viernes, 30 de noviembre de 2018

Decantador de malajes


Otra utilidad de las redes sociales o una gracia es que te proponen posibles amigos. Lo hacen enlazando enlaces en una viruta virtual. De modo, que, con poco esfuerzo, uno lanza esas peticiones de amistad entre conocidos y saludados y conocidos de conocidos y saludados de saludados, en un Pla al cuadrado. Bien.

Lo gracioso es que, involuntariamente, esa herramienta se convierte en un decantador de malajes. ¿Cómo? Porque amontona e insiste en proponerte proposiciones de amistad a aquellos de tu entorno a los que te resistes, porque te dan pereza o una leve alergia o te temes un mohín de fastidio si les invitas o lo harías tú. Como a todos les demás sí les mandas tu guiño 3.0, se te va quedando una selección de esaboríos que ni tú sospechabas que existía y, mucho menos, que tenía tal envergadura.

Naturalmente no escribo desde ninguna superioridad moral. Como la amistad virtual también suele ser mutua, uno se supone allí, también con la carita de la fotito en la primera fila del decantador de malajes ajeno. Y le parece justo.




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