lunes, 22 de enero de 2018

Memento mori motorizado


El amigo que cuidó mi vespa durante diez años, hasta que los Reyes Magos hicieron su milagro, me manda los papeles en un sobre con este dibujo. Oh.

Ahora, aunque es invierno, hago mis gestiones en moto, y me siento como Mr. Knightly, cuando Emma le riñe porque, pudiendo y debiendo ir en carruaje, iba a caballo a las reuniones sociales.

Quizá entretenido en esas fantasías, me salto un ceda al paso y una camioneta de reparto de pescado casi me deja frito. Me pasa rozando. La esquivo con una anacrónico giro de cintura que fuerza la cabriola exacta de la vespa. Le falta un relincho de película.

Entonces veo que en la esquina estaban los padres de un amigo, que miran pasmados, asustados del susto, y que tres metros más allá venían dos señoras solteras de toda la vida, que tampoco se han perdido la escena. No se puede decir que he visto los ojos de la muerte --tan despistado iba-- pero sí he visto los ojos que habrían visto los ojos de la muerte. 

La euforia de la vespa pródiga es tal que me ha hecho mucha gracia este memento mori retroactivo y motorizado.


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