No me da la vida, pero echo de menos, manojo de paradojas, el compromiso crítico semanal de Suma, y no veo el momento en el que Peyró logre atar todos los cabos de la nueva cosa. Tiene una crítica bonita o, mejor dicho, una metacrítica, el número que Nueva Revista dedica a su canon occidental, con una pequeña reseña de cada libro de su "Biblioteca de occidente". Muchas son estupendas, algunas, no, y se aprende mucho comparando estilos, perspectivas y planteamientos entre unas firmas y otras. Destacan, como es lógico, el marqués de Tamarón y Luis Alberto de Cuenca, que saben mezclar modélicamente, cada uno a su modo, la noticia filológica, la anécdota biográfica y el placer del lector. Me ha llamado la atención que mi amigo Adolfo Torrecilla no desmerezca en absoluto en tan autorizadas compañías, de lo que me he alegrado lo indecible. Y luego está Josemaría Carabante, que es un nombre a apuntar.
Pero, bueno, no voy a hacer aquí la reseña. Basta para demostrar el tono que, en sus mejores momentos, aporta la revista, estas frases entresacadas de la nota de LAC a La canción de Roldán, que suenan como un clarín entre montañas:
[…] la alegría brutal de morir rodeados de cadáveres enemigos, constituyó una experiencia que aún hoy, medio siglo después, resuena en mi memoria con la insistencia apocalíptica de un tam-tam que llama a la guerra, desafiando a la muerte. La épica me enseñó que nuestros más íntimos terrores pueden ser doblegados recurriendo a la máscara del heroísmo. […] una especie de manual de autoayuda a lo sublime.
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