jueves, 2 de mayo de 2013

Triángulos: precaución


Como tal vez recuerden, entre las estrategias conyugales defensivas, enumeré las geometrías del deseo girardianas, que son triangulares. Pero no me esperaba una aplicación tan pitagórica a las relaciones paterno-filiales. Ayer, fuimos de excursión al Cerro de Albarracín, en El Bosque, con varios amigos. Con vigorosa energía, los padres tiraron hacia arriba con hechuras de alpinistas. Yo me dejaba caer por las lindes del camino, herborizando.  Nada nuevo. Pero a las niñas mayores, ya sea porque la marcha militar, como a Georges Brassens, no les va o porque las flores de mayo o porque el entusiasmo mío se notaba, se me unieron en masa. (Primer paso, o primer cateto.) Luis, de tres años, al ver a sus hermanas tan interesadas, decidió que eso era el quid de la excursión, y gritó que de mí no se separaba y que iría conmigo y que no quería ir ni con su madre ni con su padre. Segundo lado o cateto. Y llegamos a la hipotenusa, que es lo que cierra el triángulo y donde yo quiero ir a parar: Carmen observó muy bien todos los movimientos, y rompió en admiración por primera vez en su vida. Puso los brazos en jarras, para que cupiese en sí tanta satisfacción, y con gran seriedad explicaba que sí, que muy bien, pero que yo era su papá, yo de ella, y de Quique también. Administró con gracia las invitaciones a nuestro coche para el camino de vuelta y hasta las invitaciones a casa para el futuro. Yo la observaba divertido y, claro es, encantado. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Otro flanco que cuidar es el mantener un nivel de autoestima que le permita a uno amarse a sí mismo. ¿Cómo vas a amar a otra persona si no te amas a ti mismo? ¿Y cómo vas a amarte si no te ves bueno?