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En misa me distrajo un efecto físico. Cuando el ventilador apuntaba hacia mí no notaba nada, pero unos segundos más tarde, cuando había girado hacia otros bancos menesterosos y calcinados, me llegaba una lenta ola de frescor. Pensé que así es con todo. Deducimos que nuestro trabajo no llega a nada y no consigue nada, pero, sin embargo, quién sabe si, cuando ya nos hemos vuelto hacia otras labores, no está llegando allá, a nuestras espaldas, la brisa de nuestras vueltas y revueltas.
Al fin cayó la noche de verdad y volvíamos al coche. Y Quique, de pronto, tuvo una revelación estética. Viendo sus sombras cruzadas por las distintas farolas del paseo marítimo, gritó: "Papá, ¡tengo dos sombras, una azul y otra negra!" Y era verdad y nunca el negro ni el azul sobre el suelo me parecieron más bellos. Carmen tuvo que sentir algo parecido porque se fijó y dijo: "Qué bonita es mi sombra". Hasta las sombras se salvan.
1 comentario:
El aficionado al tatuaje puede cambiar de gusto, y de sentimientos, y, borrado el que haya perdido interés, retatuarse con otros motivos, haciendo de su piel algo parecido a un palimpsesto.
Jilguero.
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