martes, 28 de junio de 2011

Luces, cámara, ¡acción!

Ya han acabado las evaluaciones y, por tanto, la de este blogg. Contagiado por el espíritu de hermanita de la Caridad que me ha embargado durante las primeras, he sido muy misericordioso con Rayos y truenos también. Pero como necesitaba un cambio --eso era evidente-- he decidido (véase el subtítulo) cambiarme las reglas del juego.
Mis antepasados, los paganos, echaban una piedra blanca o una piedra negra a una bolsa cada noche, según el día hubiese sido bueno o malo. Admira su capacidad de síntesis. Yo tendría que echar cada día a un saco una mina, un aluvión, una cantera de piedrecillas y pedruscos y pedradas multicolores. Algo dije ya.
Trataré de recoger aquí de cada día sólo su pepita de oro, o sea, su momento de hermosura, de emoción, de dulce melancolía o de humor, ese instante que lo justifique. Creo que hay un poema de JRJ que me vendría muy bien de cita inicial, que hablaba de no dejar escapar el día sin arrancarle su tesoro. ¿O era de Rabindranah Tagore? Bueno, eso, no dejarlo escapar. El tesoro por excelencia es, lo tendría que haber dicho el día del Corpus, para guardar el paso con la liturgia, la comunión diaria, piedra blanca por excelencia, que es la piedra angular, pero como eso no lo voy a repetir todos los días (lo voy a repetir todos los días, D. m., pero no lo voy a contar aquí), me dedicaré a una pipa más humilde.
La cosa tiene su riesgo. Mirarme las manos por la noche, y hallármelas vacías, como en la adolescencia, pero heladas de decepción, hundidas en las sombras, y asumir que el día se fue con sus cáscaras, huero. Bueno: el riesgo es lo que le dará emoción a la cosa. También lo mejor de un día puede ser un recuerdo. O un sueño. O una lectura. Apuesto que no hay un día (lo dijo Borges) que se nos disuelva sin que hayamos estado al menos una vez en el paraíso.
¿Paraíso, oh, o pipa, eh?, podríais decirme con una sonrisa zumbona. Sí, suenan contradictorios. Aunque se trate del paraíso, prefiero pipa, porque suena más humilde y porque me permite ponerme la venda antes de la herida. Cabe la posibilidad de que el resultado (un buen momento por día cada día) resulte un tanto monótono, monocolor. Como el dichoso cuento de la buena pipa, precisamente. Pero debo intentarlo. Si procuro hacer de mi poesía una comedia, ¿por qué no hacer de mi blogg una película de acción, de acción de gracias?

6 comentarios:

Ignacio Trujillo dijo...

¡¡Bienvenido!!

Sí, cada día tiene, no uno sino montones de "pepitas de oro", lo que pasa es que se nos escapan de las manos, inadvertidas, entre los guijarros. Hay que usar un cedazo sutil...

Avd dijo...

Qué bien pensado Enrique. Esto es un cambio o renovación ¿No? Pinta muy interesante.
Yo me he alegrado muchísimo de verte hoy, y que estés bien.
Hay más momentos buenos y agradables en el día del que nos paramos a pensar. Un beso.

Anónimo dijo...

Pinta bien ese propósito tuyo. Será este lugar, entre otras cosas, un lugar donde venir a aliviarse las heridas que también deja el día.

Mora Fandos dijo...

Hay que inundar el mundo de cosas buenas, pero de verdad. Enhorabuena. Ya se le saca demasiado lustre a lo malo.

Anónimo dijo...

Arriesgado proyecto. Suerte que eres consciente de ello. Hay en Abderramán III un dejo de amargura cuando dijo que a lo largo de toda su vida (dilatada, llena de riqueza, de honores y demás)sólo había conocido 18 días (creo que esta es la cifra) de verdadera felicidad. En una conferencia tu padre dijo que le parecían demasiados. Y llevaba razón. En cambio, si hubiera contabilizado los momentos de gloria de cada día...
Hay también que contar con la perspectiva de cada uno: Lo que a ti te parece bacía de barbero para mi es el yelmo de Mambrino, y a otro le puede parecer otra cosa (viene a decir D. Quijote, y a recordar Ortega). Y así, la Última Cena puede parecer una despedida tristísima o el anuncio de una presencia continua.
De acuerdo con los anteriores comentarista (hasta ahora hay cuatro)

javier dijo...

Esos paganos no carecían de gracia aunque, a falta de sacramentos y sacramentales, echasen mano de las piedrecitas blancas y negras y de los cuentos y de los amuletos apotropaicos para ahuyentar al diablo antes de irse a dormir.
Hace tiempo que entro aquí antes de irme a dormir. Y me hace bien.