domingo, 15 de abril de 2018
Manuel
Yo no llego a Baudelaire. Más allá de la obviedad del talento literario, tampoco yo escribiría esto jamás por otras razones. Me refiero a cuando aconseja la que, a sus ojos, sería una actitud verdaderamente caritativa para con los mendigos: no darles una moneda para hacerles sentir quién tiene el poder, sino agarrarlos, golpearlos y ser golpeados por ellos y devolverles, así, su verdadera dignidad, porque los hemos considerado dignos de ponernos la mano encima...
Pero comprendo la idea de la importancia de tratar a los que piden superando el mecanismo aséptico de la limosna. Hoy se lo he podido explicar a Leonor. Manuel, al vernos entrar con los cascos de la moto, se ha ofrecido a cuidárnoslos. Le hemos dicho que sí, claro, qué detalle. Leonor entonces ha lamentado que ni ella ni yo llevásemos dinero para darle a la salida. Le he dicho que era mejor no darle una propina, dejar que caballerosamente nos preste un servicio, y uno bueno y galante, como ha hecho.
Hemos recogido los cascos y sólo le hemos dado las gracias, mientras otros le daban su limosna. Él nos ha dicho sonriendo y a pleno pulmón: "Qué gracias ni gracias, no hace falta, ha sido un placer".
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