viernes, 12 de noviembre de 2010

Microentrada larga

En el IES se convoca un concurso de microcuentos para los alumnos y lo hablamos en la cafetería. Yo cuento el misterioso caso de la violinista fantasma de hace unos años. La joven profesora de literatura se indigna. Y con esa dosis de idealismo que es requisito sine qua non para ser profesora de literatura, confía en los años que lleva leyendo microcuentos para detectar un plagio. El de matemáticas, más científico, prefiere confiar en los algoritmos de Google. Bastará meter los microcuentos ganadores, propone, en la máquina de la verdad. Yo hago una defensa del plagio, tan natural en el santo medievo, que no les convence, aunque me sonríen.

Volviendo a casa pienso que sería bonito organizar un concurso paralelo de microrrelatos plagiados. Si el jurado (sin recurrir a Google, sólo con los años de lectura (que no serán tantos) de la joven profesora y los nuestros) es capaz de identificar al autor auténtico, eliminado. Entre los que escapen al detector de verdades, que gane el mejor. Conseguiríamos que el personal leyese mucho y con sutileza y astucia, me parece. Sin embargo, no lo propondré, no vayan a nombrarme miembro de ese jurado también, y acabe dándole un premio a Benedetti.

Llego a casa y me encuentro algo en el correo que, como creo que la casualidad no existe, me pone los pelos de punta. Es una carta de mi amigo Rafa, sobre su hijo, que ya salió aquí y aquí, y que dice: "Rafa esta dando este año clase con D. Lorenzo y me pide si, por favor, me puedes pasar el poema con el que ganaste el premio de poesía de la Universidad de Navarra (el "del plagio"). Todo se debe a que un día yo le conté a Rafa cómo hiciste ese poema: si no me equivoco estaba escrito contra el plagio pero, a la vez, hecho con versos plagiados. A Rafa le hizo mucha gracia la idea y se lo contó a D. Lorenzo. Ahora D. Lorenzo le ha pedido a Rafa que, si podía, se lo consiguiera. Te agradecería mucho que me lo mandaras por mail si no tienes inconveniente. Muchas gracias y un abrazo. Rafa".

Don Lorenzo fue profesor de Rafa padre y mío, y fue esencial para mi formación en todos los sentidos, como contaré un día que tenga muchísimo más tiempo por delante. Del poema aquel del plagio, publicado en Haz de luz ya no me acordaba, ni me acordé durante la defensa de la figura retórica que había hecho en el bar. Pero se ve que es un tema al que llevo dando vueltas desde hace un montón de años. Pongo el poema, aunque no está a la altura de su idea y aunque sólo quedó tercero (¿o segundo o no quedó?) en aquel concurso universitario, como un brindis por los viejos amigos que recuerdan con cariño los viejos poemas, y hasta se los cuentan—seguro que mejorados— a sus inocentes hijos:
...........LIBROS

Cuando me paro a contemplar mi estante
mi no sé qué se queda en aspaviento.
Lo extraordinario, todo. Escucho atento
palabras de Cervantes o del Dante.
No hay cosa como el plagio que me espante,
pero una mano coge el pensamiento
o alguno me lo ha dicho con el viento
que viene y va, y me avienta, y, al instante,

mi tristeza en consuelo convertía,
desde el prodigio, algún dulce cantar.
Un canto de sirenas me conjura,
la sombra se la lleva el blanco día,
y el agua —amarga y dulce— de otro mar
vestido me dejó de su hermosura.

7 comentarios:

Javier de Navascués dijo...

Ay, ay, ay, qué recuerdos, Enrique, desde el jurado.

Cristina Brackelmanns dijo...

Eso no es un plagio, es un homenagio. Buenísimo... ¡y tan jovencito!

Mora Fandos dijo...

Oye, pon en marcha ese premio, nunca premiarías a Benedetti, sino al más hábil "manostijeras" de los neolectores.

Juan Ignacio dijo...

No hay nada como volver atrás en el blog y darse cuenta que, además de desmemoriados, en la nueva entrada nos estamos plagiando a nosotros mismos.

(Eh... Temo que este comentario no lo haya hecho ya alguien antes).

Marcela Duque dijo...

He aprovechado el "recordatorio" para sacar "Haz de luz" de la biblioteca. Lo he leído esta tarde.
Para variar, me ha encantado. Y bueno, también me ha dado un poco de envidia... Uno de esos pecados capitales que debería ser impugnable a aquel que la suscita, ¿qué culpa tenemos nosotros, los que no llegamos siquiera a poetas menores, de no tener estas clarividencias?

E. G-Máiquez dijo...

Eso, Javier, qué recuerdos... agradecidos.

Gracias a Mora Fandos por recoger el guante de mi propuesta, que me sigue pareciendo (y ya han pasado más de doce horas) chula. Se podía llamar al concurso: "Los microrrelatos más míos", o sí, "Manostijeras".

Plagiarse a uno mismo, sí, qué horror, ¿verdad? Ya que uno puede escoger a quién plagia, un poco de jerarquía.

Gracias (y otro tanto de vergüenza) por esa lectura tan generosa, Marcela. Como dice la sabia CB, la cosa es que era entonces "tan jovencito". Si pillara ahora ese libro le hacía un repaso que uff...

Noemí dijo...

Bueno, la "joven" e idealista profesora seguramente sería incapaz de poner en pie la autoría de los microcuentos, aunque como lectora voraz y compulsiva de los mismos probablemente ya habría leído los plagiados... ¿o no? hummm, lo del concurso me parece buena idea y si no... ¿una apuesta?