varias veces, con los ojos como platos. Impresiona mucho el predominio de los campus norteamericanos. Lo que nos permite hacer una primera lectura geopolítica: no será para tan pronto como dicen algunos —que parece que lo están deseando— que China se haga con la hegemonía mundial. Estoy dispuesto a apostar, incluso, aunque no acostumbro. Las universidades europeas tardan un poco en aparecer, y son las británicas las que se llevan la palma. Mi mujer me riñe porque, con 18 meses que tiene mi hija, me preocupo ya de problemas como la adolescencia precoz, así que no le diré que he empezado a dar vueltas al problema de su universidad. Pero se me hará duro, lo digo desde ya, que mi hija, que se lo merece o merecerá, no vaya a la mejor universidad o a una de las mejores del mundo. Menos mal que, cuando más abrumado me encontraba por estas amargas preocupaciones, he levantado la vista, y me he topado con mis estanterías de libros, repletas de ediciones de bolsillo de los grandes maestros: la Biblia, Cervantes, Shakespeare, Esquilo, Santa Teresa, Dante… Todos esos impagables (y baratos) volúmenes estaban al alcance de mi mano y, dentro de nada, lo estarán de la suya, por ahora, ay, destructoras, pero pronto lectoras. Ni la mejor universidad, siendo tan importante la universidad, es capaz de aunar este claustro de profesores que aquí tengo yo y puede tener cualquiera. Es un alivio, verdaderamente. 


Anteanoche, me llamó una señora para consolarme. Lo había leído y llamó corriendo al director del semanario, sobre el que tiene cierto ascendiente, para pedirle mi teléfono. Se me presentó, se excusó y pasó a consolarme muy bien, incluso con citas de don Antonio Millán-Puelles. Me dijo que tampoco me preocupara por cosas tan a largo plazo, que la vida da muchas vueltas. Y, hecha su obra de misericordia, colgó, dejándome mucho más tranquilo y sonriente. 

jueves, 10 de noviembre de 2011

Confiteor


Entre los best-sellers, arrasa Yo confieso de Jaume Cabré, una novela que reúne todos los requisitos para triunfar: anticlericalismo, progresismo, catalanismo y esnobismo cultural, y que es, aún así, una novela estupenda. Y una curiosa y muy seria y quizá inconsciente defensa de la confesión sacramental. La tesis de fondo del libro es que el mal no puede racionalizarse, que la única forma de enfrentarse a él es a través de la narración. ¿Y qué ha apostado más por el enfrentamiento narrativo contra el mal que el sacramento del perdón, como lo llaman ahora? No es casual que aparezca tanto en la novela, y que Confiteor sea el estribillo del libro, y su título.

Aunque para confesiones, este poema, que, como quien no quiere la cosa, nos dice que el marco incomparable de una buena confesión ha de ser el amor y que el arrepentimiento convierte cada cicatriz en una condecoración.  ¿Tendré que confesarme de envidiarlo? Quizá valga con que os lo diga aquí. 

sábado, 5 de noviembre de 2011

Alicia Serna

Al blog “Ramón Gaya” cuanto más se acuda mejor. Y acudan ustedes pronto a oír cantar a Alicia Serna en un acto del Museo Ramón Gaya. Alicia lo hace con una delicadeza estremecida, transparente y honda que no desentona de la pintura de Gaya y que viene directamente de la luminosidad de alma de la pintura de su padre. Porque Alicia es hija de Pedro Serna, quizá el discípulo más inteligente y personal de Gaya. Es bonito ver cómo a veces los hijos no escogen el mismo campo artístico o intelectual de los padres, pero sí continúan el mismo temblor espiritual y la misma exigencia de calidad. El caso de Alicia es paradigmático, pero también el de Rafael Trapiello (fotógrafo) y Guillermo Trapiello (pintor e ilustrador), hijos del escritor Andrés Trapiello; y también el asombroso caso de los hijos de Julián Marías: Miguel (agudo crítico de cine), Fernando (prestigioso historiador del arte), Álvaro (exquisito crítico de música clásica) y Javier (conocido novelista). Cómo lo han hecho esos padres para transmitir no ya el oficio concreto, sino la pasión y el nivel, es un misterio, aunque en los tres casos que citamos hay una coincidencia: la finura y la inteligencia de las respectivas madres. Lo pienso y lo sigo pensando según escucho y escucho los cantes de Alicia Serna con un catálogo de pinturas de su padre ante mis ojos y el gratísimo recuerdo de Isabel, su madre. 

domingo, 23 de octubre de 2011

Salud, dinero y amor


De la popular triada feliz, la salud, efectivamente, se valora cuando se pierde. Basta que se tambalee un poco: un catarro, y ya se da cuenta uno de cuanto tenía. El amor –pienso entre mis toses y escalofríos– se valora al revés: cuando se tiene. Hasta en eso es misericordioso el amor. Quien no lo siente, no sabe lo que se pierde. Y para redondear la triada, el dinero, con ser el menos prestigioso de los tres, es el que más se deja querer: cuando se tiene, se siente su peso (poderoso caballero, etc.) y cuando no se tiene, se padece su necesidad. Sólo cede ante la mala salud y ante el amor vibrante: “Contigo pan y cebolla”. ¿Y ante la santidad? Eso estoy diciendo: ante el amor vibrante. 

domingo, 9 de octubre de 2011

El fuego y la oreja


Cuando en un pueblo tratan mal a Jesús, su discípulo más amado, Juan, y nuestro santo patrón Santiago, le proponen a dúo que pida que caiga fuego sobre las cabezas de los indígenas y los abrase. Jesús les riñe por esa ardorosa falta de caridad. Al otro discípulo predilecto, a san Pedro, nada menos, le reñirá también cuando echando mano a la espada (que llevaba) le cortó una oreja a Malco —a propósito, si yo fuese ganadero de reses bravas, a un toro lo llamaba Malco ya mismo—. Como se sabe, Jesús estaba por el amor y por el perdón y va corrigiendo a sus duros discípulos, pero quizá también tendríamos que considerar un hecho: Él, que podía haber escogido a los que quisiera, no los prefirió pusilánimes, ni mucho menos. 

lunes, 3 de octubre de 2011

Dos de mi padre


Mi padre se enfada.- 
Los lectores de mi blog y los de mis artículos me riñen a veces. Y lo dejan dicho en los comentarios, con cierta brusquedad alguna vez. La prosa no está perfectamente escrita, o pedía un desarrollo más largo, o una reflexión más ponderada, anotan. Mi padre lee esas quejas, monta en cólera y me llama para preguntarme de qué va esa tío. Yo le digo que es normal y, bien mirado, bueno que me riñan si no les convenzo o o no les encanta lo que escribo, que el tiempo de cada lector es muy valioso y su atención es una atención conmigo y ni lo uno ni la otra se le pueden devolver. Si el texto no tiene un gran interés, el lector se siente estafados. Si exigen, es porque dan (muchas gracias) y, aún más halagador, porque esperan. 

Padre no hay más que uno.-
Que sea mi padre el que se indigne cuando critican mi sintaxis quizá no le haya llamado a ustedes la atención, pero a mí me conmueve. Mi madre era mi mentora literaria, y mi padre veía las escrituras de su primogénito con cierta distancia, sin ningún desdén, desde luego, pero sin gran forofismo, por supuesto. Le preocupaba más mi nómina que ni numen. Sin embargo, tras la muerte de mi madre, ha recogido el testigo y con esa profesionalidad y dedicación que invirtió durante toda su vida en la alta dirección de empresas. Tanto vigor contra mis críticos, tanto interés en comprender racionalmente el mundillo literario, tanto plan para racionalizar mi agenda y para optimizar mis recursos a mí más que nada me enternecen. 

jueves, 22 de septiembre de 2011

El hundimiento del Vaporcito


Entre los naufragios famosos de la historia, junto a los del trasatlántico Titanic, el crucero Baleares, donde murió, dicho sea de paso, un tío mío, el acorazado Bismarck, el Musashi y el Yamato, y el Prestige, ha de contarse ahora el del Vaporcito del Puerto, acaecido al finalizar este verano.

Permítanme que arranque con una anécdota personal. Hace unos años un amable vecino me anunció que había comprado mi último libro de poesía. “¡Oh, has sido tú”, le dije, alborozado, remedando una vieja broma de Borges. No le vio la gracia: “No me extraña que vendas poco, querido amigo, hablando tanto de la muerte, del paso del tiempo, de la melancolía, de las crisis personales y de las noches de insomnio... Con la de cosas bonitas que tenemos en el Puerto de Santa María para cantarle unas buenos coplas salerosas. Por ejemplo: ¡el Vaporcito!”. Yo aguanté la reprimenda como un hombre y le prometí que en adelante intentaría enmendarme, con poca intención –lo confieso– de cumplir mi promesa. Sin embargo, inesperadamente, aquí me tienen, dispuesto a glosar con mucho sentimiento el naufragio del Vaporcito del Puerto.

Por si quedase alguien que no lo conociera, es una motonave que hace el recorrido del Puerto a Cádiz y vuelta. Tiene una silueta airosa, blanca, marinera y pinturera que le ha granjeado, efectivamente, versos de Rafael Alberti y José Luis Tejada, además de incontables coplas de carnaval y letras de sevillanas, cuadros de Juan Lara o de Luis Gómez Macpherson, y artículos periodísticos de Antonio Burgos o Rafa Navas. Su fama alcanza tales cotas que es el logotipo turístico del Puerto de Santa María y en 1999 fue nombrado Bien de Interés Cultural (BIC). En él se rodaron las películas La Lola se va a los Puertos o La Becerrada.

Su historia tampoco está mal. No es extremadamente antiguo: comienza su andadura (o su navegadura) en 1929, pero recoge el testigo del Vapor “Cádiz”, que explotó en ese año en el muelle portuense de las Galeras Reales, y más allá, el de la inmemorial comunicación marítima de mercancías y personas entre el Puerto y Cádiz, de raíces, como mínimo, fenicias. El primer Vaporcito fue el Adriano I, que había bajado de Galicia para hacer la línea del Guadalquívir con motivo de la Exposición Universal de Sevilla. Venía capitaneado por su propietario, José Fernández Fernández, que bajaba acompañado de sus cuatro hijos. El negocio sigue en manos de la familia, que se ha multiplicado casi como un tribu del Antiguo Testamento. Con el paso del tiempo, llegaron el Adriano II y el que ahora se ha hundido, el Adriano III, construido en 1955 en los astilleros de San Adrián, en Vigo. A pesar de navegar con motores de explosión, siguió manteniendo el nombre tradicional.

Este 30 de agosto, el Adriano III se acercaba a Cádiz con toda normalidad. Entonces, chocó contra una roca, lo que desestabilizó la motonave y provocó su posterior encontronazo con el cantil del muelle. Sólo la pericia del capitán, muy elogiada en los medios locales, hizo posible que los 80 pasajeros pudiesen ser evacuados sanos y salvos antes de su hundimiento. Hay que agradecerlo, primero y sobre todo, por la integridad física de esas personas; y segundo, porque así podemos extraer con melancólico humor las lecciones simbólicas del suceso.
Curiosidades y sentimentalidades aparte, ese es el gran valor del suceso. Si no, no se explica que haya sido durante varios días la noticia más vista en muchos periódicos nacionales, que haya puesto en ebullición a las redes sociales y que hasta los políticos nacionales, empezando por Rubalcaba, nada menos, se hayan apresurado a prometer que reflotarán la motonave, cueste lo que cueste. En realidad, en el hundimiento del Adriano III hemos visto todos la viva imagen de nuestra situación local y nacional. Si en toda España la economía está hundida, qué decir de la situación de la Bahía de Cádiz. Además, la crisis se está llevando por delante muchos negocios tradicionales y muy queridos, que, por tanto, se sienten más reflejados aún en el accidente del Vaporcito.
Supongo que el cumplimiento de mi promesa no satisfará del todo a mi vecino. Es verdad que he glosado al barco típico-portuense por excelencia, pero también es cierto que al hacerlo no he podido evitar una reflexión sobre el paso del tiempo cargada de tristeza. Por fortuna, no está escrito el final. Tal vez los políticos cumplan sus promesas esta vez, y se reflote el barco. En la sociedad civil se levantan voces que reclaman enérgicamente que alguien venza la apatía y tome medidas. Sería muy importante, no tanto –que me perdone aquel buen vecino– por el Vaporcito en sí, sino por el mensaje metafórico: todavía podemos levantar esto.

jueves, 19 de mayo de 2011

Valiente sastre


Me informa mi mujer de que un tal Karl Lagerfeld ha puesto sus condiciones para diseñar el traje de bodas de Alberto de Mónaco. El príncipe tiene que adelgazar. Sospecho: ¿será una indirecta de mi señora? Pero no. Esta vez lo gordo de la anécdota es la asombrosa inversión de valores que vivimos en todos los órdenes o, más bien, desórdenes. Hace nada cualquier sastre hubiese sido feliz de diseñar para una testa coronada, aunque fuese de un principado casi de juguete, como Mónaco, pero hoy se permiten poner reparos y requisitos. Los sastres de los cuentos podrían ser o valientes o sinvergüenzas, como los del traje del Emperador, pero guardaban al menos las formas. 

sábado, 14 de mayo de 2011

Katyń

Ha querido la llamémosle casualidad que haya visto la película Katyń después de la beatificación de Juan Pablo II, tras haber contemplado una plaza de San Pedro rebosando de banderas polacas. Lo había intentado cuando la estrenaron, pero se me escapó. Ahora, gracias a internet, lo conseguí, y ha sido en el momento perfecto. La beatificación es, en realidad, el final de la película, que trata sobre la atroz matanza que los soviéticos aplicaron sistemáticamente a más de 20000 oficiales del ejército polaco, entre los que se contaban militares profesionales y universitarios movilizados. Descabezaron, por tanto, a aquella nación. La película no da un atisbo de esperanza, ni siquiera a los que sobrevivieron, ni a sus familias, ni a quienes intentan resistir, ni a las nuevas generaciones. El comunismo iba a durar siglos, parecía, y ahí se acababa todo, y acaba la película. Pero en verdad la película cuenta con que nosotros sabemos que la historia, inesperadamente, iba a seguir por otros derroteros bien distintos (y lo atestigua con su misma existencia). Nos recuerda, por tanto, que la verdadera esperanza es siempre contra toda esperanza, como el título de los diarios de la resistente rusa Nadezhda Mandelshtam: Esperanza contra esperanza. Apenas si se nombra a Dios en Katyń, sólo sale algún sacerdote de actor secundario o terciario, y a veces se ve que los polacos rezan, pero nada más. Sin embargo, la película deja tan implacablemente claro que Polonia no tenía nada que hacer que se siente nítidamente que su resurrección ha sido un milagro. También la Pascua es un momento maravilloso para verla. 



miércoles, 11 de mayo de 2011

Hunos y hotros

A estas alturas y con los champús tan buenos que hay, nada más casposo que acusar de casposo a nadie. Huele a naftalina y a discurso de los años setenta del siglo pasado. En consecuencia, a nuestros viejos progres les apasiona: “casposo, casposo”, acusan a troche y moche. Observen  el lenguaje de opereta que gastan últimamente. Es una experiencia inolvidable oírles exclamar: “deleznable, bazofia, infundio, infamia, desmán, detestable, proclamo, miente como un bellaco” cuando alguien les pide explicaciones de presuntas ilegalidades o de su gestión. Qué castellano más rancio gastan. Si la cara es el espejo del alma, el vocabulario es el eco de la conciencia. Y sus poses ofendidas, oh, sus poses ofendidas, qué teatralidad más grande. 
**
Tampoco podría votar a otros que dicen “los ciudadanos y las ciudadanas”. Vamos a ser pocos los que no, pero los motivos son muchos. Algunos desconfían tanto de los extremismos que les repele apostar por quienes se confiesan “extremistas de centro” [sic y toma oxímoron]. Otros no ven clara (porque es oscura) su posición ante el aborto. O ante las autonomías y los nacionalismos. O su posición de perfil (viva moneda que siempre se volverá a repetir) ante la aprobación de Bildu. Mentiría si dijese que soy indiferente a esos extremos (de centro), pero para mí la importancia del lenguaje es inmensa. Relatando Hannah Arendt el juicio a Eichmann, se refiere a la incapacidad de éste para expresar “una sola frase que no fuera una frase hecha. […] Cuanto más se le escuchaba, más evidente era que su incapacidad para hablar iba estrechamente unida a su incapacidad para pensar”.
***
Y viendo lo que hay, ayer me decían que nuestra democracia no tiene remedio, y yo replicaba, encomendándome a Chesterton y a Capra, que el remedio es más democracia nuestra

lunes, 25 de abril de 2011

Los flamencos

Como si fuera poco privilegio tener un trabajo, al mío además voy y vuelvo cruzando en coche un paisaje de marismas y salinas. Por la mañana, los dedos rosados de la aurora rozan las láminas de agua, como mirándose en su espejo levemente rizado por la brisa. A juego con el estallido de malvas y rosas, se posan allí, mayestáticos, los flamencos. Dentro del coche, yo voy oyendo las terribles noticias de cada día, y me asombra la tranquilidad de las graciosas aves y del mundo en general. El contraste es extraordinario y me hace mucho bien. Me enseña a no tomarme las noticias demasiado a pecho. Y cuando los flamencos levantan el vuelo no me extraña. No permiten que nada les pese demasiado.

viernes, 22 de abril de 2011

El nazarenito y su padre

Del clarín estridente al son grotesco
cruza una cofradía el Altozano,
bajo el brillante cielo sevillano,
en desorden alegre y pintoresco.

Un flamenco cetrino de aire hampesco
marcha a compás, llevando de la mano
un chiquitín con túnica de hermano
al sol el rostro de ángel picaresco.

Un viejo que pregona lo que vende
apoya su canasto en una silla,
el niño mira al padre, él lo comprende,
de avellanas le compra una perrilla,
le entrega el cucurucho, le da un beso
y vuelve a andar acompasado y tieso.

“En 1930 se publica un librito de 40 páginas bajo el título Lirios y claveles. Lo firma ‘El Bachiller Fulano de Tal. Capillita sevillano’. Prácticamente desconocido para la mayoría de los lectores —y para las minorías, para qué vamos a engañarnos— este poemario es todo un hallazgo”. Así nos presenta Francisco Robles, compilador de la espléndida antología literaria Semana Santa, a  ese misterioso poeta que salió a luz pública con un velillo ocultando su rostro, como los penitentes que retrata. Firma “un capillita” como esos monjes que firmaban “un cartujo”sus tratados ascéticos, porque la humildad es la misma, aunque la vocación y el talante sean muy distintos. Nuestro capillita observa bien el mundo, con el que se mezcla y confunde. Sin hacer de menos a la perfección formal de sus versos, su mayor mérito consiste en la amplitud y a la vez en la minuciosidad de su mirada, que va desde la emoción religiosa más álgida hasta el detalle chusco, y sin perder detalle. En el soneto escogido hay una asombrosa mezcla de guasa de sal gorda y de ternura delicada, que nos explota en el pecho en forma de emoción. “El Bachiller Fulano de Tal”: poco importa no saber quién fue si sabemos qué es: un poeta como la copa de un pino. 
*
¡Y cuántos han escrito de la Semana Santa…! Un somero repaso, aquí
*
Después de leer el soneto, entenderéis por qué, de entre todas las espléndidas fotografías de Ramón Simón, me ha emocionado especialmente ésta: El nazarenito y su madre. 


sábado, 9 de abril de 2011

Arranca la primavera

Con la llegada de la primavera, se levanta mucho polvo y cae mucho polen. Mi coche está perdido, lo confieso. No me veo echando las mañanas de domingo limpiándolo con la manguera, pero un mes de estos voy a tener que arremangarme. Mientras tanto, alguien ha dejado un mensaje en el cristal de atrás. He tenido mucha suerte. En vez de un imperativo “Lávalo guarro” o un fisiocrático “No lo laves, siembra papas”, han puesto “Roberto”, un corazón, una flecha y “Julia”. No los conozco, pero es un cartel bien romántico y primaveral, y qué muestra de amor mancharse el dedo así (que da grima) para declarar al mundo el amor. Quizá retrase un poco más (aún) el momento engorroso de la limpieza.

sábado, 26 de marzo de 2011

Rima Berzosa

El Excelentísimo Rector de la Complutense, Berzosa, ha dicho, como gallarda respuesta al ataque sufrido por la capilla de Psicología, que no deberían existir capillas en la Universidad. Ea: la víctima tiene la culpa. Eso es, además, como decir que los árboles tendrían que prescindir de sus raíces o que a los niños les sobran las madres. Como todo el mundo —menos Berzosa— sabe, la Universidad nació en Edad Media de la Iglesia Católica y sus estudios de Teología. En la constelación de blogs cristianos, numerosa y combatiente, se clama por su dimisión. A Berzosa en persona sólo le he visto una vez, cuando inauguraba un congreso sobre Ramón Gaya, uno de los principales pintores y escritores del siglo XX. Dijo que, como él era economista, no conocía a Gaya (comentario muy universitario), pero que había leído algo en Público, único periódico, junto a El País, que sigue, afirmó, fervoroso, como quien reza el credo. Ver a Gaya citado allí le sorprendió grandemente. Nos leyó por encima los datos de la solapa de un libro de Gaya que acababa de comprar: el pintor había nacido en Murcia y tal. No sé cómo lo enlazó, si lo enlazó, pero habló mucho de lo que sufría él con las injustas críticas que le hacían a él los medios de derechas, que iban a por él. Para terminar, reconoció estar emocionado porque había visto, hojeando el índice del libro, que Ramón Gaya hablaba de Miguel Hernández, víctima del franquismo. Ni corto ni perezoso, empezó a leernos la reseña de Gaya a Vientos del pueblo sin darse cuenta de que lo ponía bastante regular. Desde entonces supe que de Berzosa no se podía esperar gran cosa.

viernes, 11 de marzo de 2011

Antes que el aire la manche

Agustín Porras no para de hacer descubrimientos sobre Gustavo Adolfo Bécquer, aunque no sé si éste le pediría que parase. El último, publicado en la nueva revista El alambique, son unas cuantas coplas flamencas que el poeta sevillano firmó como G. M. R. Para explicar el seudónimo, propone Porras que el gran (y breve) Bécquer, llevado por el amor a la poesía popular y a su casi consustancial anonimato, no quiso marcarlas a fuego con su nombre. No: para eso mejor las hubiese dejado sin firmar. Más bien creo que no las consideró a la altura de sus poemas, como salta a la vista que no lo están. No quita para que alguna valga. Como ésta, transparente y sensual:
Al decirme: ‘yo te quiero’
deja que tan dulce frase
recoja yo con mis labios
antes que el aire la manche.