lunes, 22 de febrero de 2010

Duelos y quebrantos

En la boda del sábado en Sotogrande me ocurrieron varios sucedidos, como suelen ocurrir siempre, aunque uno no vaya a una boda, a poco atento que se esté a lo que pasa. Pero no los contaré para no justificar a una compañera de mesa (valga la redundancia) a la que informé que tenía blogg y le di su nombre, y seguimos hablando de otras cosas, hasta que al final de la boda, a las tantas, fui a despedirme y me dijo, muy simpática: “Ya visitaré tus Duelos y quebrantos”. ¿Tan quejumbroso estuve?, me pregunté luego, inquieto, dando vueltas, sin poder conciliar el sueño.

Sí contaré el sucedido más gracioso, aunque tuviese ciertas gotas de humor negro que justificarían lo de “Duelos”. Las peticiones de la misa las hacían los típicos sobrinitos de los contrayentes, todo muy tierno. Cuando llegó el turno de pedir por los difuntos, ese momento álgido de emoción en toda boda que se precie, salió una niña monísima, y a uno empezó a metérsele el corazón en un puño. La niña, sin embargo, no andaba muy suelta en lectura y leyó trastatabillándodose: “Te ro—ga-mos, Se—ñor, por nu-es-tros-tros fa-mi-mi-liares mu—er—tos”… Entonces no pudo creerse lo que había leído o le impresionó vivamente y repitió: “¡Muertos!”, con un gritito entre el pasmo y la incredulidad. Nosotros nos quebrantamos el bazo de risa, dicho sea con todo respeto.

4 comentarios:

Miguel García Castaño dijo...

Jeje... Es que qué malos ratos nos hacían pasar los padres. Además la habrán grabado en vídeo y la torturarán (o chantajearán) con él de mayor.

Quizás la compañera de mesa leyó el artículo de Belloc del Alba... o la lluvia abundante por las tierras del sur alimenta la melancolía.

Juan Ignacio dijo...

La sorpresa de la niña ante la muerte me ha dejado una impresión similar a la de aquel sobrino que contaste que en clase de catequesis no podía entender porque Jesús murió perdonando a todos.
La sorpresa de la niña es la misma que tenemos muchos años después cuando por un segundo nos detenemos a pensar en silencio en la muerte.
Van bien para teólogos, cómo decía un comentarista.

marinero dijo...

Deliciosa la anécdota. Y, como dice bien Juan Ignacio, la sorpresa permanece. A mí no se me ha quitado, ni creo que se me quite nunca.

batiscafo dijo...

Ha caído en mis manos la revista Misión y me ha faltado tiempo (es decir, justo todo lo contrario: no me ha faltado) para leer tu artículo. Me ha emocionado. Sólo un "pero": ¿y ese gato sobre la mesa?, ¿dónde están Pukka y Carbón?