El Método Máiquez rechaza la báscula, pero tiene otras maneras de testar su progreso. Poco. Le pregunto a mi mujer, que acaba de preguntarme con fingida indiferencia si decía en serio lo del método. Me contesta: “No parece que hayas adelgazado. Si acaso diría que no has engordado”.
Alguna decepción deben de haberme notado mis hijos. Me susurran: “Tú no adelgaces, papá. Los hombres muy delgaditos parecen una chica”. Les beso en el cogote, patriarcal.
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