lunes, 30 de diciembre de 2013

Entierro en la noche


Anoche Carmen me despertó a las cuatro menos cuarto. Es algo para celebrar, porque normalmente se empeña en que se despierte su madre y esta vez me llamaba a mí. Y no fue lo único inesperado. Nada más despertarte recuerdas el sueño, que, si no, vuelve, como el pez tras el salto, al subconsciente y desaparece. 

Para cuando Carmen me despertó, estaba yo en el entierro de un joven soldado español. Era en un cuartel destartalado, en medio de un páramo helado y ventoso, como en Soria o así. Había polvo, porque pensé que el polvo, con frío, es más insoportable. No sé de qué había muerto, pero fue en acto de servicio, sin duda, ni tampoco en calidad de qué me veía yo allí, abrazando al padre, que parecía tallado en madera, ni a la madre, como de hojas de maíz, que gemía. La bandera que cubría el féretro estaba raída y tenía encima algunos toscos juguetes del muchacho muerto. Yo me disponía a decir unas palabras... 

Y ahí me despertó Carmen, y la llevé al baño y le di leche caliente y le conté dos cuentos ("Los cabritillos" y "Caperucita Roja") y le leí dos capítulos de Platero y yo y, luego, mientras ya se dormía, leí un ensayo que se me había quedado pendiente. Cuando volví a la cama, me estremeció pensar cuántos hombres y mujeres habré enterrado y abandonado en sueños. No tantos como nuestra historia, claro, pero, aún así, muchos, seguro. 


2 comentarios:

Anónimo dijo...

...La madre, como de hojas de maíz...

Qué imagen, qué sensación.

Marita

Anónimo dijo...

Hombre, lo del "entierro en la noche" me hace recordar una película bélica que vi hace años (es todo lo que recuerdo de ella, ni siquiera sé cómo se titulaba), en la que había una escena en que un grupo de personas iba a ser fusilado, creo que por los nazis, en una noche muy fría, y uno de ellos se consolaba (o lo que fuese), pensando que dentro de poco estaría en "una tumba calentita". Como dice Marita, "qué imagen, qué sensación". Brrrrrr.